Art & Co. nº 3. José Manuel Alvarez (Barcelona)

Fiel a la línea de reflexión crítica con la que se inauguró la revista, una vez más llega a nuestras manos el número 3 de Art & Co, que está articulado a la interesante reflexión del escritor Tomas Segovia sobre el concepto de “producción” en el mundo del arte, las fervientes paradojas actuales sobre la obra de arte y la producción artesana, y una reflexión sobre las distintas modalidades del “qué quiere decir” una obra de arte; mostrando que en la actualidad la obra de arte ha caído también “víctima” de la evaluación del goce del espectador y el baremo es únicamente si nos inspira goce o no –“si gusta o no”-, y “nada sobre el qué nos quiere decir...”. Llegando así a la aguda conclusión de que “Lo paradójico es que el poder y su otra cara, el mercado, coinciden con una escala de valores que sólo puede ser alguna especie de misticismo de salón, fuertemente burgués, (ese rasgo repudiadísimo por las vanguardias), pues la beatitud ante ese arte sólo puede justificarse de dos maneras: o porque es fabulosamente caro en el mercado o por un acto de fe (apoyado en el consenso, no lo negaremos). Imposible saber si lo uno favorece lo otro, o al revés. Y, mientras tanto, la artesanía, incapaz de competir con la industria en cuanto a utilidad, (en incluso a veces en cuanto a gusto estético, me refiero al gusto de la moda), y relegada ante el gran arte en cuanto a prestigio y precio de venta, es una especie en vías de extinción.”

Otro artículo que capturó nuestro interés está firmado por Adam Lowe bajo el título “El regreso de ‘las bodas de Canᒠ(y algunas cuestiones relativas a la originalidad)”, a partir de un impresionante trabajo de creación de un facsímil de la célebre pintura de Paolo Caliari –El Veronés-, realizado con técnicas digitales a tamaño natural, y ubicado en el mismo lugar donde estaba el original, expoliado en el siglo XVIII y ubicado en el museo del Louvre de París. Adam Lowe hace pivotar toda su reflexión sobre la tensión, muy actual, entre la copia y el original, y las ventajas que el medio digital supone para promover y alimentar nuestra compresión de la historia del arte. Con la paradoja de que la copia, en la actualidad, “Contrariamente a lo que habitualmente se piensa, los facsímiles digitales son responsables de la introducción de un gran número de cambios en la trayectoria centenaria de muchas obras de arte”.

No sin conexión, aunque lateral con el anterior, Bárbara Celis, en su artículo “Takashi Murakami: Disneylandia para hipsters”, a partir de una célebre exposición de este autor en el Brooklyn Museum, plantea sin ambages que: “Parece que la discusión del arte hubiera sido barrido del discurso para dejar paso únicamente a la preocupación sobre el mercado del arte. Si un artista vende, es bueno. Lo que venda no es relevante”.

El trabajo de firmado por Josep Casamartina i Parassols, “Ya no quiero ser yo”, nos propone lo fácil que es odiarse a sí mismo y más en el terreno creativo. La obra producida en grupo o las identidades falsas, proliferan en un contexto artístico conectado al mundo globalizado. Aunque, señala, que este fenómeno no es algo nuevo, sino que se ha ido produciendo a lo largo de la historia del arte, sobre todo a partir del siglo XIX, a partir del cual Josep Casamartina, hace desfilar una galería de nombres del arte que hicieron su obra a partir de identidades falsas.

El teatro también tiene cabida en este número de Art & Co de la mano del crítico teatral, Juan Carlos Olivares, con su trabajo “Contra el mito de la experiencia efímera”, en la que realiza una crítica sobre el carácter franquiziado del teatro actual, en el que “Cuando abogados y expertos en mercadotecnia han eliminado cualquier opción de error, el montaje está listo y preparado para ser absorbido por el mercado internacional, como marca, como franquicia. Quien compre la mercancía debe contar con la presencia (obligada) de unos comisarios disfrazados de directores de escena cuya única misión es vigilar el estricto cumplimiento de las cláusulas fijadas por contrato y lograr que el público disfrute de una copia perfecta, que es, en realidad, lo que busca y espera.”

