Reseña del Seminario “El amor en psicoanálisis”

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella, la eligen te lo juro los he visto como si se pudiese elegir en el amor como si no fuera un rayo que te parte los huesos” con este fragmento de la obra Rayuela de Cortázar1, comenzaba Manuel Fernández Blanco, psicoanalista, -Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis-, el Seminario “El amor en psicoanálisis” en el precioso Museo das Peregrinacións, el día 11 de mayo del 2024, en plenas fiestas de la Ascensión de la ciudad de Santiago de Compostela. ¡Semejaría un escenario ideal para hablar de amor! Pero nada más lejos de lo que nos venía a mostrar la conferencia: el amor real nada tiene que ver con el ideal.

El encuentro estuvo organizado por la Biblioteca de Orientación Lacaniana de A Coruña; la coordinación y presentación de la actividad fue a cargo de Francisco Conde, Profesor de Filosofía de la Universidad de Santiago, psicoanalista y socio de la sede la Coruña y de Rosa Vázquez Santos, psicoanalista, Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

“El amor en psicoanálisis”, título de estas 4 horas de seminario, convocaría a la ambigüedad del tema. Por un lado, a la clínica del amor tal como se presenta en el dispositivo analítico y por otro lado el amor de transferencia, que sustenta la cura psicoanalítica: un nuevo amor.

Manuel empezará esta charla con estas palabras de Cortázar, para introducir la dificultad que conlleva para muchos la elección en el amor: el amor no se elige, nos elige, nos encuentra porque ya lleva tiempo en nosotros.

La sexualidad humana es traumática; las identificaciones inconscientes, así como el modo en que cada uno se ha encontrado con la sexualidad, dejó una marca: es el encuentro con el goce que es particular y singular y que nos ha tocado el cuerpo. Como una intrusión, nos dice: sin el auxilio de un saber preestablecido; se accede al otro sexo a través de la pasión de padecer, de padecer del sexo, de la pasión del ser. Recordará en este punto las tres pasiones del ser: amor, odio e ignorancia; ya en la clase 8 del Seminario 202, Lacan hablará del “odioamoramiento”; dirá que dios es el más ignorante de los seres dado que no conoce el odio y es en ese punto, el saber del lado del amor, cuando será posible el despliegue de la cura. Evocando los 3 registros de Lacan: Real, Simbólico e Imaginario, el amor se situará como lo más imaginario y el odio como lo más real, más lúcido. Ya que es más certero lo que el Otro es para uno cuando le injuriamos que cuando le decimos palabras de amor.

En el análisis, gracias al fantasma y a la clínica de cada uno con su particularidad, podremos evocar el trauma; cómo irrumpió en cada uno de nosotros y en qué condiciones dejó una marca imborrable: Hay escenas que duran toda la vida. Por tanto, hay tantas lógicas de la vida amorosa como elecciones de objetos eróticos; el amor pasa por condiciones y reglas desde la infancia, como bien escribió Freud en “Tres ensayos sobre una teoría sexual3.

El amor funcionará, pues, como velo de las condiciones de goce; será el aliado de la ignorancia: de qué se goza en quien se ama. Solo en el engaño del amor es posible creer que dos hacen uno, el objeto capaz de colmar la falta, un objeto parcial definido como rasgo fetiche. Queremos ese rasgo, porque es lo más íntimo de nuestro ser de goce.

Por eso en la clínica las demandas más frecuentes se realizan por una falla en el amor o una dificultad en la sexualidad. Somos seres en falta, seres de goce, pero distinguiendo de nuevo la diferencia en cada particular: “Estamos servidos -recordaba Manuel- pues el malentendido de los sexos es la norma”. Distinguiendo la elección en la histérica, el obsesivo, el amor pasional, el goce fálico y el goce femenino, el feminicidio …

Otro tipo de problemática en la clínica se nos presenta con el amor de madre: madres, mujeres, hijas, estragos.

El estrago en este caso se puede producir por dos vías: una en la madre, que es ante todo madre, desde una dimensión fálica; el hijo permanece en el objeto único, demanda de exclusividad. Marie-Hélèn Brousse4 habla de objeto único: “se demanda a la hija/o lo que se demandó a la madre”.

Por la otra vía, el estrago se produce cuando la madre sólo se presenta como mujer ante el hijo y confronta al niño a lo traumático e imposible de simbolizar. Lacan distinguía en Televisión5 el orden familiar: “el goce como mujer contamina a la madre y el goce como madre contamina a la mujer”.

Manuel hace referencia en este punto a J.-Alain, Miller6 cuando habla “que en la clínica florecen las patologías que se describen como centradas en la relación con la madre”. Pero la madre no es la mujer, nos explica Manuel: o bien es la mujer que se relaciona con sus propios objetos, así el todos iguales, referido a los sexos, se haría equivalente a todos con su objeto, sin el Otro.

