Trivializar la función del Más-Uno

Un reciente comunicado1 llama a la renovación del cártel en la ELP, en un momento que “requiere de un especial interés sobre la vida de nuestra Escuela”2. “Miembros, socios, simpatizantes de las sedes, participantes de los institutos…” son invitados a cartelizarse, con el congreso de la AMP 2024 y las próximas Jornadas de la ELP3 en el horizonte. ¿Cómo renovar el cártel, hoy? Esbozaré algunas consideraciones al respecto a partir del funcionamiento, el más-uno, y el no-todo en el cártel.

Difícil razonar una renovación sin remitirse a la historia... Partamos pues del principio: 1964. Al fundar su Escuela Lacan tercia: “para la ejecución del trabajo adoptaremos el principio de una elaboración sostenida en pequeño grupo”4. Subraya después que el cártel se constituye por “elección mutua”, y que le será presentado, dice, “para mi aprobación”5.

En 1980, Lacan afinará la formalización del cártel6. Impacta leer que “lanza la Causa Freudiana” con aquellos que, intoxicados por su Escuela Freudiana de París (EFP), no han pertenecido a ella7. Es para ellos que restaura el órgano de base del cartel8. Indica además que: (1) en el cartel, 4 se eligen para un trabajo en común que deberá tener su producto individual; (2) su conjunción se da en torno a un Más-Uno que “si bien es cualquiera, debe de ser alguien”: vela por los efectos de la empresa y provoca la elaboración; (3) para prevenir el efecto de pegoteo9, debe llevarse a cabo una permutación en término fijo de un año, máximo dos; (4) no se espera un “progreso”, sino la exposición de resultados y crisis de trabajo; (5) “la renovación regular de los puntos de referencia creados” viene asegurada por sorteo10.

Algunas consideraciones sobre estas cuestiones:

(a) Si en 1964 el cártel son cuatro que presentan una propuesta de trabajo a Lacan, en 1980 la conjunción del grupo se hace en torno de un Más-Uno. Uno cualquiera, sí, pero que es alguien (es decir: no anónimo). La función del nombre propio no se borra, pero éste queda descentralizado.

(b) Con la exigencia de permutación en un año Lacan busca que el pequeño grupo sea transitorio. Permutar significa que se cambia una cosa por otra: así, no se trata de hacer un cártel y terminarlo; sino de conformar un cártel, reunirse un tiempo para el trabajo, y disolverlo para pasar a otro.

(c) La renovación no se da por acontecimiento, sino que es consecuencia de un proceso regular que depende del sorteo; no de un acto, sino de un funcionamiento que limita el factor subjetivo. En una respuesta a Soury11, un matemático muy implicado en su Causa, Lacan aclara que su invitación de formarse en cárteles es, por el momento, solo para no miembros de la Escuela; y que el sorteo no es general, sino para “componer las instancias transitorias que serán los puntos de referencia del trabajo”12. Proposiciones complejas… ¿Cuál es su contexto? Justo antes, Lacan dice que quiere que la Causa freudiana escape a ese efecto de grupo que viene denunciando13: para ello, propone el remolino. Añade luego que la jerarquía solo se sostiene por gestionar el sentido: y es por eso que no facilita14 responsables en la Causa, sino que cuenta con el remolino. Ergo: Lacan pretende socavar la jerarquía con el sorteo de los lugares de responsabilidad, y ahogar el efecto de grupo con la permutación. Son los dos dispositivos del remolino. Quiere así conseguir “al final”15 la colaboración de cualquiera con cualquiera en la Causa16.

(d) Que Lacan empezara la Causa Freudiana con los no miembros de la EFP, y restaurara para ellos el cártel, indica que daba un lugar a quienes estaban cerca y a la vez por fuera de su Escuela. Recordemos que Lacan disuelve la EFP porque ve en ella “un problema”, y cree que de seguir “funcionaría a contrapelo de aquello para lo cual la fundó”17. Para ser exactos, lo que disuelve es “la Asociación que le da a la Escuela estatuto jurídico”18: esto es, lo que la institucionaliza en el campo del Otro social. Pide entonces a quien que quiera estar en la nueva asociación demostrar “en acto que no es obra suya el que mi Escuela fuera Institución, efecto de grupo consolidado”19, a expensas del efecto de discurso esperado de la experiencia freudiana. Y sigue: “Sabemos lo que costó que Freud permitiera que el grupo psicoanalítico pudiese más que el discurso y deviniese Iglesia”20. Hay por tanto continuidad entre Institución (como deriva de la Escuela) y efecto de grupo consolidado: a más grupo, más institución.

De lo expuesto hasta ahora puede concluirse que Lacan propone en su Causa Freudiana un remolino de permutación de cárteles y sorteo de instancias para acotar los efectos de grupo, y la deriva religiosa (de sentido) de la experiencia. El remolino no es pasión, ni voluntad de uno o varios. Es un funcionamiento ligero (mézclense y sortéense), y formalmente regulado (ergo no subjetivo). Deja a un lado la voluntad de cada uno, los afectos, las filias y fobias, las transferencias incluso. