El Buscón -Boletín de las XII Jornadas de la ELP-. (Selección 6). Ivana Manfrad, Eugenio Castro, Ricard Arranz, Antonio García Cenador, Estanislao Mena, Lidia Ramírez, Oscar Ventura.

REBELDES
Ivana Manfrad

Quiero compartir un fragmento de Rebeldes, una preciosa novela que relata en primera persona, de manera franca y desgarrada, las idas y venidas de un grupo de chavales jóvenes que integran una de las llamadas bandas urbanas. En los suburbios de las grandes ciudades es donde estos jóvenes se mueven, de manera marginal y en un constante desafío a unas normas y a unas leyes que sienten ajenas, las del mundo de los adultos.

En mi práctica me he encontrado con adolescentes atrapados en este tipo de errancias, chicos que se enorgullecen de haberse fugado de casa, de haber dormido en la calle, de entregarse al consumo de sustancias prohibidas y de vivir al filo de la ley, contabilizando como un trofeo cada ocasión en que son detenidos por la policía o cada marca que queda en su cuerpo tras una pelea. Se trata de chicos y chicas, pero mayoritariamente chicos, librados a su suerte por sus adultos. Padres y profesores, en ocasiones los colocan bajo el epígrafe de rebeldes y transmiten que con ellos no hay nada que hacer, en una suerte de dejación de responsabilidades ante lo que les ha tocado en la vida. Los chavales hacen, además, de ese rasgo de rebeldía su bandera, colocando a sus adultos en posición de impotencia. Cada caso es una historia, varias historias…

El fragmento del libro que refiero es una conversación entre dos amigos tras la muerte de un tercero en una pelea:

-Estoy enfermo de todo. Enfermo y harto. Bob era un buen tipo. Era el mejor colega que nadie haya tenido nunca, es decir, que peleaba como nadie, era un tío guay y todo eso, pero también era una persona de verdad. ¿Te enteras? -asentí con la cabeza-.

Está muerto; su madre ha sufrido una crisis nerviosa. Lo habían mimado hasta pudrirlo. Es decir, casi todos los padres estarían orgullosos de un hijo así, de buen aspecto y listo y todo eso, pero siempre cedieron ante él. Intentó siempre conseguir que alguien le dijera “No”, pero no fue capaz. Nadie lo hizo. Eso es lo que quería. Que alguien le dijese “No”. Conseguir que alguien dispusiera la ley, fijase los límites, le diera algo sólido en que apoyarse. Eso es todo lo que quería, en serio.

Una vez... -Randy esbozó una sonrisa, pero yo sabía que estaba a punto de llorar-, una vez llegó a casa más borracho que nunca. Estaba seguro de que sus viejos se iban a subir por las paredes. ¿Sabes qué hicieron? Pensaban que aquello era algo que “ellos” habían hecho. Creían que era culpa suya, que le habían fallado o que le habían conducido a ello o algo por el estilo. Cargaron ellos con la culpa y a él no le hicieron nada.(1)

La oportunidad de tomar la palabra en el dispositivo analítico permite a los adolescentes que la encuentran y que consienten la posibilidad de responsabilizarse y poner un freno a sus actuaciones y a sus errancias. También permite a los padres y a los profesores hacerse cargo de su propia parte, de su propia historia, para poder colocarse del lado que les corresponde y jugar su partida, su deseo.

Así, tal vez, podrán ofrecer la posibilidad a estos jóvenes de pasar al lugar de rebeldes con causa…o, dicho de otra manera, de rebeldes con Otro. Un lugar menos peligroso.

Notas:
1-. Susan E. Hinton, Rebeldes. Ed. Alfaguara serie roja. 60ª edición. Pág. 127

*********

LA CULPA EN LA MALATÍA DE LA MENTALIDAD DE PESSOA
Eugenio Castro

0.- ¿Bajo qué forma, me he preguntado, aparece la culpa en el escritor portugués Fernando Pessoa, prototipo excelente de la llamada Malatía de la Mentalidad que creó esa literatura tan singular de los heterónimos? Jakobson dedica un artículo a “Los oxímoros dialécticos de Fernando Pessoa” pues la malatía de la mentalidad es efectivamente un oxímoron, una agudeza tonta aparentemente contradictoria. Es un no existe el Inconsciente pero ek-siste bajo la forma de sinthome como en Gracián, en Joyce y mas ostensible en Pessoa.

