Nacer en el cuerpo equivocado

Axioma

Se trata de un sintagma que se ha convertido en un axioma, es decir en un enunciado que no requeriría demostración alguna. Y así es, creo que en general nacemos en el cuerpo equivocado. La asunción del propio cuerpo precisa de un trabajo en el que no siempre se llega a buen puerto. De la misma manera en la que somos arrojados como extranjeros y bañados por la lengua materna, también nacemos en un cuerpo que muchas veces se nos hace extraño. Un cuerpo que no siempre responde a las órdenes de uno. Que no siempre refleja la imagen que uno pudiera tener de si mismo. Este baño en el lenguaje primordial en el que nacemos y la apropiación del cuerpo se trata de dos momentos que están inter-relacionados, aunque no siempre coincidan.

Por un lado, los significantes primordiales pueden marcar nuestra economía subjetiva y dependerá de la manera en la que hagamos ese tránsito, que condicionarán nuestra vida posterior. También la adopción del cuerpo como extraño, apropiación o no del cuerpo, condicionará la relación que tengamos con él, de ahí en adelante.

Se trata de un momento inicial que ha sido trabajado y estudiado a través de múltiples disciplinas del saber. Se podría describir como un momento de anudamiento de diferentes registros, en los que la palabra, la imagen de cuerpo y algo que se denomina el goce pueden atarse. Este anudamiento nunca es sin falla. Nunca es un anudamiento correcto del todo. Siempre es un anudamiento sintomático. Y de ahí la noción de síntoma elaborada desde el psicoanálisis, freudiano y lacaniano sobre todo. Entonces, se trata de un nudo que se cierra sobre un agujero central. Un agujero que tiene que ver con el traumatismo original (trou) agujero en francés, (troumatisme).

Para resumir, nacemos como extranjeros en un baño del lenguaje materno. Nos encontramos con un cuerpo extraño del que nos corresponde apropiarnos y además, ya estamos agujerados, traumatizados desde el inicio. Podría verse como una perspectiva desoladora. Pero con estas coordenadas debemos orientarnos y encontrar un lugar en el mundo y una relación lo más apacible con nuestro propio cuerpo, cosa harto compleja muchas veces.

En oposición a una vertiente psicologizante que podríamos considerar positivista, que pretende una síntesis del yo y un redondeamiento de la subjetividad, nos encontramos realmente ante una profunda división. Una división que el reflejo especular no viene a suturar por completo. Siempre queda un resto no especularizable, ineliminable. Algo de lo que se considera real, que insiste. Real, no en el sentido del real de la naturaleza, como aquello que se presenta siempre en el mismo lugar, sino precisamente como aquello que se presenta donde no se le espera. En el lugar equivocado. Con este real, con este goce pulsional, es con el que corresponde que nos las arreglemos.

La sensación corporal que se presenta de manera dislocada, en el lugar donde no se la espera, puede vivirse con mucha angustia y puede ser interpretada como extraña, exterior. Como un goce extranjero, como un goce otro. La integración de esta satisfacción pulsional no suele ser fácil, ni reductible por completo. Siempre quedará un resto, aunque pueda ser un resto nuevo y diferente al síntoma inicial. Es de lo que se trata en un final de análisis, de dar cuenta de un arreglo con esta cuestión pulsional, un arreglo menos perjudicial. Entonces desde el psicoanálisis no se promete una curación total del síntoma, no se promete un final totalmente feliz, completo, libre de toda atadura. Es decir, lo que se produce al final de un análisis es un nuevo tipo de atadura, de anudamiento. Esta es la honestidad del psicoanálisis frente a la promesa de muchas otras terapias fugaces y pasajeras.

Tratamientos de los cuerpos

Pero bien, ¿y qué hacemos con este cuerpo en el que hemos nacido de manera equivocada? Hay muchas formas de modificar el cuerpo para llevarlo lo más cerca posible al ideal al que uno se adhirió. De esta manera los tratamientos del cuerpo variarán según el registro en el que incidan.

La primera línea de tratamiento podría ser la de la imagen del cuerpo: podríamos contabilizar todas las formas de musculación y hormonación del culturismo o el fitness, sin olvidar las curas de adelgazamiento con dietas que buscan modificar la figura hasta llevarla a la pasión del esqueleto. Pero también están las modificaciones, como tatuajes, piercings, escarificaciones, cirugías estéticas y sus múltiples opciones de implantes o correcciones. O últimamente con la nueva proliferación de inserción de diferentes componentes cibernéticos en la línea más avanzada del trans-humanismo.

La segunda línea podría tener que ver con lo real del cuerpo. Con esta cuestión pulsional que empuja a veces como sensación extraña pero que se vive dentro del cuerpo. Que suele tener que ver con los orificios corporales cuando está localizado. Una vivencia en lo más vivo del cuerpo que pide una satisfacción que puede lograrse a través del movimiento, del ejercicio intenso, del deslizamiento, del golpeo con otros cuerpos… De la intoxicación con diferentes productos ansiolíticos, excitantes, antidepresivos o estupefacientes… Se trataría del tratamiento del malestar más real que no puede definirse en la imagen especular. Algo que escapa del espejo, no especularizable.

La tercera línea tendría que ver con el tratamiento simbólico a través de la sublimación, del arte, de la lectura, la escritura, de la música, la composición y la resonancia de las letras en el propio cuerpo.

