Una conversación de Escuela

La Asamblea de la ELP fue, para mí, una interesante experiencia de Escuela. Si el formato digital lo propició, pues bienvenido sea; pero no lo creo: ya habíamos conversado otras veces en nuestras Asambleas, aunque es verdad que no sucede siempre. Me parece que no depende del formato, sino más bien de los temas que preocupan a nuestra Escuela, que la causan.

La primera interpretación que permitió romper el hielo y abrir la conversación fue entorno a la suspensión de nuestras Jornadas. Surgió desde el significante debilidad, -cuyo par sería la fortaleza podemos decir, lo cual nos instalaría en la lógica del binomio. Se habló entonces de nuestro síntoma, que al fin y al cabo es siempre aquello que nos orienta, como una cierta inhibición para tomar la palabra.

La comparación con la ECF (L´École de la Cause Freudienne) es una cuestión recurrente, al menos en la ELP. La ECF es una Escuela pionera dentro del CF (Campo Freudiano) ciertamente admirable en muchos aspectos, inspiradora. Pero también es verdad que los franceses son otro pueblo, con otra lengua y con otra historia -en la que se cuenta, por ejemplo, el haber sido capaces de destituir al rey, cuando sus excesos, por injustos, se volvieron intolerables.

Nuestro real es otro. Hablamos varias lenguas, tenemos otra historia. Y una historia reciente, por ejemplo, de guerra civil, donde nos hemos matado entre nosotros, solo por pensar diferente. Esa práctica funesta se institucionalizó durante 70 largos años, primero con Franco, y después con ETA: podíamos morir por decir lo que pensábamos. Seguro que cada historia porta sus huellas. J.-A. Miller interpretó, con su creación de la movida Zadig, hasta qué punto el inconsciente es la política 1. Leer el síntoma revela el S1 que lo sostiene, tanto en el discurso individual, como en el colectivo.

En fin, no pretendo hacer aquí ningún análisis riguroso de la historia, lo que me interesa señalar, volviendo a nuestra asamblea, es la importancia de respetar la diferencia, como apuntó otra colega, lo cual incluye los distintos tiempos para comprender. No podremos leernos si no hablamos, pretendiendo ser Otros para nosotros mismos. Lacan lo decía bien: no me imiten, hagan como yo.

Fue una experiencia viva encontrar una Escuela que se ha echado de menos, que se interroga, que tiene cosas por dilucidar. Que tiene el deseo de seguir en marcha, a pesar de las circunstancias, como atestiguó la permutación. Que necesita darse tiempo para conversar y encontrar su buena forma sintomática, particular, más allá del imperativo superyoico del deber funcionar. Seguro que el nuevo consejo y directorio sabrá crear los espacios de encuentro necesarios para mantener abierta esta vía: la de una conversación franca, menos parapetada en armazones teóricos, que nos invita a despejar nuestros funcionamientos y nuestros impasses, para poder estar a la altura de nuestra época.

 

Notas:

  1. Lacan Cotidiano nº 518, 31 enero 2018