Referencias Bibliográficas (3). CUERPOS ESCRITOS, CUERPOS HABLADOS. Esperanza Molleda, Luis Teszkiewicz, Chema Manjón Pérez, Luis Seguí, Coqui Ojea, Enrique Rivas Padilla.

El manuscrito E de Freud: ¿Cómo se genera la angustia?
Esperanza Molleda.

Ante la posibilidad de realizar un comentario sobre un texto relacionado con el tema de las próximas Jornadas de la ELP: “Cuerpos escritos, cuerpos hablados”, mi deseo me llevó a querer leer algo de Freud, de los inicios del psicoanálisis, con la confianza de que me permitiría iluminar con nueva claridad lo que se ha convertido para nosotros en evidencias. Busqué en el tomo de las Obras Completas titulado “Los orígenes del psicoanálisis” que recoge cartas a Fliess, manuscritos y notas de Freud de los años 1887 a 1902 y enseguida llamó mi atención un título “Cómo se origina la angustia”. También denominado Manuscrito E. Se desconoce cuando fue escrito exactamente, aunque se le asigna la fecha posible del 6 de junio de1894.

¿Cómo se origina la angustia? La angustia, el afecto que no engaña, y no engaña porque se escribe en el cuerpo. La experiencia de la angustia es el cuerpo angustiado: mareos, tensión, palpitaciones, el cuerpo que pesa, dificultades para respirar, sensación de ahogo, no poder tragar, dolor muscular, dolor de cabeza, dolor de estómago, ganas de vomitar, la visión que se nubla, lágrimas, gritos, silencio… Angustia.

Y como siempre Freud no decepciona, no retrocede ante lo que se encuentra y le dice a su peculiar analista Fliess: “Con toda certeza has puesto el dedo sobre aquel punto que yo mismo considero el más débil. He aquí, pues, cuanto sé al respecto.”

Estas son las líneas generales del razonamiento de Freud:

1.- La angustia tiene que ver con la sexualidad.

2.- La angustia surge por transformación de una acumulación física de excitación.

3.- La excitación puede provenir de una fuente exterior, que según Freud, da al psiquismo más margen para su resolución, o puede venir del propio cuerpo (hambre, sed, pulsión sexual). En este caso, la resolución se complica porque la excitación sólo se hace notar una vez que ha alcanzado cierto umbral y de alguna manera nos pilla siempre de sorpresa.

4.- Cuando se supera dicho umbral la tensión endógena intenta ser elaborada psíquicamente y entra en relación con “determinados grupos de ideas” para organizar la reacción específica que permita reducir la excitación.

5.- Cuando el enlace psíquico que ofrece ese determinado grupo de ideas es insuficiente para formar un “afecto sexual”, entonces la tensión que no puede ser ligada se convierte en angustia.

6.- Por lo tanto, para que la angustia se produzca es necesario que intervengan tanto la acumulación de tensión física como el impedimento de la descarga por el lado psíquico.

7.- La excitación física que no puede ser descargada a través de la sexualidad, acaba encontrando otras vías de escape físicas que dan lugar a la experiencia corporal de la angustia. De estas vías de escape de la angustia, Freud destaca la disnea y las palpitaciones por ser también vías de escape de la tensión que se producen durante el coito.

Freud termina su manuscrito diciéndole a Fliess: “He aquí hasta dónde he llegado a la fecha; quedan muchas lagunas que colmar y siento que la explicación es incompleta, que le falta algo; pero creo que su fundamento es exacto”.

Muchas elaboraciones posteriores han venido a cuestionar, a matizar, a contradecir, a enriquecer este primer modelo freudiano sobre la angustia, pero me gustaría rescatar precisamente ese “fundamento exacto”: El ser humano es un cuerpo vivo habitado por continuas tensiones muchas de ellas relacionadas con el hecho de ser sexuados y de tener una relación sexualizada con los otros; la imposibilidad de una resolución directa de estas tensiones lleva a la aparición de lo psíquico y sus enrevesados avatares, y la limitación de lo psíquico para dar salida a estas tensiones lleva a la angustia.

Lacan dará un vuelco radical a este “fundamento exacto” al afirmar que es precisamente “lo psíquico”, presente desde el principio para el ser humano a través del mundo de palabras al que llega al nacer, lo que impedirá cualquier relación directa del ser humano con las tensiones que habitan su cuerpo, y que no existe la relación sexual que permita llevar a su resolución ideal las excitaciones del cuerpo.

