Presentación del libro: La Pregunta Incesante. Bajo la piel de las palabras, de Irizar y Liberman

Presentación del libro “La Pregunta Incesante. Bajo la piel de las palabras”, de L. Irizar y A. Liberman; en la Kutxa Kultur Plaza (Tabakalera). Donostia.
La lectura de este libro me atrapó desde el pecado capital de la gula, la glotonería. Ensayo de ensayos, escrito al modo de un dueto donde cada autor aporta su estilo, su singular manera de tocar ese valioso instrumento que es la escritura, en un tono de conversación, donde nos vamos encontrando con “el gozo de decir las mayores verdades sin el compromiso de demostrarlo”[1] , como reseñan ellos mismos.
Ensayo construido de retales que merecieron la pena atesorarse, porque, cada uno de ellos, permitió construir , reinventar, agujerear, transitar los meandros de ese enigma que es la existencia para ese ser humano, ese ser “de carne y hueso”2 como decía D. Miguel de Unamuno, que habla, que vive más allá de la existencia finita y que no vive sin las palabras.
Arnoldo Liberman refiere el vocablo serpentinas porque para él, “las serpentinas [...] son aspectos fundamentales y a la vez marginales, que hacen a (su) criterio y evaluación o a (su) meditación o interés o a ambas cosas. Y [...] tienen el tufillo de la asociación libre freudiana”3. Con Lierni, leemos comentarios; comentarios de ese jubiloso viaje que la escritura del libro ha supuesto, como refiere en el epílogo4.
Serpentinas, comentarios que permiten a los autores reencontrar y reencontrar-se bajo la piel de las palabras escritas a lo largo de diez ensayos notables; obras entrañables, que los autores comparten.
Notables es el adjetivo que agregan y en el transcurso de la lectura descubrimos que este calificativo hay que tomarlo desde su sentido más digno, porque tienen el mérito de, entre otros, acompañar, de entablar un diálogo que la lectura procura, un diálogo silencioso que permite la emergencia, si es lectura verdadera, como lo ha sido para ellos, de esa pregunta que no cesa, que no encuentra la solución universal que valga para todos, pregunta que no es sino apertura de posibilidades.
La pregunta es la forma que los niños encuentran tempranamente, preguntas desde las que inician ese maravilloso camino hacia el conocimiento, esa apertura hacia el saber. Y no son cualquier pregunta las de los niños; son preguntas verdaderas que reencontramos en el viaje de nuestra vida.
Encuentros, escrituras dialogantes que van conversando entre ellos, Lierni Irizar – Arnoldo Liberman, con cada uno de los ensayistas escogidos, con sus obras, entre ellas, y también con los lectores.
Don Miguel de Unamuno, uno de los ensayistas notables elegidos, elogia la pregunta cual cuna de libertad, de coraje hacia el camino de una vida que no se contenta con la mera existencia finita.
Diálogos que buscan las preguntas que encierran las palabras y que constituyen el abono de cada obra escogida y de las conexiones entre ellas.
Esas preguntas que acuden inquietantes cuando lo sabido ya no responde, cuando las certidumbres se derrumban. Como cuando en la adolescencia, ante ese despertar de la primavera, tomando prestadas las palabras del título de la obra de Frank Wedekind5, ante ese cuerpo de la infancia que se pierde, cuando la posición con el Otro se descalabra y las respuestas halladas en la niñez zozobran, cuando surge la pérdida de las respuestas disponibles, entonces, como dice Santiago Kovadloff, las verdaderas preguntas surgen: “Las verdaderas preguntas surgen de la pérdida de la vigencia de respuestas disponibles. La pregunta es una experiencia de desconcierto, de la desorientación”, extrae Arnoldo Liberman del ensayo de Santiago Kovadloff, “El silencio primordial”6; ensayo con el que inician este viaje de búsqueda los autores.
