Crónica: La depresión: ¿enfermedad del deseo? Amanda Goya (Madrid)

Bajo el titulo: La depresión: ¿enfermedad del deseo?, se inauguró el lunes 29 de septiembre en la sede de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Madrid, el cuarto Ciclo de Conferencias del Nucep, sobre el tema general: El Psicoanálisis en la época de la globalización.

El ciclo de este curso 2008/09 se dedicará a dilucidar cuestiones sobre: La depresión: un mal de nuestro tiempo. Vicente Palomera fue nuestro primer invitado.

Antes de pasar la palabra a Vicente Palomera, la coordinadora de este ciclo, Amanda Goya, introdujo el tema de la depresión bajo distintos aspectos, señalando en primer lugar su enorme extensión en la vida contemporánea, al punto de haberse tornado en un nombre que designa de forma general el malestar actual de la civilización.

Amando Goya formuló la siguiente pregunta: ¿Estamos todos virtualmente deprimidos, o cualquier afección anímica recibe la etiqueta de depresión e inmediatamente se prescribe un medicamento?

Esta pregunta será abordada desde distintos ángulos a lo largo de este ciclo de cinco conferencias, cuyo programa se adjunta.

Vicente Palomera comenzó su exposición señalando que el término depresión es bastante problemático, cuando no difuso en la literatura psicoanalítica. Poco resaltado en Freud, para Lacan constituye no tanto un trastorno psicopatológico, sino una falla moral, una cobardía moral frente al deseo.

Señaló también ciertas características del actual tratamiento de la depresión, con el uso y el abuso de los antidepresivos. Cuanto más se medicaliza la depresión, más se la transforma en una epidemia, en un movimiento en el que se acentúa la forclusión del sujeto, dijo, un término jurídico que Lacan incorporó al campo analítico y que indica un rechazo radical al orden simbólico.

Vicente Palomera hizo un breve recorrido de ciertas referencias freudianas a este término. Estudios sobre la Histeria, Duelo y Melancolía, e Inhibición, Síntoma y Angustia, textos en los que Freud propone sus hipótesis en torno a las consecuencias para un sujeto de la pérdida de un objeto, y sus diferencias si se trata de un sujeto neurótico o psicótico. Habló de la importancia del trabajo del duelo para la simbolización de la pérdida, algo que el dispositivo analítico mismo propicia por el solo hecho de invitar al sujeto a tomar la palabra, a hablar de lo que le provoca su tristeza.

La teoría freudiana sobre la inhibición constituye una contribución fundamental para concebir los fenómenos depresivos, en cuanto que en la inhibición es manifiesto el fallo de la función de la causa del deseo, con el correlato de un sujeto que se ausenta.

Vicente Palomera recalcó la importancia de la posición del psicoanalista ante un sujeto deprimido, una posición que se puede formular del siguiente modo: “Hay algo que decir...”. Se trata pues, de interesar al sujeto por lo que no sabe y que puede ser cernido por la palabra.

La exposición de Vicente Palomera. concluyó con el relato de un caso comentado por Lacan en su Seminario VII La Ética del Psicoanálisis. En el capítulo IX, De la creación ex nihilo, Lacan aborda el problema de la sublimación a partir de un artículo de Melanie Klein titulado Situaciones de angustia infantil reflejadas en una obra de arte y en el impulso creador. En este texto la autora toma a su vez un artículo de una analista Karin Mikailis titulado El espacio vacío, donde se relata un caso clínico que, en palabras de Lacan “tiene cierta pimienta”. Se trata de una pintora llamada Ruth Kjär presumiblemente una psicosis melancólica, aquejada de fuertes accesos depresivos a causa de una experiencia con el vacío que ella nunca podía llenar.

Esta mujer poseía una serie de atributos fálicos: belleza, dinero, independencia, es decir, poseía aquellos objetos patológicos, en el sentido kantiano del término, que cualquier persona podría considerar sinónimos de éxito social. A pesar de ello, en ciertos momentos de su vida la asaltaban terribles accesos de una profunda depresión.

En esos difíciles momentos experimentaba, según sus palabras, un espacio vacío que nunca puedo llenar, era cuando la idea del suicidio se le imponía como única salida. La depresión surgía entonces como un modo de respuesta a ese vacío, como consecuencia de una herida imposible de suturar. En esa coyuntura fracasaban por completo los objetos fálicos para velar el vacío, y faltaban las palabras para nombrar ese horror, lo que ponía de manifiesto la fragilidad del apoyo narcisista para este sujeto.

La depresión aparecía en momentos en que el orden simbólico se movilizaba a raíz de ciertos acontecimientos cruciales, por ejemplo, cuando contrae matrimonio. En ese acto se pone en juego la problemática de la filiación, de las generaciones, de la descendencia, porque el matrimonio porta la carga simbólica de esas cuestiones fundamentales de la existencia.

En ocasión de unas fiestas navideñas, acontecimiento que también actualiza cuestiones relativas al nacimiento, se vuelve a producir un fuerte episodio depresivo, coincidiendo con la circunstancia de que un cuñado suyo, pintor, personaje de suma importancia en su mundo libidinal, quita un cuadro suyo de una pared de la casa de la paciente. La visión de ese espacio vacío en la pared la sume nuevamente en su insoportable experiencia con el vacío. Es como si el vacío del Otro se reuniera con el vacío del sujeto conformando un recubrimiento de dos espacios, con el agravante de que ese espacio vacío se burlaba de ella.

¿Cómo sale la depresión esta enferma? Es ella misma la que inventa una solución. Un buen día decide pintarrajear sobre el muro para “rellenar ese maldito vacío”. Y lo más sorprendente es que, identificada a su cuñado, produce una obra que el propio cuñado no cree que haya podido ser ella quien la ha pintado, pues la considera una obra de un artista experimentado.

Al pintar esa pared esta mujer realiza un trabajo de metaforización respecto de ese vacío que se trataba de colmar, pero lo más impresionante es que ella nunca había pintado antes de su vida. ¿Y qué pinta? Una mujer negra, un objeto anamórfico que le permite trascender el horror de la Cosa. Un producto sublimatorio que proporciona un nuevo alojamiento de su ser.

El relato del caso permitió ilustrar la manera en que un psicoanálisis puede facilitar las vías de una solución sublimatoria que preserve al sujeto del oscuro vacío de la melancolía.