Crónica: Vigencia del Psicoanálisis en el Siglo XXI. Los Poderes de la Palabra: La experiencia de la angustia. Miguel Ángel Alonso (Madrid)

Araceli Fuentes, psicoanalista, miembro de la ELP y de la AMP, fue la encargada de pronunciar la sexta conferencia del ciclo Vigencia del psicoanálisis en el Siglo XXI. Los poderes de la palabra. Fue presentada por la responsable del espacio, la psicoanalista Amanda Goya, con el título La experiencia de la angustia. Una experiencia que, a pesar de afectar a todos los seres humanos, no siempre sabemos por qué sobreviene. Amanda aludió a las Conferencias de Introducción al psicoanálisis para recordar que allí, Sigmund Freud consideraba la angustia como un estado afectivo que experimentamos en el cuerpo para advertirnos sobre un peligro, sin que podamos, en principio, localizarlo. Pero habría que distinguir dos tipos de angustia, una real, proveniente de un peligro exterior, que requiere un movimiento de fuga. Y otro tipo, la angustia neurótica, no tan evidente como la anterior en cuanto a su vinculación con un peligro concreto. Es el punto a partir del cual se producirían divergencias teóricas según la disciplina que se ocupe de ella, el psicoanálisis, la filosofía, fundamentalmente la existencialista, o bien la medicina. Realizó un recorrido histórico para recordar que para la filosofía existencialista, la angustia sería un modo de revelarse la nada. Para Heidegger era un estado afectivo en el que se manifestaba la falta de fundamento y el sinsentido de la existencia.

En lo que se refiere al psicoanálisis, encontramos diversas versiones acerca de la fuente de la angustia. Una de ellas la vincula con la angustia de castración, pero en la otra versión, que Lacan desarrolla ampliamente, estaría producida, no por algo que falta, sino algo que sobra, por un excedente de libido, un exceso de goce, una presencia que no debería de hacerse presente. Por su parte la medicina, en el momento actual, rebaja la angustia al plano de la ansiedad y propone fármacos para acallarla. Al respecto, Amanda Goya leyó una cita de la introducción de Vicente Palomera al libro de Jacques Alain Miller, La angustia. Introducción al Seminario X de Jacques Lacan, para mostrar la diferencia entre tomar la angustia como señal del sujeto, o tomarla como signo de la neurona.

Después de este prólogo, la conferenciante tomó la palabra para establecer, igualmente, que la angustia es una experiencia común para todos los seres humanos. Araceli Fuentes apuntó, entonces, hacia el contexto de la práctica analítica, donde la palabra alcanza una potencia singular en relación a los padecimientos de un sujeto. Trazó alguno de sus rasgos propios, aludiendo al sentido de los síntomas, al inconsciente como saber no sabido al que se accedería, entre otras vías, a través de la asociación libre; también mencionó la transformación de esa experiencia de palabra en una experiencia libidinal, explicando que amamos u odiamos a aquél al que suponemos un saber sobre nosotros, en este caso el analista.

Partiendo de la tesis psicoanalítica de que el sufrimiento, el síntoma, la angustia, tienen una causa para la cual el analista presta su escucha, Araceli tomó tres fragmentos clínicos para ilustrar la tesis de Lacan de que la angustia se produce cuando falta la falta, o dicho de otro modo, cuando el sujeto no puede situar su deseo debido a que no hay falta.

En el primer fragmento clínico se trataría de la angustia de una niña encerrada en sí misma para protegerse de la guerra sin cuartel que llevan a cabo sus padres, en proceso de divorcio, y luchando por su custodia. Cesa su angustia el día que ella puede plantearles la imposibilidad de cortarse en dos para satisfacerlos a ambos. Ella adquiere el derecho de faltar tanto a uno como a otro. Esta habría sido su manera de pedir que se restaure la falta, que se reconozca, que sea aceptada. En la nueva situación de los padres, cada uno tendría que perder algo, incluida ella. De esa manera se puede llegar a restablecer el lugar de cada uno en relación a la falta y producir una disolución de la angustia.

En este momento de su ponencia, Araceli examinó las diferencias fundamentales entre el acto analítico en relación con la angustia, y lo que realizan las terapias cognitivo-conductuales, las cuales tratan de acallar al deseo para conformar una adaptación del sujeto al deseo del amo. Deseo que no opera nunca en psicoanálisis.

En la segunda viñeta se trataría de una angustia postraumática en la que aparecía la mirada como objeto real, mostrando que la angustia, a diferencia del miedo, sí tiene objeto. Afirmación que, explica Araceli, en principio produce extrañeza, pues pareciera que cuando uno dice “tengo miedo”, enseguida podría localizar el motivo que lo produce, mientras que cuando uno está angustiado, difícilmente va a poder situar el objeto de su angustia. Para entenderlo, recordó que Lacan distingue dos tipos de objetos, los que pueden ser compartidos, objetos del mundo, y los que no pueden ser compartidos, objetos fuera de toda objetividad pero que, cuando aparecen en el mundo, angustian. Serían objetos que tienen que ver con la pérdida: el seno, el excremento, la mirada, la voz y el falo, esas partes del cuerpo que es necesario perder para constituirse como sujeto. En esta viñeta, por tanto, se trataría de una mirada que se le presenta a la paciente en continuas pesadillas. La interpretación sería producida por toda una serie de sueños que produce la paciente, interpretación que consigue disolver su angustia.

En la tercera viñeta, Araceli Fuentes trató de ilustrar, de una manera más específica, cómo es el tratamiento psicoanalítico de la angustia con la intervención del analista. Más concretamente, apuntó hacia esos pacientes que se presentan sin síntomas pero con una angustia masiva. Para el tratamiento de esas angustias sería necesario, entonces, constituir un síntoma que permitiese conectar al sujeto con el saber inconsciente. Es decir, habría que establecer la neurosis, en caso de que se tratase de un sujeto neurótico, o bien orientar la cura hacia una suplencia, hacia un anudamiento por la vía del síntoma, en caso de tratarse de una psicosis no desencadenada.

En el debate que se desarrolló a continuación se hizo hincapié en algunos momentos singulares de estas tres viñetas clínicas, momentos relativos al establecimiento de la transferencia, a la actuación del analista, y al hecho de que apareciese el inconsciente mismo interpretando, a través de los sueños –como ocurrió en la segunda viñeta clínica-, logrando, de esa manera, el velamiento del objeto de la angustia.
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* Responsables del espacio NUCEP: Amanda Goya-Gustavo Dessal.