Trozos y Trazos, el decir en la experiencia del análisis

La experiencia del análisis convoca a la espera de un tiempo, el de cada sujeto, para así poder entender algo de lo que se dice, incluso cuando se ha atravesado un largo recorrido, se trata de la espera a sus efectos.

Porque como decía Jacques Allain Miller, “creer en la eternidad de la verdad obliga a decir solo aquello que quedará para siempre, y por el contrario, ahora puedo hablar de cosas que pueden durar solo 5 minutos”1.

De ahí el rasgo escogido para este producto de cártel lo que hablar quiere decir, cártel exprés que se convocó a propósito de las jornadas, y que suscitó un encuentro con la pregunta:

¿Habrá un modo más propio de decir? y ¿cómo decir cuando lo que aparece es el sinsentido?

Apoyándome en la lectura propuesta, el atolondradicho de los escritos de Jacques Lacan, pude a través de ella encontrar algunas pistas a seguir.

Tras un tiempo importante de análisis, lo que se puede articular son trozos y trazos, que hablan de una verdad, un saber que se rechaza, que remite a lo que siempre estuvo ahí , pero de lo que no se quiere saber y que, como dice Patrick Monrribot en su libro Recorridos se trata de una experiencia de entusiasmo y melancolía a la vez. Entusiasmo porque supone un encuentro con ese saber no sabido antes del análisis, que permite hacer de un modo distinto a la repetición y que aligera, y melancolía porque supone aceptar una cuota de pérdida de aquello que nos sostenía.

En ese tiempo, surgen preguntas en torno a esa primera pregunta sobre si habrá un modo de decir propio y cómo saberlo.

¿Trozos que atrapan y bordean lo real?

El análisis se trata de permitir otro discurso que se advierte, pasando desde el sentido al sin-sentido a través de las vueltas alrededor de un agujero.

Lacan con el modelo topológico del toro ubica este ordenamiento dándole a la vuelta una función primordial, introducida por el significante.

Andel Balseiro en su artículo “El toro: Introducción a la topología del sujeto en Lacan”2, dirá: “El advenimiento al lenguaje horada un agujero en el centro mismo del sujeto3.

Este agujero tiene como resultado, la instauración del orden simbólico y al mismo tiempo, lo mortificado por el lenguaje, los dichos familiares, culturales, que incluso antes de nacer van a determinar al sujeto, perdiendo la orientación biológica del instinto.

Este agujero es un indecible, no se puede pensar, está fuera del lenguaje.

Balseiro continúa diciendo “El toro, es introducido por Lacan para representar esta relación de exclusión interna estructural. Hace pensar en la lógica del deseo, más en particular en el objeto causa de deseo, objeto a, ese objeto primero que nunca se alcanzará. Este irá a ocupar esta zona excluida, este agujero central, conduciendo al deseo a rodearlo sin nunca poder alcanzarlo4.

Podría decirse, que ese objeto causa es inalcanzable, objeto metonímico, que no se atrapa, pero que se produce en esa lógica del deseo, siempre deseo de otra cosa.

El toro es una superficie que está hueca por dentro. Lo esencial del toro, es que tiene un agujero y que sobre esta figura topológica se pueden trazar todos los lazos posibles que atestiguan de la presencia del agujero. Lacan sitúa el decir del sujeto sobre este dibujo del toro como una sucesión de demandas, donde el significante ya no vuelve a ser el mismo en cada repetición. El discurso va recorriendo el toro con estas vueltas incesantes y en esta sucesión de demanda, por debajo, hay un deseo, el objeto a como causa de deseo, que es el agujero”5.

Lacan sitúa el decir del sujeto sobre este toro como una sucesión de demanda sobre esta marca irreductible y única del sujeto, esta marca remite al rasgo unario, no se trata de unicidad sino de esta marca irreductible del sujeto, Y esta marca del sujeto, hace que el discurso no sean enunciados universales, sino que el decir del sujeto se irá dibujando sobre este toro. El análisis posibilitará a través de estas vueltas que el sujeto pueda ir diciendo de su marca, hasta hace posible ese decir más propio y singular.

¿Será el duelo por la pérdida de este objeto lo que melancoliza tras un recorrido de análisis, tras estas vueltas?

El arte, la pintura abstracta como lugar de encuentro con el trazo singular.

Acercarse a las artes y en concreto a la pintura abstracta como lugar de encuentro con el trazo singular, es un modo de bordear lo real.

La pintura abstracta enseña a descomponer el objeto mirado y así poder ver algo particular, para volver a componerlo de un modo más propio y hacer un tratamiento de lo real a través del propio trazo.

El trabajo con el inconsciente:

El trabajo del análisis es trabajo con el inconsciente. Este es interferido por el yo, que más que un aliado, es un obstáculo para cualquier pretensión de verdad sobre uno mismo.

