Un nuevo amor, aquel que conlleva el saber de la no relación. Mª José Freiría (Barcelona)

La cuestión del nuevo amor en Lacan me ha llevado al seminario Aun, cuyo título en francés supone ya un esfuerzo de transmisión, a través de una homofonía, de su nueva perspectiva, con la que compondrá la última parte de su enseñanza. Encore, En-corps.

Aun, en cuerpo.

Lo que ahí se pone en primer plano es el hecho del goce en su funcionamiento autoerótico, sin el Otro. Ese goce que se siente y del que nada se sabe. Y que no puede abordarse con un uso común del lenguaje. El lenguaje no sirve, nunca ha servido, dice Lacan en 1972. Por eso plantea que para ir a tocarlo, para acercarse a lo real, se necesita un forzamiento, algo que permita iluminar, aunque sea por un instante, ese más allá del registro del sentido.

Por otro lado, si el goce es autista, si la pulsión se autosatisface en su propio circuito, cómo puede establecerse una relación con el Otro, con los otros. ¿A qué nivel?

Lacan hace surgir el amor en este seminario, en una función inédita, como suplencia de esa disyunción, la que hay entre el goce y el Otro, entre el hombre y la mujer, bajo la forma de la relación sexual, que no deja de no escribirse. En ese sentido se trata ya de un nuevo amor, el que le permite plantear esta nueva perspectiva de la no relación.

1.-El amor frente a lo imposible
No hay relación sexual porque el goce del Otro considerado como cuerpo es siempre inadecuado –perverso por un lado, en tanto que el Otro se reduce al objeto a- y por el otro loco, enigmático. (Lacan, Seminario XX, capítulo XI, La rata en el laberinto).

Sobre la cuestión del amor, la mayor novedad del seminario 20, es intentar delimitarlo confrontándolo al axioma: no hay relación sexual.

A lo que el amor se enfrenta de aquí en adelante, ya no es solamente a la sospecha de su carácter narcisista y su falta de generosidad, o a la pérdida de libertad que conlleva. Como dice Lacan: El amor, esa especie de llamado a la unión, es alienante.

O en palabras de Gil de Biedma:

Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

El amor se enfrenta ahora a algo más serio. Es una expresión que él usa en este seminario para referirse a lo real que queda definido por lo imposible de la relación entre los sexos.

Lo serio siempre me hace resonar el inicio de un poema de Gil de Biedma que me dejó su huella con un efecto de angustia: Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. Es un poema que se titula No volveré a ser joven y que habla de la dimensión de lo real como algo que se desvela al final, con el paso del tiempo y hace caer todos los demás argumentos: envejecer, morir, es el único argumento de la obra.

NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

También es muy sugerente esa manera de expresar la cuestión del lugar que ocupa la verdad, la verdad desagradable asoma, señalando una doble dimensión, un más allá, un lugar que no se plantea abiertamente y una verdad que solo se asoma.

En este momento de su enseñanza, Lacan ya ha des-idealizado la verdad, ya ha desvelado su lado mentiroso, su calidad de no-toda. Ya no se trata de la Verdad de Freud, una verdad última y definitiva, sino de una verdad que no se puede atrapar. Y es ahí donde ha de ir a alojarse el saber del que se trata para el psicoanálisis, un saber sobre lo real del goce, un saber que revela la relación de un sujeto con su goce.

Frente a lo real, el amor, como el lenguaje, tal como ha llegado a pensarlo Lacan, es impotente. Aquí se trata del lenguaje que pierde terreno en favor del concepto de lalengua, ese neologismo que nos acerca a la idea de la palabra antes de su ordenamiento gramatical y lexicográfico. La palabra como goce. La idea del cuerpo del sujeto afectado de manera singular por algunos significantes de su historia. Encontramos también en este seminario la aparición del término parlêtre, que dimensiona la noción de sujeto, poniendo el énfasis en el ser, como ser hablante, ser de goce.

La impotencia del amor, que termina siempre mal, se puede pensar desde esta perspectiva como la impotencia a la que le aboca su propia ignorancia respecto a lo imposible de su anhelo. Anhelo, que no es otro que el de un encuentro que haría posible la proporción sexual. Afán de no saber sobre el no hay. Amor para seguir durmiendo.

Amor dormido es un pequeño poema de Jorge Guillén:

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.

Pero la belle pasión, ese no sé qué que se alcanza por ventura, en algún punto se alcanza. Es una contingencia, dice Lacan, la suerte de un encuentro que detendría por un instante la maquinaria infernal en la que el sujeto se enreda frente a lo que no cesa de no escribirse. Cuando se alcanza el amor, se pone en suspenso la imposibilidad de la relación, que cesa de no escribirse. Y en el mismo momento se da la experiencia de la imposibilidad.

Después, si no se acepta el hecho de la contingencia, lo que sigue es el amor encallado en la repetición, en la búsqueda infinita del reencuentro con eso, que se convierte en algo necesario.

Si se trata de la necesidad, se trata del circuito de la demanda y sus cadenas de sentido. El amor pide amor para que eso no cese de escribirse. Y así siempre fracasa. Esa es la impotencia que el amor promete en el infierno de la repetición.

Gil de Biedma le escribe a un amor del que dice que tiene calidad de vida, precisamente porque aceptaría la contingencia:

Amor que tiene calidad de vida,
Amor sin exigencias de futuro,
Presente del pasado,
Amor más poderoso que la vida:
Perdido y encontrado.
Encontrado, perdido...