Santiago Kovadloff ha sabido trasladar la importancia del silencio para la vida humana desde su escritura, esa escritura que llegó a él como alternativa al juego infantil. Escritura que lo salvó de la agonía en la que le había dejado la salida de la infancia.
El silencio, que como subraya Lierni, es fundante para incluirse en la condición humana y que Santiago Kovadloff plantea de entrada en esta obra, con una hipótesis fuerte, señala Lierni, “[…] el hombre roza la cima de su conformación libre cuando llega a saber que las raíces de su misteriosa singularidad se hunden en el silencio”7.
Silencio de las palabras que dejaron un resto, una escritura, escritura que marca lo imposible de reencontrar, pérdida inaugural. Silencio primordial que, si me permiten los autores, conversa fácilmente con el último de los ensayos escogidos, Poesía y realidad8 de Roberto Juarroz, aunque también con los otros.
La poesía, esa modalidad literaria que va más allá de las palabras, que comporta lo sentido, la carne sentida, no descifrada, no comprendida, no teorizada, sentida.
De nuevo acude Don Miguel de Unamuno para esta presentación, ese gran humanista, ese hasta incómodo autor, que hace de la filosofía poesía y de la poesía filosofía. Para él ambas van de la mano.
Si con el silencio podemos hacer la metáfora de los surcos de las palabras perdidas, la poesía nos conduce a las resonancias, ecos de sonidos que transitan el cuerpo.
A través de serpentinas y comentarios, nos van acercando hacia ese encuentro con lo que excede la palabra pero que deja una huella. Eso que vocifera y que no encuentra la palabra para decirse. Esa “palabra que intenta formular nuestra oscuridad interior …allí donde mora el objeto inaudible que habita en el fondo de nuestra subjetividad”9 , extraen de una de las múltiples referencias.
Los autores nos hablan de sus encuentros, de esos que son verdaderos, de esos que forjan, de esos que hablan, sí, hablan, porque mientras se lee un ensayo como este, las palabras resuenan y te invitan a hacer paradas, te piden que les des alojamiento, al menos algunas, no todas, dependerá de cada lector, porque cada lector resonamos de diferente manera.
En un mundo, como en el que nos toca vivir, donde el utilitarismo acampa sobre todas las cosas, los autores nos muestran la utilidad de la literatura, de la poesía, de la filosofía.
Si hay para mí un autor destacado, por conocido y querido, porque en esa glotonería que este ensayo me ha despertado, estoy conociendo autores que no había leído y he comenzado a degustarlos. Pero, vuelvo a D. Miguel de Unamuno, del que ellos también han hecho su serpentina, su parada en el viaje, quien destaca en su libro “El sentido trágico de la vida”10 este valor por las palabras y la ficción que nos abre las puertas hacia el entendimiento.
La filosofía, como él la describe, es la del hombre de carne y hueso, y confía en que el lector encuentre, cada uno, desde su totalidad, su manera de transcender de esa “nada” que la muerte presentifica para él, y de la que decía, era lo más temido desde su tierna mocedad.
“ Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos”11.
Que fácil es decir que la filosofía, la literatura, la poesía, no son de utilidad suprimiéndolas de los currículum académicos. Qué privación de instrumentos básicos, creo que podemos escuchar decir también a Unamuno, pedagogo donde los hubiere, además de filósofo, escritor, que cultivó diversos géneros literarios, incluso, inventó uno, su nivola con Niebla, esa obra que me produjo un estremecimiento en mi despertar de la primavera.
Como comenta Lierni, “Leer a Unamuno despierta en mí el deseo de unamunear al sentir que las palabras me agarran la cintura y me llevan a enarbolar ideas bailarinas”. Pero como Unamuno afirma, todos somos únicos, cada uno absoluto y por eso habré de lidiar con mi ser propio, con mi carne con mi hueso, con eso que a él le interesa, no las abstracciones, sino los seres encarnados y su relación con la ficción”12.
Encontramos a través de estas páginas la profunda reflexión sobre esa intrincación entre las palabras y vida. La vida, que no es sin la muerte, porque no se puede pensar en ella, sin su finitud.
