Jacques Derrida: Las invenciones del otro (descorporeizado)*. Neus Carbonell (Barcelona)

Con motivo de la aparición de número 5 de la revista Art&Co, dedicada en esta ocasión fundamentalmente al Cult Country en India, destacamos una excelente reseña de nuestra colega Neus Carbonell titulada “Puntos ciegos” sobre el libro Psyché: Inventions of the Other de Jacques Derrida.

Jacques Derrida se ha convertido en un nombre ineludible en el campo de la crítica cultural. Una paradoja, sin duda, para alguien que se dedicó con ahínco a deconstruir el papel del autor como fuente y garantía del significado de un texto. Sorprendentemente quizás, su influencia ha sido mucho más notoria en el ámbito de los estudios literarios y culturales que en el de la propia filosofía desde la cual habla. Se le ha reprochado que su obra lleva a cabo una desvalorización de esta disciplina puesto que sus trabajos reiteradamente señalan los efectos de la retórica –en tanto que condición del lenguaje-- en textos literarios, históricos, lingüísticos y filosóficos. Así, pues, más que una desconfianza en el lenguaje o en el valor de la verdad articulada en el texto, la deconstrucción de Derrida supone mostrar de nuevo cada vez como la retórica obstaculiza siempre ya (toujours dejà) la lógica del texto. Sin duda, él mismo ha afirmado que su insistencia en mostrar la naturaleza escrita de la filosofía se debe a que ésta a menudo se ha olvidado de ello y ha considerado que la verdad, el saber, la ética, podían circular directamente del pensamiento al habla sin pasar por la “écriture”, es decir, por los efectos de la retórica sobre el sentido.

Acusado de textualista, de relativista y de sofista moderno, denostado por la derecha y por la izquierda, su estilo de lectura atenta, minuciosa, preciosista, ha calado en la crítica cultural de los últimos años, aunque a veces no con el rigor que el mismo Derrida se impone. Así, el uso del término “deconstrucción”, que él mismo acuñó muy pronto en su andadura, ha caído a menudo en el abuso. Malinterpretado como “desmontaje”, se subestima el rigor con que este filósofo desmenuza un escrito para mostrar “sus puntos ciegos”, es decir, los efectos de la retórica sobre el texto que le abandonan a una paradoja fundamental: la necesidad de apoyarse en aquello mismo que socava su argumento, su verdad. Y eso es así porque existe una suerte de imposibilidad irreducible entre retórica y lógica, por llamarlo de alguna manera. Todo lo que debe ser enunciado en el lenguaje se desvía en algún momento, por necesidad, de la lógica sobre la que construye su argumento. Por eso una lectura atenta a los “puntos ciegos”, que son consecuencia de la diseminación del lenguaje y de la metonimia intrínseca al sentido, finalmente va a revelar lo más verdadero: la aporía sobre la cual se sustenta cualquier enunciado.

Psyché: Inventions de l’autre, apareció por primera vez en francés en 1987 (Éditions Galilée) y fue publicado de nuevo en 2003 con el añadido de dos artículos más y en dos tomos. La traducción al inglés del primer volumen con el título: Psyché: Inventions of the Other (Stanford University Press) no vio la luz hasta el año 2007. Esta versión recopila 16 artículos y conferencias publicados desde mediados de los años setenta a mediados de los ochenta. Fueron, sin duda, los años que se corresponden con la consagración de Derrida en el mundo académico, especialmente en los departamentos de literatura de Estados Unidos donde su triunfo fue rotundo, a pesar de que nunca dejó de ejercer la docencia, así como la defensa, de la filosofía en Francia. Aunque los trabajos publicados en Psyché habían aparecido anteriormente en diversas publicaciones en Estados Unidos, su recopilación adquiere una relevancia especial ya que el autor sugiere que todos ellos conforman una “teoría discontinua”, es decir una unidad, llamémoslo así, en la multiplicidad.

Llama la atención un pequeño, quizás imperceptible, cambio en la traducción del título francés al inglés. L’autre, en minúscula, se ha convertido en the Other, en mayúscula. Tal variación nos invita a una reflexión derridiana. Efectivamente, en el capítulo 8 del libro encontramos el magnífico estudio sobre la intraducibilidad de la traducción, “Las torres de Babel” que en inglés permanece en el original francés “Des tours de Babel”, y donde afirma nuestro autor: “Puesto que ningún significado se deja separar, transferir, transportar o traducir en otra lengua como tal (como significado), dirige directamente la traducción que parece rehusar. Es traducible e intransferible.

