Body Book, Semanario de las X Jornadas de la ELP. (4). Vicente Palomera, Eugenio Díaz, Montserrat Puig Sabanés, Rosa López.

El cuerpo esquizofrénico.
Vicente Palomera

En el Seminario XXIII, sobre el sinthome, Lacan señala que el hombre no es su cuerpo, tiene un cuerpo y que con este cuerpo se embrolla. Quien testimonia de ello de un modo más radical es el sujeto esquizofrénico quien, al no alcanzar a dar una función a sus órganos, hace del cuerpo un enigma.

Para el esquizofrénico, hay un cierto número de sus órganos que pasan fuera-de-cuerpo. La esquizofrenia nos enseña cómo el cuerpo del goce, en su totalidad, es el que pasa fuera-de-cuerpo. Los órganos pasan fuera-de-cuerpo, en el sentido en que toman vida ellos mismos, tienen su propia vida, juegan su partida en solitario.

La referencia es claramente lo que Deleuze y Guattari -en la obra que hizo tanto ruido en la época, "El anti-Edipo"- han llamado el cuerpo sin órgano del esquizofrénico. Lacan dice todo lo contrario. Es a partir del hecho de que el ser hablante está afectado del órgano-lenguaje, que debe encontrar que su cuerpo no es sin otros órganos, que no es el único órgano-lenguaje.

Lacan nos invita a pensar el lenguaje como un órgano fuera-de-cuerpo. El lenguaje sería incluso el órgano fuera-de-cuerpo. La palabra está ligada al cuerpo, moviliza el cuerpo, los músculos de la cara, de la boca. El estudio de los músculos y de los desencadenamientos sinápticos en juego es el objeto de un estudio muy preciso, que ha sido hecho. Está bien ligado al cuerpo y al mismo tiempo, ocupa un cierto territorio, pasa al exterior.

Es a partir de aquí que Lacan dice la famosa frase que citamos siempre: "Es incluso por ello que él está reducido a encontrar que su cuerpo no es sin otros órganos –es lo que caracteriza al dicho esquizofrénico por estar capturado sin el auxilio de ningún discurso establecido."

Esto nos lleva a plantearnos numerosas preguntas: ¿qué hace falta para hacer un cuerpo?, ¿que se necesita para poder habitar un cuerpo y para subjetivarlo? ¿De qué manera marca la lengua lo real del cuerpo y cuáles son las consecuencias?

Podría comentarlo así: el sujeto no tiene más remedio que percibir que el sujeto no es solamente un ser de lenguaje, que no se relaciona sólo con el órgano-lenguaje, sino que hay otros.

El dicho esquizofrénico, Lacan considera que se especifica por el hecho de que para él, el problema del uso de los órganos es especialmente agudo y que tiene que tener recursos sin el auxilio de discursos establecidos, es decir, que está obligado a inventar un discurso, está obligado a inventar sus apoyos, sus recursos, para poder hacer uso de su cuerpo y de sus órganos.

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El cuerpo familiar.
Eugenio Díaz

La expresión cuerpo familiar puede pensarse desde distintas perspectivas. Una, más en el sentido cartesiano, el del cuerpo como una familia, es decir, entendido como una unidad con distintos órganos que se organiza de una determinada manera y en la que cada uno tiene su función.

El cuerpo familiar es aquí igual a un organismo, más bien una máquina que se piensa como un todo.

Otro sentido posible, es el de la visión sistémica (en lo que concierne por ejemplo a la cuestión psicosomática). Aquí ya no se trata tanto de totalidad, sino de sumatividad.

El síntoma corporal, adquiere un significado simbólico que va más allá de lo individual para convertirse en una "metáfora familiar". El lenguaje del síntoma expresado somáticamente por el paciente, no es sólo el lenguaje del cuerpo del paciente sino de la totalidad del cuerpo familiar.

Una tercera orientación, más interesante a efectos de lo que nos convoca de las X Jornadas de la ELP, -Cuerpos escritos, cuerpos hablados-, es un sentido que implica justamente el más allá del sentido. Se trata de los efectos, de las marcas, de eso que no ceja de inscribirse de lalangue familiar, en el cuerpo de los sujetos. Es decir, de las modalidades de lo particular de la lengua familiar en lo que siendo tan ajeno para el sujeto es a la vez lo único que cree tener: un cuerpo.

Un ejemplo de las marcas en el cuerpo y la subjetividad de lalangue familiar. Se trata de una joven mujer, cuyo cuerpo, aspecto físico y el lazo al otro quedó profundamente afectado por un modo de decir del padre sobre la condición femenina: cuando le viene la monstruosidad (en lugar de la menstruación) no puede hace nada, ni siquiera está en condiciones de salir de casa.

