Unas notas sobre el niño*. Patricia Heffes (Barcelona)

A partir de considerar el sintagma “Después del Edipo” como uno de los modos de decir “Nuestro modo de goce” (1), me ha parecido pertinente incluir en este espacio preparatorio al Congreso europeo, la cuestión de la maternidad y sus consecuencias respecto de los niños. Recordemos que Lacan utiliza esta expresión, “nuestro modo de goce”, para modalizar el concepto de goce según las variaciones que vislumbraba en la relación de lo simbólico con lo real.

Estas reflexiones que hoy comparto con vosotros, son un comienzo de respuesta a una pregunta surgida de la práctica en una institución para niños pequeños (0 a 6 años), en la que realizo fundamentalmente orientación clínica y diagnósticos diferenciales. La pregunta es qué de lo que se presenta como problemático en el niño induce a error a la hora de diagnosticar. La búsqueda de respuesta me llevó a revisar la “Nota sobre el niño”(2), en sus distintos aspectos.

En primer lugar, lo que ha llamado mi atención es que hay una serie de fenómenos que “sueltos”, tomados a primera vista, inducen al practicante a ubicarlos del lado de la psicosis o del autismo. Sin embargo, la experiencia muestra que muchos de ellos no lo son.

Enunciaré algunas de estas cuestiones:
a-. Mujeres en tanto madres al modo de las “sólo madres” o “madres solas”

b-. Un padre homologable a la madre en lo que tiene que ver con la crianza. Hace lo que debe hacer sin otro modelo que la madre misma.

c-. Gran cantidad de consultas por un mal funcionamiento fisiológico (el adverbio no tiene más referencia que la propia casuística en la institución). Niños y niñas menores de dos años son derivados por los pediatras (con el punto de mira del trastorno) porque no quieren evacuar las heces, por ejemplo. Estos casos contrastan con otros en los que el control de esfínteres no se concreta hasta bordeando los cuatro años.

d-. Niños muy pequeños que rechazan los alimentos, pero no desnutridos ni en peligro de ello. El niño no come, o come pocas cosas y muy limitado. No está enfermo.

e-. Otros, con casi cuatro años, toman el biberón combinado con las comidas, no hablan mucho y muerden sus uñas hasta el límite del dolor.

f-. Muchos niños duermen con sus padres, con ambos o con uno u otro. La pareja de padres deja de compartir cama para hacerlo con los hijos.

g-. Los hay que no hablan hasta los tres años y cuando lo hacen, no se les entiende casi nada.

Estos “motivos de consulta”, en sí mismos, están dentro de la rutina. Lo que los hace llamativos es la recurrencia; y por otro lado, se destaca la posición de la familia respecto de ellos. No parece preocuparles el síntoma en sí, ni siquiera lo interpretan como tal. Existe una ajenidad con eso que le ocurre al niño, pero al mismo tiempo les inquieta por la proximidad. Eso que inquieta se presenta ligado a lo insoportable para la madre, en la mayoría de los casos.

A partir de aquí surgieron más preguntas. ¿Qué relación tiene hoy una mujer con la maternidad, partiendo de la hipótesis de que algo ha cambiado en los modos de goce? En tal caso, ¿qué de la nota sobre el niño de 1969, habría que reconsiderar?

Un apunte previo sirve a esta consideración. En 1967, Lacan(3) ubica el ser-para-el-sexo como aquello que somos llamados a sostener por efecto de la subversión freudiana. En dialéctica con el ser-para-la-muerte de Heidegger, Lacan señala la operación freudiana que colocó al goce en el centro de la cuestión.

Ser-para-el-sexo es un modo de nombrar la castración freudiana, mientras que Lacan reserva el ser-para-la-muerte a la relación del sujeto con el Otro, para nombrar la muerte del Otro. El ser-para-el-sexo remite al descubrimiento de la propia castración. De aquí que Lacan afirme que la entrada en un psicoanálisis proviene precisamente, de la dificultad de ser-para-el-sexo. Lo difícil es cómo establecer el estatuto del fantasma en la posición sexuada, lo cual, dice Lacan, se vela en la idea engañosa de “elección” subjetiva entre neurosis, perversión o psicosis. Es a causa de esa dificultad que nos vemos llevados a formular un fantasma postizo, a saber: la armonía en el útero materno.

Los términos que constituyen la Nota sobre el niño aparecen planteados con una lógica clara en esta alocución del ’67: la posición sexuada, el fantasma, el objeto condensador de goce, las posiciones subjetivas y también se reconoce allí, la consideración de la sexualidad femenina como preliminar al tratamiento del niño.