La angustia, por tanto, lejos de ser algo coyuntural, es algo estructural para el ser humano. De esta manera la inicial pregunta que se hacía Freud en 1894 se torna para nosotros en otra muy distinta, ¿qué se puede hacer con la inevitable angustia? De eso se trata en el análisis: cómo encontrar otras vías para que este cuerpo pulsional que habitamos, o que nos posee, no nos haga perdernos en la angustia.

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El cuerpo de la medicina, y el nuestro
Luis Teszkiewicz

“Es verdad que la medicina moderna tuvo ocasión suficiente de estudiar los nexos entre lo corporal y lo anímico (...); pero, en ningún caso dejó de presentar a lo anímico como comandado por lo corporal y dependiente de él (...) Parecieron temer que si concedían cierta autonomía a la vida anímica, dejarían de pisar el seguro terreno de la ciencia”. Sigmund Freud [1]

El cuerpo de la medicina moderna
La medicina moderna se ha fundado en una epistemología positivista dando así lugar a una clínica de la mirada. La realidad más tangible que encuentra el médico es el cuerpo biológico. Así concibe a los fenómenos clínicos del cuerpo como lo que recubre a la realidad última del organismo. Hay allí un idealismo oculto que busca el concepto puro en el organismo que daría cuenta de la apariencia en el cuerpo. Lo corporal aparece entonces como un epifenómeno de lo orgánico.

Lo primordial para la medicina es la evaluación escópica, en la que hoy el “saber mirar” del médico ha sido remplazado por una mirada tecnológica que no se limita a la superficie corporal sino que penetra por sus orificios, una “mirada que ahora es omnipresente, bajo la forma de aparatos que ven por nosotros en los mismos lugares: o sea algo que no es un ojo y que aísla la mirada como presente” [2].

Este progreso tecnológico ha llevado a cambiar el objeto de la medicina, como afirma el Dr. Javier Peteiro [3], del enfermo, es decir, el sujeto humano afectado, a la enfermedad, quedando así el sujeto paciente cosificado y su cuerpo fragmentado en pedazos (un órgano, un miembro, un agrupamiento celular). No hay mejor metáfora que el cuerpo desmembrado por la creciente omnipotencia del bisturí (que ya amenaza con sus intervenciones a los llamados trastornos mentales: TOC, depresión, etc.).

La medicina hoy tiene por objeto a la enfermedad, es decir, a una cosa, y el sujeto humano portador de la enfermedad es forcluído del saber médico, incluso en la psiquiatría, que se ampara en un supuesto origen orgánico como asilo de su ignorancia.

El médico especializado en una función o un órgano, lleva al paciente de consulta en consulta, consultas en las que su cuerpo es literalmente hecho pedazos. Ya no tienen nada que decir de su enfermedad, han cedido la palabra a unos instrumentos y, en última instancia, al anátomo–patólogo, es decir a un especialista en tejidos muertos, que es quien establece los protocolos a los que debe someterse el médico. La medicina de hoy es una medicina de cadáveres.

De ahí el desconcierto de la medicina cuando se encuentra con el cuerpo de la histérica. Forcluído su cuerpo, pero no su demanda, la medicina contemporánea crea síndromes ad hoc con definiciones tautológicas, como el Síndrome de Fatiga Crónica o la Fibromialgia.

La histérica dirige su demanda al médico: “me duele todo”, y éste, tomando a la demanda en su literalidad, somete a su cuerpo a una serie de pruebas “objetivas” para dictaminar: “A usted le duele todo”, es decir, padece de fibromialgia

El cuerpo freudiano
No harían mal los médicos, y no sólo los psiquiatras, en leer de vez en cuando a Freud. Éste, a diferencia de ellos, discierne muy pronto la anatomía de la histérica de la del cuerpo real, orgánico. Escribe en una fecha tan temprana como 1888: “... la histeria se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera ninguna noticia de ella”. “La histeria es ignorante de la distribución de los nervios (...) toma los órganos en el sentido popular, vulgar, del nombre que llevan: la pierna es la pierna, hasta la inserción de la cadera; el brazo es la extremidad superior tal como se dibuja en los vestidos” [4]

Con la invención de los conceptos de realidad psíquica, deseo y pulsión, Freud crea un cuerpo desnaturalizado. La realidad psíquica de la anoréxica da lugar a una gordura imaginaria allí donde el médico sólo ve piel y huesos. El grito del bebé trasciende a la necesidad para constituirse como demanda de amor imposible de satisfacer, generando un cuerpo erótico que trasciende al organismo. La pulsión, con su variabilidad y singularidad, expulsa al instinto fijo, repetitivo e invariable, fuera de la realidad del animal humano. El cuerpo freudiano se multiplica y subjetiviza.

