Notas a propósito del debate sobre lo nuevo. Araceli Fuentes (Madrid)

1. Pasión por lo nuevo
Comenzaré con una cita de Jacques-Alain Miller tomada de su artículo "Religión, psychanalyse", publicado en la Revista de La Causa Freudiana N°55. Se titula "Pasion du Nouveau".

"El permiso para gozar no cambia para nada la estructura del goce, y una vez que el psicoanálisis se quita el lastre del padre y su prohibición, se puede establecer que es el propio goce el que conlleva una hiancia (…) tesis que Lacan desarrolla en El Reverso del Psicoanálisis: es el goce mismo el que hace agujero, que comporta una parte excesiva que debe ser sustraída, y tantoel padre freudiano como el Dios del monoteísmo eran la vestimenta de esa entropía".

Miller se pregunta por la vía del psicoanálisis en la época del permiso al goce y dice:
"En la época en que la prohibición ya no está en cartel, una época confrontada a un imposible que es la verdad escondida tras la prohibición, en la que la hiancia intrínseca al goce ya no se esconde tras el padre (…) los analistas de mañana -esperemos que los de hoy- no responderán a la norma de ninguna Iglesia, a ninguna vía canónica. No son los hijos del padre, sino que cada uno queda particularizado por una vía que sólo le es propia a él, que puede estar abierta para hacer allí, en la era post-paterna, y que es, según una indicación de Lacan, la vía de su escapatoria".

Recientemente he tendido la oportunidad de participar en una mesa redonda cuyo título era: "Nuevas formas de familia: un debate para el siglo XXI". A la misma estaban invitados, además de la autora del libro Padres como los demás, Anne Cadoret, representantes de varias asociaciones ciudadanas, entre ellas una asociación de adopción y otra de gays y lesbianas.

Realmente, esta mesa redonda no dio lugar a un debate sino que más bien se manifestó una reivindicación de igualdad ante la ley por parte de los representantes de las asociaciones de gays y lesbianas, tal como "somos padres como los demás y tenemos los mismos derechos", sostenida en la constatación de que las nuevas formas de familia son un hecho. En este contexto, el discurso del psicoanálisis introdujo otra dimensión de cosas. En palabras de una joven allí presente, "el psicoanálisis aporta matices interesantes a problemas complejos".

Para participar en los debates sobre lo nuevo, me parece imprescindible no renunciar a los términos de nuestro discurso, ya que se trata, a mi entender, de mantenerse dentro de los límites del discurso analítico y no responder a las demandas o a las reivindicaciones que plantean otros discursos. Se trata de transmitir lo que la experiencia analítica nos enseña, y no de entrar en una interlocución ideológica en los términos que nos proponen los otros, ya sea el discurso de la ciencia o el de una política que, en definitiva, no es la nuestra.

Al hacerlo, se hace patente la dificultad para el debate; cada discurso quiere hacerse oír frente al público al que se dirige, pero los discursos no dialogan entre ellos, si es que esto fuera posible. O si se prefiere, lo hacen tangencialmente; ciertos puntos son abordados a partir de diferentes perspectivas y desde distintas lógicas.

Así, por ejemplo, el discurso gay trata "lo nuevo" por medio del sentido cuando reivindica "la normalidad", "los mismos derechos". "Lo normal" es, en nuestra época, lo que posibilita que algo tenga sentido. Sólo "lo normal" tiene sentido, por lo tanto reivindicar la normalidad es una manera de poder dar sentido a lo nuevo.

No es ésta la posición del Psicoanálisis. El tratamiento que el psicoanálisis da a lo nuevo -como el que da a lo real, de donde proviene lo nuevo en esta época -no pasa por llenarlo de sentido. Lo real para el discurso analítico se presenta bajo la forma del síntoma, y su tratamiento está por fuera del sentido.

El psicoanálisis no se desentiende del hecho de que hay cortes en el discurso, en la cultura, y que tienen consecuencia en la subjetividad. El mismo Freud afirma en Moisés y la religión monoteísta que el triunfo del monoteísmo trajo como consecuencia en la subjetividad la eternización de la deuda al padre. Por otra parte, el propio psicoanálisis ha contribuido a estos cambios; ¿puede ahora desentenderse de ellos? La clínica psicoanalítica es el lugar donde el psicoanálisis recoge los efectos que estos cambios tienen sobre los sujetos, fundamentalmente en la clínica con niños.

