El sentimiento de la realidad. Vicente Palomera (Barcelona)

La realidad psíquica es la realidad social.

“No distinguimos entre la realidad psíquica y la realidad social. La realidad psíquica es la realidad social” ("Hacia Pipol 4"). Con este enunciado, J.-A. Miller volvía a retomar, diez años después, lo que había desarrollado en Gante, el 1 de marzo de 1997 en una intervención sobre “El aparato de psicoanalizar” (Quarto nº 64, revista de psicoanálisis de la ECF en Bélgica, 1998). En ella, Miller hizo una descripción, muy a ras de tierra, de la operación analítica, indicando que la relación analítica “puede ser calificada, según los criterios más objetivos, de social (…) el aparato de psicoanalizar trata lo mental supuesto por lo social”.

Por tanto, la paradoja de ese enunciado “la realidad psíquica es la realidad social”, se resuelve si tenemos en cuenta, primero, el modo freudiano de abordar el funcionamiento psíquico. Como Miller señala, “las categorías freudianas que encuentran su inscripción en lo social son numerosas. La identificación es en verdad una inscripción psíquica de una realidad social, constituída en la sociedad. La relación de objeto también puede ponerse en esat serie. Igualmente se puede añadir la transferencia”.

En segundo lugar, en la enseñanza de Lacan, nos encontramos con algo parecido. Miller recuerda que, desde el comienzo, Lacan incluye la relación con el Otro, es decir, lo social en cuanto tal, en lo mental: "Hay, en Lacan, una socialización de lo mental, incluso una socializad primordial, primaria, de lo mental. Esta orientación está claramente determinada en él desde antes de su entrada en el psicoanálisis. Su tesis sobre La psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad empieza por una definición social de la personalidad. Cuando, en su texto sobre Los complejos familiares, intenta un compendio de las posiciones freudianas, su punto de partida es la instancia de la familia considerada como una instancia social, con referencia a la sociología de Durkheim como clave. La referencia social se hace para separar el abordaje de lo mental de sus coordenadas naturales. Es en este intermedio de la oposición entre naturaleza y sociedad, entre lo natural y lo social, donde se puede inscribir la experiencia freudiana”. Es por todo esto que, para Lacan, la relación del sujeto con el Otro es primordial para entender el funcionamiento psíquico, lo que le llevaría a dar una definición del inconsciente que se inscribe como un vínculo social. Todo esto llevó a Lacan a dar, en su última enseñanza, la provocativa proposición según la cual "la neurosis depende de las relaciones sociales". Decir que "la realidad psíquica es la realidad social" implica que es por efecto del lenguaje en el cuerpo, por los dichos y no-dichos parentales que nos determinan, que se produce nuestra inserción en el mundo.

2. A sense of respect.

Es interesante recordar que, en el momento de redactar su tesis, Lacan se había interesado en The analysis of mind de Bertrand Russell. Era justo en un momento en el que se esforzaba en dar cuenta de la estructura de los "fenómenos elementales" en la psicosis paranoica y poner de relieve el decisivo papel de la experiencia afectiva de los “complejos familiares” en la constitución del mundo de la realidad, en las categorías del tiempo y el espacio. En este contexto, Lacan señala un rasgo relevante de The analysis of mind, en el momento preciso en que Russell no puede evitar admitir en su teoría genética de la percepción la función del "sentimientos de realidad", a la que, con un sentido de lo concreto propio de los anglosajones, remite al "sentimiento del respeto" (Lacan, J., La psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad, Siglo XXI, p.122).

En efecto, Russell intenta responder a la pregunta siguiente: ¿qué permite que distingamos entre los productos de la imaginación y otros contenidos de la mente, como la memoria de las cosas que nos han ocurrido realmente? Russell piensa que para establecer la diferencia existe un sentimiento especial de la realidad, este sentimiento de la realidad es un “sentimiento parecido al respeto” (“The feeling of reality is a feeling akin to respect: it belongs primarily to whatever can do things to us without our voluntary co-operation. The feeling of reality, related to the memory-image, and referred to the past by the specific kind of belief-feeling the is characteristic of memory, seems to be what constitutes the act of remembering in its pure form”). Ese sentimiento de la realidad, parecido al respeto, permite diferenciar entre lo “real” y lo “imaginario” (“the feeeling, analogous to respect, which we translate by saying that something is “real” as opposed to “imaginary”).

El problema es que el sujeto del que habla Russell no es el mismo del sujeto de la experiencia alucinatoria de la que habla Lacan. Para Russell la realidad es clara y simplemente lo que percibimos: de un lado, hay lo que percibimos del mundo; luego, ésta percepción deja una huella mnémica, una memoria, de la que podemos decir si es real o no. Finalmente, la creencia en la realidad depende luego de un sentimiento relacionado con el respeto (akin to respect).

Una observación de tal calibre no podía dejar indiferente a Lacan quien sabe bien que el inconsciente interviene ahí donde la estructura significante se interpone entre la percepción y la consciencia. Desde el Proyecto de una psicología para neurólogos, la relación entre percepción y memoria es algo más bien variable. La inscripción de la realidad percibida en la realidad psíquica necesita de la creencia para que la realidad se inscriba en la realidad psíquica. Freud descubre precisamente que puede haber percepción de la realidad sin que haya “respeto” -como dice Russell- de la misma, es decir, sin creencia, sin convicción en lo percibido. La experiencia clínica no hace más que darle pruebas de este hecho. Quizás la lengua alemana le ayudó a Freud a contrastar entre realidad percibida (Realität) y realidad efectiva (Wirklichkeit).

La Realität, la realidad exterior, “lo percibido”, en el análisis de Russell, puede no ser respetada, y por tanto resultar ineficaz, no funcionar, en el sentido de Wirklichkeit (que proviene del verbo wirken: producir, operar, tejer, tener o causar efecto) y remite a lo que, de la realidad percibida (Realität) ha causado impresión y ha tenido efecto eficaz como realidad. En este sentido la Wirklichkeit es la Realität transformada, fecundada por el la convicción o la creencia del sujeto cuando ésta penentró en la trama de lo percibido. Así, una realidad percibida sin creencia no es eficaz, no se constituye como Wirklichkeit,. Esto lo que Freud llamó Versagen des Glaubens, descrédito o increencia, refiriéndose a la psicosis (“En la paranoia, cosa curiosa, Freud nos aporta este término que les ruego mediten en su surgimiento primordial, Versagen des Glaubens. En ese primer extraño, respecto al cual el sujeto debe ubicarse de entrada, el paranoico no cree”, Seminario sobre La Ética del psicoanálisis, p.70).

Parafraseando a Russell, podriamos decir que para que los significantes funcionen en el inconsciente el sujeto debe respetar los significantes que percibe y esto es particularmente cierto en el caso de un significante esencial, el significante del Nombre-del-Padre. En el Seminario III, sobre Las psicosis, Lacan desarrollará una nueva manera de pensar la psicosis como una falta de creencia, como una Unglauben, del significante del Nombre-del-Padre.

De hecho, en 1946, Lacan había atisbado esa capacidad del padre para precipitar un cambio de la posición del sujeto gracias al complejo de Edipo, expresando que éste produce una transformación del espectáculo del mundo, es decir, modificar su posición respecto al Otro.

3. Aglutinación subjetiva.

Podemos decir que esa “fecundidad” subjetiva del complejo de Edipo es tal en la medida en que éste permite superar los dos complejos precedentes: el “complejo de destete” y el “complejo de intrusión”. Entre ambos, entran en juego la rivalidad y la identificación imaginaria. En “Acerca de la causalidad psíquica”, Lacan lo expresa en estos términos: “El complejo de Edipo revela ser en la experiencia capaz no sólo de provocar, por sus incidencias atípicas, todos los efectos somáticos de la histeria, sino también de constituir normalmente el sentimiento de la realidad. Una función de poder y a la vez de temperamento; un imperativo no ya ciego, sino "categórico"; una persona que domina y arbitra el desgarramiento ávido y la celosa ambivalencia que fundamentaban las relaciones primeras del niño con su madre y con el rival fraterno: he aquí lo que el padre representa, y tanto más, al parecer, cuanto que se halla "retirado" de las primeras aprehensiones afectivas. Los efectos de esta aparición se expresan de diversas maneras en la doctrina, pero está bien claro que aparecen en ella torcidos por las incidencias traumatizantes, en las que la experiencia los ha dado primeramente a advertir. Me parece que se pueden expresar, en su forma más general, así: la nueva imagen hace "precipitar en copos" (“floculer”) en el sujeto todo un mundo de personas que, en la medida en que representan núcleos de autonomía. cambian completamente para él la estructura de la realidad. No vacilo en decir que se ha de poder demostrar que esa crisis tiene resonancias fisiológicas, y que, por muy puramente psicológica que sea en su resorte, se puede considerar a cierta "dosis de Edipo" como poseedora de la eficacia humoral de la absorción de un medicamento desensibilizador. Por lo demás, el papel decisivo de una experiencia afectiva de este registro para la constitución del mundo es tan evidente, que alguien como Bertrand Russell, no puede evitar admitir en su teoría genética de la percepción la función de un "sentimientos de distancia", a la que refiere al "sentimiento del respeto".

4. Trozos escogidos.

El hombre tiene que ver con trozos escogidos de la realidad. Esto es, a decir verdad, lo que designa la Wirklichkeit. Resulta muy evidente que lo que llamamos “la realidad”, es decir, las cosas del mundo humano que nos envuelven, son cosas de un universo estructurado en palabras. Sin embargo, si bien el lenguaje y los procesos simbólicos se presentan gobernando el mundo que percibimos, la cuestión que se plantea es en qué medida cada uno de nosotros fracasa en su esfuerzo por insertarse en este universo simbólico. En cierto sentido, la clínica psicoanalítica nos permite calibrar el logro o el fracaso de la inserción del sujeto en lo simbólico. Lacan señala que “la realidad sólo es percibida por el hombre, al menos en estado natural, espontáneo, bajo una forma profundamente elegida. El hombre tiene que ver con trozos escogidos de la realidad” (p. 62), de tal suerte que lo que llamamos “subjetivación del mundo” es en sí un trabajo sobre la realidad. Pero este trabajo de subjetivación tiene algo que lo complica. Es lo que Freud llamó Das Ding en el Proyecto de una psicología para neurólogos. Das Ding es lo que emborrona nuestra percepción. Si el psicoanálisis no se confunde con ninguna psicología cognitivista o behaviourista es precisamente por tomar en cuenta este descubrimiento. el descubrimiento de lo que complica la adaptación del sujeto a la realidad. Hay siempre un real que resiste a la subjetivación. Es justamente en este lugar de lo que escapa a la relación del sujeto con el Otro, donde va a alojarse un real no asimilable.

En verdad, Das Ding es eso que del sujeto resiste a la inserción, y por ello queda como límite de la experiencia humana, como aquello que de lo humano es inhumano, como el límite de nuestra propia inserción el Otro, extranjero como el primer exterior del sujeto entorno a lo cual se orienta todo su caminar. Das Ding se presenta entonces como el objeto perdido que es exterior al sujeto, fuera del límite del vínculo el Otro, pero habitando en su interior.

5. Puntos elegidos.

En el Seminario XXIII, El sinthome, la realidad está tomando en relación al sinthome, o major, al nudo como el soporte mismo del sujeto. Lacan considera que la experiencia subjetiva está sostenida y soportada por diferentes elementos que se entrecruzan hasta formar lo que llama la trenza subjetiva (Seminario XXIII, p.54). La realidad psíquica estaría pues constituida por acontecimientos que conjugan las tres dimensiones de la palabra que constituyen la subjetividad: la dimensión de lo imaginario, de lo real y de lo simbólico. En cada acontecimiento de nuestra vida se conjugan represantaciones de cuerpo (I), rasgos del lenguaje (S) y puntas de goce (R). Lo que puede plantear dificultades es el modo en que estos tres registros se anudan o no.

Lacan utiliza la teoría de los nudos para explorar lo que hace posible la construcción de un sinthome. Para construir un sinthome hay que pasar de la trenza al nudo y para ello se necesita una “floculación terminal” de la trenza subjetiva, lo que supone pues una cierta precipitación sólida de esa trenza y, para ese pasaje de la trenza al nudo del sujeto, hay que suponer que “sobre la totalidad del texto (…) hayan determinados puntos elegidos (…) Es en esto que consiste el sinthome”. ¿Cuales son esos puntos elegidos capaces de enlazar esa trenza y transformarla en nudo? O, más bien ¿qué son los puntos elegidos? Son los dichos y no-dichos parentales que nosh an determinado, en nuestra inscripción en el mundo. El modo de ser aceptados por nuestros padres, impregna nuestro modo de hablar. Esta impregnación deja marcas que persisten a lo largo de una vida. Entre esas marcas, algunas que son más decisivas que otras. No todos los dichos o silencios tienen el mismo valor. Lo que determina el valor de una marca es fruto de su encuentro con el cuerpo, es decir, el efecto que ha causado sobre uno. Lo dice Lcan en su Conferencia de Ginebra, dedicada al síntoma: “Es en el encuentro de estas palabras con el cuerpo que algo se dibuja”.

