Body Book, Semanario de las X Jornadas de la ELP. (3) Araceli Fuentes, Gloria Flores Ramírez, Manuel Fernández Blanco, Miriam L. Chorne, Shula Eldar.

El cuerpo de Lacan
Araceli Fuentes

El escritor Philippe Soller, asistente asiduo a los Seminarios de Lacan, de los que dice que no se los hubiera perdido por nada del mundo, habla en la entrevista que le hacen en Lacan Quotidienne nº 8 del cuerpo de Lacan.

Adrien Price: ¿Qué recuerdo guarda del Seminario de Lacan?

Pilippe Soller: "Lo más importante es el cuerpo de Lacan hablando, hubiera sido formidable tener un video del Seminario para hacer sentir que es el cuerpo el que sale de la voz y no al contrario. La gran importancia de su localización física arroja luz sobre la forma en él podía escuchar o intervenir en las sesiones”.

Al leerlo me quedé sorprendida por el hallazgo de Sollers al expresar de este modo lo que Lacan enseña: que existen al menos dos cuerpos del sujeto, la envoltura, la forma y luego el objeto cuerpo. Existe lo real del cuerpo y lo que de ese cuerpo está investido libidinalmente: Existe la envoltura del cuerpo, pero bajo la envoltura, existe ese condensador de libido que Lacan llama objeto "a".

Es lo que nos señala este escritor a su manera cuando dice que "es el cuerpo el que sale de la voz y no al contrario" y es también lo que se desvela en el amor cuando el amor se rompe. Cuando el amor se rompe el amante se lleva consigo la imagen narcisista con la que vestía a la amada y ella, abandonada, se queja de no ser más que un resto, ese resto que antes estaba revestido con los oropeles del amor, ahora está desnudo.

En el registro cómico tenemos la anécdota que cuenta Lacan en el Seminario XI , que le había ocurrido a él mismo. Estando pescando en Bretaña en el barco de unos pescadores, un joven pescador le señala una lata de conserva que estaba flotando en el mar y le dice: ¿ves esa lata de sardinas? ¿La ves? Pues bien, ella no te ve. El pescador encontraba esta broma divertida pero a Lacan no le hacía tanta gracia.

Muchos años después Lacan analiza esta escena diciendo: la lata es un punto luminoso que brilla en el mar y funciona como la mirada que no ve pero atrae nuestra mirada hacía ella. La lata me mira y en ese momento me doy cuenta que yo mismo soy una mancha en el paisaje compuesto por esos pescadores de Bretaña, que soy el personaje ridículo en el decorado bretón, el turista que viene a hacerse pasear por el proletario que se gana la vida con el sudor de su frente mientras que yo soy el niño bien que se pasea allí.

Con su broma, Juanito, el joven pescador, se lo hace saber por intermedio de la lata de conservas. Analizando esta anécdota tiempo después Lacan nos da una indicación de cual era para él el objeto en el que se sostiene su cuerpo-envoltura, el objeto oculto que sostiene el decorado al subir a escena muestra no ser sino una mancha en el paisaje.

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Ya mi cuerpo no es mío
Gloria Flores Ramírez

Primo Levi escribe: "Ya me han salido en el dorso de los pies las llagas que no se curan. Empujo carretillas, trabajo con la pala, me fatigo con la lluvia, tiemblo ante el viento; ya mi cuerpo no es mío: tengo el vientre hinchado y las extremidades rígidas, la cara hinchada por la mañana y hundida por la noche; algunos de nosotros tienen la piel amarilla, otros gris; cuando nos vemos durante tres o cuatro días nos reconocemos con dificultad1”. Como dirá JAM la disposición de ser viviente le impone al sujeto cargar con un cuerpo y el lenguaje lo determina como cuerpo hablante.

El escritor judío en su libro "Si esto es un hombre" narra su experiencia en un campo de concentración nazi. Primo Levi nos habla de un cuerpo que el Otro, como significante y como Ley, ha destinado a la muerte. Un cuerpo que pertenece al exceso del Otro, a la agresión y la barbarie de un Otro en el que la dimensión de goce y poder es privilegiada.

