El populismo no es nacionalismo | Jorge Alemán
El nacionalismo suele estar sostenido en una noción fantasmática, preferimos esta definición en lugar del termino ideología. El fantasma, en el sentido lacaniano es mas inerte, inconsciente y mas consistente que la llamada ideología,siempre mas sujeta a variaciones.
El fantasma nacionalista, contiene en su axioma fundamental la siguiente matriz invariante: ha habido originariamente, no importa la fecha histórica un ultraje y una humillación por un Otro extranjero que ha socavado, arruinado,expropiado, el acceso pleno a una identidad lograda tanto linguistica como idiosisncrática.
La nación del nacionalismo, presupone siempre una identidad constituida, reconocible, que constituye la ficción orientadora del acceso a la supuesta soberanía amenazada. Lo que confirma el caracter fantasmático del nacionalismo es que de nada valen los argumentos geopolíticos para disolverlo. Tampoco la otra gran ficción simbólica que se le pone enfrente: la ficción supuestamente ilustada que pretende hablar la lengua del Otro universal invocando los valores ilustrados y señalando a los nacionalistas , como irracionales que desean ir incluso contra ellos mismos. Pensar que a la ficción nacionalista, con toda la gravitación simbólica que la misma posee se la puede tratar de disolver o apaciguar con el relato universalista es mas que una ingenuidad, es un cinismo puesto en acto. Porque ese universal no está constituido en nigun lugar, es un puro ejercicio del Poder y la lógica neoliberal que lo enmarca.
El único modo de atravesar el binarismo impotente de las dos ficciones que finalmente se retroalimentan y se dan consistencia mutuamente es construir el verdadero antagonismo en la época de capitalismo neoliberal. Por esta razön el populismo, en su caracter formal y ontológico, tal como lo entendemos nunca puede ser reducido a un nacionalismo.
El trazado de una frontera antágonica: ellos o nosotros, se realiza en funcion de constituir de un modo contingente una identidad fallida e inestable que se diferencia radicalmente de la identidad constitúida del nacionalismo. La cadena equivalencial, la guerra de posiciones,intenta dar lugar a la emergencia de un nuevo sujeto, en tanto voluntad popular que nunca esta definido a priori por ninguna identidad.
En esta voluntad popular se abre el camino a la Republica y a la radicalización de la democracia, especialmente si es capaz de romper el pacto que mantienen tanto la ficción nacionalista como ilustrada, el silencio complice con los desaparecidos y las muertes de los combatientes antifacistas en España.
Punto de partida del resurgimiento de lo popular que tanto la ficción universalista cómo la nacionalista deniegan. A nuestro juicio, lo que perforaría la consistencia de esos dos dominios fantasmáticos es la emergencia de un "Real" que altere sevéramente el constructo sociosimbólico de España, algo que atraviese la complicidad férrea con respecto a la justicia, la memoria y la verdad de la continuidad del 78 con el régimen franquista. En este aspecto la eleccion es forzada, frente a la impostura nacionalista y universalista, amabas poseedoras de una gran tradicion simbólica que las sostiene, la novedad del antagonismo, la hegemonía y la voluntad popular.