Entre psicoanálisis y neurología, respuesta a José Manuel Álvarez*. Araceli Teixidó. Barcelona

Propongo las siguientes notas clínicas para tratar de la frontera y los puntos de encuentro entre el objeto de la neurología y del objeto del psicoanálisis.

Una mujer de unos cincuenta años, consulta después de la intervención quirúrgica de un tumor cerebral de su marido. Intervención que le salvó la vida a costa de importantes pérdidas: quedan como secuelas una afasia de expresión, acalculia y cierta infantilización y dejadez personales que hacen de él un desconocido para ella.

Importantes consecuencias para la mujer puesto que él era su interlocutor, él era el que puso fin con su presencia y palabras a un importante exceso pulsional en la juventud.

Él marido, antes grave, se muestra jovial sin motivo. Su comportamiento y las manifestaciones acerca de su vida la desorientan. Su ser se ve conmovido: ya no sabe quién es para él.

Muy angustiada, se suceden ocho sesiones en que dará cuenta del malestar desatado. Hasta que la angustia se detiene cuando puede dar cuenta ella misma de la rabia que siente contra el marido por no haber consultado antes al médico por los síntomas neurológicos que ella notaba hacía tiempo. Poder aceptar la rabia contra el enfermo detiene su angustia, promueve una rectificación subjetiva que consiste en una adecuación de su sufrimiento a la situación y riesgo actuales del marido y finalmente el poder tratar su posición subjetiva en relación a todo ello.

Puestas las cosas así encuentra para su vértigo una causa no neurológica: no hay planificación posible en la vida pero lanzarse, como hace, a los juegos de azar sólo la perjudicará. Cesa el vértigo.

El trabajo continuó algunas semanas más hasta que se produjo una reorganización libidinal a partir de la aceptación de la pérdida y de la imposibilidad del tratamiento para restituir lo perdido.

El terreno de estas notas clínicas es el psicoanálisis. Pero se trata de cuestiones que tiene que ver con la neurología. Hay un paciente intervenido de un tumor cerebral. Las secuelas subjetivas las desconocemos porque nuestro paciente no es él, pero podemos reconocer una configuración puramente neurológica:

1. La afasia impide el uso habitual de la palabra. Otra cuestión son las posiciones subjetivas: sujetos que se desesperan, otros que lo aceptan resignadamente desde el principio, otros que buscan medios para explicarse… También podríamos hablar de las posiciones de los interlocutores habituales, desde el que identifica la afasia a la demencia hasta el que pacientemente recoge los signos y espera para poder interpretar. Pero siempre tenemos que contar con el límite que la lesión cerebral impone.

2. La acalculia impide el manejo de las cuentas familiares por ejemplo. Traté a un empleado de banca que se resintió mucho de este déficit, otro lo vivió como una liberación. También es frecuente que los familiares que deben sustituir a los pacientes en esta tarea cotidiana hablen de ello y traten de la reorganización de esta tarea familiar.

3. La infantilización y la dejadez. Por lo que relata la paciente seguramente se trata de moria, trastorno que aparece en lesiones frontales. Se caracteriza por euforia, jovialidad, desinhibición del comportamiento, descuido en el vestir y la higiene, procacidad y liberación de impulsos sexuales. No es debida a un acontecimiento de lenguaje. Es debida a una lesión cerebral. No hay dolor subjetivo, por el contrario suele procurar una vacía sensación feliz al sujeto. Quien no lo vive tan bien son las personas más próximas afectivamente, que se ven confrontadas a cambios muy importantes en la configuración pulsional de sus partenaires.

Respecto de la paciente localizamos un síntoma que puede ser leído en clave neurológica o psicológica: el vértigo. El neurólogo y el otorrino ya habían desestimado causa orgánica. El diagnóstico psicológico queda en suspenso hasta confirmación del sujeto que en este caso se producirá durante nuestras entrevistas: efectivamente se trata del vértigo ante la presencia de lo real independiente del control humano, vértigo que cesa tras esta explicación pudiendo imponer ella misma una restricción al empuje pulsional.

Respecto a esta mujer vemos además que hay una pérdida de calado en relación a su lugar en el deseo de su marido y por los efectos que para ella tenía su relación. Efecto no neurológico del daño cerebral del marido. Quedaría por dilucidar en qué lugar situamos la afirmación del marido que causó la consulta de la paciente. Poderlo situar dependería en parte de lo que diga el sujeto.
Vemos por tanto que aún cuando sólo por el lenguaje introducimos la pérdida, no podemos confundir las secuelas de una lesión cerebral con las consecuencias subjetivas del daño.
Digamos finalmente que no podemos desconocer que para hablar, además de unas coordenadas simbólicas necesitamos un sustrato neurológico.

* En los comentarios al artículo de Joaquín Caretti “A propósito de ‘Neurociencia y ética” publicado el 23.04.08 en este blog. Ver aquí: http://www.blogelp.com/index.php/2008/03/23/a_proposito_de_neurociencia_y_etica_joaq#comments