1.- El rechazo de toda culpabilidad ante la que se sentía inocente frente al Destino fatal, le retornará como un “infierno frío” (Lacan) en forma de vacío insoportable. Como una falta que bien pudiéramos nombrar como agujero negro. Pessoa escribe sobre esa sensación: “Negro, vasto vértigo alrededor del vacío, movimiento de un océano infinito en torno a un agujero de nada, y en las aguas que son más giro que aguas boyan todas las imágenes de lo que he visto y oído en el mundo... van casas, caras, libros, cajones, rastros de música y sílabas de voces en un remolino siniestro y sin fondo…geometría del abismo; soy la nada en torno a la que gira este movimiento” (Libro del Desasosiego).

A la vez lalengua de lo oído en trozos de voces, el vértigo del vacío e inmediatamente la creación de los primeros heterónimos imaginarios, de la mentalidad. Lacan dice que la mentalidad no quiere saber nada de lo Real del goce introduciendo una debilidad por la intuición de lo simbólico que es lo Imaginario ( Seminario 22 RSI 10/12/1974).

Ese “nudo mental” que es lo Imaginario es lo que anudará como cuarto y será el Sinthome en Pessoa, sus heterónimos. “Todo lo que es mental, es lo que yo escribo con el nombre de sinthome, es decir signo” (Seminario 25 L’insu…).

Este vacío está en su propio nombre, Pessoa que, en portugués, es a la vez Persona y Nadie. Pessoa sabe que “persona” es también máscara. Por ello se le podría nombrar como Pessoâs el Sinthome.

2.- El desencadenamiento de su síntoma aparece según escribe, a los cinco años, cuando muere su padre que había dejado años antes a la familia para irse a vivir a otra casa y no contagiarla de la tuberculosis que acabó con su vida. “No tenía yo mas de cinco años y, niño aislado y que no deseaba sino permanecer así, ya me acompañaban algunas figuras de mis sueños, un Capitán Thibeaut, Un Chevalier de Pas” (de Paso/de No) o un Jean Seul (Solo) como dirá mas tarde.

Es a partir de ese aislamiento cuando decide acompañarse de la creación de personas, pessoas imaginarias que llamó mas tarde heterónimos u “otra mentalidad”. Personajes (pessoas) escritores como él pero que tenían su vida propia, que nada tenían que ver con él y en las antípodas de sus profesiones, salvo que escribían. Alguna vez hasta hizo una entrevista para una publicación a uno de sus heterónimos. Dichos heterónimos le libraban de sus momentos de despersonalización y de extrañeza del mundo y de la vida.

3.- ¿Qué lógica recorre Pessoa en ese viaje que va desde su vacío como agujero negro hasta el Sinthome? La respuesta creo que se puede hallar en lo que escribe como “mi destino numerador”. Recordemos que su culpa la carga sobre las espalda del Destino. En efecto, fue durante gran parte de su vida contable de una empresa de comercio en la que se ocupaba de las relaciones internacionales en inglés y francés, lenguas que dominaba desde adolescente y en las que escribió poesía sobre todo. Pessoa vivía de ese trabajo pero lo que interesaba verdaderamente y con pasión era su escritura. Lacan, el Numero como Real de lo Simbólico lo coloca en sus Nudos Borromeos en ese simbólico que limita el campo del Goce Otro o No-Todo y el Objeto a. Hay además el simbólico de las palabras y el de la letra que bordean, respectivamente, el Sentido y el Goce Fálico. Pues bien, esa contabilidad del trabajo-goce que a Pessoa le sirvió para subsistir y para hacer lo que era su disfrute mayor como goce de la escritura, creo que están trabados. Su creencia en la numerología teosófica o en La Cábala es una forma de explorar lo oscuro, lo Real a través del número. Si se fijan donde Lacan coloca el Sinthome en sus dibujos del Nudo Borromeo, verán que es un deslizamiento que crea un campo nuevo fuera del Goce Otro o No-Todo y al lado del Goce Fálico.

De ahí que diga Lacan en el Seminario 25 que la “punta de lo mental es lo que cuenta, la aritmética”. La susodicha “punta de lo mental” hace una entreverado, un abigarramiento, una inmixcursión de lo Imaginario en el campo de lo Real teniendo en el otro borde a lo simbólico del Numero que cuenta el goce y descendiendo ese entreverado de Imaginario entra en otro espacio en donde su borde simbólico es el de la letra.