2. "Padres como los demás"

El libro de Anne Cadoret, Padres como los demás, en el que centraba el debate, es un estudio antropológico sobre estas nuevas formas de familia: mixta, de adopción, de acogida, madres de alquiler, mono-parental, homosexual, etc. Este libro nos proporciona, también, interesantes testimonios recogidos por la autora en los que "el deseo de tener un hijo" muestra una gran variabilidad de un caso a otro. Desde un sujeto que quiere tener un hijo pero que no tiene ningún interés en ocuparse de él -ni siquiera en darle su nombre y sobre el que cabe preguntarse qué clase de deseo lo anima o qué es ese hijo para el mismo- hasta otros cuatro sujetos preocupados por cuidar al máximo todos los detalles y a las personas que intervienen en una concepción asistida entre dos parejas, una de gays y otra de lesbianas que van a compartir el futuro hijo. Se producen encuentros entre ellos, largas conversaciones con la finalidad de llegar a un acuerdo, a un pacto sobre el modo en que cada uno de los cuatro intervendrá en el proceso. Hay un esfuerzo entre estos cuatro padres para establecer un orden simbólico, una alianza entre ellos, en definitiva, para darle dignidad a un "deseo compartido". Las nuevas familias se ven obligadas a inventar nuevos lazos, siendo éstos fruto de un pacto.

3. El discurso capitalista y las transformaciones del lazo social en la época

El discurso capitalista, tal como Lacan lo define, ha contribuido de un modo radical a redoblar la soledad de los individuos. Lo que el lazo social, propio del discurso del amo, fijaba claramente como lugares y relaciones establecidas entre ellos, al punto de llevar a algunos sujetos a rebelarse contra el "lazo social establecido", ha estallado bajo el régimen del discurso capitalista. Al no distinguir lugares, este discurso ataca directamente al fundamento del lazo social, dejando a cada uno más solo para inventarse sus propios lazos y relaciones.

4. El discurso gay - la identidad gay

El discurso gay es la nueva forma de presentación de la homosexualidad en nuestra época, y no siempre ha sido así. Este discurso no sólo reivindica los mismos derechos, sino que busca también crear una nueva identidad. En su esfuerzo por hacer existir el Uno gay. Algunos de ellos se ven llevados por la pendiente de la segregación, esta vez, reivindicada por ellos mismos al proponer que haya residencias de ancianos sólo para gays o que sólo se puedan analizar con analistas gay.

Al producir la afirmación de lo mismo y el rechazo de lo Otro, el discurso gay tiene consecuencias en el orden de la segregación. En su intento por construir el Uno gay, se ven llevados a tener que separarse de los demás, siendo esto una paradoja.

A pesar de lo que la homosexualidad le ha enseñado al psicoanálisis, especialmente la homosexualidad femenina, y de lo que el propio discurso analítico ha colaborado para que la homosexualidad sea aceptada y haya salido del campo de las desviaciones, el discurso analítico no puede dejar de oponerse al discurso gay, en tanto éste propone una identidad que pretende borrar la división del sujeto y suturar la dimensión sintomática de su goce.
Sin embargo, sí podemos abordar la homosexualidad como síntoma, como un síntoma entre otros, que viene a suplir la imposibilidad de escribir la relación entre los sexos.

En "la época del hombre sin atributos", del hombre contable, del hombre "metrosexual", cuando hay este empuje para borrar las diferencias entre los sujetos, la política del psicoanálisis hace valer las diferencias y su clínica acoge lo más singular que uno tiene: su síntoma.

5. En la sociedad moderna la ciencia avanza

Lo que se hace presente en nuestra sociedad moderna es el estallido del Uno de lo universal, el de la lógica del todo y la excepción; estamos ante lo que Jean Claude Milner llama "lo ilimitado de la sociedad moderna". En la sociedad moderna la ciencia y la técnica progresan, pero el progreso científico no elimina la dimensión sintomática que tiene el goce para los sujetos.