En Inhibición, síntoma y angustia define al síntoma como una formación de compromiso entre la pulsión y la represión, una satisfacción sustitutiva que conduce al síntoma a un más allá de la interpretación. Como dice Miller: “Su carácter sustitutivo no le quita nada a su carácter auténtico, real, puesto que la satisfacción sustitutiva no es una satisfacción menor. En tanto que el síntoma constituye un goce en el sentido de satisfacción de una pulsión, y dado que el goce pasa por el cuerpo (...) la definición de síntoma como acontecimiento del cuerpo es inevitable”. [5]

El cuerpo lacaniano
Lacan estructura su discurso a los médicos en torno a dos puntos de referencia que la medicina pretende ignorar: “en primer lugar, la demanda del enfermo, en segundo lugar, el goce del cuerpo”, referencias que inciden directamente sobre la concepción del cuerpo.

Y añade: “Es en el registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo que está la chance de supervivencia de la posición propiamente médica”.

Respecto al cuerpo nos dice que: “Ese cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión del goce está completamente excluida por lo que he llamado la relación epistemo-somática” [6] de la medicina.

Indiscutiblemente hay goce en el nivel en que comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es solamente a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro modo permanece velada [7].

En Aún Lacan va más lejos, parece definir la vida a partir del goce: “¿No es esto lo que supone propiamente la experiencia psicoanalítica?: la sustancia del cuerpo, a condición de que se defina sólo por lo que se goza. Propiedad del cuerpo viviente sin duda, pero no sabemos qué es estar vivo a no ser por esto, que un cuerpo es algo que se goza.” [8]

“¿Ésta es una definición de la vida?”, se pregunta. J.A. Miller, y se responde: “Más bien es lo contrario. No sabemos qué es la vida. Sólo sabemos que no hay goce sin vida. ¿Y por qué no formular esto bajo el concepto de que la vida es la condición de goce?” [9]

Hay tres cuerpos en Lacan, correspondientes a sus tres registros. El cuerpo imaginario desarrollado en El estadío del espejo con la unificación imaginaria del cuerpo; el cuerpo simbólico producido por la inscripción en él del significante, “el lecho del Otro”; y un cuerpo real atravesado por el goce, un cuerpo que vive porque goza y porque goza interesa al psicoanálisis.

Lacan nos dice que el hombre, entre todas las especies naturales, se caracteriza por tener un cuerpo. En cualquier otro animal se puede identificar el tener con el ser un cuerpo. Pero el hombre corporizado se hace sujeto por medio del significante, “es decir, está hecho de falta en ser”. “Esta falta en ser como efecto del significante divide su ser y su cuerpo” y reduce a éste al estatuto de tener. El cuerpo lacaniano no es sólo una unidad orgánica, ni la imagen a la que precede desvitalizada por el significante, es también el goce que “se aloja en los agujeros de la estructura del lenguaje” [10]. Donde el lenguaje no alcanza el cuerpo se aloja como “sustancia gozante”. Desde la perspectiva de Lacan, la medicina excluye al goce del cuerpo viviente y es, por tanto, una medicina de cadáveres.

Existe esta falla en la ciencia y la medicina de pretensión científica, que como el Dios de Schreber, ignoran al ser humano viviente. La medicina explora cuerpos sintomáticos, pero forcluye al goce de esos cuerpos. También ignora al cuerpo afectado por el significante que, como dice Miller, es un cuerpo enfermo de la verdad, discontinuo y fragmentado.