La aritmética que cuenta es entonces la forma de orientación levógira que Lacan mantuvo hasta que se topó de bruces con Joyce y el Sinthome. En todo caso IRS era la Ciencia entonces, en tanto el Psicoanálisis su orientación era SIR, como si fuera en inglés Sir o Sire en francés, es decir un Discurso del Amo-SIR que orienta al Discurso del Analista: El Discurso del Inconsciente. Es así como creo que Lacan construye el Sinthome desde la ”punta de lo mental”. El Sinthome mas tarde será una cuerda aparte que anude lo SIR.

4.-Pessoa publicó en vida, en 1926, cinco artículos sobre comercio para la “Revista de comercio y contabilidad” que dirigía su hermanastro, yerno del segundo marido de su madre. Fue su padrastro quien le orientó hacia sus estudios de comercio en la época en que Pessoa vivió en la sudafricana ciudad de Durban. Fue un “destino” pragmáticamente aceptado por Pessoa aunque fuera a regañadientes.

5.- Los heterónimos, en los años finales de la vida de Pessoa empezaron a tambalearse, haciéndoles desaparecer del mapa en 1915 y 1919, convirtiendo a Bernardo Soares en un ortónimo, él mismo, el del Libro del Desasosiego que fue su diario durante años y hasta el final de su vida. La desaparición de los heterónimos hizo retornar sus episodios de despersonalización y extrañamiento del mundo y tristeza, coetáneos al fracaso con Ofelia Queiroz la única novia que se le conoció y con la que la cifra del goce del amor para casarse, se cifraban para Pessoa en las mil libras que esperaba de un premio literario inglés que nunca llegó. En 1920 Pessoa había conocido a Ofelia cuando empezó a trabajar en su empresa. Tenían en común sus estudios de comercio y Pessoa se enamoró de ella al creer acertar el número de su común goce. Se enamoró con la forma de amor que Lacan cita en el título de su Seminario 25: Línsu… s´aile á mourre”, como en el juego italiano de La Morra, acertar la cifra del otro. Pessoa tenía la clarividencia de la imposibilidad de relación de proporción sexual con una mujer y su imposibilidad de amar. No acertó que las mil libras nada le importaban a Ofelia, por lo cual decidió dejar este amor sintomático por otro con el que apañaba bastante bien, su Sinthome. Un nuevo fracaso contable de la segunda empresa que creó para hacer una editorial propia creo que incidió decisivamente en “mi destino numerador” y es cuando los heterónimos se van desatando y Pessoa con ellos. Intentó entonces la vía salvadora de su patria la lengua portuguesa como un amago de mantener trabados RSI apareciendo como la resurrección del rey Don Sebastiâo (desaparecido en la batalla de Alcazarquivir en 1578) y la instauración del Quinto Imperio anunciado por el profeta Daniel. Fue un intento de colocarse en el lugar de excepción como salvador de su patria la lengua portuguesa.

6.- La culpa de la que Pessoa se desquita, cargándola a hombros del Destino es como cargarla al Inconsciente que había rechazado después de leer a Freud. Quizás fue su forma de desabonarse del Inconsciente como Joyce. Pero el Inconsciente no perdona, no se es impune ante el Inconsciente que siempre nos recuerda enmerdante la culpa original. Si el inconsciente está estructurado como lalengua en el equívoco, en el sinsentido, lo que le queda con su rechazo es el vacío infernal que es el ente mismo de la falta.

7.- Pessoa intentó en su juventud otra solución con la amistad profunda y el amor a su alter-ego Mario de Sá Carneiro: Los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos pensamientos, dos en uno, uno en dos, una especie de “como si”. Una alternativa a los heterónimos. Pero el suicidio de Sá Carneiro a los 25 años acabó con esta solución. Había tenido sus efectos en la creación del grupo literario Orpheu y su revista que marcó la Renascença de la literatura portuguesa.

8.- Pessoa está enterrado, con todos sus heterónimos, en el Monasterio lisboeta de los Jerónimos al lado de Camoens, Vasco de Gama y Saramago.