Con estos apuntes y situados después del Edipo, se puede hacer una relectura de la Nota e intentar sacar algunas consecuencias. Divido la lectura en tres puntos:

1) Hay tres funciones: de la familia, del padre y de la madre. De la función de residuo de la familia conyugal, como lo dice J.-A. Miler(4) se verifica que permanece dominante, modificada apenas por la homosexualidad. Permanece por su función de residuo como estado de pequeño objeto a. La familia conyugal resiste porque opera en la transmisión de aquello que constituye al sujeto, la transmisión de que no hay proporción sexual. Se trata de la relación con un deseo que no sea anónimo, lo que implica que el sujeto sea llamado por un Je.

La función de la madre basada en los cuidados por un interés particularizado, siguiendo la vía de sus carencias. En este caso, el ser-para-el-sexo está definido por la función materna misma.

En cuanto a la función del padre, la Nota dice que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo. En la actualidad es más evidente que la dicha función paterna no es necesariamente encarnada por “un padre”. Sin embargo, hay una ley que se encarna en un deseo para que un nuevo ser sea posible. J.-A. Miller se refiere a la cuestión de la ley en su relación con el deseo ubicándolo como su contraefecto. La ley es el deseo, pero es inoperante en relación con el goce.(5)

2) En cuanto al síntoma del niño, responde a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. Recordemos que Lacan lo define como el síntoma que representa la verdad de la pareja en la familia. Es el síntoma que depende de la subjetividad de la madre y ubica al niño como correlato de un fantasma. O bien, el niño realiza la presencia del objeto a en el fantasma.

Considerando que sólo se trata de semblantes, vemos como la referencia al falo se neutraliza, los nombres del padre se pluralizan y el Deseo de la Madre deja de ser barrado por la ley y el orden tradicional. Para usar un significante actual, hay un desorden.

El síntoma es planteado en la Nota como representante de la verdad -hermana de goce-; por lo cual, sería en este punto donde habría que buscar la variación. Es decir, en la vía de lo que hoy nombramos como feminización del goce; goce que supone un real sin ley.

Efectivamente, el síntoma del niño representa una verdad y también depende de la subjetividad de la madre. El niño, o bien, viene a refrenar el goce de la madre; o bien, lo representa.

Centrar la práctica analítica sobre el goce como acontecimiento del cuerpo, es lo que permite escapar a la dialéctica interdicción-permisión.(6)

3) Los diagnósticos
La subjetividad moderna se caracteriza por la tendencia a unificar los modos de satisfacción. “Feminización del mundo” ha querido Jacques-Alain Miller llamar a este fenómeno, para explicar el predominio de un modo de goce que impera sobre el sujeto en la época. La feminización del mundo es una manera de decir que lo que domina es que no hay un solo modo de gozar, sino múltiples y que el predominio fálico a la hora de guiar la pulsión ha dejado paso a una multiplicidad que obliga a cuestionar los supuestos.

Desde esta perspectiva, las tres estructuras freudianas se debilitan y surge como respuesta a la pregunta por el síntoma, los modos de goce.

La maternidad, como todos los fenómenos humanos que pueden subjetivarse, ha sufrido los avatares de las distintas épocas. Mujeres solas que acceden a la maternidad; parejas homosexuales que deciden ser padres; transexuales que siendo ahora hombres engendran niños a partir de conservar sus órganos femeninos, etc.

La relación de la madre con el niño está siendo afectada por los modos de gozar de la época. Y la pregunta por el síntoma del niño, hay que dirigirla hacia el lugar que este viene a ocupar respecto del goce: representarlo, refrenarlo, ser su objeto.

De la experiencia sabemos que tan solo con intervenir para detener el embate de ese goce sobre el niño, surge una vivificación que posibilita, en muchos de esos casos, la constitución de un síntoma. De lo contrario, el niño es envestido por ese goce y no aparece más que como un cuerpo mortificado.

NOTAS:
(1) Lacan, J. Otros escritos. “Televisión”, p.560, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012
(2) Lacan, J. Otros escritos. “Nota sobre el niño”, Ed. Paidós, Bs.As., 2012
(3) Lacan, J. Otros escritos. “Alocución sobre la psicosis del niño”. Ed. Paidós, Bs. As., 2012
(4) Miller, J.-A. “El revés de la familia”, en Consecuencias Nº 8, Revista digital, abril de 2012
(5) Miller, J.-A. Sutilezas analíticas, Ed. Paidós, p.282, Buenos Aires, 2011
(6) Miller, J.-A. Curso del 2 de marzo de 2011. Inédito.

* Presentado en el espacio Con PIPOL VI: “Después del Edipo. Diversidad de la práctica psicoanalítica en Europa” en la Sede-Barcelona de la Comunitat de Catalunya de la ELP.