Es en este punto que Rosa Vázquez comenta las palabras de Marie-Helene Brousse7 sobre el imperio materno. Responderá Manuel que efectivamente, la dimensión de la madre produce una cadencia de la Imago paterna, una sociedad más adictiva, menos neurótica, es una relación al goce materno sin mediación; dificultad de destete y de la separación, no hay deseo más allá del propio niño, no hay agente de la castración, a través del lenguaje. Es la clínica que estamos recibiendo, añade: hay dificultad de poner los síntomas al análisis, no hay enigma. Los síntomas se presentan como síntomas respuestas, no como síntomas preguntas; por tanto nos quedará desde la cura la necesidad de producir la separación en lo real.

Por tanto al no estar satisfecha la demanda de amor primaria, se insiste siempre en lo peor; la respuesta del psicoanálisis será: un amor maltratado pasado por el amor de transferencia. Un amor inédito: un nuevo amor es el sustento de la cura psicoanalítica.

Recordemos que la entrada en un análisis se efectuará por diferentes motivos, donde la seguridad del sujeto se ha perdido. En la entrada encontramos la variedad; pero los análisis siempre comienzan igual, por la transferencia; el saber de la transferencia es el saber supuesto que funciona como verdad, será intentar dar sentido a lo que no lo tiene, el modo de interpretar la realidad se ha quebrado, entonces ¿por qué repetimos? Repetimos por el modo sesgado de ver el mundo desde el fantasma. La transferencia comienza cuando alguien entiende que su síntoma dice algo de sí mismo que él no entiende, que hay un encuentro con lo real que da lugar a un llamado al saber supuesto. Las entrevistas preliminares, con respecto a la transferencia, decantarán el malestar en un síntoma difuso que se posibilitará gracias al establecimiento del amor de transferencia: “a quien le supongo poder auxiliarme en la lectura de ese síntoma que es enigmático para mí le amo”.

Los análisis intentarán ir del enigma a la interpretación, no hay nada casual, todo es causal; la queja se abre a la pregunta.

Al comienzo del psicoanálisis está la transferencia” 8: el análisis será consentir a la asociación libre, que es un modo de decir único. Recordemos que no hay nada menos libre que hablar: el analizante asocia, el analista no da sentido, interpreta; lo que el analista no da es lo que mantiene un análisis, tiene que ocurrir una regresión a los significantes de la demanda primordial. La pulsión se satisface en la transferencia, ya que la elección del analista viene dada por un rasgo que se transfiere al analista.

El síntoma de salida será acceder a subjetivar el modo de goce que me es propio; el análisis permitirá un mayor acercamiento a lo real, a consentir ser como gozamos; es un síntoma sin conflicto, la querella que hemos mantenido toda la vida con el Otro, bajo la sensación de impotencia, deja de existir. El tiempo del síntoma es un presente eterno: cuando la persona tiene el coraje de poner al trabajo lo que era lo peor para él. Pasar del deber ser a un consentirse al ser; si el amor era la problemática del inicio en un análisis, al final del mismo el amor será un Amor más Real, más digno, nos recordará Manuel.

Gracias por tanto a los coordinadores Francisco y Rosa que organizaron y acompañaron; a Manuel por su incesante amor al trabajo de transmisión del psicoanálisis y también, como no, a los participantes ya que la conversación se mantuvo muy interesante y entretenida durante las 4 horas con preguntas varias, malentendidos surgidos, risas y sorpresas bienvenidas, como no podía ser de otra manera al ponernos a hablar entre varios de este tema que nos atañe a todos los seres hablantes. Como decía Lacan: “en efecto lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar de amor”9.

 

Notas:

  1. Cortázar, Julio. Rayuela. Cátedra, Madrid, 2008.
  2. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 20, Aún. Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 109-125.
  3. Freud, Sigmund. “Tres ensayos sobre una teoría sexual”. Obras completas. Vol. VII. Amorrortu, Buenos Aires, 1992, pp. 109-224.
  4. Brousse, Marie-Hélène. “Una dificultad en el análisis de mujeres: el estrago de la relación a la madre”. Cuadernos de psicoanálisis, 28. Eolia, Bilbao, 2003, pp. 7-16.
  5. Lacan, Jacques. “Televisión”. Otros Escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 535-572.
  6. Miller, Jacques Alain. “Intuciones Milanesas II”. Cuadernos de psicoanálisis, 29. Eolia, Bilbao, 2004, pp. 32-45.
  7. Brousse, Marie-Hélène. “Fuera de sexo. Extensión del imperio materno”. Conferencia en ICF Granada, 2017. 
  8. Lacan, Jacques. “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. Otros Escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 265.
  9. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 20, Aún. Op. cit., p. 101.