Crónica: Conferencia de Aurelio Díaz, "Una visión sobre las drogas y sus consumos en España". Irene Domínguez (Barcelona)

Siguiendo con el trabajo que se propone el Grupo de Investigación sobre Toxicomanías y Alcoholismo, este curso, nos planteamos acercarnos a los discursos de otras disciplinas así como poder analizar dispositivos actuales que hay en nuestra sociedad con el fin de poner a prueba nuestra clínica. El psicoanálisis siempre lo hizo así: los desarrollos epistémicos de nuestra clínica no son conceptos estancos sino que deben, continuamente, ponerse en una cierta dialéctica con los cambios de cada época.

Entonces no debemos desconocer esas trasformaciones sociales puesto que, el sujeto nunca va sin el Otro. El psicoanálisis, en una estructura borromea, moebiana incluso, pone en una relación muy particular al sujeto con su contexto. Algunos trabajos sobre inserción-desinserción, política-inconsciente, cambios de lo simbólico en el siglo XXI, o el sinthome como lo más singular que es lo que permite el lazo social, son orientaciones de trabajo que han ocupado a nuestra escuela.

Bajo esta lógica, el miércoles 28 de noviembre tuvimos el honor de acoger y escuchar –ante un muy nutrido grupo de asistentes-, a Aurelio Díaz, Doctor en Antropología Cultural y Social, profesor de la UAB e investigador sobre las drogas desde hace 30 años. La charla que llevaba por título “Una visión sobre las drogas y sus consumos en España”, nos permitió acercarnos a una perspectiva antropológica del fenómeno de las drogas en general.

Aurelio Díaz, empezó introduciéndonos en una visión general de la antropología como ciencia social que estudia a los seres humanos en sus contextos socio-culturales. Atrás quedaron esas imágenes del antropólogo explorador con pantalones cortos y cuaderno de notas que pretendía descifrar el universo de unos otros en lugares perdidos y alejados. Su objeto es la cultura, palabra con millones de definiciones que evidencian la imposibilidad de poder concretarla y justamente eso la hace tanto más interesante. Pero para poder entendernos diríamos -dice Aurelio- que es el pegamento de la sociedad, aquello que nos reúne en tanto grupo cultural. Dentro de la antropología, la etnografía reúne una serie de técnicas y estudios que pretendían ese acercamiento al otro. Una vez ingresados en el pleno capitalismo, ésta quedó concernida al estudio de nuestras propias sociedades. Es decir, por un fenómeno muy curioso, el otro estando antaño alejado de nosotros, pasó a formar parte de nosotros mismos, somos nosotros mismos que nos estudiamos como otros...

Hay una parte de estudios antropológicos sobre drogas que hacen referencia a los alucinógenos ligados al chamanismo y a los fenómenos de lo sobrenatural. Estos estudios están muy bien documentados y tratan sobre el uso ceremonial de las drogas. Nos evocó el archifamoso y vendido libro de Carlos Castaneda, Las enseñanzas de Don Juan, de los años ‘60-‘70, que trataba sobre un antropólogo que realiza un trabajo de campo tratando de adquirir una serie de conocimientos de un chamán yaqui mediante experiencias con plantas alucinógenas. Dicho estudio es una suerte de ideal del trabajo de campo y su fama está vinculada a la crisis de los ‘60 en EEUU, tiempos de contracultura, psicodelia, viajes a India, hyppismo, gurus, chamanes, etc. Hay todavía hoy un tipo de “experiencias” mediante la ingesta de ayahuasca que se ofertan como modos de experimentar las sensaciones y percepciones en el momento de la muerte.

Continuó hablándonos del modelo a partir del que se desarrollaron los estudios sobre las drogas, propuesto por Zindberg, conocido como droga-sujeto-contexto que posteriormente el propio Aurelio Díaz junto a otros subvirtieron quedando de la siguiente manera: contexto-sujeto-droga. Por tanto, proceden a realizar una pluralización y una inversión del orden. Hay estudios de diversos ámbitos y disciplinas que ponen el acento en una de las tres áreas o en más, pero que nunca abarcan la totalidad del fenómeno. La antropología lo pone en el contexto(s) y la farmacología, por ejemplo, en las drogas. Dentro del antropológico, propiamente, el del estudio de los contextos, hay que tener en cuenta dos niveles: uno macro –referido a las políticas, la OMS, el código penal y los discursos dominantes- y otro micro, más concernido al tema de los constructos individuales y sociales sobre las drogas.

Drogas ha habido siempre, desde los inicios de la humanidad y con ellas la conocida función de la sustancia que servía lo mismo para curar o matar sólo distinguiéndose por la dosis. Un punto que remarcó de mucho interés es que, socialmente, el problema de las drogas como tal no aparece hasta la llegada del capitalismo, con el arranque de la revolución industrial. Los cambios socio-culturales que se produjeron, comportaron un cambio social de primer orden: las drogas devienen una producción mercantil y junto a la aparición de la ciudad moderna, las rupturas con los contextos rurales, la instauración de un ritmo de trabajo intenso, difícil de soportar, hicieron aparecer consumos como formas de auto-medicación. También del mismo periodo son la creación de las instituciones de control social: cárcel, manicomio, etc., que Michel Foucault trabajó ampliamente. Sumado a esto, en los años ‘20 aparecen por primera vez leyes de prohibición destinadas también a su fiscalización. La introducción de la ley trastoca también los hábitos y usos de las drogas. El consumo de cocaína, por ejemplo, aumentó notablemente tras la retirada del mercado de las anfetaminas. También trató de temas de percepción social que son muy interesantes, por ejemplo, de cómo la cocaína estuvo vista como una droga de élite durante años y que aún hoy sigue teniendo en general más “buena cara”, más “glamour” que la heroína, normalmente mal considerada por la imagen misma de degradación física que al final suele atrapar al heroinómano, a la par que la cocaína es una droga que está en plena sintonía con el ritmo y el trabajo incesante en el engranaje de los modos de producción del sistema capitalista, mientras que la heroína aparece como un tóxico de exclusión de ese mismo sistema, cuando no, de ataque (delincuencia) hacia ese sistema.

Las políticas entorno a las drogas y el tratamiento de las adicciones ha creado programas de muy diferente índoles y que responden a las concepciones de cómo en cada época se ha percibido el tema. Un adicto para la iglesia era un pecador y por tanto su rehabilitación venía acorde a esa idea: abstinencia y recuperación moral. El modelo jurídico-penal ha considerado al adicto un delincuente, los modelos bio-médicos lo consideraron un enfermo y entonces había que curarlo. El programa de metadona se inscribe bajo esta idea, de tal modo que administran a los adictos sustancia sustitutiva para evitar los efectos de la abstinencia y resolver un problema social con la delincuencia.

Surgieron muchos más temas…, infinidad de cuestiones sugerentes que ahora es tarea del grupo de investigación recoger, sumado a la rica bibliografía que nos facilitó para seguir trabajando.

Todos, cual sujetos contemporáneos y adictos generalizados, nos quedamos con ganas de más…, ojalá sea en otras ocasiones.