La medicina trabaja con el organismo, pero ignorando que “el mismo organismo debe sostener dos cuerpos distintos, superpuestos. Por un lado, un cuerpo de saber, que sabe lo que necesita para sobrevivir, el cuerpo epistémico y, por otro lado, el cuerpo libidinal (...) por un lado el cuerpo-yo y, por otro lado, el cuerpo-goce que no obedece al yo, que se sustrae a la dominación del alma como forma vital del cuerpo.” [11]

Notas:
[1] Freud, Sigmund, “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)” `1890, Obras Completas, tomo I, Amorrortu editores, Argentina, 1994, p. 116
[2] Lacan, Jaques, Psicoanálisis y Medicina, 1966, Intervenciones y textos, Manantial, Argentina, 1985, p. 93
[3] Peteiro, Javier, El autoritarismo científico, Miguel Gómez ediciones, Málaga, 2010
[4] Freud, S., “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”, Op. cit., volumen I, p. 206
[5] Miller, Jaques Alain A., Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Colección Diva, Buenos Aires, p. 39
[6] Lacan, J, Op. cit. p. 92
[7] Lacan, J, Ídem, p. 95
[8] Lacan, J., El seminario XX: Aún (1972-73) , Paidós, Buenos Aires, 1995, p. 32
[9] Miller, J. A., Op. Cit., p. 8
[10] Soler, C., L’ en-corps del sujeto (2001-2002), Barcelona
[11] Miller, J, Op. cit., p. 72 - 73

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Urgencias de los cuerpos
Chema Manjón Pérez

Desde mi experiencia, como Médico de Urgencias, quiero compartir algunos aspectos de los pacientes que acuden a estos servicios, donde la premisa es: “no puedo esperar “, “no quiero esperar” o “es mi derecho como ciudadano”.

Anonimato
Al paciente, nada más entrar, se le pone en la muñeca una pulsera identificativa con sus iníciales y un número, para que sea anónimo. Mediante un triaje se clasifica la gravedad de su dolencia, niveles 1, 2, 3, 4, 5. En la sala de espera, unas iníciales y un número en una pantalla será indicativo de su turno.

Consulta Médica
Se acercan dichos sujetos-pacientes con síntomas en el cuerpo que son necesario quitar o etiquetar, cuerpos cuyos síntomas no hacen lazo con el sujeto, que le sitúan en una situación de riesgo, de alarma, de temor a los desconocido de su cuerpo, algo que ignora y un no querer saber , algo que hay que quitar o disminuir en riesgo. Buscando en el saber médico, un saber basado en las pruebas diagnosticas, en la técnica de la ciencia médica, que la mayoría de las veces nada podrá decir de sus síntomas ni de su dolencia, y el paciente se va con un informe donde nada dice de su padecer, de su sufrimiento, así Lacan dice en seminario II: “Frente al cuerpo, el Medico tiene la actitud del señor que desmonta una máquina. Por más que se hagan declaraciones de principios, esta actitud es radical “(1)

Por dicho motivo, la edad media de los pacientes que acuden a urgencias ha bajado, son pacientes entre 20 y 30 años, y que la mayoría de las veces acude por síntomas anodinos, que antes simplemente se quedaba uno en casa y acudía a remedios tradicionales, como malestar general, dolor de cabeza, pequeño eccema en la piel, rozaduras, etc. Acuden con la convicción de que es algo que hay que saber a toda costa ¿y si es grave doctor crece el temor a tener “ algo malo”. Son pacientes que encuentran un lugar donde situarse en relación a su cuerpo, ¿que es lo que tengo? La incapacidad de sentir el cuerpo como propio, se convierte cada vez más en algo ajeno, distante y solamente las pruebas diagnosticas son las que pueden hablar de su malestar.

También se observa un incremento enorme de las consultas pediátricas en urgencias, ante situaciones impensables hace unos años, como pequeño golpe, moratón, llanto inconsolable, e incluso por no saber cómo se administra un supositorio. Son padres que no quieren asumir mínimas responsabilidades de lo que acontece a su hijo, y esos niños verán como normal acudir posteriormente a urgencias para resolver las cuestiones de su cuerpo.

Así la demanda en urgencias es continua, a la vez la queja de que no mejoró a pesar de los tratamientos médicos. Esto genera angustia en el cuerpo médico, que no puede dar respuesta a esa demanda, a esa queja, y en una sola consulta, tampoco el médico la mayoría de las veces sabe lo que ocurre, pues las pruebas son normales.

Urgencias es un lugar donde los cuerpos se encuentran y hablan, y cuando hay otra escucha por parte del Médico, mi experiencia es que al sujeto se le da un lugar, para poder subjetivizar algo de lo que ocurre con su cuerpo que le hizo acudir a urgencias.