*********

IMPUNIDAD Y RESPONSABILIDAD
Ricard Arranz

En Psicoanálisis y criminología, Lacan escribe: “Toda sociedad manifiesta la relación entre el crimen y la ley a través de castigos, cuya realización, fueren cuales fueren sus modos, exigen un asentimiento subjetivo, este asentimiento es necesario para la significación misma del castigo” (1), y en el Seminario sobre La Ética del psicoanálisis, “la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos desde la perspectiva psicoanalítica, es de haber cedido en su deseo... Hacer las cosas en nombre del bien y, más aun, en nombre del bien del otro, esto es lo que está muy lejos de ponernos al abrigo, no sólo de la culpa, sino de toda suerte de catástrofes interiores. Si el análisis tiene un sentido, el deseo no es más que lo que sostiene el tema del inconsciente, la articulación propia de lo que nos hace arraigarnos en un destino particular, el cual exige con insistencia que la deuda sea pagada y vuelve, retorna, nos remite siempre a cierto surco, al surco de lo que es probablemente nuestro asunto” (2).

Tenemos una versión sobre la culpa, formulada como una renuncia al deseo inconsciente. Para que esta culpa pueda operar de modo sintomático para el sujeto, es necesario un asentimiento subjetivo por parte de este de sus actos, y acceder a significarlos como formando parte de la serie de repeticiones y retornos, índice o surco de su posición de goce. Es esta asunción subjetiva, la que orientará hacia el camino de la responsabilidad vía la culpa como síntoma, abriendo la posibilidad del trabajo analítico, o, en su caso, la no asunción de la misma hacía el camino de la impunidad, haya o no castigo consecuente. En los Escritos, Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología, en el capítulo titulado: De la inexistencia de los instintos criminales, Lacan dice: “El psicoanálisis se detiene en la objetivación del ello y reivindica la autonomía de una experiencia irreductiblemente subjetiva... En cuanto a nosotros, dentro de los límites que nos hemos esforzado en definir como aquellos en los que nuestros ideales sociales reducen la comprensión del crimen y condicionan su objetivación criminológica, si podemos aportar una verdad de un más justo rigor, no olvidamos que lo debemos a la función privilegiada, cual es la del recurso del sujeto al sujeto, que inscribe nuestros deberes en el orden de la fraternidad eterna: su regla es también la regla de toda acción que nos esté permitida” (3).

Según esto, no nos está permitido valorar los actos de un sujeto si no es bajo transferencia. Pero sí podemos, con los elementos presentados, inferir algunas cuestiones: “Dimite el jefe de tráfico de Girona, tras ser interceptado a 160 kilómetros por hora” “Ya podemos decir que lo hemos visto todo en la vida. Incluso un político llamado Narcís Clé, que se dedica a la gestión del tráfico en Girona, al que pillan con un radar corriendo por la AP- 7 a 160 km/h, para más inri cuando sale de una reunión con el director del Servei Català de Trànsit y con el conseller de Interior en la que se fijan las nuevas líneas de actuación en materia de seguridad vial para los años venideros. En mitad de todos estos granitos de arena que poco a poco montan una montaña de noticia escandalosa con tintes de esperpento, viene la guinda en forma de dimisión, y ahí es donde dejamos de hablar de cómo puede dar ejemplo un gestor del tráfico que se salta las normas a la torera. Porque la decisión de dejar el cargo nos sorprende por infrecuente.

Narcís Clé llevaba en el cargo de jefe de servicio del Servei Català de Trànsit para la provincia de Girona desde hace más de 10 años. Se da la circunstancia de que no se le podía cesar porque el suyo no es un cargo electo sino funcionarial. Así que, si no llega a hacer acto de contrición y presentar la dimisión por sí mismo, ahí seguiría”. (4)

¿Qué puede decir el psicoanálisis de esta noticia? Que hay una asunción subjetiva por parte del sujeto de sus actos, adjetivado por el periodista como “acto de contrición”, al menos es así en el punto de hacer operar al castigo y dimitir del cargo.

Que hacer la cosas en nombre del bien del otro, no pone al abrigo de la culpa y de catástrofes interiores, es decir, del propio goce: se trata del responsable de seguridad vial, que busca la seguridad del otro, conduciendo demasiado deprisa. No podemos saber si ese sujeto sintomatizará esta culpa y este acto, de modo que le lleve a un trabajo analítico, probablemente dependerá de si con la dimisión valora la deuda como suficientemente pagada, o esta insiste. Pero, tal vez sí que lo podemos pensar al revés. Si este sujeto se hubiese agarrado a la ley, y hubiese decidido no dimitir, atribuyendo su acto a un instinto por ejemplo, ¿Qué efectos habría tenido esa impunidad?, tal vez le hubiese hecho imposible acceder a la responsabilidad subjetiva respecto a su deseo y su goce, quedando condicionado con ello a esta decisión.

