Maltratos: La violencia como respuesta*. Por José Ramón Ubieto (Barcelona)

Tomemos, en primer lugar, la perspectiva del maltratador y descartemos los casos episódicos, aquellos donde el maltrato aparece como una respuesta puntual, sin continuidad, fruto de una contingencia reactiva o de una patologia mental muy evidente.

Para la mayoria de los casos podemos partir de una dificultad subjetiva del maltratador, generalmente sin conciencia mórbida, de la que nada quiere saber y que encuentra en la respuesta violenta una salida que lo protege de esa dificultad, aunque sea al precio de la desaparicion del partenaire. Esa dificultad tiene que ver con una idea fantasmatica –no consciente de manera clara- sobre su posible desaparición o anulación como sujeto, una idea que no por inconsciente opera menos (más bien al contrario), y que toma la forma imaginaria de una falta de valor, de un poder disminuido, de una potencia que desfalleceria, de una falta de reconocinmiento, de un sentimiento intimo de sentirse “en menos”. Es por eso que para protegerse de ese temor proyectan esa desaparición y esa impotencia en la pareja: son ellas las que no saben, ni pueden hacer las cosas bien y son por tanto objeto de desprecio como deshechos.

Para que el maltratador pueda sostener su realidad psiquica y social le es necesario, entonces, esa disyunción entre su condicion de sujeto poderoso (persona digna) y la de la pareja como objeto degradado. Es por eso que para obtener la satisfacion sexual –momento critico para la verificación de la potencia masculina- es necesario el previo sádico de la agresión (forzamiento, violación). Sólo así es recuperable el deseo sexual. Este aplastamiento del otro es lo que le previene de la angustia propia del acto sexual.

Esta dificultad reprimida no cesa de retornar bajo la forma de una demanda del Otro vivida como insistente –aunque en la realidad la pareja sea más bien mutista- que lo inquieta y le conmina a interrogar él mismo a la pareja buscando una confesion, un ¿qué quieres? Pregunta que rapidamente encuentra una respuesta, antes que ella pueda decir algo: “quieres mi goce, mi perjuicio, mi desparación”. A esta certeza –adialectica- responde el pasaje al acto agresivo: “o mia o de nadie, antes te mato, eres una puta,..” Se trata de un proceso sin fin ya que la confesión del goce de la pareja siempre es insuficiente y no se busca un saber nuevo sino la confirmación de lo ya sabido. Sólo el pasaje al acto hace de límite (temporal).

La paradoja, dramatica, es que esa respuesta de aniquilacion del otro implica, en muchos casos su propia desaparición, como se ve en muchos casos donde al asesinato de la pareja le sigue el suicidio –o tentativa- del agresor.

La violencia procura, así, al maltratador una “•solución” que enmascara su condición de sujeto afectado por la falta constitutiva de todo ser humano. La violencia es la respuesta que él ha elegido para abordar la relación al otro sexo y de esa elección debe lógicamente responder.

José Ramón Ubieto (Barcelona)

*Extracto de la intervención del autor en las JORNADAS “ELLAS HABLAN” Sevilla, 2 y 3 de Octubre 2006