El psicoanálisis me ha permitido comprobar cómo a través una pequeña intervención o de una interpretación en el tiempo reducido de una consulta en urgencias, cambios en la relación del paciente con su padecimiento, abriéndose una posibilidad a interrogarse más allá de su síntoma en el cuerpo, algo que tiene que ver como sujeto del inconsciente, y incluso algunos han pedido un análisis para sabe r más de lo que le ocurre en su cuerpo con algo que no va en su vida, un cambio subjetivo en las coordenadas de sus síntomas. Como dice Lacan en seminario I: “el sujeto no nos dice esta palabra sólo con el verbo, sino con todas sus restantes manifestaciones. Con su propio cuerpo el sujeto emite una palabra que, como tal, es palabra de verdad, una palabra que él ni siquiera sabe que emite como significante. Porque siempre dice más de lo que quiere decir, siempre dice más que lo que sabe que dice…”(2)

Urgencias es un lugar donde los cuerpos se encuentran y hablan, y cuando hay otra escucha por parte del Médico, mi experiencia es que al sujeto se le da un lugar, para poder subjetivizar algo de lo que ocurre con su cuerpo que le hizo acudir a urgencias, abriéndose una posibilidad a interrogarse más allá de su síntoma en el cuerpo, algo que tiene que ver como sujeto del inconsciente.

En urgencias se observa cada vez más que los pacientes gozan del cuerpo a través de sus síntomas, es en cierta manera una plataforma giratoria para el goce, como indica Lacan: en seminario Aún: “no sabemos qué es estar vivo a no ser por esto, que un cuerpo es algo que se goza “(3). Cronificándose en asistencias continúas en la espera a ser escuchados y poder comenzar a simbolizar el goce autista del síntoma en el cuerpo, se derivaran al especialista, y de nuevo volverán a urgencias, lugar donde los cuerpos se encuentran para que puedan hablarse.

Referencias bibliográficas
(1) Jacques Lacan .Seminario II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Página 117.
(2) Jacques Lacan. Seminario I. Los Escritos técnicos de Freud. Página 387.
(3) Jacques Lacan. Seminario 20. Aún. Página 32.

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Otras Referencias
Luis Seguí

l.- Lacan, Jacques: Seminario 20, capítulo l. Donde hace vincula el goce con el concepto jurídico de usufructo. Este concepto, que desde la óptica jurídica solo es aplicable a las cosas, desde la mirada psicoanítica es extensible al sujeto como sujeto de goce;
2.- Lacan, Jacques: Seminatio 17, especialmente los capítulos XI y XII. Donde se aborda la dialéctica del amo y el esclavo dando la vuelta a la interpretación hegeliana;
3.- Foucault, Michel: "Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión": en especial el capítulo titulado "El panóptico".
4.- Bentham, Jeremy: "El panóptico", prologado por Michuel Foucault. Editorial La Piqueta (reeditado en 1989).
5.- Agamben, Giorgio: "Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida", Ed. Pre-Textos.
6.- Agamben, Giorgio: "Profanaciones". Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2005.

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El lenguaje del cuerpo, esencia de la Psicomotricidad.
Coqui Ojea*

“Nuestro cuerpo no es nada sin el cuerpo del otro, cómplice de su existencia”. Julián de Ajuriaguerra

La Psicomotricidad es una disciplina que, basándose en una concepción global del sujeto, se ocupa de la interacción que se establece entre el conocimiento, la emoción, el movimiento y de su importancia en el desarrollo de la persona y de su capacidad para expresarse y relacionarse con el entorno.

La psicomotricidad encuentra su natural ocupación dentro de la patología en los ámbitos de la educación, reeducación y terapia.

Así pues la esencia de la Psicomotricidad es el cuerpo en movimiento, la acción como expresión del individuo pensante en una relación participada, emocional y conscientemente con el Otro.

Es importante señalar que no se puede hablar de deficiencia, sino de persona que presenta un déficit o una discapacidad que no es más que una característica de la propia persona y por tanto esa característica no define al sujeto.

La deficiencia no se refiere únicamente a la patología motórica, sino a cualquier patología que incida sobre la autonomía de la persona: sensorial, perceptiva, neuromotriz, práxica, lingüística, afectiva, relacional y comportamental.

Cierto es que en ocasiones el psicomotricista se ha restringido a la patología motórica instrumental y esto ha llevado a excluir de hecho, aunque se mantuviera en el plano teórico, el principio de la unidad de la persona con la exaltación del movimiento funcional, como si la dimensión cognitiva primase y la afectivo emocional no existiera.