Levi nos habla de Otro sin tachadura, sin límites, en donde su pleno poder asesina a sus semejantes. Las llagas, la fatiga, el temblor, el vientre hinchado, la rigidez de las piernas y brazos, la piel macilenta y cerúlea que nos retrata el escritor como acontecimientos (del latín 'contingere' cuyo significado es "lo que toca a uno") de un cuerpo, habla de una muerte anticipada. Sin embargo ese cuerpo que pertenece a Levi (y leemos su texto porque sobrevivió a la Shoah) se encontraba vivo y muerto. Sus cuerpos estaban destinados a que no fueran encontrados jamás, a ser reducidos a humo. Jamás tendrían una sepultura, jamás un significante sobre la piedra. Levi escribe "ya mi cuerpo no es mío".

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El cuerpo de los malos tratos
Manuel Fernández Blanco

Sabemos gracias a Freud, después de su texto titulado Más allá del principio del placer, que el principio del placer incluye su más allá bajo la forma de la compulsión a la repetición. Compulsión a la repetición que demuestra la eficacia de la pulsión de muerte y pone de manifiesto que la muerte infiltra la vida. El más allá del principio del placer tiene, con Lacan, el nombre de goce. Ese goce que solo se experimenta en el cuerpo de Uno, porque nadie goza en el cuerpo de Otro.

Si admitimos estos principios, tenemos que concluir que el cuerpo como experiencia de goce es, esencialmente, el cuerpo maltratado. El empuje al goce se impone "hasta que el cuerpo aguante", rompiendo la homeostasis gobernada por el principio del placer. Principio del placer que está al servicio de que el placer dure, moderándolo.
Frente a la moderación está el exceso, lo no limitado. Los excesos entienden de la diferencia sexual. Por eso se suele observar que los hombres, en consonancia con su modalidad habitual de fijación de goce, están más vinculados al exceso y las mujeres a la falta, al no-todo. Pero Lacan nos enseñó que existe el sin límite también para la mujer.

Recordemos cuando en Televisión dice: "no hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre, de su cuerpo, de su alma, de sus bienes". Solo el signo de amor, con frecuencia rehusado por el partenaire, sirve de límite a lo ilimitado del goce femenino que, de lo contrario, puede empujar a una mujer a ir más allá de la mascarada para ofrecer su cuerpo en su dimensión más real, más allá de la dialéctica fálica.

Este sin límite en el ofrecimiento del cuerpo no está al servicio de provocar la angustia del Otro, por eso no se trata de perversión masoquista. Por otra parte, el contrato masoquista incluye los límites, lo que no es el caso del sin límite "de las concesiones del cuerpo" al que alude Lacan.

Tampoco es la degradación, la desidealización como objeto, en la línea de lo que nos habla Freud en su artículo Sobre una degradación general de la vida erótica . Ya que el recurso a este tipo de degradación sitúa a la mujer en la dialéctica erótica, mientras que el cuerpo del maltrato es el resultado de situarse como producto final del recorrido pulsional. Por eso el partenaire, el Otro del estrago, pasa a ser un medio para la pulsión, conectable al Superyó materno.

Sabemos que, en los confines, el sin límite aboca a la violencia extrema cuando el partenaire exige, en la línea sadiana, la revelación del ser de goce que supuestamente la mujer esconde en su vientre. Esta exigencia puede tener la consecuencia dramática de romper la última barrera, aquella que hace del cuerpo un velo que esconde lo real del organismo.

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El cuerpo de la madre
Miriam L. Chorne

Consideraremos el tema del cuerpo de la madre limitando nuestra reflexión a la función reproductora, dado su interés clínico. Como casi todas las demás funciones, la procreación ha perdido toda "naturalidad" en el ser hablante. Las diversas perturbaciones que puede presentar: inhibición o síntoma pueden llegar a afectar la posibilidad misma de la maternidad.

Algunas de las primeras referencias de Lacan al tema de la madre y la hija parecen derivar directamente de las observaciones de Freud en su artículo "Sobre la sexualidad femenina" de 1931. En ese texto Freud dice "Parece en efecto, que este germen (de la ulterior paranoia) radica en el temor -sorprendente pero hallado invariablemente- de ser muerta (¿devorada?) por la madre." La descripción de Lacan en el Seminario V acentúa esta dimensión: "La madre es una mujer que suponemos ya en la plenitud de sus capacidades de voracidad femenina..."

