Usuarios y consumidores hiperactivos*. Antonio García Cenador (León)

-«La cuestión es -dijo Alicia-, si Vd. puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.

-La cuestión es -dijo Humpty-Dumpty- saber quién es el Amo aquí. Eso es todo».

La época que nos ha tocado vivir está regida, no por ideales, como sucedía a principios del siglo XX, sino por el imperativo de gozar. Esto conlleva el rechazo de todo sufrimiento, de toda falta, de toda pérdida, de todo inconveniente, llegando a la paradoja de que los sujetos se consideran culpables porque no alcanzan la felicidad, que esta ideología presenta como un derecho.

Según esta ideología todo es posible, todo se puede conseguir. El mercado ofrece remedios específicos e inmediatos para cada malestar. Sólo hay que exigirlos porque los consumidores tenemos derecho; y, además, que sea algo rápido; y, además, que no nos tengamos que implicar.

No hace tanto tiempo, allá por los años ‘60, en el campo de la salud -mental o no- se hablaba de médicos y pacientes. Hoy se acabaron los pacientes, no está bien visto reconocer el padecimiento. Hoy somos usuarios y consumidores.

Ahora bien, usuario y consumidor son términos del mercado. En el mercado está la oferta, la demanda y el marketing cuya misión es ampliar la demanda. En este sentido, se ha puesto en marcha un método perverso, consistente en transformar los sinsabores habituales de la vida, en patologías. Esto se lleva a cabo, principalmente, en el ámbito de la llamada «salud mental». Baste como ejemplo que el DSM IV eleva a 297 el número de trastornos psiquiátricos. Me permito recomendar el libro La invención de los trastornos mentales (1). Los autores, dos profesores de la Universidad de Oviedo, demuestran cómo a pesar de que la comunidad científica está de acuerdo en que no hay bases biológicas de los llamados trastornos mentales, las hipótesis biológicas están profundamente arraigadas gracias a las campañas de publicidad, a las Guías para profesionales, etc.

Quiero dejar clara la diferencia abismal entre ciencia y lo que voy a llamar la ideología de las enfermedades mentales que usa el calificativo científico a modo de maquillaje. Esta ideología, disfrazada de ciencia, «conduce a la irresponsabilidad y a la inimputabilidad penal, pues es la enfermedad la que gobierna las acciones, las inhibiciones, los pensamientos, las apetencias, resultando de ello que el enfermo no es otra cosa que un títere…». (2)

La hiperactividad, diagnóstico de moda en la infancia y la adolescencia, y que ya se amplían a la edad adulta, es un buen ejemplo de los estragos que produce la ideología «cientista»; no confundir con ciencia. Desde los años 20 del siglo pasado se optó por una concepción neurológica y se generalizó el término hiperactividad, que inicialmente designaba los trastornos y las secuelas de la encefalitis. Aquí sí, la hiperactividad es un efecto de una causa orgánica. ¿Cuál es el deslizamiento? Se atribuyó la impulsividad, la hiperactividad y la inatención, a una «lesión cerebral mínima» (Straus, 1947).

Como no pudo demostrarse, la supuesta lesión pasó a denominarse «disfunción cerebral mínima» (Conferencia de Oxford, 1962). (Wender y Eisenberg, 1974). Aquí ya no se habla de lesión sino que se postula la hipótesis de un trastorno metabólico asociado a factores genéticos. Hipótesis nunca confirmadas. Pero eso no impide a los «cientificistas» funcionar como si se hubieran validado, alegando «la esperanza de inminentes y defi nitivos hallazgos». ¡¡¡Pura ciencia!!!

¿Dónde está el sujeto? La práctica que se deriva de estas hipótesis etiológicas, se caracteriza por la observación. Mediante cuestionarios, los padres y los profesores registran las conductas y luego se les da un tratamiento estadístico.

Reitero ¿dónde está el sujeto? ¿Alguien se ha interesado en el sufrimiento de estos niños y adolescentes? O, ¿acaso pensáis que un niño que padece todos estos fenómenos se encuentra bien? O, ¿preferís despachar el asunto juzgándolos de insoportables, desobedientes y prediciendo para el futuro toda clase de desastres?

Las preguntas clínicas son: ¿Por qué hace eso? ¿En qué está interesado? ¿Qué acapara su atención? ¿Qué le preocupa? ¿Qué le angustia? Y así, de modo diferente para cada sujeto. Tomando en serio lo que tenga que decir, tomando en serio su palabra, acompañándole en la búsqueda de la salida que cada uno encuentre para sus problemas Todas diferentes. Por supuesto.

Notas:

1-. Hector González Pardo y Marino Pérez Alvarez: La invención de los trastornos mentales.(2008) Alianza Editorial.

2-. José María Alvarez: La invención de las enfermedades mentales. (2008) Gredos.

* Publicado en el Diario de León. Con la amable autorización del autor.