Aquí la monstruosidad es sin duda metonimia de la condición femenina que la mujer ocultaba en toda su dimensión, enseñando solamente lo monstruoso de su relación con el mundo. Un cuerpo desmesurado por el modo de habitarlo.

En todo caso conviene aclarar que lalangue no se corresponde exactamente con las teorías psicogenéticas que señalan que las manifestaciones del cuerpo se explican a través de los procesos de simbolización. Lalangue, señala Lacan en Televisión, es la condición del sentido.

En cierto modo podemos decir que lo único verdaderamente familiar, en el sentido freudiano del término (umheimlich) es lalangue.

El cuerpo sólo es familiar entonces anudado a un decir que prende más allá del sentido.

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Regular el goce: el cuerpo de la prevención.
Montserrat Puig Sabanés

Prevenir el mal, prevenir el sufrimiento, prevenir la enfermedad ¿Es posible siempre? Y lo que es más importante ¿es legítimo a cualquier precio? La medicina preventiva es uno de los logros de la medicina actual basada en el gran triunfo que ha supuesto la prevención en el campo de las enfermedades infecciosas. Sin embargo, la prevención ha alcanzado en la actualidad el estatuto de servidumbre impuesta por pretenderse un bien indiscutible.

La exigencia en nuestra sociedad de llevar un -estilo de vida sano- es algo que se tiene por totalmente normal y deseable. Es también una imposición hasta la culpabilización del sujeto que se deje llevar por alguna satisfacción, o goce, poco sano. Se pretende que un estilo de vida adecuado nos proteja del malestar de la vida, de los malos encuentros, de las consecuencias de las pérdidas y de las elecciones.

Así es como la prevención se aplica tanto a los niveles de tensión arterial o de colesterol, como a los factores de riesgo y señales de alarma de trastornos mentales, en unos parámetros de medición conductual por medio cuestionarios de screaning que son cada vez más normativos.

Esta visión del cuerpo-organismo objetivado por las mediciones cuantitativas a los que la biotecnología puede acceder, es una reducción del cuerpo en la que el sujeto queda anulado.

Pero no se trata solamente de que el sujeto tenga un cuerpo del que es responsable y debe cuidar. El cuerpo objetivado de la ciencia le da a su portador también acceso a un uso posible. Los usos posibles se anclan tanto en los discursos religiosos que consideran el cuerpo un don de Dios hasta los que se contraponen a ellos reivindicando un derecho sobre el cuerpo de cada uno. En ambos extremos lo que se deja fuera es lo más fundamental: que el cuerpo del ser hablante está lo más alejado de su objetivación sin que por ello signifique que el sujeto pueda subjetivarlo como propio en una fantasía de dominio que no es sino otra forma posible de objetivación.

El goce del cuerpo, los acontecimientos del cuerpo son siempre del orden del trauma para el sujeto. Cuando el cuerpo se manifiesta, cuando hace síntoma, cada uno está delante de lo no calculable, de lo no predecible.

La indeterminación, la contingencia, lo irreductible del goce a la norma medible desdirá en cada caso la normalización esperada en el ideal imperativo de la prevención generalizada.

Y allí toda una nueva clínica sintomática espera al sujeto actual que hará su síntoma con los retornos de verdad del discurso de la prevención y con los retornos en lo real en el cuerpo cuyo goce pretende ser regulado por el cuerpo medicalizado de la ciencia. La singularidad de cada cuerpo no es sino la singularidad de la invención de los aparatos de goce de cada sujeto con los que trata de hacer vivible, habitable, el goce su cuerpo.

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El cuerpo hablante de la histérica.
Rosa López

El sujeto histérico se caracteriza por no encontrar un lugar en el mundo, sólo que no es el útero sino la femineidad lo que no hay manera de ubicar en ninguna parte, constituyendo un verdadero enigma tanto para los hombres como para las propias mujeres. La histérica no sabe dónde, ni de qué manera situar lo femenino, y lo que viene a decirnos es que su cuerpo es el lugar del síntoma y de la insatisfacción sexual. Esta insatisfacción tiene muchos modos de presentarse: desde la frigidez de algunas histéricas que rechazan el goce que podrían obtener en el encuentro con el partenaire, en aras de un goce ideal que sólo existe en su fantasía, hasta las que alardean de su competencia en la cama. Lo que la histérica expresa, sin saberlo, no es sólo su particular insatisfacción sexual, sino algo que tiene un alcance general, y es que para todo ser hablante la sexualidad ha quedado tan pervertida respecto a sus rieles naturales que la satisfacción completa es imposible. Es esta imposibilidad la que Freud verificó al final de su obra y Jacques Lacan radicalizó planteando, en una sola frase, la causa de todos los síntomas: la relación sexual es imposible. Lo que implica asumir que el ser hablante siempre hará síntoma con la sexualidad, entendida en su sentido más amplio, el que incluye la relación con el cuerpo del partenaire y también con el propio.

