Cómo la experiencia analítica permite hacer deconsistir el delirio universal

Quiero dar en primer lugar las gracias, a las instancias de la ELP y a Victoria Vicente y María Verdejo en particular, por hacer posible esta velada de carteles, también por el esfuerzo logístico. Igualmente vaya mi agradecimiento a las coordinadoras de las dos mesas, Blanca Cervera y María Antonia de Miguel.

Algunas consideraciones previas. Estas líneas no son una reflexión concluida sino el producto de un trabajo en curso fruto de mis interrogantes e indagaciones como cartelizante y también como AE en ejercicio; es decir, anudan un momento personal y singular respecto al cartel y pase, los dos elementos medulares de la Escuela que la constituyen como tal. También quiero decir que estas elaboraciones en construcción no habrían sido posibles sin la conversación que me sirve para descompletar mi pensamiento con mis queridos colegas y compañeros de este cartel inter-escuelas, NLS y ELP. Hago explícito mi agradecimiento hacia ellos: Florencia Shanahan, Roger Litten, Oscar Ventura y Patricia Tassara, nuestro +1.

I.- Parto de tres aspectos incluidos en la pequeña intervención de Lacan en Julio de 1978 con la que concluyó el IX Congreso de la EFP sobre la transmisión1.

1º El pase como un dispositivo que instaura para obtener algún testimonio acerca de -qué es lo que hace que, después de haber sido analizante, uno se vuelva psicoanalista-.

Tal como ahora alcanzo a pensarlo, el psicoanálisis es intransmisible. Es muy molesto. Es muy molesto que cada psicoanalista sea forzado – puesto que es preciso que sea forzado a reinventar el psicoanálisis. Si dije en Lille que el pase me había decepcionado, fue precisamente por eso, por el hecho de que haga falta que cada psicoanalista reinvente, según lo que haya llegado a extraer del hecho de haber sido psicoanalizante durante un tiempo, que cada analista reinvente el modo en el que el psicoanálisis puede perdurar”2.

2º Y prosigue: “¿Cómo es posible que, por la operación del significante, haya gente que se cure?”, “¿cómo es que al sujeto que viene a ustedes a analizarse se le susurra algo que tiene por efecto curarlo?”3.

Es decir, ¿cómo opera lo Simbólico sobre lo Real?

3º Señala que “ha intentado decir algo más sobre el síntoma tomando su antigua ortográfica, sinthome4. Y subraya también que “en el término síntoma está también aquello que evoca una caída: “«symptôma», es decir, algo que evoca la caída de algo, «ptoma» quiere decir caída”5.

A lo que le seguirán sus últimas elaboraciones sobre el sinthome: dirá que es “todo lo que queda de lo que llama la relación sexual. Por eso el significante, que es también del orden del sinthome, por eso el significante opera. Por eso tenemos la sospecha del modo en que puede operar: por mediación del sinthome.

¿Cómo comunicar entonces el virus de este sinthome bajo la forma del significante? Es lo que me esforcé́ en explicar a lo largo de mis seminarios”6. Es decir, que presenta su enseñanza como un testimonio más que como una enseñanza o una transmisión, es por ello que afirmaba una y otra vez que hablaba como analizante.

II.- Contemporáneo a este año es el texto de Lacan pour Vincennes!, del que tenemos también el comentario de Miller en Todo el mundo es loco. Lacan vuelve en este texto sobre el problema de la transmisión y es por ahí por donde enlaza con mi rasgo:

Hay cuatro discursos. Cada uno se toma por la verdad. Solamente el discurso analítico se exceptúa. Valdría más que este dominara, puede uno concluir, pero justamente ese discurso excluye la dominación, dicho de otro modo, él no enseña nada. Él no tiene nada de universal : es por esto que no es materia de enseñanza.

¿Cómo hacer para enseñar lo que no se enseña? En este terreno Freud avanzó.

Él considero que sólo hay sueños, y que todo el mundo (si se puede enunciar tal expresión) todo el mundo está loco, es decir delirante”7.

Es decir, el propio afán de enseñar es delirante, porque presupone un universal. Cada discurso implica una impostura frente a lo real. El lugar de la impostura es el del agente sobre la barra encima del lugar de la verdad. Subrayo el término lugar respecto a la verdad, la verdad como lugar, no como atributo. El discurso del analista excluye la dominación porque no enseña, su operación no es universal, sino única e incomparable. Es el único discurso cuya lógica es la del no-todo y ello es acorde con el lugar del saber en este discurso, en el lugar de la verdad, fugaz como el esp de un laps y disjunto del S1: “el comienzo de un saber que se contenta de siempre recomenzar”8.

De lo expuesto puede deducirse la paradoja que atraviesa el pase, una imposibilidad que dimana de lo real. Tal como La mujer no existe, tampoco existe El analista. Dispar, disperso, descabalado, uno por uno, no forman conjunto, rompen el molde.

La enseñanza y la transmisión del psicoanálisis no cesan de no inscribirse. Pero el momento de pase es un relámpago en el que por un instante extraordinario la transmisión cesa de no escribirse. La orientación por lo real no es solo por el imposible, sino también por la contingencia, que es otro nombre de lo real. Y ocurre tres veces mínimo: el instante de la decisión, la transmisión a los pasadores cuando les toca el cuerpo y un tercer momento cuando transmiten esa marca al cartel y el cartel la acoge. Es algo insólito, delicado y formidable. Y aún un cuarto, cuando en el testimonio esa letra es acogida en la Escuela. ¿Es una letra escrita en la arena? Tal vez, pero eso no borra el instante y el acto de la inscripción. Ahí está la interpretación que la enseñanza de un AE implica para la Escuela. Pero la Escuela debe consentir a ser incauta y a acoger una letra que es la letra de lo que no tiene escritura, un decir que concierne al cuerpo y la satisfacción, más que al saber. Un decir contingente y singular que atestigua cada vez de esa inexistencia del Universal.

III- El discurso analítico es el único que escapa al delirio común. Retomo el punto I. La paradoja que el psicoanálisis pone al descubierto es que el delirio común puede ser puesto en suspenso. Y esto, llevando la experiencia hasta el final donde se vacía el sentido y se toca el límite de lo real, aunque sea en un instante de relámpago del esp de un laps. Esta experiencia no puede más que ser contraria al universal. Cada testimonio lo pone en acto y hace Escuela, al igual que la interpretación, como acto analítico, hace psicoanálisis. Implica un consentimiento, tanto por parte de cada Uno, como de la Escuela misma, a la lógica del no-todo. Consentir a empujar un poquito más allá de lo que Freud llamó el “rechazo de la feminidad”9, en Análisis terminable e interminable.

 

Notas:

  1. Lacan, Jacques. “La experiencia del pase”. Lettres de l´Ecole, nº 23, 1978.
  2. Ibid., pp. 181-182.
  3. Ibid., pp. 181-182.
  4. Ibid., pp. 181-182.
  5. Ibid., pp. 181-182.
  6. Ibid., pp. 181-182.
  7. Miller, Jacques-Alain. Todo el mundo es loco. Paidós, Buenos Aires, 2015, pp. 295-343
  8. Lacan, Jacques. El fracaso del Un-desliz es el amor, Lección del 19 de abril 1977, inédito.
  9. Freud, Sigmund. “Análisis terminable e interminable”. Obras Completas. Vol. 9. Biblioteca Nueva, Madrid, 1975, pp. 3339-3364.