Que algunas marcas sean más decisivas que otras se debe a que cristalizan algo de lo vivo en la lengua. Es esto lo que Lacan llama “punto elegido”, es esa “cristalización” de lo vivo del lenguaje en la lalangue. Para que haya un punto elegido no basta con que una palabra o un silencio haya encontrado un cuerpo, también hace que falta que el cuerpo sea sensible. Es preciso para que una palabra, una frase o un fonema devengan puntos elegidos que movilicen lo vivo de la lengua. Esto es lo que puede abrirle al sujeto la vía del sinthome.

Una viñeta puede ilustrar la vía posible de la trenza al sinthome, es decir, a una posible formación del nudo del sinthoma. La tomo de la presentación de un caso que Pierre Naveau presentó en las Jornadas de la SLP-ELP, en Milán (véase la página web del Encuentro Pipol 4: http://ri2009.champfreudien.org/).

Se trata de un hombre de 58 años que no trabajaba desde hacía 10 años. Era un caso de desinserción y al borde de acabar como un “sin techo”. La Administración le pide que haga un esfuerzo y tome contacto con un analista, quien intervendrá en dos ocasiones. La primera, para preguntarle si podría ir a las entrevistas sin haber bebido. Y, una segunda vez, al intervenir después de que el paciente dijera “Siempre he sido un marginal. Ahora soy un clochard”. La analista le interpeló diciendo: “Un marginal y un clochard no es la misma cosa”, separando estos dos significantes. Al cabo de cuatro meses el paciente agradece a la analista diciéndole: “Usted apostó por mí. Me he sentido sostenido por usted, porque sentí que confiaba y apostaba por mí”. Consiguió encontrar un trabajo. El tratamiento le permitió relatar lo que fue un grave accidente de la vida. Pudo decir por primera vez que, para él que había perdido a su padre a la edad de 9 años, la causa de la caída gradual en lo peor fue la muerte súbita de su suegro. Cuando se lo presentaron, el padre de la mujer con la que se casó le había hecho la misma pregunta que la analista: “¿Puede mantenerse sin beber?¿Eres capaz de no beber y llevar un traje y corbata? El paciente le había respondido que sí. No solo le concedió la mano de su hija, sino que le consiguió un empleo en una gran empresa. El suegro le transmitió algo de lo que estaba desprovisto: la pasión por ganar. Esta era su pobreza. No tenía ganas de nada. El suegro le inyectó un plus de goce bajo la forma de pasión por el juego. Empezó diciendo: “No soy nada. Soy un resto” Durante el tratamiento llegó a decir: “Soy un jugador”. Tras la muerte de su suegro vino la caída que lo llevó a la desinserción, debido, por un lado, a que le confiaron responsabilidades demasiado pesadas y no pudo hacerles frente y, de otro, cuando su amante le comunicó que su esposa que le había engañado con su mejor amigo. Gracias al tratamiento en el CPCT, este hombre retomó su contacto con su ex-mujer y con sus tres hijos.

Esta breve viñeta nos muestra que los “puntos elegidos” surgen de los encuentros contingentes entre los dichos y el cuerpo vivo. ¿Cómo se movilizaron esos “puntos elegidos” en los encuentros con el analista? Vemos dos intervenciones del analista, lo que le dijo; pero, también, los silencios, que permitieron hacer resonar algunas intervenciones “parentales” que le habían determinado. Este tratamiento limitado hace ver cómo algunos de esos puntos elegidos en la trama subjetiva le abrieron a este hombre una vía de la trenza subjetiva al nudo del sinthome. Nos muestra, también, que el espectáculo del mundo está sostenido en una estructura significante, que el sentimiento de realidad reposa en coordenadas simbólicas. Basta con que lo simbólico sea tocado para que el sentimiento de realidad vacile. Se ve cómo el Nombre-del-Padre, o un sinthome, puede llegar a sostener y aglutinar la imagen del mundo, es decir, la inserción o desinserción de un sujeto en él.

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