Reseña del libro Más líbranos del bien, de Gustavo Dessal. Por Mercedes de Francisco (Madrid).

DESSAL, G., Más líbranos del bien, Madrid: Huerga y Fierro, 2006.

No resulta fácil presentar un libro de cuentos, y aún menos si el autor es amigo y pertenece al mismo gremio que uno mismo y con el cual se acostumbra a transitar y a poner en común las cuestiones del psicoanálisis. La costumbre aquí supone un obstáculo y tuve paulatinamente que desprenderme de ella. Incluso, en un momento dado la figura de Gustavo Dessal psicoanalista se desvaneció y así me pude encontrar con el escritor.
Según avanzaba en mi lectura que decidí fuera en el orden propuesto por Dessal, sus criaturas tomaban cuerpo. No parece que el autor se rija por supersticiones “estandar” ya que el número de cuentos que compone este libro son trece.
Si en los cuentos algo muy importante es su comienzo, es también fundamental su punto y final. Un cuento puede perder toda su potencia si su fin no lo convierte en una pieza en sí misma. Y en el caso de este libro los cuentos terminan con un corte, con un golpe seco, de repente. Y esto que al principio me resultaba algo inquietante pronto se desveló como parte de la maniobra del autor, de su sello particular, una forma diferente de tratar el tiempo. Esta conclusión me llegó cuando leí el cuento de “Los feos”, que es mi preferido, sin que esta predilección vaya en detrimento de las otras “criaturas” a las que da vida Gustavo Dessal. En este cuento el punto y final no tiene exactamente esta misma característica, aquí el autor nos muestra su posibilidad de tratar el fin del cuento sin asestar ese “golpe seco”, pero casi en la última frase algo queda abierto al pasar en forma de pregunta que puede servirnos de clave para comprender esto que podemos calificar de “estilo de autor”.
Parece que en este libro Dessal ha querido romper con el empuje a la buena forma de lo esférico, de lo circular tratado imaginariamente como esférico, por ello puedo calificar esta operación como corte. Un corte que trae a la presencia la sexualidad y la muerte. La sexualidad como pregunta abierta imposible de responder, la muerte como el inesperado golpe.
Ahora me pregunto porque comencé con esta reflexión sobre los finales de estos cuentos, justo al principio de este comentario. Una posible respuesta es que considero que del final depende, por lo menos para esta lectora que os habla, que el cuento impacte, haga surgir una experiencia que incluya al cuerpo.
El cuerpo es un elemento fundamental en estos trece relatos, el cuerpo anoréxico anudado a un ideal higiénico delirante conectado con la maternidad en “Mamie’s Blues”, el cuerpo imaginario y el real que se anudan en los “Feos”, el cuerpo tratado como objeto de experimentación por la medicina en “Más libranos del bien”, el cuerpo destrozado por el empuje de Tánatos en “La Explosión” que no deja de evocarnos el “grito” “Padre no ves que estoy ardiendo” pero en una torsión tal que es el propio padre el que convierte ese grito en relato; el cuerpo de la marca, del divino detalle, casi como letra, que nos trae “la cicatriz” como signo de la diferencia en “La otra”, el cuerpo de la mujer como iniciación para el adolescente desdoblado púdicamente entre la madre y la atractiva vecina en “la señora R.”, en el relato “La reunión”, el cuerpo en su decadencia por el paso del tiempo que los hombres exorcizan con el encuentro adolescente entre ellos y con la inclusión del cuerpo femenino a través de la puta que les alivie de la desesperación de portar el órgano, pues con la puta la pregunta por el goce femenino queda en suspenso ya que ella es portadora de una garantía inexistente y enmascara un goce contingente con un goce necesario; el cuerpo a través de los disfraces que la otra porta en el cuento “Quisieron que lo fuese”; el cuerpo hecho cenizas, resto, que siguen dando signos de amor, que nos trae a la memoria estas palabras de Quevedo “polvo seré pero polvo enamorado” en “La viuda morosa”; la costra de miseria que envuelve la vida de los “desposeídos”, a la vez que su cuerpo…
En estas distintas presentaciones podemos ubicar el cuerpo mortificado del significante, el cuerpo imaginarizado y el cuerpo que goza, e incluso rastrear que tipo de anudamiento preside cada cuento. No me embarcaré en esta tarea pues me interesa comentar otras cuestiones.