El movimiento está investido de forma diversa según las fases de desarrollo y según la manera en que es vivido por el sujeto y también como es apreciado por el otro.

Según mi experiencia quizá sea en el caso de los niños hiperactivos o inestables donde esto se pone más claramente de manifiesto; su estado de tensión muestra que estos niños tienden hacia algo, hacia un límite real o imaginario. Este estado de tensión puede encontrarse sobrepasado por la motricidad que casi no pueden contener; para simbolizar un estado de tensión en una imagen está, naturalmente, la palabra y el lenguaje. Si no son entendidos el movimiento va a reemplazarlos. Porque la palabra no es dicha, el niño se precipita a la acción.

Por tanto se trata de leer el gesto y el movimiento como significantes, como manifestación de su inconsciente, pensar en sus carencias y en como el niño ha realizado su desarrollo madurativo.

El terapeuta en Psicomotricidad no solo ve, está a la escucha, interpreta. Cuando trabajamos con estos niños es esencial pensar en lo que nunca le ha sido consentido, en el lugar que nunca se le ha dado; debemos mostrarle que nosotros somos capaces de escuchar y comprender el lenguaje de su cuerpo facilitando que su actividad sea puesta por él en palabras.

*(Maestra y psicomotricista)

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Colaboración para las X Jornadas de la ELP
Enrique Rivas Padilla

El título de las X jornadas de la ELP: Cuerpos escritos, cuerpos hablados, lo consideramos no solo una redundancia sino que desde el punto de vista de la retórica, es un Oxímoron Psicoanalítico, ya que junta en un axioma único dos conceptos o dos términos que se superponen y aparentemente se contradicen, cuando tratarían de establecer una diferencia. Decimos oxímoron psicoanalítico por tratarse de un figura retórica dentro del discurso analítico y en la medida que el cuerpo hablado es necesariamente un cuerpo escrito y a la inversa, ya que si el cuerpo habla en la voz es que ese texto es escrito de forma subyacente. Es un texto articulado en la escritura del inconsciente. No otra cosa aportó Jacques Lacan cuando estableció su hipótesis fundamental y fundacional: El inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Pero leyendo lo que Lacan quiso decir, añadimos nosotros, que está estructurado como un lenguaje escrito, en la medida a su vez que lo que es hablado es la manifestación fónica de lo que está escrito. No en el sentido de la archiescritura de Derrida de que primero es la escritura y después el habla o su traducción fónica, sino que lo que hablamos está previamente escrito en el inconsciente o que son dos momentos de la manifestación en el cuerpo del fundamento literal del Otro que constituye al sujeto.

En el sintagma Cuerpo escrito, cuerpo hablado, se trata entonces de una diferencia espuria de la estructura de asiento de la metonimia o de la metáfora (la escritura o el habla del cuerpo del sujeto). Por ejemplo, el discurso metonímico del sujeto se funda en la capacidad que tiene el significante de metabolizar el goce y volverse letra o más bien su inversión, la potencia de la letra de metabolizar el goce que se inscribe con el significante. En el caso de la metáfora es la capacidad que posee el significante de sustituir al significante del goce e inscribirlo en el cuerpo.

Es decir, que todo cuerpo que habla, está previamente escrito en el inconsciente donde se inscribieron como letras las palabras que archivó el sujeto en su constitución. Esta esencia del ser está oculta en el neurótico quien cree ser el autor de sus decires y en el que el Otro está desvanecido. No ocurre así en el psicótico en el que el Otro de lalengua está siempre presente y desaloja o “desvanece” sin embargo al sujeto. Lo que quiere decir que esta operación de la intrincación simultánea de la letra y el significante en el cuerpo, es decir, en el inconsciente, se constituye como el fundamento material del ser en cualquier estructura, ahí están las llamadas “patologías psicosomáticas”(psiquiatría) o los fenómenos psicosomáticos (psicoanálisis) como trazos de lo real en la trama o en la superficie del cuerpo (psoriasis, úlcera gastrointestinal, colitis ulcerosa, etc) o la metáfora síntomática en las neurosis (conversión histérica, desplazamiento obsesivo, etc). El psicótico sin embargo, es el paradigma, la encarnación de esta hipótesis, el encuentro del significante y la letra inscritos en el cuerpo. O dicho de otra manera, el psicótico encarna el encuentro del cuerpo y del significante a través de la transliteración como operación fundamental de la constitución subjetiva.

