Noches Clínicas: Preparación PIPOL 8 “la clínica fuera de las normas” | Isabel Soro

PIPOL 8 EsEl 14 de junio, en la Sede de la ELP de Valencia, tuvo lugar la tercera sesión de trabajo del espacio “Noches Clínicas”, como preparación para Pipol VIII. En esta ocasión contamos con los trabajos de dos ponentes:

Eugenio Díaz, AME, psicoanalista en la Comunidad de Catalunya de la ELP. El título de su trabajo fue “Humanimidad o síntoma”.

Miguel Ángel Vázquez, AME, psicoanalista en la Comunidad Valenciana de la ELP. El título de su trabajo fue “Un juego sutil: subversión y sumisión a la vez”.

Moderaba Margarita Bolinches, psicoanalista en la Comunidad Valenciana de la ELP.

Margarita comenzó presentando los trabajos. Son dos trabajos que se orientan por una política del síntoma, que subvierte la norma científica. ¿Cómo pensar ese saber hacer?

Saber hacer que no pasaría por la unanimidad ni por la inhibición narcisista. El “no como todo el mundo”, lo herétic, lo encontramos en el detalle, detrás de la norma, en la sutileza de lo singular, que apunta a separar al sujeto de la comunidad de goce.

Eugenio Díaz comenzó explicando el significado de Humanimidad. Se trata de un neologismo propio (anudamiento entre humanidad y unanimidad). Le sirve para hablar del empuje en la época del hiperconsumo en que vivimos a eliminar las diferencias.

Los productos de la tecno-ciencia, son un síntoma de la época, y amenazan, como Lacan advirtió en 1974, el porvenir del psicoanálisis, la subjetividad, entendida como lo hereje de cada uno. Puede pensarse que estos síntomas actuales están del lado del sintomadaquín, síntoma ortodoxo. Pero tenemos también el sinthome roule, herético (Miller). Elección pues entre ambos.

El psicoanálisis se situaría en las antípodas de esta humanimidad, pretendida humanidad que promueve una nueva religión que es la ciencia a la que adjudica un saber.

Lacan en “Nota a los italianos”, dirá que es al margen de este supuesto saber, del goce de la unanimidad, que el analista hace operativa la relación entre lo singular y el goce.

Siguió Eugenio con “La rebelión del no como todo el mundo”, que es como Miller en su seminario Sutilezas analíticas llama al síntoma. El síntoma tomado como la diferencia radical, es lo que hace a cada uno único. Único como lo contrario a unánime.

Eugenio tomó el término herétic como un posible nombre del síntoma después de la conferencia de Madrid del 13 de mayo. Investigando (Wikipedia) encontró herétic como el nombre de un videojuego del tipo “disparos de primera persona”. Y le pareció interesante pensar el síntoma como el modo en que el sujeto participa en el mundo en primera persona. En los disparos del síntoma, podemos encontrar, en relación al sujeto mismo, el autogoce, y por otro lado el síntoma vinculado al Otro, como proceso social que señala Lacan.

Eugenio pasó a señalar dos modalidades y sus consecuencias de la elección por la humanimidad:

1. La nostalgia del objeto (lo que concierne a las adicciones). La adicción es un modo, un intento bastante exitoso, de eliminación de la subjetividad en nombre de un objeto que diría: “Hay relación sexual”. Continuando con la cuestión de herétic, el adicto no es un hereje. La adicción es una separación fallida, el sujeto vuelve al mismo lugar, en la alienación primera, en la afánisis del sujeto. Hoy se habla de neurociencias del consumo y dependencias de sustancias psicoadictivas, en lugar de toxicomanías, que apuntando a las manías, en cierto modo, incluían al sujeto.

2. El anhelo de la “carretera principal” (y sus riesgos). Tenemos aquí la nostalgia que lleva al anhelo de una vuelta al NP o al sueño de la potencia de la razón. El nudo entre esta nostalgia, ya sea del “hay la carretera principal” o “hay relación sexual”, y el hiperconsumo, sitúa a la humanidad en el alienante terreno de la humanimidad.

Para acabar “El síntoma como respuesta”. Ante la bolsa de la humanimidad solo queda el síntoma de la vida. La política del psicoanálisis, apostando por la singularidad del síntoma, se ocupa de cómo hace el sujeto con la “libertad” que le da la falta de carretera principal, con la falta de objeto que diría de la proporción sexual. El síntoma es un modo de respuesta al no hay relación sexual, que no es la de la nostalgia del objeto.

Miguel Ángel Vázquez empezó diciendo que había pensado el título de Pipol VIII en relación a la posición del analista (que se hace cargo de lo singular del sujeto) que trabaja en Instituciones organizadas por el significante amo actual: la cifra y la norma estadística.

Pasó a explicar cómo funcionan las instituciones sanitarias actuales, que gestionan los recursos financieros, materiales y humanos con ese mismo rasero. El modelo que explicó es homogeneizador, tal y como ya había puesto de relieve Eugenio, y no cuenta con la singularidad del síntoma.