Junto a esta vertiente, más próxima a las imagos de Klein, el Lacan de los años 58 en adelante -con el barrido que le permite el Nombre-del-Padre- va a quitar poder a estas relaciones intimidantes con el cuerpo de la madre y a colocar el foco sobre el padre. Pero los rasgos de insaciabilidad, de voluntad sin ley, de capricho materno permanecerán en la teoría resurgiendo con otros nombres vg.estrago, en la temática de la relación cuerpo a cuerpo madre-hijo.

En ocasiones las dificultades para quedar embarazada, o incluso la imposibilidad de llevar adelante el embarazo por la ocurrencia de abortos a repetición están ligadas al estrago derivado de las relaciones que la mujer que pretende ser madre mantiene desde la infancia con su propia madre.

Cuando el Nombre-del-Padre está forcluido, o su simbolización es insuficiente, el niño, un ser vivo en su interior, se torna das Ding, alien que amenaza a la madre desde dentro de sí misma. A veces, en una experiencia menos extrema, el niño sólo produce angustia por experimentarlo con vida propia, como incontrolable. La distinción en Lacan de la madre y la mujer (que las reflexiones freudianas concentraban del lado de la madre) permite que el no-toda fálica, goce suplementario de la mujer, no resulte saturado por el tapón que puede representar el hijo (1).

En las distintas perturbaciones de la función reproductora que hemos evocado el cuerpo rechaza de diversas maneras obedecer al significante amo, es un cuerpo que escapa al saber natural. Deviene el soporte de un "gozarse" (se jouir) con un acento autoerótico. Se acompaña de culpa, en tanto es infracción al funcionamiento "normativo". De donde la ética se introduce en la biología, dice Miller, y es por lo que en este lugar se situará al superyo (2).

Notas:
1 Jacques Lacan, Seminario 20, Aún, (1972-1973, Buenos Aires, Paidós, 1992
2 Jacques-Alain Miller, tomado de las clases del Curso de la orientación lacaniana del año 1998-1999 y publicado inicialmente en La Cause Freudienne con el título "Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo".

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"La faz de Dios: soporte del goce femenino" (1)
Shula Eldar

Cuando Lacan afirmaba esto ¿quería decir que creía en Dios? Creía en el goce de la mujer: saber más allá de la palabra, goce-en-más que nos encamina hacia la ex-istencia, apertura a lo infinito.

La experiencia mística abre a una extraña libertad: la mansión de lo femenino.
Comienza cuando algo del todo real sacude los cuerpos. Inconmensurable dolor vacío, dicen. Son por lo general mujeres las que se encuentran con ello y si rechazan al comienzo traspasar ese borde que es el muro de la estructura, si se oponen, si hacen a ello obstáculo, llega un punto en el cual se produce una mutación y consienten a desear ese abismo donde sienten una presencia que llaman Dios: beatitud, plenitud, que no es ni éxtasis ni arrebato sino "un bien en segundo grado cuya causa no es un objeto a". (2)
De tanto en tanto ofrecen sus testimonios, por ese lado se emparentan con el mártir.
Sus escritos brotan de allí, del anonadamiento del yo, de un más allá de los objetos.

Poesía, diarios, cartas, "jaculaciones místicas, ni palabrería, ni verborrea...."(3), "escritos que surgen de la abundancia del corazón" en una lengua nueva. (4)

Ellos revelan la invención de otra posibilidad de vida, una nueva realidad que no está ligada a la falta, e implican un consentimiento a lo real que conviene abordar sin prejuzgar, sin apoyarse tampoco en la facilidad de las categorías clínicas a las cuales esta experiencia trasciende y desborda.

Esta posibilidad de vida que se agranda hasta lo infinito es para ellas: "La vida perfecta" (5): un espacio topológico diferente, un lugar donde repercute la ex-istencia del Otro.

Notas:
1 J. Lacan - Seminario XX: Aún. Cap. VI, p. 93.
2 Ibid. P. 93.
3 Ibid. P. 92.
4 Catherine Millot. La vie parfaite. Gallimard, 2006. P. 70.
5 Ibid

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http://www.elp-debates.com/semanarioxjornadas/semanario/index.html#/1/