Crónica: “Qué autoridad”. Antonio Vergara Moragues (Sevilla)

Dentro del ciclo de conferencias “Sufrimientos actuales” que se viene realizando como actividad de extensión abierta a la ciudad, organizada por la Sede de la ELP en Sevilla, Estanislao Mena nos ofreció en el pasado mes de Abril una conferencia titulada “Qué autoridad”. Esta conferencia que se impartió en Sevilla en La Casa del Libro, se realizó posteriormente en Cádiz en la Asociación de la Prensa, como apertura de una nueva etapa donde las actividades de extensión estarán presentes en esta ciudad.

Con un título ambiguo, quiso enlazar la idea de la anterior conferencia del mismo ciclo impartida por Vilma Coccoz, afirmando como el enorme sufrimiento actual de los adolescentes está vinculado al problema de la autoridad. Una cuestión importante de partida es preguntarse quién reviste a la persona de algún poder o mando, y qué condiciones debe poseer para ello.

El principio de autoridad, (en tanto que garante de la paz) constituye el fundamento del derecho, por tanto es la autoridad y no la verdad la que dicta la ley. Para occidente el movimiento de la autoridad y el poder ha girado alrededor del padre, y esto es fundamental para el psicoanálisis, ya que el declive del padre representa el declive de la autoridad y de la transferencia en la autoridad.

En Freud a lo largo del desarrollo de su descubrimiento del inconsciente hay tres versiones del padre. De un primer padre perverso en su teoría de la seducción se pasa al padre del Edipo en una segunda versión y una tercera, que para Lacan fue la creación un verdadero mito moderno con todas sus propiedades, es decir, el mito del padre totémico.

En cuanto a esta tercera versión del padre, Freud la continúa en su texto “Moisés y el monoteísmo”, donde desarrolla como el judío añora al padre muerto y espera su retorno encarnado en el Mesías, lo que los redimirá. Lo interesante de esta última versión del padre muerto es que enlaza con la versión del padre de la horda primitiva, al final es la muerte del padre la que permite la instauración de una autoridad que reparta los bienes, en función de las leyes simbólicas que posibilitan la entrada de la cultura en la civilización.

Lacan parte de Freud para aislar este Nombre del Padre, es lo que efectúa una separación entre el Deseo de la Madre y el hijo, al hacer esta función libera al niño de quedarse pegado al Deseo de la Madre, y poder de esta forma orientar su deseo hacía otro lugar, poder tener un deseo propio. Lo podemos decir de otro modo, este Nombre del Padre hace lo que el padre del Edipo: separar al niño de la madre, con una variante esencial, este no es el Padre del “no”, es el Padre que autoriza, que dice , que dice esto no, pero aquello sí.

En la enseñanza de Lacan, hay Nombres del Padre, lo pluraliza en cualquier otro significante que permita poner el Deseo de la Madre en un lugar diferente del hijo. Cuando esto funciona, el deseo se orienta, el sujeto toma los rasgos identificatorios que necesita para constituir sus ideales y esto le permite encontrar la guía que lo va a orientar en la vida.

También aquí se puede ver como poder y autoridad van de la mano. El psicoanálisis introduce una nueva autoridad al poner en primer plano la transferencia, para que se establezca un Otro de la Ley al que le transferimos un poder.

El fin de la época freudiana del padre, la anticipó Lacan en el año 1938 en su texto “Los complejos familiares”, y se pone en acto en nuestros días, donde hay un desfallecimiento del Nombre del Padre por inconsistente.

Esto, Lacan lo despejó cuando dijo que el Otro estaba tachado, es decir, en falta, que había una inconsistencia de este Otro. En nuestra época, gracias a Lacan, “sabemos de manera explícita o implícita, ignorándolo, inconscientemente, que el Otro es solo un semblante (1).

En la actual sociedad infantilizada se ha pasado de una sociedad de padres e hijos a una de hermanos, socavándose aún más la incomplentud del Otro. ¿Se trata de pérdida de autoridad o de la pérdida del poder que muestra que lo que hay es un semblante? ¿Cómo se sostiene la autoridad sin el poder directo? El poder directo hace que el sujeto obedezca pero esto no es lo mismo que el sujeto consienta.

Tomó una viñeta clínica de un artículo aparecido en la Revue de la Cause Freudienne 54, titulado Adolescents et pères-postiches de Catherine Lazarus-Matet, donde puede apreciarse como la ausencia del padre en la infancia y la posterior imposición en la adolescencia de la relación con este, impuesta por la madre y por la insistencia del padre, coloca al sujeto en una encrucijada convirtiendo el no al padre en una solución sintomática donde toma un rasgo identificatorio de esta, que le permite establecer otro lazo que lo autoriza.

Éric Laurent ha planteado la necesidad de un nuevo amor por el padre: “La paternidad difractada, definida por normas eminentemente variables, convendría especialmente a las nuevas disposiciones de las familias recompuestas. Es una versión reformista del padre al fin reconducido a una función de instrumento de utilidad social, separada de sus dramas.”(2) Con respecto a la traducción de la autoridad en la sociedad, este mismo autor dice: “Queremos ser bien sancionados, pero por Autoridades cuyas manifestaciones sean lo menos evidente posible. Es su equivocación lo que es preciso temer”.(3)

Un psicoanalista intenta trabajar con aquellos que no pueden soportar las dificultades de eso que su condición particular de sujeto del Inconsciente añade a la dureza del siglo.

En definitiva, la autoridad que esperamos, una autoridad auténtica, una autoridad que no está basada en el poder, sino en el “deber de verdad”. Aquí hay resonancias de los textos de Lacan de los años 50, donde se detiene sobre la noción de responsabilidad haciéndola condescender a la clínica, a una cura que posibilite transmutar la culpabilidad del sujeto en responsabilidad.

Notas:
1-. Jacques.-Alain Miller El Otro que no existe y sus comités de ética. United Symptoms p. 11
2-. Éric Laurent ” Freudiana 53 “Un nuevo amor por el padre” p. 95
3-. Éric Laurent Élucidation nº 2 “Que autoridades para que castigos” p. 28