Todos estamos sometidos a este modelo, al significante amo de la época. Hay ahí una vertiente de sumisión que hay que asumir, nos dirá Miguel Ángel. Trajo dos citas que le orientaron en esta cuestión, y propuso hacer una extrapolación, sustituir el término “Escuela” por el de “Analista en una institución actual”.

Eric Laurent en su texto Usos posibles e imposibles del psicoanálisis (1999) plantea un modo de abordaje de este sometimiento: “Hay que producir justo lo necesario para seducir al amo moderno; ya que quiere que seamos eficaces, podemos demostrarlo, pero sin ningún afán excesivo por entrar en esta lógica que puede conllevar consecuencias terribles”.

J.-A. Miller en su intervención Cuestión de escuela: Consideraciones sobre la garantía (21-1-2017): “La Escuela es un ser ambiguo, que tiene alas analíticas, si puedo decirlo, y patas sociales, que produce, para hablar como Baudelaire, una doble postulación, una hacia el discurso analítico y otra hacia el discurso del amo. Por vía de la asociación, el discurso analítico se somete abiertamente al discurso del amo al mismo tiempo que se escabulle de él, lo subvierte. Subversión y sumisión a la vez. Juego sutil, que tiene, me atrevería a decir, un costado jesuita. Cuando el amo nos presiona de muy cerca, debemos ablandarlo, seducirlo, para continuar con nuestro asuntito sin irritar su paciencia”.

Es decir Subversión y sumisión a la vez. Juego sutil.

Y nuestro asunto es ocuparnos de lo más singular del sujeto, su síntoma. Descartando el afán de normalizar a partir de la norma estadística. Por ahí sitúa la subversión el analista.

Continuó explicando cuál había sido su andadura en la Institución. Cuando empezó en el hospital, estaba en un servicio médico de rehabilitación como psicólogo, sin quedar muy clara su función. Le derivaron una niña de 4 años que salía de un coma inducido y no respondía a estímulos. Miguel Ángel habló con la madre y le pidió que le trajeran objetos, canciones… que le gustaban y formaban parte de su vida, y con lo que la niña se reconocía. La intervención tuvo un éxito terapéutico grande, pero no fue entendida por los profesionales que formaban parte del servicio, no disponían de las coordenadas necesarias. El efecto fue de sorpresa, desconcierto e inquietud. A los dos años el jefe le dijo que ya sabía lo que era: un psicólogo clínico. Miguel Ángel a su vez aprendió que la eficiencia de la clínica del sujeto y sus coordenadas necesitan ser explicadas de una forma que pueda ser comprendida.

Ya estaba en el servicio de psiquiatría, pero se dio cuenta que sin embargo no entraba. Funcionaba el prejuicio mutuo, el de Miguel Ángel era pensar que tenía algún tipo de saber precioso, una clave para descifrar el mensaje encriptado en las psicosis. En fin, saber constituido, inútil en la clínica. Pues es el que cuenta es el saber supuesto, el que permite que algo nuevo se produzca.

Pudo entrar a través de un campo algo marginal, el del autismo, que no entraba en conflicto con la práctica ni las tesis centrales sobre la causalidad, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad mental. Esto llevó tiempo, pero Miguel Ángel no cedió en la clínica. Poco a poco, su prejuicio antes mencionado, el saber constituido, fue dejando lugar a la suposición de saber, que por extensión lo era también al psicoanálisis lacaniano y su clínica. Esto fue posible por un cambio de posición subjetiva del analista.

Luego hizo referencia a la docencia. Los Pires y Mires van a formarse de su especialidad. Y si bien el psicoanálisis, el lacaniano, está fuera de circuito, él ha observado que es posible modificar su idea preconcebida, su prejuicio sobre el mismo, y obtener una idea de la clínica lacaniana y una experiencia del niño como sujeto de pleno derecho que les deja huella. Eso va produciendo sus efectos.

Para finalizar tuvimos una animada conversación. Algunos de los aspectos que se trataron fueron:

¿Cómo saber hacer con la tecno-ciencia para el psicoanálisis? Referencia a Lacan en la “Proposición del 9 de octubre”: o enfrentamos la verdad de la destitución subjetiva, o ridiculizamos nuestro saber.

El sinthome roule como lo que nos permite volver a levantarnos. Es en la Escuela, pero también en cada sujeto. Todo el mundo tiene horror al saber. Lo que uno hace en relación a lo que falta, eso es estructural y no acaba nunca, ni con la Escuela ni después del Pase. Se trata de que no se cierre el saber, fundamental tanto en la clínica como en la Escuela.

Se remarcó la experiencia de lo Uno, al hacerla te permite volver al Otro, pero ya sin considerarlo como amo. Es decir, no sin el Otro.

No ceder en la clínica. Desde el síntoma hacia el deseo orientado (con pérdida de goce).

Agradeciendo las muy interesantes intervenciones de los ponentes, se dieron por finalizadas las sesiones de las Noches Clínicas.