La histérica encarna ese desajuste estructural de la sexualidad, como si de alguna manera se considerara culpable del fracaso de la relación sexual cuya causa parecería alojarse en su propio cuerpo femenino marcado por una falta radical. Su carne se convierte en un libro abierto cuyo mensaje no hace más que mostrar lo que falta, la discordancia entre el deseo y el goce, la ausencia de reciprocidad.

El síntoma histérico se dirige siempre a un otro, más precisamente a un padre ideal cuyo poder pone a prueba. Él debería aportar el remedio a su dolor de existir, pero sólo después de haber descifrado el misterio que este encierra.

Si no es capaz de encontrar la solución, entonces, se demuestra su impotencia o su necedad. El analista tiene que estar lo suficientemente advertido y analizado, como para no dar una respuesta paternal a la demanda histérica, que sólo conseguiría exacerbar la sintomatología y agenciarse la descalificación de la paciente.

El drama del sujeto histérico es no acabar de encontrar nunca su lugar en el mundo, ni su razón de existir. La principal resistencia a la curación es que la histérica se agarra al dolor porque este le proporciona el sentimiento de existir de verdad. Rechaza su cuerpo como lugar vital del deseo y, paradójicamente, su manera de vivificarlo es a través de los síntomas conversivos.

Si en su primera concepción Freud pensaba el síntoma histérico como una prueba de la cobardía moral de un sujeto que no puede asumir la verdad de su deseo sexual, poco a poco fue dándose cuenta de que el síntoma no obedece a una aptitud timorata sino que está enraizado en una represión original, la que produjo el lenguaje apartándonos de la vida natural. Frente a este hecho estructural no hay curación total porque el síntoma es inherente a la condición misma del ser hablante. Es por ello que el sujeto se resiste a abandonar su síntoma, incluso lo ama, pues en cierto modo constituye su modo particular e intimo de funcionar en la vida.

¿Qué puede hacer el psicoanálisis con el síntoma histérico? En la primera etapa de su obra Freud demuestra que el inconsciente es sexual, en la segunda le añade algo más difícil aún de soportar: que la lengua fundamental del inconsciente es la muerte. Inicialmente Freud tenía la visión optimista de un aparato psíquico regido por el principio del placer y concebía el organismo como algo que se autorregula y tiende al apaciguamiento.

La curación de la histeria mediante la interpretación del inconsciente prometía ser una marcha de caballería sin obstáculos.

A partir de 1920 disponía ya de una larga experiencia que le hizo verificar que esa curación no se producía como cabía esperar pues las histéricas perseveraban en el sufrimiento. El aparato psíquico ya no parece estar regulado por la búsqueda de la mínima perturbación, sino por el denominado automatismo de repetición, es decir, por la tendencia a reproducir una y mil veces la tensión que originó el traumatismo infantil.

Desde esta nueva perspectiva el síntoma es un hecho de estructura para todo ser hablante pues es la consecuencia de la imposibilidad de una relación normal y natural con la vida.

El psicoanálisis tiene la facultad de tratar el síntoma a partir del reconocimiento de la imposibilidad estructural de la relación entre los sexos. La experiencia analítica no se reduce a los efectos terapéuticos, aunque sin duda los incluye, pues fundamentalmente trata de producir -un saber hacer- con lo incurable de cada uno. Sólo que ese incurable ya no necesita ser negado mediante las perturbaciones del cuerpo y estas desaparecen, verdaderamente, en el momento en que ya no tienen una función que cumplir.

La curación analítica de la histeria pasa por la obtención de un -saber hacer- con la feminidad, lo que permite a una mujer ofrecerse, sin ambages, como objeto causa del deseo, y poder prestarse así al goce del hombre. Entonces ella podrá acceder al goce femenino sin tener que sacrificar su cuerpo.

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http://www.elp-debates.com/semanarioxjornadas/semanario/index.html#/1/

NO OLVIDAR A RAFAH NACHED, psicoanalista encarcelada en Siria. FIRMA por su LIBERTAD en rafah.navarin@gmail.com