Si leemos los comentarios que aparecen en las redes virtuales, observamos que algunos se quejan del “ejemplo y la moral” que transmite el señor Clé. Otros dudan, no sin razón de que un jefe de policía de tráfico no pueda saber dónde están ubicados los radares, en la línea más bien de un acto sintomático Pero la inmensa mayoría coinciden en reconocerle y agradecerle el acto de la dimisión, en un país y momento de época donde parece ser la impunidad la modalidad más elegida. Por eso me pareció interesante la noticia de prensa.

El psicoanálisis, al operar con el sujeto del inconsciente, va más allá de las vías jurídicas, médicas o morales, y es la única disciplina, que ofrece la posibilidad, sí así lo decide el sujeto, de sintomatizar la culpa, y con ello poder hacerse, no imputado para ser juzgado, como culpable o inocente, sino sujeto responsable de sus actos.

Notas:
1. J.Lacan, “Psicoanálisis y criminología” Escritos 1, año 1950.
2. J.Lacan, “Seminario 7” “La ética del psicoanálisis” pág. 380, año 1960.
3. J.Lacan, “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología”, Escritos 1.
4. Noticia aparecida en el diario “El Periódico”, 4 de julio de 2013.

**********

CULPABILIDAD Y MELANCOLÍA
Antonio García Cenador

En castellano diferenciamos culpa de culpabilidad. La culpa- en su 2ª acepción- equivale a delito, a falta. Por otro lado, la culpabilidad se define como un “proceso psíquico”, como un afecto. Y ¿la falta? También aquí debemos distinguir entre la falta como delito y la falta como carencia que remite siempre a un ideal; pero también la falta como pérdida.

En la melancolía lo primario es la pérdida, lo real de fenómenos tales como la anorexia, el insomnio, la abulia, la desvitalización, que son correlativos a la certeza dolorosa de una pérdida esencial e irremediable. El melancólico percibe la verdad sin velo o, como dice Freud, “…percibe la verdad más claramente que otros sujetos no melancólicos”.

¿A qué verdad se refiere Freud? A lo que se expresa en el delirio de pequeñez y de indignidad. Delirios que conviene diferenciar; pero antes de desarrollar esto quiero plantear de nuevo la pregunta: ¿Qué verdad percibe el melancólico? Ve sin mediación, sin el velo de lo simbólico que “estamos arrojados” a la existencia. El melancólico ha captado, sin ninguna mediación, lo que Heidegger llama “la falta de fundamento”. Ha captado que la falta, la pérdida, le es consustancial. En el discurso del sujeto melancólico nos encontramos con el delirio de empequeñecimiento que se caracteriza por la falta en tener y en valer y remite a los significantes ideales del Otro. Escuchamos también el delirio de indignidad o de infamia. El melancólico se atribuye una culpabilidad absoluta: autorreproches, autodifamación radicales, no sometidos a los valores del Otro, sino que apuntan al ser de desecho.

La función de estos delirios hay que entenderla como un intento de subjetivación de los fenómenos primarios. El postulado de culpabilidad absoluta es la vertiente simbólica del delirio de indignidad. Es el intento de dar un sentido al hecho de haber sido “arrojado a la existencia” sin el “sí” del reconocimiento simbólico.

*********

IMPUNIDAD Y CINISMO CONTEMPORÁNEO
Estanislao Mena

Freud desde el inicio de su obra unió el síntoma individual al estado de la civilización. Lacan ha afirmado la incidencia del discurso psicoanalítico sobre lo social y lo político. Podríamos tomar la impunidad como un producto del estado de nuestra civilización actual, que presenta efectos devastadores en nuestra sociedad. ¿Podemos hablar de sujeto impune como el reverso del sujeto dividido? ¿Es el sujeto impune una nueva versión del “pícaro de la edad de oro”? ¿Es el sujeto impune una “versión contemporánea del cínico”? Voy a tratar de dar algunas pinceladas para pensar estas preguntas.

Lacan nos advertía pronto en su Discurso de Roma: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”. Así que tendremos que hacer un esfuerzo en articular respuestas a esta especie de epidemia de impunidad o cinismo contemporáneo y ver si el psicoanálisis puede maniobrar para ir de la impunidad a la responsabilidad.

