Des-Insertar o no al Otro en las psicosis. Luis Miguel Carrión. (Barcelona)

Jacques-Alain Miller explica la elección del termino “inserción” en “Hacia Pipol 4” por ser el título elegido del proyecto de investigación de RIPA a nivel europeo, el cual se propone el “estudio temático, diferencial, gradual, de las situaciones subjetivas de exclusión social”, es decir, el estudio de la marginación social. Además señala, y es una buena orientación, que así se podrán invertir los resultados en lo que concierne a la psicosis ordinaria. Este punto de conexión entre inserción y psicosis es el que me propongo investigar.

Donde he encontrado un cuestionamiento serio del significante “inserción” aplicado al campo de la psicosis es en la presentación que realizó Jeannette Valinas en el “Reencuentro clínico del 8 de septiembre” publicado en el último número de la revista Les Feuillets du Courtil (1).

Empieza explicando qué tipos de sujetos son acogidos en el Centro de Jóvenes Adultos de Courtil: aquellos que están en “el final de un recorrido” y que ya llevan o no algunos años en otras instituciones y presentan desenganches sucesivos, dificultades con la familia, pasajes al acto, fenómenos elementales, rechazo escolar... Siempre llegan con la demanda del Otro (familia, escuela, profesionales del campo social) más o menos explícita: hay que reinsertarlos.

La palabra inserción no es una categoría del vocabulario utilizada en nuestro campo; sí es, sin embargo, un término tomado de lo social aunque no muy bien definido. Hagamos un esfuerzo de elucidación de eso que nos es demandado por el Otro social.

Tomemos, siguiendo a Valinas, lo que se enseña en las escuelas de educadores especializados bajo la asignatura de Inserción social en tanto es un objetivo a tener muy en cuenta en su futuro trabajo. Algunas referencias: “insertarse, es ante todo vivir con los otros, se trata de acompañar a un sujeto del pasaje de lo familial a lo social, de la pulsión al deseo”(2), o también: “el término inserción designa a la vez un proceso y un estado que conduce a un sujeto a encontrar un lugar reconocido en un sistema. Es un proceso que parte de las disposiciones del individuo y no de las expectativas del grupo a integrar. Es sobre la base de un trabajo de observación de lo que falta que conviene definir las estrategias de inserción social para el actor concernido”.(3)

De estas definiciones se deduce que “el proceso de inserción social enseñado a los educadores se inscribe en una lógica neurótica: que el sujeto se dirija hacia el Otro a partir de aquello que le falta”.(4)

La buena pregunta es entonces ¿de qué se trata cuando hablamos de insertar y nos estamos refiriendo a un sujeto psicótico? Para empezar a responder acudamos al curso de J.-A. Miller donde se refiere a la diferencia entre neurosis y psicosis respecto a lo social: “La neurosis [...], esto tiende a las relaciones sociales. Es decir que la neurosis no es tanto un fenómeno del Uno (el sínthome del Uno) como el resultado del hundimiento del Uno en la esfera del Otro. En la psicosis, es al contrario, es un hundimiento del Otro en el Uno, donde la multiplicidad de las lenguas abundan, donde los pensamientos encuentran un eco. A este respecto, la psicosis tiende al Uno sin el Otro, ella aprecia al Uno que ha absorbido el caos del discurso universal y que lo experimenta, lo vive en su interior”.(5) La deducción es: “Si el Otro en la psicosis toma entonces la forma de aquél que no puede pasar del sujeto, que no lo suelta, que está incrustado en su ser, no hay entonces lugar para confirmar esta figura intentando forzar a un sujeto psicótico a ir hacia el Otro. Se trata más bien de desplazar a éste último. Consecuentemente propongo que, en la psicosis, antes que intentar de reinsertar al sujeto en lo social, se intente desinsertar al Otro del ser del sujeto”.(6) Esta cuestión trasladada a la clínica pragmática de la [des]inserción se traduciría no en el restablecimiento ilusorio del Nombre del Padre, sino que se trataría más bien de elucidar la operación práctica y precisa que permite a un sujeto psicótico, en la vida cotidiana, confrontase al Otro social con su síntoma, guardando una cierta distancia.

Si tomamos ahora la inserción desde la definición de J.-A. Miller como identificación, como alienación, sabemos de los efectos de desconexión que provoca el dejar de pertenecer a un grupo, a un colectivo, es decir la desinserción, la alienación. Por lo que a veces conviene no lanzarse en pro de su salud mental -entendemos aquí la “salud mental” en su única definición posible, a saber, la de inserción social-(7) a extraerlo de su lugar de pertenencia, aunque éste sea -como a menudo observo en mi práctica- el de la toxicomanía, por lo que en estos casos convendría más bien mantener su inserción que le permite poner su ser bajo el abrigo del Otro.

No es una conclusión, pues es una investigación en curso, pero dada la inoperancia de este significante inserción ¿no tendríamos que acogerlo como una demanda del Otro y dándole unas vueltas devolvérselo haciendo pasar nuestra clínica “al registro de la transmisión integral, a lo que Lacan ha llamado el matema,”(8) más allá del orden social, de los efectos terapéuticos y del restablecimiento en circulación del sujeto?

Notas:
1.- Valinas, J, “Insertion dans la psychose?” en Les Feuillets du Courtil nº 28, Bélgica, 2008
2.- Rouze, J., Le travail d’educateur spécialisé: Éthique et pratique, París, Dunod, 2000]
3.- Bouffinier, H et al., Économie et Société, Paris, Vuibert, 2007
4.- Valinas, J., Opus cit. La traducción es nuestra
5.- Miller, J.-A. Lección del 21 de marzo de 2007. La traducción es nuestra
6.- Valinas, J., Opus cit. La traducción es nuestra
7.- Miller, J.-A., Curso del 26 de noviembre de 2008. www.elp-debates.es
8.- Miller, J.-A., Hacia Pipol 4. www.elp-debates.es

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