Es evidente que los avances de la ciencia -sobre todo el de la biogenética- han hecho estallar al padre tal como lo conocíamos. La ciencia y la técnica ofrecen posibilidades inéditas respecto de la reproducción "natural". Hoy, no sólo es posible la procreación sin padre, o con este "padre enlatado" que sería el donante anónimo de los espermatozoides que van a producir la fecundación del óvulo, sino que éste puede ser fecundado in vitro, estar en el cuerpo de la futura madre o en el vientre de una madre de alquiler. La sexualidad queda radicalmente separada de la reproducción. La reproducción "a la manera científica" permite posibilidades nuevas; las nuevas ofertas crean demandas nuevas y no se sabe dónde poner el límite. Lo que es ilegal en algunos lugares está permitido en otros. Por ejemplo, ya es posible la selección de los genes de los futuros hijos. Hace algunos días leí la noticia de que 50 parejas españolas acaban de hacerlo en Bélgica: quieren seleccionar los genes de sus hijos con el fin de que éstos puedan convertirse en posteriores donantes de sus hermanos enfermos.

¿Cuáles serán las consecuencias de la instrumentalización sobre la subjetividad de nuestros hijos-medicina? ¿Aceptarán su condición de donantes o reivindicarán su derecho a decidir al respecto? No lo sabremos hasta que alguno de ellos se dirija a un analista.

No se puede generalizar, cada caso es diferente, pero sí podemos constatar que hay una pendiente a la objetualización del hijo, a la instrumentalización. Esta pendiente se puede poner a cuenta del avance del discurso científico, y al hecho de que éste forcluye al sujeto.

Por otra parte, "la sociedad del derecho al goce" entra en conflicto con el derecho de que "tener un hijo no es un derecho". Para salvaguardar los derechos de los niños las cosas deben plantearse a partir del "derecho del niño a tener padres", como recordó el representante de la Asociación de Adopción presente en la mesa. Sin embargo los hechos parecen deslizarse en otra dirección.

"Tener un hijo" no es fruto de un derecho, sino el fruto de un deseo particular, y la legitimidad del mismo se mide por sus consecuencias.

6. El padre, de muerto a vivo

Al final de su enseñanza, Lacan pasa de pensar al padre como muerto a pensarlo como vivo, y a considerar la experiencia analítica como el terreno que debe ser investigado. No se trata de pasar del padre sin más; si tomamos al padre como un modo de abrochamiento del goce, entre otros, podemos admitir una variabilidad, pero a condición de que el abrochamiento se efectúe. "Pasar del padre pero a condición de servirse de él", y saber que estos cambios tienen consecuencias que recogemos en la clínica. ¿Qué funciona como síntoma que anuda para un sujeto dado? Ésta es la pregunta que nos hacemos en la clínica psicoanalítica.

Estamos en la época pragmática del psicoanálisis, la que se corresponde con el padre considerado como instrumento o, si se prefiere, como distintas maneras posibles de abrochar el goce. Lo real del Edipo no es el Nombre del Padre sino lo real del goce, y lo que la clínica nos enseña es que hay distintos abrochamientos, y que el que se hace con el Nombre del Padre es uno entre otros. Efectivamente, hay distintas maneras, pero no todas igualmente eficaces. Sólo la clínica del caso nos permite saber si para un sujeto dado ha operado la función del padre-síntoma.

En parte, la dificultad con la que nos encontramos para participar en estos debates tiene que ver con la cuestión de la transmisión de la imposibilidad de la que partimos: el hecho de que para la especie humana no hay un saber en lo real respecto de la sexualidad y que la sexualidad está librada a la contingencia de los encuentros. Este descubrimiento que constatamos en la clínica va a contracorriente de lo que promueven los dos discursos más influyentes en nuestra época: el capitalista, que al desinteresarse por completo del amor lo excluye de su campo y por esa vía forcluye la castración, y el de la ciencia, que forcluye al sujeto al mismo tiempo que escribe la relación, sino entre los sexos, al menos entre los genes.