En el DRAE encontramos la siguiente definición de cinismo: “Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables, impúdico, procaz”. Si partimos de que el cínico tan solo piensa en su beneficio, no cree ni tiene en consideración nada, el impune se asemeja mucho a ese personaje. El pícaro tiene las siguientes acepciones: “Bajo, ruin, doloso, falto de honra y vergüenza, astuto, taimado, también se aplica a la deshonestidad, a la malicia, a la baja condición de la persona y a la impudicia”. Tenemos dos significantes que nos permiten pensar la cercanía entre el cínico y el pícaro, impúdico y desvergüenza. ¿Por qué unirlos al impune? Porque no hay castigo para ninguno de ellos, castigo, en el sentido freudiano de que el peso del superyó caiga sobre él, estableciendo un límite al goce, sin culpa. En el impune se manifiesta lo que Éric Laurent explica cuando dice que en las leyes siempre hay un núcleo loco, dos caras presentes en todo sistema de interdicción ya que la ley incluye el punto de goce del que enuncia la propia ley.

La época de subida al cenit del objeto a, es una época de subida al cenit del imperativo del superyó en el sentido lacaniano, nombrado como “la ley de hierro del superyó”, a semejanza de la ley de hierro del mercado, imperativo de goce, imperativo de ser el “emperador de sí mismo” para obtener la máxima calidad de vida, el goce máximo, la máxima satisfacción. La promoción del imperativo de satisfacción como regla de la civilización afecta a la creencia en los semblantes del nombre del padre y tiene consecuencias. Entre ellas el fin de las ideologías y la increencia del cinismo del ciudadano contemporáneo. No creer en la autoridad ni dar el mismo valor al sacrificio o al empuje a la muerte en nombre de los ideales (1).

Introducimos entonces la increencia en el Otro, los sujetos castigados son aquellos que son responsables, y por tanto fácilmente pueden sentirse culpables. Goce y culpa van de la mano cuando el sujeto está dividido, cree en el Otro. Podemos pensar al impune como un cínico contemporáneo, sujeto no dividido, un sujeto que solo cree en su máxima satisfacción.

J.-A. Miller en la Conferencia de Nîmes, retoma las palabras de Éric Laurent al referirse al abordaje de estos sujetos contemporáneos y la apuesta que se le presenta al analista, “apuntar en su acto a un más allá de la posición cínica generalizada, haciendo valer la función nodal del deseo, podría dar posibilidad al sujeto a “inscribirse” -en la experiencia analítica– a partir de su división”.

Notas:
Éric Laurent, en: http://www.youtube.com/watch?v= l5ByNk97oZA

**********

¡SALVAJES!
Lidia Ramírez

Cuando vi la película de Patricia Ferreira "Els nens salvatjes", me sorprendió la emergencia del término “salvajes” en medio del mundo civilizado y me pregunté qué pone de manifiesto en el momento actual de nuestra civilización. En un primer momento pensé que este significante venía como respuesta al todo de la educación, y al todo que introduce el paradigma de la salud mental, para el cual, es posible incluir todas las fechorías de los niños y de los adolescentes en los diferentes cajones de los diagnósticos y las clasificaciones.

Con ocasión de estas jornadas de la ELP, me he vuelto a interrogar por este "salvajes". El día que los hombres dejaron de tirarse piedras y flechas y empezaron a insultarse, ese día se dieron los primeros pasos para la civilización, nos enseñó Freud. Lacan no se quedó satisfecho con esta argumentación y se preguntó ¿qué es lo que civiliza cuando todo parece apuntar al odio? Hay dos cosas en común entre Laura, una de las protagonistas de la película, y la joven hija que se fuga de casa y con cuyos padres trabajó en un servicio de atención familiar. En ambas jóvenes parece que falte la culpa tras sus fechorías.

Sabemos por Nietzsche que existen los “pálidos delincuentes”, aquellos que Freud nombró como “delincuentes por sentimiento de culpa”, jóvenes cuyos actos vienen a calmar la culpa que los provoca. Las Jornadas de la ELP han puesto de manifiesto "los laberintos de la culpa" y Lacan habla de la "omnipresencia de la culpa", en su seminario de la ética. ¿Dónde está la culpa en estas jóvenes? En unas notas sueltas, al final de su vida, Freud escribe "el sentimiento de culpa proviene también de un amor insatisfactorio, como un odio". Así se presenta la hija, como "odiando a sus padres", en todas las instituciones a las que por un tiempo se presta a ser acogida pero de las que finalmente se fuga. ¿Qué es este odio? Lacan habla de "ética salvaje" y dice de ella que es una ética que "encontramos funcionando por sí sola", que es una ética "no culta" y que "ilumina en el fondo del hombre lo que podemos denominar el odio de sí".

