El deseo no es la potencia | José Ramón Ubieto
En la sociedad del rendimiento todo el mundo debe optimizar su cuenta de resultados. En el deporte, donde el 80% de los casos de doping en el fútbol americano es por consumo de anfetaminas, o en el mundo de los negocios donde la moda, entre los jóvenes brokers de Wall Street es la ingesta de psicoestimulantes para ser más productivos. En los dos casos se trata de medicamentos previstos inicialmente para el TDAH.
¿Por qué el sexo iba a ser diferente? Ya hace veinte años que el viagra funciona para los hombres y no sólo para maduros necesitados, también para jóvenes que no quieren “fallar”. Ahora es la hora de las chicas. Fin de la discriminación, ¿quién estaría en contra?
El pero es otro y empieza por el malentendido del nombre “viagra femenino”, demasiado simétrico al de los chicos. El viagra asegura la erección y con ella la potencia pero el deseo no es la potencia. El deseo es otra cosa más compleja y difícilmente reducible a un equilibrio de los neurotransmisores como pretende la fliblanserina.
La dificultad en conseguir la aprobación de la FDA americana y demostrar que sus efectos superan al placebo no es ajena a esta complejidad. El DSH (deseo sexual hipoactivo), otra etiqueta que señala la ausencia de deseo por parte de algunas mujeres, la mayoría con pareja estable, va camino de convertirse en un nuevo pretexto para mayor beneficio de algunos laboratorios.
Freud señaló la impotencia, la frigidez, la anorgasmia y otras inhibiciones como episodios normales en la vida sexual de todo sujeto. Nadie funciona a pleno rendimiento todo el tiempo y con todo el mundo. Él mismo indicó el resorte del deseo femenino: la fantasía sexual. Las escenas imaginarias que cada mujer recrea son el verdadero estimulante de su deseo y goce sexual.
Son escenas variadas y no siempre políticamente correctas. A veces se trata de fantasías de abuso, violación o castigo. Algunas imaginan ser otra mujer en el acto o se ausentan de él imaginariamente. Activar esas fantasías, recrearlas, es un ejercicio en el que la pareja también puede colaborar con sus palabras retroalimentando así el deseo.
Fuente: El Blog de José Ramón Ubieto.
Psicoanalista miembro de la ELP y AMP. Profesor de la UOC.