La cuestión, como se ha indicado arriba, es que el tratamiento del cuerpo nunca corrige del todo la falla corporal, nunca cierra del todo el agujero. Y gracias, porque al parecer es necesario que exista el agujero para seguir viviendo como humanos. Humanos que nos resistimos a la robotización y a la sutura completa de la división que nos define. Es decir, es necesario el agujero a modo de respiradero.

Empuje

Estamos siendo testigos de un empuje, desde diversas líneas, al cierre de lo que nos hace más humanos. Cerrar la división, la duda, cerrar el equívoco, el malentendido, empujándonos a una especie de utopía, a un futuro en el que todo encajara. En esta utopía los cuerpos encajarían en sus habitantes sin ninguna contradicción en una especie de satisfacción total a la que seríamos invitados. Una fiesta de plenitud, sin mancha. Un cierre de cualquier agujero, donde todo sería perfectamente complementario. Es la utopía de una felicidad venidera. Todos estaríamos invitados a sentarnos en esta mesa y a disfrutar de sus manjares en libertad, sin límites.

Es en esta propuesta en la que nos encontramos en esta nueva encrucijada entre psicoanálisis y medicina. Una situación de compromiso para la medicina, si quiere ceder al empuje tecno-científico, o puede mostrar un límite para preservar lo más humano de los seres hablantes. En este punto vemos una marea que crece de manera exponencial de sujetos que sienten haber nacido en el cuerpo equivocado. En Estados Unidos se estima que la población que se autodenomina trans se va a duplicar en cinco años. Curva que presenta un crecimiento exponencial.

La cuestión del sexo no podría considerarse fuera de lo que supone este desencuentro con el propio cuerpo. El cuerpo equivocado, el sexo equivocado. El cuerpo extraño, el sexo extraño. De la misma manera que es necesario un anudamiento para apropiarse del cuerpo, también lo es para hacerse con el sexo propio. No viene dado. La correlación y el encaje perfecto solamente sucede al parecer en la naturaleza, donde los seres no están traumatizados, ni están agujereados por el lenguaje. Solamente entonces existe la sintonía perfecta, donde el real siempre viene al lugar donde se le espera.

La cuestión trans

Tema delicado donde los haya. Sector que recibe el mayor repudio y todavía las mayores vejaciones desde diferentes facciones políticas reaccionarias. Se trata de un colectivo y unas subjetividades que merecen todo el respeto y toda la precisión que corresponda en el enfoque de su tratamiento. Toda la docilidad al trans, como decía Jaques Alain Miller en su célebre texto1. Docilidad para ser flexible a una nueva modalidad de subjetivación de un amplísimo espectro. Una docilidad a la identidad sinthomal de cada individuo, porque es la manera en la que ha conseguido anudarse en esta vida. Pero en lo que sí debemos de ser honestos es en mostrar que ninguna identidad, por muy refinada que sea, cierra un agujero del todo. Es imposible cerrar el agujero que nos instituye. Por esto es importante desalentar del empuje de hormonación y cirugía a los menores. Toda la urgencia en este sentido se apoya en la idea que si llevan a cabo el paso de la pubertad sin haber transicionado se van a traumatizar. Y que esto pudiera tener consecuencias fatales. Es decir, se agita la bandera del riesgo de suicidio para forzar las transciones prepuberales. Como si efectuar la transición pudiera reducir el riesgo de autolisis en la comunidad trans.

La transición con modificación corporal completa se muestra como final feliz. Como satisfacción última que pudiera protegernos de toda pulsión de muerte. Y sabemos que no es así. La tasa de suicidio en la comunidad trans es muy superior al resto de la población y no está claro si la modificación corporal es un factor protector. Es decir, se trata de una subjetividad muy frágil y con alto riesgo de suicidio habiendo conseguido el cuerpo deseado o no.

El período de transición con modificación corporal no es corto, a veces precisa de una hormonación y ajustes médicos de por vida. No es la panacea. No da final al infierno que se vive en la subjetividad trans. Pero se ha vendido así. Se ha vendido como un final feliz y sin falla, sin tener en cuenta toda la tormenta que supone. Llevar la transición a buen puerto tampoco es siempre lo que se esperaba. Porque el cuerpo adquirido nunca puede sellar la falla estructural del humano. En este aspecto, no son pocos los casos que piden una reversión y una nueva modificación por arrepentimiento.

Reconciliación

Si nacemos en el cuerpo equivocado, estamos traumatizados y agujereados, y la modificación corporal no siempre es lo que se esperaba, ¿qué opción nos queda?

Quizá corresponda cierta reconciliación con el cuerpo, haya sido transicionado o no, en sus diferentes registros. En los tres planos que se indicaron arriba. Tanto con el cuerpo de la imagen, el cuerpo simbólico y el cuerpo real. De esto se trataría en un enfoque psicoanalítico. De llevar la nave a buen puerto a través de la tormenta perfecta. De evitar que una subjetividad tan frágil como la trans sea encandilada con los cantos de sirena de las buenas intenciones del discurso tecno-científico. Y finalmente, de hacer todo lo posible para evitar el naufragio. Encontrar una solución nueva y singular, un anudamiento nuevo, un nuevo orificio que permita respirar.

 

Notas:

  1. Miller, Jacques-Alain. “Dócil a lo trans”. Blog de la ELP.