La película muestra la dimensión trágica en acto, y muestra también, sobre todo, la relación del sujeto con el objeto en “el discurso de la civilización hipermoderna”.

Un punto que me ha interesado mucho en la lectura del Seminario de La Ética, es cuando Lacan habla de lo que llama "la promoción del objeto en Freud", refiriéndose a una breve nota de los Tres ensayos que Freud introduce en 1910 en la que compara la vida amorosa de los antiguos, y la nuestra. La diferencia, dice Lacan, reside en que los antiguos en su vida amorosa enfatizaban la tendencia, mientras que nosotros enfatizamos su objeto. La cita de Freud dice: “ellos celebraban la pulsión y estaban dispuestos a ennoblecer con ella a un objeto inferior, mientras que nosotros menospreciamos el quehacer pulsional mismo y lo disculpamos sólo por las excelencias del objeto”. El ascenso del objeto ha seguido un movimiento imparable hasta alcanzar el cénit y ha entrado en el campo de los bienes.

Siguiendo la lógica del objeto a, el objeto señala bien lo que falta por eso se ha convertido en un bien de consumo asegurando así su proliferación, pero a la vez haciendo más hondo el agujero, cuantos más objetos, más falta. El problema viene porque este objeto que prolifera ha perdido su condición de “lo bello”, ¿no es sublime el trabajo que Lacan hace alrededor de los zapatos de su profesor? En la película, el profesor toma a Laura por el objeto que consume y que la consume y el objeto acaba siendo lanzado por la ventana por aquel que empieza a comprender algo de lo enigmático de la relación del hombre con el deseo, por eso es alguien que ya ha empezado a trazar su grafo. Para la hija, ¿de qué se trata? Si ella tira piedras a los cristales de la institución en la que le obligan a quedarse, es para mostrar de qué modo la institución familiar fracasa en la transmisión del amor.

¿Qué viene a señalar este ¡salvajes! que pone de manifiesto la artista, la directora de la película? Que si el psicoanálisis nació para responder a un malestar de la civilización, como nos recordó J.-A. Miler en Comandatuba, eso permitía pensar que este malestar señalaba un cierto éxito de la misma. El ¡salvajes! lo que muestra es de qué modo eso fracasa en el momento actual.

**********

DESCULPABILIZAR. Y SUS EFECTOS
Oscar Ventura

Una parte, bastante masiva sin duda, de la clínica contemporánea ha tomado la culpa como un índice patológico, como una disfunción, a veces como un síntoma otras como un trastorno de la personalidad. Los psicoanalistas no somos ajenos a esta concepción de la culpa y aunque no adherimos a ella, sabemos que en la experiencia de un análisis la culpa y sus declinaciones en el sujeto son una brújula en la dirección de la cura. En la práctica clínica la culpa toca un punto resolutorio; verifica hasta dónde un sujeto puede poner límite a lo que Freud llamaba la necesidad de castigo, engendrada en el sentimiento inconsciente de culpabilidad. No obstante alrededor de esta idea de la culpa como trastorno se ha construido un discurso sobre sus formas de superarla y cuando no de pretender abolirla de la subjetividad.

La inclinación de las doctrinas terapéuticas actuales oscilan en un abanico amplio. Sin embargo, se puede rescatar una orientación bastante definida y que consiste en una tendencia a desculpabilizar. El acto clínico del cual se esperan efectos terapéuticos privilegia la vía de una relativización de la culpa en beneficio de una supuesta liberación de sus cadenas. Es la esperanza de poder encontrar una normalización de la relación del sujeto con el superyó. Pero son probablemente las TCC las que marcan una tendencia que se amplifica en esta dirección al concebir la culpa como una distorsión cognitiva. No debemos olvidar que uno de los fundadores de las TCC, el Dr. Aaron Beck, desencantado del Psicoanálisis y especialista justamente en el campo de las depresiones, donde la culpa ocupa el centro de la escena la clínica, abandona los postulados freudianos a partir de la resistencia que encuentra en sus pacientes deprimidos. El Dr. Beck verifica, efectivamente, que el goce encapsulado en el sufrimiento del síntoma resiste a la interpretación, a la construcción, que vuelve la transferencia negativa. Pero para él la cuestión no reside en la doble inscripción freudiana del goce, inscrito como castigo en el inconsciente y como satisfacción de las pulsiones del ello. Sino que para Beck los datos obtenidos en su clínica apuntaban más bien a que los pacientes depresivos seleccionaban focalmente su visión de sus problemas presentándolos como muy negativos. Y eran interpretados como errores en el procesamiento de la información derivados de los esquemas cognitivos (1).

