Violencia doméstica y suicidio. Por Manuel Fernández Blanco (A Coruña).

LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

Violencia de género y suicidio

La violencia que se ha dado en llamar violencia doméstica o de género, cuya manifestación más grave es el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, se ha convertido en un fenómeno de una frecuencia alarmante. Este fenómeno podemos tratar de explicarlo ideológicamente y poner a la cuenta del machismo del hombre la razón exclusiva de su existencia –y quizás para algunos casos sea suficiente esta explicación-, pero hay en estos hechos, a menudo, dos rasgos que piden ir más allá de esto.
En primer lugar, no podemos dejar de señalar el número significativo de casos en el que al acto homicida le sigue el suicidio del asesino. En segundo lugar, los vecinos, los conocidos, los amigos de la pareja, afirman, con frecuencia, que se trataba de una pareja normal –es más, en bastantes ocasiones, declaran que el hombre, el asesino, no había dado pruebas de anormalidad-. Esto nos lleva a afirmar que la normalidad es, siempre, presunta normalidad, o sea, válida hasta que no se demuestra lo contrario.
En el caso más reciente, ocurrido en la ciudad malagueña de Ronda, la presunta normalidad del sujeto era aún mayor. Se trataba de un subinspector de policía que, además, había dictado conferencias sobre la violencia doméstica y era el representante policial en la mesa local contra la violencia sobre la mujer. Este hombre mató a su ex novia. ¿Cómo entender este sinsentido? ¿Qué demuestra tal locura? Demuestra que algo habita en todo sujeto que puede más que la cultura con la que él se maneja: fue a eso a lo que Freud llamó la pulsión, una exigencia, un empuje, que es más fuerte que toda barrera que pretende dominarla. Demuestra también que el sujeto se intenta defender, de lo más innombrable que lo habita, con mecanismos de defensa próximos al horror del que se defiende: es el caso del pirómano que se hace bombero.
En esta ocasión, también al homicidio le siguió el suicidio. ¿A dónde recurrir para entender esto? ¿Cómo explicar el suicidio que sucede al asesinato? Al viejo dicho “la maté porque era mía”, tendríamos que añadir, en estos casos, y de modo absolutamente literal, el de “no puedo vivir sin ella”. Así, llevado a cabo el asesinato, el sujeto percibe que, matándola a ella, ha matado algo que le deja sin nada adonde aferrarse. La pulsión se vuelve ahora contra el propio sujeto: el bumerán golpea al propio asesino, y después de llevar a cabo el asesinato cae en la cuenta de que ha eliminado lo que lo sostenía en la existencia. Poco importa que lo tuviera bien meditado antes: sólo al llevar a cabo el asesinato, la verdad se hace presente. Esto demuestra además otra cosa: que el cálculo y la precipitación pueden ir de la mano, tal que el asesino puede calcular minuciosamente el encuentro con la víctima y, a la par, llevar a cabo su suicidio inmediatamente después del asesinato. Lo chocante es esto: que el suicidio se puede acometer con menos vacilaciones que el asesinato. Eso implica que la propia vida nada vale sin la que ha arrebatado. Algo adelantado, con frecuencia, por estos hombres en un anticipo profético: “La mato y luego me mato yo”.

Manuel Fernández Blanco (A Coruña)

NOTA DE REDACCIÓN: Artículo publicado hoy hace 1 año, 31-01-2006, en LA VOZ DE GALICIA, y un año más tarde aún de plena actualidad. Ver http://www.lavozdegalicia.es/buscavoz/ver_resultado.jsp?TEXTO=4470686&lnk=VIOLENCIA,GENERO,MANUEL,FERNANDEZ,BLANCO,130
Fotografías: de la exposición 18 segundos, en la que 18 rostros famosos prestaron para una campaña su imagen y su solidaridad con las víctimas.