Ordalías

Grabado de una Ordalía o "juicio de Dios"

La homogeneidad entre real e imaginario

Si hay algo que me ha sorprendido en este texto de presentación de las próximas Jornadas de la AMP que llevan como título “Todo el mundo es loco”, es esta aseveración: la homogeneidad entre real e imaginario.

Si partíamos de un primer Lacan con una primacía de lo imaginario con el desarrollo del estadio del espejo, vemos que el registro imaginario va perdiendo preponderancia a lo largo de su obra. El segundo Lacan, en el que lo simbólico domina lo imaginario, lo atestigua. Seguido del último Lacan en el que lo real acaba siendo lo no simbolizable y no imaginarizable, un real solo, suelto de la cadena simbólica.

Pero este giro, nuevamente a lo imaginario, tanto en la medida de llegar a señalar una homogeneidad entre el registro imaginario y el real, realmente me ha sorprendido. Tanto que se me hace ciertamente oscuro, pero que me produce una fulguración de deseo de saber, de exploración.

Partimos entonces del texto que Miller alude y que se encuentra en el Seminario 23, El Sinthome, páginas 18-19. Teniendo en cuenta la teoría de conjuntos establecida por Cantor, instaura un conjunto vacío que nosotros podemos inscribir como S1. Un conjunto vacío, una bolsa vacía, aludiendo al uno que lo inscribe por la ex-sistencia y la consistencia que tiene el cuerpo, por ser envase. “Hay que tener a esta existencia y a esta consistencia por reales, porque lo real es sostenerlas1.

Este parágrafo es el que antecede a la afirmación de que “lo imaginario muestra aquí su homogeneidad con lo real2.

Más adelante: “por consiguiente, que originariamente el significado no quiere decir nada, que es tan solo un signo de arbitraje entre dos significantes por elección de estos-, signo de arbitraje y, en consecuencia, no de arbitrariedad.

Para decirlo en inglés – y así lo escribe Joyce-, solo hay “umpire” a partir del imperio [empire], del imperium sobre el cuerpo, como todo lo indica desde la ordalía3.

La ordalía o "juicio de Dios", consistía en introducir la mano en agua hirviendo; como quedara el estado del miembro determinaría la inocencia o culpabilidad del encausado. Es decir, se le suponía al cuerpo, el signo del arbitraje, inocente o culpable. Es decir, había en el cuerpo una significación.

Algo de esto podemos leer en los diagramas presentes en la Tercera4, donde el sentido se establece en el recorte entre simbólico e imaginario, y el goce del cuerpo se circunscribe a la intersección entre imaginario y real. La Tercera data del 1º de Noviembre de 1974 y el capítulo aludido del Sinthome es del 18 de Noviembre de 1975, un año más tarde.

Es interesante señalar esta graduación o esta traslación, en la que el sentido y el goce del cuerpo se encuentran en la intersección de S-I y I-R, a sugerir una homogeneidad de los registros I y R, incluso S-R. A igualarlos.

¿Cómo leer este forzamiento?

Miller no lo desarrolla. Creo que este imaginario al que se dirige Lacan se trata de un imaginario diferente al descrito en su primera enseñanza. Se trataría quizás, de un imaginario que va más allá de la imagen del cuerpo. Un registro como bien señala Lacan, que se confunde con el real. Se trataría de algo así como de la vertiente real del cuerpo. Aquello a lo que apunta el misterio del cuerpo hablante. El cuerpo que palpita. Un imaginario-real, que abre un concepto que va más allá del sujeto del significante del primer Lacan, que casi carecía de substancia corporal, a este último Lacan, que se introduce en la noción de parlêtre que engloba este cuerpo vivo, más allá de una imagen. En la vertiente clínica nos guía hacia el acontecimiento de cuerpo como brújula.

Como señala Lacan con la ordalía, será el acontecimiento del cuerpo el que sugiera el arbitraje, el que decante la dirección de la cura a modo de vector.

Despatologización

Ahora bien, la homogeneidad entre imaginario y real nos llevaría a la aseveración del “nada es más que sueño”, a una continuidad entre sueño, locura y delirio que nos aboque al sintagma de “Todo el mundo es loco”. Recordemos que es el trébol, los tres registros en continuidad, homogéneos, la cadena que Lacan propone para la paranoia.

Pero creo que es importante que no nos confundamos. La propuesta de homogeneidad de I y R no debe dejar que nos deslicemos por la pendiente de la despatologización, lo que supondría el final de la clínica. Sino que usarla de la buena manera, para orientarnos a través de lo que, como acontecimiento, se muestra el síntoma en los cuerpos.

Imagen: Grabado de una Ordalía o "juicio de Dios".

 

Notas:

  1. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 23, El Sinthome. Paidós, Buenos Aires, 2008, pp. 18-19.
  2. Ibid., p. 19.
  3. Idem.
  4. Lacan, Jacques. “La Tercera”. En los confines del seminario, Paidós, Buenos Aires, 2022.