El terror en casa. Incapaces de aceptar que les dejen. Por José R. Ubieto (Barcelona).

(Artículo de la periodista MARICEL CHAVARRÍA publicado en LA VANGUARDIA el 04.09.06, con declaraciones de JOSÉ RAMÓN UBIETO, de Barcelona)


MARICEL CHAVARRÍA

· "El maltratador sabe que ella vive el amor intensamente y que no le abandonará", apunta el psicoanalista Ubieto.

Si los celos y la angustia que causa el abandono de la pareja son una reacción lógica y común entre los humanos, ¿por qué sólo los hombres se resisten a aceptar esa pérdida hasta llegar al extremo del crimen?

Cada crimen de violencia sexista es único, de eso no hay duda; cada víctima, cada maltratador... No obstante, las situaciones en las que se producen estas agresiones son a menudo recurrentes. De las 50 mujeres muertas a manos de sus parejas en lo que va de año, más de un tercio estaban ya separadas o en fase de ruptura. El abandono es, con mucho, la causa principal por la que los hombres llevan su maltrato -físico o psicológico- hasta las últimas consecuencias. Es el caso del hombre que el sábado asesinó en Osuna a su mujer y a su hija encinta, dos semanas después de que la primera lo hubiera abandonado. ¿Qué hay detrás de esta enajenación mental que se apodera de algunos hombres cuando su pareja decide romper la relación?

"Los hombres han sido educados para ejercer el poder y controlar el mundo, de modo que ellos deciden cómo es su vida y con quién la viven. Que esa persona exprese su deseo de alejamiento y libertad no es algo que puedan permitir: va en contra del imaginario que tienen de sí mismos en cuanto que hombres. Es cuando llegan los celos y los sentimientos terribles hacia la otra persona, que son en realidad la antítesis del amor. No quieren a esa otra persona sino a sí mismos: mantener su control", afirma Sara Berbel, psicóloga y presidenta del Institut Català de la Dona. "Mientras, la mujer en la misma situación pierde autoestima, siente tristeza y pérdida, pero no trata de imponer su deseo de estar juntos: cree que no le corresponde".

Los seres humanos comparten un miedo natural a perder al ser querido; es lógico, son seres sociales, pero la forma de encajar el abandono es distinta según lo sufre un hombre o una mujer. ¿Por qué? Según la corriente de pensamiento que lo atribuye a un factor cultural, estas diferencias se construyen desde que nacemos, dependiendo de la forma en que recibimos los estímulos y de la sociedad.

"Se han otorgado papeles distintos a los sexos y según éstos ellas tienen mayor dependencia afectiva de la pareja; primero porque han tenido tradicionalmente más difícil la independencia económica y emocional, y no ha sido bien visto no tener pareja. A menudo su autoestima se basa en el hecho de tener pareja: si ésta se va, ellas no son nada". Según Berbel, la frase romántica "para siempre" es un deseo que se expresa en un momento de pasión, pero no es realista: las personas cambiamos, morimos... "La única opción -concluye- es educar en la relación de pareja libre, con la posibilidad implícita de perderla, respetando la libertad del otro, y no me refiero a una educación en la escuela, sino a la construcción de la realidad que percibimos en la familia".

VIOLENCIA Y CELOTIPIA

Existe, por otra parte, una segunda corriente de pensamiento que no descarta el factor cultural (la pérdida de poder del hombre en la familia provoca reacciones) pero introduce el factor de la patología mental del agresor y aún otro: la responsabilidad de la persona agredida. Según el psicoanalista Ramón Ubieto, en muchos casos de violencia grave hay una patología mental relacionada con la celopatía, una forma de paranoia. "Tienen una vivencia subjetiva de los celos ligada a ese trastorno mental, a menudo no diagnosticado. Hacen una vida normal pero en su casa es donde más se detecta su rigidez y su tiranía. Ante una orden de alejamiento es cuando se produce lo que llamamos pasar al acto". Para Berbel, de existir, esta enfermedad se expresaría con todo su entorno y no sólo con la mujer, por lo que se trata a su juicio de "una tendencia psicopática relacionada con las creencias sociales".

LA PÉRDIDA DE UN BIEN

Ubieto distingue entre reacciones al abandono según provengan de uno u otro sexo: "Él culpa a la mujer -´es una puta que me ha dejado´- y justifica el abandono en la voluntad de goce ajeno. Le alivia identificar al responsable, una vivencia típica de la gente que no ha querido saber nada de la relación de pareja y no se pregunta qué iba mal". Pero la mujer reacciona a menudo negando lo sucedido y es fácil que acepte un retorno. "La pérdida del amor es lo que más le angustia -asegura Ubieto-, su mayor castración, mientras que para él sería la pérdida de un bien. El maltratador ve eso con lucidez y lo utiliza: sabe que por mucho que le haga a la mujer, ésta mantendrá la relación. Por eso se sorprende cuando la acaba".

QUÉ HARÁ SIN MÍ

El problema es que, una vez separada físicamente, la mujer aún no ha acabado el proceso: le queda la separación psíquica, superar el "¿y yo qué hago si me separo?" Ése es para Ubieto el tercer factor que explica la violencia doméstica y que lleva a la víctima a permanecer con el maltratador. "Es así por la educación recibida, la creencia de que eso es el matrimonio y el temor, sí, pero también porque cree que su vínculo afectivo es imposible de romper: cree que su marido no podrá vivir sin ella: ´Me da pena, qué hará sin mí, me necesita´".

UN AMOR PATOLÓGICO

Es pues un amor patológico, en el que se soporta el maltrato a cambio de ser el pilar para el otro, apunta Ubieto. "Es la versión que tienen de lo que es una mujer. La sociedad lanza mensajes en este sentido, pero a eso hay que añadir la elección personal, lo que uno consiente, la forma de inventar la propia relación sexual soportando el fantasma del otro. Es su forma de amor".

Para Berbel, es una forma de supervivencia: "Para ser libre, una ha de poder escoger", dice.

MARICEL CHAVARRÍA. LA VANGUARDIA. BARCELONA.