Como mi acercamiento a este libro está despojado de todo imperativo “académico o especializado”, me tomo la libertad de comentar los nombres de escritores que me han asaltado a lo largo de la lectura. En unos casos esto era provocado por la estructura del propio cuento, en otros por uno de los personajes, en otras ocasiones se trataba de un clima. Me permitiré aquí relatar un olvido curioso y productivo. Lo primero que leí fue la contratapa que Lázaro Covadlo le dedica al libro, y de esta lectura me quedé curiosamente con la referencia a Poe y a Kafka, dejando en el olvido la referencia a Cortázar y la influencia que reconoce Covadlo de este autor. Traigo aquí este olvido porque es absolutamente significativo, más aún, si la lectura del libro de Gustavo me condujo a la entrevista televisiva que en 1977 Joaquín Soler realiza a Cortázar y que dura dos horas. A esto me había llevado estos trece cuentos, a uno de mis autores preferidos y que para mí es el mejor escritor de cuentos. Ahora, y escribiendo esto, vuelvo a la contratapa y me percato de mi olvido y compruebo el recorrido que este mismo olvido me obligó a hacer.
El Cortázar que descubro en Dessal, aunque él pueda no reconocerse en este antecedente, no responde a la operación hecha por Cortázar de llevar el habla que se habla a la literatura, tiene que ver más con la concepción de la literatura fantástica y la concepción del cuento. La literatura fantástica para Cortázar no responde a la maniquea diferencia entre realidad y fantasía, -diferencia rota por Freud con su concepción del principio del placer y principio de realidad, y definitivamente instalada por Jacques Lacan cuando afirma que la realidad es siempre fantasmática, afirmación difícil de aceptar por lo que de subversivo representa-, sino que se trata de plasmar a través del escrito la otra cara de las cosas, y en este punto Cortázar no renuncia a la referencia a la astrología, a una intuición que se impone y que no es el resultado de un pensamiento lógico, al elogio del azar como más potente que la lógica misma y frente al cual oponer resistencia nos desorienta. Entonces, podemos preguntarnos si estos relatos pueden considerarse “literatura fantástica” y respondernos que, en este sentido, sí. Me voy a permitir, siguiendo este sendero definir la literatura fantástica como la que envuelve lo real, lo real sin ley, lo que no responde a la lógica, cuya conclusión no está incluida en la premisa.
Paradójicamente pueda ser esta la única libertad que nos queda, una libertad determinada por el azar, una libertad de la que no somos dueños, la aceptación de una arbitrariedad que nos aleja de todo ideal de dominio.
Osaría decir que desde una perspectiva lacaniana podríamos definir la literatura fantástica como una escritura que pretende realizar un tejido alrededor de lo real.
Cortázar como Joyce y como el último Lacan, otorgan a las coincidencias un gran valor que tiene que ver con su imposible explicación, con su carácter real. Es por ello que cuando los personajes inventados se encuentran entre ellos, con un objeto, en una situación, la coincidencia los enfrenta a la falta de causalidad. Habría dos ejes en nuestras vidas que podríamos nombrar con la vieja fórmula tyché, automaton, cuando se trata del automaton las causas y efectos parecen darse la mano sin fisuras, en el caso de la tyché, del encuentro, la causa pierde su potencia, ¿podríamos considerar esto uno de los nombres de la invención?.
El cuento de los Feos es mi preferido porque es el que mas evocaciones provocó en mí, recuerdos, imágenes, clima, etc. Cuando Gustavo nos muestra a través de su escritura estos dos cuerpo anudados en el momento de la muerte, a los que la policía no puede separar, invariablemente surge el recuerdo de la impresión que tuve cuando visité Pompeya y vi un vaciado de dos cuerpos enlazados en un abrazo, instante que la lava logró congelar y que evoca el deseo de eternizar el instante del encuentro entre los amantes que anuda tan fuertemente amor y muerte. Pompeya, Poe y la “Carta robada”, donde la policía no sabe nada, pues da vuelta en redondo, y es el forense, Peralta, que examina el cuerpo, y Carrascosa el lector que hace las veces de Dupin, los que nos hacen investigar y conocer con ellos la causa de los hechos, nos llevan por los senderos significantes, archivos, historia de los personajes, etc., hasta por fin introducir un tercero, una mujer, que presentifica a través de una última pregunta lo sin causa ¿por qué estaban desnudos?. Enigma sin respuesta que les vuelve a relanzar al desciframiento. Otra impresión muy nítida que me trajo este cuento es el inevitable clima porteño, que captamos no por el habla de los personajes, no por el uso de determinados vocablos, no por que los temas sean muy territoriales, sino por la musicalidad de los nombres, Peralta, Carrascosa, Romera; quizás por ello elegir como lugar Barcelona, sea un subterfugio que disfraza la ciudad porteña que es Buenos Aires.