Una galería de artistas, algunos de ellos claramente outsaiders, aunque posteriormente reconvertidos en celebridades dentro del mundo de los “entendidos” en materia de creación artística, se abre con un artículo de Jorge Fernández Guerra que efectúa un recorrido por la personalidad y la obra del compositor y músico alemán que brindó al mundo la primera obra maestra realizada por medios electrónicos, Karlheinz Stockhausen, “De las ruinas a las estrellas”, cuyo planteamiento no es otro que “Mi obra será algún día el modelo de una composición musical que hace consciente el hecho de que un compositor escribe una sola obra durante toda su vida”, idea que le llevó tan lejos como para tener a toda su familia prácticamente recluida a expensas de la música y llegar a componer una ópera con claros tintes megalomaniacos, “Licht”, que representa los siete días de la semana y cuya duración es casi la totalidad de todas sus horas...

Otro músico, esta vez cercano, José Manuel Berenguer, nos entrega un relato apasionante e íntimo de lo que supone para él, el proceso de creación artístico de una composición musical: “(...) sólo sintiendo y dejándome sorprender por lo que emergía ante mi conciencia, como si no fuera yo mismo quien estuviera tras ello, como si fuera otro el que tocara. Era una especie de desdoblamiento de personalidad, en virtud del cual, el yo del espectador podía seleccionar lo que el casi automático e inconsciente ejecutante producía. De todas maneras, esa forma de actuar tiene un límite que pronto se alcanza, porque el inconsciente es reaccionario. Al menos el mío, que termina repitiendo siempre la misma canción, porque sus gustos nunca cambian”.

Después de pasar por “El ‘atelier’ de Ladislaw Stareicz”, de la mano de Carolina López y Andrés Hispano, nos adentramos en la artesanía del cine de animación, en el que se hace un repaso a la filmografía de este pionero de la animación, en el que “su obra evoca un ámbito perdido en el que la artesanía, ingeniería y magia hacían del arte algo propio del genio singular. Las películas de Terry William y Tin Burton, siguen la estela de este autor ruso”. Y desembocamos en otro outsaider de la fotografía, de la mano de Roman Buxbaum, como es el fotógrafo checo Miroslaw Tichý, cuya obra, extremadamente sui generis, no tanto en su temática, -el cuerpo femenino-, sino en los medios para plasmarla –cámaras de cartón con objetivos de plásticos hechos por él mismo-, y en los surrealistas procedimientos para positivizar su trabajo, incluyendo todo el descuido posible en el manejo de los productos químicos de positivado, así como un maltrato evidente por las copias, llenas de manchas, rayas, motas de polvo, etc. (La foto de portada que ilustra este post es buena prueba de ello, aunque las hay muchísimo más maltratadas). “Con complicadas cámaras fotográficas realizadas con cajas de cartón usadas y viejas lentes de plástico. Ensamblaba el cuerpo a partir de cartón y chapa, sellándolo con alquitrán y pintándolo luego de negro. Con dos carretes de hilo vacíos y el elástico de unos viejos pantalones compuso el mecanismo de rebobinado, una especie de sistema de poleas a la que sujetó el obturador, fabricado en chapa. Su lema: ‘Hay que hacer una cámara mala. Cuando se quiere ser famoso hay que hacer algo peor que el resto del mundo. Nada de belleza o cuidado en la elaboración, eso no interesa a nadie’”.

Una muy interesante entrevista con Bartomeu Marí, director del MACBA abre una sección de la revista al recorrido de otros artistas como la cineasta Ivonne Rainer, la extensa y famosa colección de fotografías de la pareja Auer, el cine de autor representado por el mexicano Carlos Reygadas, entre otros, para concluir con un divertido artículo de Antxon Salvador titulado “El cine en el diván”, en el que realiza una ilustrativa crítica de “The Pervet’s Guide to Cinema”, un film de tres episodios de 50 minutos cada uno, con el que filósofo sloveno, Slavoj Zizek pretende ilustras las teorías de Freud y Lacan mediante una serie de secuencias antológicas del cine de todos los tiempos...

Estos y aún otros interesantes artículos componen nuevo número de Art & Co y que requiere una atenta lectura para ir navegando plácidamente por sus 105 páginas, más otras 34 las cuales están dedicadas a la traducción al ingles de cada uno de los artículos que componen este, una vez más, excelente número 3, el cual recomendamos con tanto entusiasmo como lo hicimos de los dos primeros, y a partir del cual quedamos ansiosos a la espera del próximo.