Lacanianos en LA VANGUARDÍA. El exceso de sentido. Por Vicente Palomera (Barcelona)


(Artículo de la periodista MARICEL CHAVARRÍA publicado en LA VANGUARDÍA el 21.05.06, con declaraciones de VICENTE PALOMERA, de Barcelona)

MARICEL CHAVARRÍA
En un mundo en el que proliferan terapias de todo tipo, el psicoanálisis pervive como una oferta diferenciada más.

A quien dude de las bases empíricas del psicoanálisis -que nunca ha pretendido ser una ciencia sino una teoría del sujeto y una práctica clínica basada en la palabra- le agradará saber que la neurología ha constatado: que las experiencias en el vientre materno dan lugar a conexiones neuronales en el sistema límbico que determinan nuestro comportamiento futuro; que en la infancia carecemos de redes neuronales para almacenar recuerdos pero éstos se guardan en la memoria inconsciente,que nos influye aunque ignoremos su existencia; que en el sueño procesamos el estrés, consolidamos la memoria, ensayamos la lucha por la supervivencia... y que junto al instinto existe el sistema de gratificación, mecanismo basado en la dopamina, similar a la libido de la que habló Freud.

El año Freud

El neurólogo vienés, nacido hace 150 años -la asociación Amics de Xoroi ha organizado actividades para lo que ha bautizado como el año Freud (www. xoroi. com)-, determinó que el yo no era una identidad compacta al valorar la existencia del inconsciente. Sin embargo, sus fuerzas no se consideran aún asunto de la medicina, sino más bien del pensamiento filosófico. El éxito del manual de autoayuda Más Platón y menos prozac no extraña a la comunidad científica; más bien agradece su contribución a descongestionar las consultas psiquiátricas ante la búsqueda generalizada de omnisoluciones del Estado.

El síntoma, camino hacia la causa

Pero el psicoanálisis es hoy, junto a una variedad de técnicas psicológicas, una oferta diferenciada en el self-service de la salud mental. Y, ante todo, una teoría de lo psíquico de la que han derivado múltiples corrientes aún negando algunos de sus aspectos. No pocos psiquiatras beben de él y está presente en la salud pública. Un estudio sobre la red pública catalana de salud mental demostró, hace una década, que el modelo psicoanalítico se utilizaba como único en el 25% de los centros y como predominante en el 50%. En países como Suecia y Finlandia, se subvencionan no ya terapias psicoanalíticas de tres meses como en España, sino un psicoanálisis de años y varias sesiones por semana. ¿Su valor intrínseco? Que no persigue la desaparición del síntoma: va en busca de las causas.
"Freud quiso hacer una ciencia en la que cabía la subjetividad y definir una ética rigurosa. El problema es que hoy todo vale para lograr resultados y el psicoanálisis se priva de muchas cosas: su oferta de curación no busca eliminar síntomas, no recurre a la sugestión, ni a convencer o dominar, no impone un modelo de normalidad. Es la práctica del habla y la escucha en la que el paciente es quien debe resolver su conflicto, con la ayuda de un analista que corrija su tendencia a evitar los mismos puntos oscuros", afirma Josep Monseny, psicoanalista y director del Institut Psicosomàtic de Barcelona.
Monseny observa dos grandes síntomas de nuestra época: angustia y depresión, y dos remedios: ansiolíticos y antidepresivos. "Freud no veía -dice- la angustia como una molestia que eliminar, sino como un síntoma de que algo sucede. Tomar en serio esta señal permite asumir los deseos inconscientes. Lo contrario equivale a destruir el piloto que avisa de que el coche no tiene gasolina".
Mientras un psicoanalista se pregunta una y otra vez por qué el paciente se expresa así, el neurólogo considera sus divagaciones meros sinsentidos. Y la banalidad se impone: ¿quién tiene tiempo y dinero para un psicoanálisis? Aunque algunos científicos se afanan en demostrar que la herencia de Freud está caduca, su tesis esencial sobre el poder de curación de las palabras es absolutamente vigente: los estudios neurológicos dicen que la psicoterapia puede producir cambios en el cerebro en pacientes depresivos en la misma medida que los psicofármacos. El hipocampo y el córtex cingular vuelven a su normalidad tras la terapia, de modo que la tan ansiada desaparición del síntoma no implica necesariamente ignorar la actividad consciente del individuo dopándolo.
"Sí, se sabe ya que la comprensión psicoanalítica relacional modifica las funciones bioquímicas", afirma M.ª Teresa Miró, presidenta de la Sociedad Española de Psicoanálisis. "Esta técnica no es sólo el diván y muchas sesiones: es una forma de comprenderse, una actitud. Sólo por descubrir las mezquindades de la mente humana ya es vital. Y los pacientes acuden, quieren a alguien que dialogue y no que les diga qué han de hacer. Que la ciencia insista en que no hay evidencias es como negar a un pianista o al oyente la capacidad de disfrutar de la música porque desconoce el mecanismo del sonido. Las neurociencias son las que explican cómo llegan las notas al oído y el psicoanálisis, el que interpreta o escucha la música".

Vicent Palomera

"El psicoanálisis -añade Vicent Palomera, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis- es el reino de la palabra. Por mucho que queramos reducir al hombre a sus neuronas, seguirá hablando y la palabra seguirá hablando en él".
Palomera advierte que hay una pasividad generalizada. "Los términos enfermedad, remedio,cura, implican la pasividad del afectado, mientras que el psicoanálisis le hace hablar, dirigirse a sí mismo, buscar a quien le ayude a encontrar en la palabra el recurso para acabar con su sufrimiento. Sufre de un exceso de sentido".
Existe la confusión, afirma, entre enfermedad y sufrimiento."La medicina contemporánea sabe que se puede estar enfermo sin sufrir y que se puede sufrir de algo que no es enfermedad: el que se siente infiel y culpable, el soltero que se siente solo, el intelectual atormentado... El fármaco no resuelve el problema. Y crea adicción. Pero, ojo, eso no significa que rechacemos las pastillas: a alguien muy angustiado que no puede ni hablar o quien entra en estados de delirio necesita medicación. Por otro lado, hablar puede mejorar la calidad de vida de un psicótico medicado. No son terapias incompatibles".
El miedo es lo que suele llevar a psicoanalizarse, sufrir por no comprender por qué se sucumbe al pánico: es lo que Freud llamó neurosis. El sabio vienés halló un método para abordar las neurosis y fobias que aún no conoce sus límites, según afirma Palomera. "Más que un filósofo o un científico era un neurótico que encontró la vía de entrada a la comprensión de los síntomas y el método para abordarlos: la asociación libre. Y ayudándose a sí mismo ayudó a muchos otros".