Lacan en su esquema lambda explica como el ego se inscribe en el eje imaginario a-á, separa muy bien el yo del sujeto y dirá “que creer que el sujeto está en el lugar del yo es no saber lo que se dice6. Lacan habla del inconsciente, como ese lugar censurado y del que no se sabe cuando se habla y que rompe con el sentido mismo al hablar. Sitúa el yo en el lugar de la alienación y del eclipse. Entonces, el sujeto queda alienado en el yo creyendo que ese yo es él. Ahí está el eclipse creado por la creencia en esa línea de ficción en el a-á, Tendremos entonces el sujeto de la palabra y el sujeto del inconsciente. Más allá del yo, se encuentra un sujeto desconocido que recibe las palabras de otro fundante que le hace ser lo que es.

Hay otro fundante que hace ser lo que hoy es, y este consentimiento es consentir a la existencia del inconsciente, donde se descubre que la palabra está inscrita en la intersubjetividad.

Da cuenta de cómo es el Otro, quien otorga al sujeto su lugar en la dialéctica intersubjetiva. Será este sujeto efecto del significante otorgado por el Otro. El análisis da cuenta de cómo no nos entendemos los unos con los otros por esta división subjetiva, está la palabra y el inconsciente, lo no sabido por cada por cada ser hablante. Creer en el sentido absoluto de la existencia de las relaciones con los otros es uno de los mayores engaños e ilusiones a lo que te enfrentas en un análisis.

El trabajo analítico va a apostar, a alcanzar este palabra verdadera a través del analista como pivote, saltándose la palabra vacía.

Morder lo real

El análisis va depurando la palabra, vaciándola de sentido hasta morder lo real, aquello de lo que el sujeto no puede decir. El analista con el corte muestra como el efecto del inconsciente impide el sentido que busca el sujeto a través de la significación del significante, el analista va a empujar con el corte en la sesión a dar cuenta del sinsentido de lo que el significante significa, y a dar cuenta que lo que expresa es el síntoma, que es lo que el sujeto puede dar a entender con el lenguaje. Morder lo real sería cortar con la repetición, con lo que insiste, lo que molesta y al mismo tiempo fascina. El goce que mortifica, que modifica. Cortes con el rechazo, con lo oculto. Todo ello va produciendo un encuentro con una apertura a lo imposible, a ese decir que no se atrapa, a lo real.

Encuentro con la falta

La práctica psicoanalítica es una práctica en torno a su objeto ausente, cuyo testimonio es el síntoma que determina el modo singular de padecimiento de un goce en un sujeto.

El objeto de la experiencia analítica es esta marca y esta ausencia. Entre el decir y el dicho, entre el ser y el existir, entre el sentido y lo real. La práctica es abrir este espacio entre el sujeto y el objeto, e ir testimoniando en la enunciación misma donde se encuentra el objeto y cómo determina la posición del sujeto respecto a la satisfacción de sus dichos.

En la cura psicoanalítica se trata de cernir lo real, intentar nombrarlo, bordearlo a la vez que se va ubicando el objeto a, que constituye el núcleo de goce, de ese no poder decir, evitando el vacío y el agujero. Será de este encuentro con esta satisfacción de un duelo, el del objeto del fantasma que deja de orientar al sujeto.

Atravesamiento de este duelo respecto al lugar que este objeto ocupaba en el fantasma fundamental que sostiene el deseo, el goce y una parte del ser del sujeto.

Poder separarse del objeto mirada activo en la escena fantasmática, permite liberar una energía libidinal que tiene que ver con el impulso a seguir adelante aunque duela. Y este duelo permite diferenciarlo del sufrimiento que tiene que ver con la repetición sintomática.

El no saber lo que va a venir, sino viendo lo que se presenta. Buscar un modo de hacer con lo que se presenta. El impulso a seguir como consecuencia de lo que se vivifica del análisis.

¿Ese otro que no existe, ese otro despojado del ideal, cambiará el modo de relacionarse del analizante?

El encuentro con lo femenino:

El encuentro con lo femenino será ir más allá de la lógica fálica, del tener.

Lo femenino no se deja atrapar por la significación fálica. Lo femenino como la introducción de un vacío a toda definición posible. Lo femenino como ir más allá del Padre y de la lógica del tener o no tener. Un saber hacer con lo que no hay. El goce femenino, un goce que no conoce la negación, un goce inédito, que tiene que ver con una voz autorizada, sin el Otro, sin el pegoteo al objeto como tapón del fantasma. Ya no es el pegoteo al objeto que trabajaba para ser todo para el otro, escuchando demasiado. Aburrirse de la lógica fálica, autorizarse a decir con dignidad, eligiendo cuando quedarse o cuando irse.

Un saber hacer con la palabra y con el cuerpo. Lograr separar lo que estaba destinado a la tragedia, la pérdida del monopolio del fantasma.

 

Bibliografía consultada:

  • Lacan, J. "El atolondradicho", Otros escritos, 1972.
  • Lacan, J. "Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis", Escritos, 1971.
  • Miller, J.-A. La topología en la enseñanza de Laca, 1986.

 

Notas:

  1. Vidal, Lidia. "Entrevista en Barcelona a Jacques-Alain Miller 'Por la libertad de la palabra' ”. Blog ELP, 26 marzo 2013.
  2. Andel, Balseiro. "El Toro: La introducción a la topología del sujeto en Lacan". Punto de fuga nº 11. 
  3. Idem.
  4. Idem.
  5. Idem.
  6. Lacan, J.Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos 1, Siglo XXI, Madrid, 1977.