En las psicosis los fenómenos elementales constituyen la expresión de lo real escrito, proyectado en el campo de la palabra–letra, es el advenimiento de un texto cargado del sinsentido de lo real transformado en la red desorganizada de un discurso que no alcanza la estructura de un lenguaje simbólico como instrumento de comunicación. Como fenómenos de letra o marcas de lo real, no elaborados por la operación simbólica para acceder al campo de la significación.

Como establecimos en el libro “Pensar la Psicosis”: El sentido que induce el acto del analista en su escucha del psicótico y su acto de hablar, produce una limitación, un ciframiento, una extracción de goce, una separación del objeto que lleva incorporado como voz o como mirada, víctima de las manipulaciones del otro que le ama, le injuria o le amenaza.

Acoger en la escucha analítica el delirio sin ambigüedades, es crear las condiciones de posibilidad para que el sujeto sea el autor de sus decires y a su vez escriba con su delirio su nombre de sujeto. El acto de habla se transmuta en un acto de escritura.

Como hemos adelantado en otro lugar, en el diálogo del psicótico con el analista, los signi?cantes de su discurso no remiten a otros signi?cantes para la producción de signi?cación simbólica, sino que se transformarán en su decir, en una transliteración de los signi?cantes. Es decir que el signi?cante se codi?que como letra, como signi?cante en lo real que cifre parte del goce que le invade al psicótico y se convierta en la letra que precipite su autonombramiento, su autoengendramiento. En la que el acto de habla es un acto de escritura del nombre delirante del sujeto-objeto, que podría advenir a su reconstitución subjetiva.

El analista al sostenerse en la transferencia sin el confort de sus identi?caciones, ideales y signi?caciones, engendra al psicótico como un sujeto que en su decir «dice su ser», aunque sea de forma delirante. El analista ha de sostener el acto donde la letra, como la dimensión real de los decires del psicótico se transmute o transcienda en un signi?cante a la espera de una signi?cación en suspenso que el sujeto trae a la cura en la psicosis. Es el mecanismo mas claro y concluyente en que la doble dimensión del cuerpo hablado está superpuesto al cuerpo escrito.

Insistimos que el título de las Jornadas remite a una paradoja ficticia, a un oxímoron que apunta al núcleo significante-letra que implica el núcleo duro del ser, e indefectiblemente opera para cualquier sujeto sea neurótico, perverso o psicótico. Lo que hace referencia a la cuestión de la continuidad de las estructuras de la última enseñanza de Lacan.

En definitiva, no es la voz la que habla en el cuerpo, sino el cuerpo el que habla en la voz. Como no es la escritura la que se inscribe en el cuerpo, sino el cuerpo el que escribe el síntoma como mensaje cifrado.

Entonces ¿quién habla?, que es una pregunta fundamental de lacan al comienzo de su seminario III sobre la psicosis. La respuesta es que tanto en la neurosis como en la psicosis, es el Otro el que insufla las palabras en el sujeto. El neurótico cree que es dueño de lo que dice ignorando que es el Otro el que está agazapado en su cuerpo como otro y esta es la fuente de su sufrimiento e indeterminación. El psicótico confirma con su vida que es el Otro el que habla a través de su cuerpo y es la base de su certeza.

Cuerpo escrito y cuerpo hablado, no con una coma intermedia sino separados por una conectiva “y”, son dos secuencias y dos caras superpuestas del mismo ser.

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Otras Referencias

Fuentes, Araceli:
“La función de la escritura en psicoanálisis”. Revista Letras nº 1 . Revista de Psicoanálisis de la Comunidad de Madrid ELP.

“Cuerpos y escrituras”. Revista Letras nº 2. Revista de Psicoanálisis de la Comunidad de Madrid ELP.

Web de la ELP: http: www.elp-debates.com

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COMISIÓN BIBLIOGRÁFICA:
Pueden dirigirse a:

Ricardo Acevedo, r-acevedo@correo.cop.es
Luz Fernández, luzgaf@yahoo.es
Julio González, juliogonca@telefonica.net
Rosa Mª López, rosamarialopezs@telefonica.net
José Ángel Rodríguez Ribas (responsable) JA_RRIBAS@terra.es
Adolfo Santamaría, santa@comv.es

Web de la ELP: http: www.elp-debates.com

NO OLVIDAR A RAFAH NACHED, psicoanalista encarcelada en Siria. FIRMA por su LIBERTAD en rafah.navarin@gmail.com