A partir de allí se articula toda una clínica de la depresión y un tratamiento de la culpa. Distorsión cognitiva y pensamientos automáticos son los conceptos a partir de los cuales se construye. Este movimiento fundacional del cognitivismo rechaza el inconsciente de la escena clínica y de una forma muy particular; comienza por la clínica de los estados depresivos, allí justamente donde es más necesario hacerlo existir. La culpa en esta dimensión pierde su lugar en el funcionamiento subjetivo en beneficio de que se la considera un obstáculo a neutralizar mediante la corrección de una distorsión cognitiva. Una conducta inadecuada pasible de ser educada. De este modo es concebible un tratamiento de la culpa mediante la puesta en acto de recursos técnicos que empujan a la desculpabilización. Esto no sería posible, de una forma más o menos sutil, sino bajo el ejercicio de algún tipo de coerción, de forzamiento. Una clínica que se orienta de este modo, ya sea por la vía del convencimiento, de la comprensión o de los ejercicios de reeducación no hace más que fortalecer la potencia del superyó, de amplificar su imperativo. Aunque su ferocidad pueda verse desplazada transitoriamente.

Esta posición es solidaria con la época y con el discurso que la orienta. Es curioso verificar que la esperanza de un supuesto lazo social menos superyoico, sostenido en un debilitamiento de la culpa, en la progresiva caída de las referencias simbólicas y en la coalescencia del discurso de la ciencia y del capitalismo, haya justamente construido formas cada vez más esclavas del imperativo y cada vez más intratables. La orientación a hacer del goce un derecho per se, un ¿por qué no?, pretende dejar fuera de juego el campo de la culpa y consolida una expectativa inquietante; la de gozar sin más trámite que el de una pulsión cada vez menos sostenida en el desfiladero del significante. De ahí a la impunidad como rasgo cada vez más encarnado en el lazo social hay una pendiente pasible de ser transitada por la civilización.

Por el momento vemos que esta tendencia a desculpabilizar produce y extiende una cantidad de síntomas, más o menos nuevos, más o menos contemporáneos. Y podemos verificar también que la psicopatología que se desprende del cognitivismo es una usina que los amplifica. Más bien vuelve a las patologías del objeto y del superyó fenómenos sociales.

Los psicoanalistas no somos ajenos a las paradojas y las dificultades que la culpa impone a los tratamientos. La brújula de no desculpabilizar es firme por numerosas razones, la primera ética; obtener del sujeto el desplazamiento de la culpa a la responsabilidad es hacer que la culpa pueda cumplir en cada uno una función de límite, es desplazar la culpa hacía la angustia como vía privilegiada de acceso a lo real. Lejos está este movimiento de culpabilizar, tendencia que muchas veces nos achacan a los psicoanalistas. La última enseñanza de Lacan es una herramienta privilegiada para hacer de la culpa otra cosa. Culpa y real encuentran un punto de articulación allí que hacen posible otra dimensión clínica al desplazar la culpa del campo del sentido.

En el seminario em>L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre (1976- 1977), en la lección del 15 de marzo de 1977, Lacan hace mención a la culpa del siguiente modo: La palabra real tiene ella misma un sentido, e incluso yo he jugado en su momento al respecto evocando el eco de la palabra reus, que en latín quiere decir culpable –uno es más o menos culpable de lo real. Es por eso que el psicoanálisis es una cosa seria, y que no es absurdo decir que puede deslizarse en la estafa. Lo serio, efectivamente, cuando uno es más o menos culpable de lo real es tomar la culpa por la función que ella cumple, pues en ella hay siempre un trozo de real puesto en juego.

Notas:
1-.Todas las referencia al Dr. Beck son del libro: Terapia Cognitiva de la Depresión. Aaron T. Be. k Ed. Desclee de Brouwer. 2005.