2.-Los “decires” que desvelan otra dimensión
Fragmento de un poema titulado: El traductor amoroso se levanta. De Edgardo Dobry

…en el camino entre su casa y la verdulería
se representa la boca de su amada
–ella está muy lejos y es casi tan fuerte
como una abstracción– que se compone de átomos
ausentes de las tablas porque
no tienen antecedentes ni tendrán más descendencia.

Sin pensarlo piensa en esa boca pero no es
del todo una idea, es como la traducción
de algo borrado que se recupera apenas

Esa suerte del amor que es la de un encuentro fortuito, ¿de qué está hecha? Lacan dirá en su seminario Le non dupes errent, clase del 18 de diciembre de 1973, que está hecha de un decir en tanto que acontecimiento, y que ese decir del amor se dirige al saber del inconsciente. Pero no se refiere a un saber que ya está ahí y habría que descifrar, sino a un saber que hay que construir.

Lacan diferencia un decir de una palabra. Un decir es del orden de un acontecimiento, un coup, un efecto de lo real, y no toda palabra es un decir.

A diferencia del lenguaje, que aspira al sentido y a la comunicación, lalengua es planteada por Lacan como la antesala de lo real. Lo real no habla porque el goce no se dirige al Otro, es de cada uno, del Uno solo. Y para que hable, para extraer un saber sobre el goce, se necesita del amor, ésta es una lección del seminario Aun.

Cuando se trata de amor, escribir es intentar atrapar algo que se escapa sobre lo experimentado, abriendo, dice Lacan, en todos los casos, el espacio del más allá, más allá de lo que el lenguaje alcanza. Por eso, en el extremo, el amor habla del goce.

En ese sentido, los poemas y los decires del analizante orientado hacia lo real, en algún punto se acercan. Ambos aspiran a dar forma a esos decires que desvelan algo de otra dimensión, que hablan de lo real. Ambos intentan jugar con las palabras para hacerlas decir más de lo que dicen. Hasta vaciarlas de sentido y hacerlas aparecer simplemente como velo de lo real. En ese mismo esfuerzo de poesía, tanto la escritura poética como el psicoanálisis, desnudan la relación singular que cada uno tiene con el goce.

3.- Un nuevo amor
Para elaborar la idea de un amor que sería producto de un recorrido analítico, Lacan usa nociones como la del amor sin límites, del seminario XI, o más tarde un nuevo amor, en Encore. Se trata del amor pensado más allá de los límites del registro freudiano del Edipo, más allá de la ley del padre bajo la cual, la versión del objeto de amor está ya escrita.

La expresión un nuevo amor, la toma de un poema de Rimbaud que se titula A une raison (A una Razón).

Es la segunda vez que Lacan toma esta referencia. La primera es en el seminario del acto analítico, cuando ubica la operación analítica de plantear el inconsciente, como un acto, como algo que se ha de producir porque no está dado de antemano.

El amor aparece en ese poema como algo que surge, como una revelación que, al mismo tiempo escande cada versículo. Como signo de que se cambia de razón, de dimensión, de discurso, dice Lacan.

A UNA RAZÓN
Un golpe de tu dedo en el tambor descarga todos los sonidos e
inicia la nueva armonía.
Un paso tuyo. Y el alzamiento de los hombres nuevos y su
caminar.
Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor! Tu cabeza gira, ¡el nue-
vo amor!
'Cambia nuestra suerte, criba las plagas, empezando por el tiem-
po', te cantan esos niños. 'Eleva no importa cuánto la sustancia
de nuestras fortunas y nuestros anhelos', te ruegan.
Llegada desde siempre, tú que irás por todas partes".
(Arthur Rimbaud. Francia, 1854-1891)

Si el signo, según una cierta lógica que aparece como referencia en este seminario (de Port-Royal), es lo que se define por la disyunción de dos sustancias que no tienen ninguna parte en común, el amor como signo, se refiere a dos sustancias, la del goce del Uno y la del Otro al que el amor aspira.

Pero ¿qué sería lo nuevo de este nuevo amor del psicoanálisis?, esa nueva armonía de la que habla el poema.

En la experiencia analítica, lo que dignifica al amor es que éste no rechace la no relación, que se sepa nudo de una disyunción. Es eso lo que tal vez permite escapar a la repetición sabiendo que uno nunca sabe a dónde va a llegar o qué le deportará el futuro, incluso el más inmediato..

Petrarca nos muestra el giro que él es capaz de dar después de 21 años de intenso amor condicionado. Es la muerte de su amada Laura, La Muerte con mayúsculas, la que señala algo del orden de un encuentro con lo real y le hace parar la inercia de la repetición y trasmutar su amor dirigiéndolo hacia la sabiduría. Del penar de la repetición al vacío de la subjetividad y es ahí, desde lo aún por venir, donde se da la posibilidad de cambiar de forma.

El nudo en el que Amor me retuviera
veintiún años en él preso y asido,
deshizo Muerte; y, si he sobrevivido,
no creo por dolor que el hombre muera.

Y, no queriendo Amor que libre fuera,
dejó otro lazo entre la flor tendido,
y otro cebado fuego así encendido
que arduo y difícil evitarlo era.

Y, de no ser por la primera prueba
del pasado, yo habría ardido tanto
más cuanto menos soy ya verde caña.

Mas ya la Muerte ha roto una vez nueva
el nudo y ha apagado el fuego el llanto,
pues no valen con ella fuerza o maña.