Hay sólo la letra, y es la verdad del lenguaje puro, la verdad como puro lenguaje” (224). En efecto, basta sólo una letra para mostrar aquello que del sentido no puede desgajarse del lenguaje. La letra inscribe la diferencia en el texto. En francés, autre y Autre no son lo mismo. De hecho, en el curso 1968-69, Jacques Lacan había dictado en París un seminario titulado D’un Autre a l’autre. Así, mientras que Autre designa el aparato simbólico, el lenguaje, el tesoro de los significantes, l’autre se refiere al semejante, al otro imaginario. Esta precisión, fundamental para entender la relación del sujeto con el mundo que se juega a diferentes niveles, simbólico, imaginario y real, queda obliterada en la traducción al inglés. The Other: ¿de qué otro se trata? Si es el otro como semejante, ¿porqué entonces adquiere la dimensión del Otro como singular, como nombre propio? ¿Es que sólo hay un Otro? ¿O hay otros?

Psyché, divinidad griega que personifica el alma, en francés nombra también un espejo montado sobre un marco de madera que se puede inclinar y que permite verse uno entero. Espejo, pues, y alma: he aquí lo que entraña la invención del otro. Por eso Derrida afirma que “la invención del otro implicaría que el otro permanece aún en mi, por mi y, en el mejor de los casos, para mi”. En un auténtico ejercicio de lectura y de retórica, Derrida resigue los vericuetos de la invención. En definitiva, ¿de qué se trata cuando se habla de la invención? Inventar es un acto performativo que supone la posibilidad de la iterabilidad. No cabe la posibilidad de inventar lo nuevo, sino de hacer surgir lo que ya estaba ahí. Por tanto, el otro no puede inventarse, es lo que no se inventa nunca: o bien es aquello externo que no se puede inventar o bien estaba siempre en mi. Así, pues, al otro no hay que inventarlo, afirma Derrida, sino “dejarlo venir”.

Todo texto inventa su otro, sería quizás la frase que uniría los 16 ensayos de este libro. Sin embargo ¿el otro es para Derrida exclusivamente el producto de un efecto retórico? Es cierto, que no se puede acusar ligeramente a este pensador de nominalista. Para él se trata más bien de cernir los efectos de la retórica sobre la realidad. Ello lo vemos claramente en el penúltimo ensayo que cierra este volumen, “Apartheid, la última palabra del racismo”. En él deconstruye, y denuncia, la importancia que tiene el poder de las nominaciones en el discurso racista. En efecto, “no hay racismo sin lenguaje” (379). Obviamente que Derrida no reduce el racismo a una cuestión retórica. En efecto, se refiere a la brutalidad del racismo con las torturas, la segregación, la violencia, en fin. Sin embargo, el racismo existe porque las palabras lo nombran y lo sostienen en la realidad: lo autorizan.

Derrida, que deconstruye la idea de la invención del otro, termina su libro con la idea del apartheid como un ejemplo de la invención del otro en el lenguaje y los estragos que ello causa. A pesar de la insistencia en los efectos de la escritura sobre los textos que tan elegantemente Derrida demuestra cada vez, sus argumentos tienen también su punto ciego. Ciertamente, no se trata de que todo sea reducible a la retórica. Nuestro filósofo no es tan ingenuo como para postular un argumento tan poco sutil. Sin embargo, podemos aducir, el lenguaje tiene efectos sobre los seres hablantes que no pueden atribuirse únicamente a la retórica, a la textualidad. El lenguaje toca al ser en algún otro punto que en el de la imposibilidad de reconciliar lógica y retórica. El lenguaje toca también el ser de goce, al fin y al cabo, ya Lacan nos enseñó que porque el ser habla, se satisface de “otra cosa” que de sus necesidades. Los brillantes ejercicios discursivos y retóricos de Derrida olvidan que los seres tienen un cuerpo al que sólo pueden abordar con el lenguaje (que Lacan llamó en 1973 “aparato de goce”) y por ello se satisfacen más allá de las necesidades. El racismo es una prueba de la intricada relación entre el lenguaje y el goce del cuerpo, sino: ¿cómo entender el poder de las nominaciones sobre las que el mismo Derrida insiste?

Sin duda, el apartheid implicaba a los cuerpos, les imponía la violencia de la segregación. Pero ello por algo más que por mero efecto del discurso. Derrida afirma: “La cuestión no es que los actos de violencia racial sean sólo palabras, sino más bien que tienen que tener una palabra” (379). Sin duda, pero eso responde a una cuestión más esencial, más radical si cabe: ¿Por qué una palabra impulsa la violencia del cuerpo? Para responder haría falta leer a Lacan, al menos. Pero eso sería otro texto...

*Publicado en Art & Co. Nº 5 Invierno 2009