Podría seguir, pero lo que importa es que lo lean, que se permitan dejar acompañar por los autores a través de su viaje y que quizás en este acompañamiento se hagan posibles, para cada lector, el encuentro con esas preguntas que abren el entendimiento, pero que también horrorizan, porque como decía Freud, el estado natural del ser humano es el dormir.
Colaborar en la presentación de un libro es, al menos para mí, un placer y un atrevimiento.
Al ir escribiendo esta presentación me voy dando cuenta de que se me va transformando, es un agradecimiento. Un agradecimiento a dos autores que siguen permitiendo hacer de la escritura una herramienta responsable, comprometida y bella, con un decidido deseo por compartirla, otorgándole la libertad, como diría Don Miguel de Unamuno. Libertad a los encuentros particulares para cada lector, porque no hay lectura sin escritura, sobre todo de la propia, que a veces, encuentra resonancias bajo la piel de palabras prestadas, ecos de un decir que forjan vida.
Lierni y Arnoldo nos ofrecen esta obra, este producto de respeto y amor a la condición humana. Obra que atraviesa un mar cuyo oleaje esta compuesto de palabras, ecos de préstamos que dejaron restos, escrituras singulares.
Su lectura permite introducirnos a través de ese tránsito bajo la piel de sus palabras prestadas. Nos permiten acercarnos a algunos de los abrazos que han hecho huella en sus vidas. Nos hacen compinches de algunas de esas palabras que hicieron posible un antes y un después para ellos mismos.
Hay en esta lectura un profundo conocimiento del poder de las palabras para estos pobres seres que somos los humanos. Las palabras, consentir a ellas, sumergirnos en sus texturas, en su polifonía, nos introducen en una dimensión creadora.
Creo que tanto Lierni como Arnoldo suscribirían las palabras de Michael Leiris13, cuando escribió que el lenguaje aunque es frágil, débil, ineficaz, es también el único instrumento que poseemos.
Y permítanme volver a Don Miguel de Unamuno para cerrar esta presentación, porque creo que él añadiría un matiz en referencia al lenguaje resaltando la singularidad de la palabra, esa que se encarna y forma uno, el hablante; de ahí el cuidado que pone al hacer hablar a sus personajes. Don Quijote, ese loco que nunca entregó su locura para seguir existiendo por siempre, separándose de Don Alonso en el momento de su muerte. Vida de Don Quijote y Sancho, vida que no teorías, ni ideas; vida, obras que expresan su lucha por ir más allá de la cobardía moral de la existencia que a veces nos encarcela.
Miguel de Unamuno sostuvo que la filosofía y la poesía van de la mano. Leyendo estas serpentinas, estos comentarios, el lector, al menos así ha sido para esta lectora que va escuchando “ese no sé qué” rescatado por Roberto Juarro14. Las palabras sostienen, velándolo, lo roto en nosotros... que aún así insiste, vocifera, otorgándonos una posibilidad de remiendo satisfactorio.
Notas:
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Beta III Milenio, Bilbao, 2023, p. 23 ↑
- Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Renacimiento, España, 1913, p. 5. ↑
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Op.cit., p. 107 ↑
- Ibid., p. 323 ↑
- Wedekind, F. Despertar de la primavera. Letra Viva, Buenos Aires, 2017. ↑
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Op.cit., pp. 27-28. ↑
- Ibid., p. 40. ↑
- Juarroz, Roberto. Poesía y Realidad. Pre-Textos, Valencia, 2000. ↑
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Op.cit., pp.22-23. ↑
- Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Op.cit. ↑
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Op.cit., p. 118. ↑
- Ibid., p.130. ↑
- Leiris, M. La regla del juego. Días Contados, Barcelona, 2014. ↑
- Irizar, L., Liberman, A. La pregunta incesante. Bajo la piel de las palabras. Op.cit., p. 301. ↑

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