En este relato personajes al pasar como el dueño del circo nos evocan la manera en que Balzac nos muestra la relación del avaro con su tesoro, una relación absolutamente estéril, una vida miserable regida más por el afán de que el otro no disfrute con esa riqueza que la posibilidad de gozar de ella. Algo cruel e injusto aparece bajo la aparente protección del amo, no hay concesión en la resolución que nos da Gustavo, el monstruo-el feo pagará por lo que nunca ha poseído. Descripción sin atenuantes de la fealdad de este hombre y esta mujer, que por el amor entre ellos y la dulzura se nos tornan bellos, y que no deja de evocarnos “el hombre elefante”, “la parada de los monstruos”. Dessal a través de los posibles testigos del hecho investigado nos enfrenta al prejuicio de una mirada que no les otorga el derecho del amor y la felicidad pues “esta gente que mira” han hecho de lo bello una barrera que los desorienta frente a lo real en el amor, a lo imposible, y reduce su vida a la mediocridad cuando lo imaginario se erige en amo. Este relato no deja de tener posibilidades cinematográficas indudables.
Bueno, debido a mi predilección he dedicado demasiado tiempo a Los feos, pero no querría dejar de decir algunas cosas sobre otros relatos. La explosión es un cuento difícilmente soportable, nos enfrenta al germen del mal que todos portamos y del cual no debemos nunca creernos libres, es un germen sobre el que hay que estar alerta; pero si además esto es tratado a través del relato de un padre frente a la muerte de su hijo, este germen se nos muestra más peligroso y nocivo llegando a un final verdaderamente inesperado aunque según progresa el relato, final intuido y temido.
La relación hombre mujer está presente en el cuento “La otra”, donde el hombre se aferra al temor de la pérdida, imaginarización o metaforización de la castración, que esconde la diferencia que el cuerpo de la mujer presentifica, esa cicatriz que se encuentra tan cerca, tan cerca del femenino pubis y que este velo ha hecho desaparecer.
Y por último comentar el cuento que da el título al libro “Más líbranos del bien”. Un cuento para mí más costoso de leer, creo que debido a la terrible pasividad con la que se presenta a la víctima y los ecos difusos del “campo de concentración”. Un hospital en mitad de un desierto, lleno de doctores Mengueles, el Hombre de la Limpieza, que será eliminado, la única excepción frente a ese todo. Está ejemplarmente descrito, el poder de la técnica médica en su alianza con el poder mediático y la pasividad del “único supuesto paciente” que hace una renuncia voluntaria a su estatuto de sujeto para pasar a ser un humano animalizado objeto de experimentación. Es un cuento recomendable para despertarnos del falso argumento de cientificidad y bienestar higiénico, que pretende enmudecer entre otros a los psicoanalistas, para así realizar su tarea siniestra sin tener que responder y dar cuenta por ello. Es desde luego un estupendo relato para los futuros médicos que guarden la dignidad de la pregunta por una ética que no se ampare en un supuesto bien, otro nombre, junto con el de lo bello, que nos aleja de lo real sumiéndonos en la impotencia.
Por último, querría comentar algo que me interesó, y es la forma que ha tenido Gustavo Dessal de introducir el diálogo de los personajes sin ningún signo gramatical que nos oriente y, sin embargo, esta inclusión del habla en el propio escrito es absolutamente nítida. No encontramos un punto y a parte, un guión, un cambio de renglón, algo que nos separe lo dicho por los personajes de la voz del relato. Cuestión lograda por parte del escritor que deja claro con esta operación que el diálogo en un escrito no deja de ser un artificio que no puede separarse por más que se quiera del tejido hecho de letra.
Y para finalizar, agradecer a Gustavo Dessal la oportunidad de esta presentación y la oportunidad de su libro, en el que tratándose de un escritor no dejamos de encontrar los cabos de lo real que un psicoanalista debe atisbar. Es por ello que la formación del psicoanalista es más exigente que las de otras terapéuticas pues tiene en el horizonte la figura del “letrado”. Es para nosotros estupendo encontrarnos con un escritor que nos ayude a desbrozar el camino.

Mercedes de Francisco (Madrid).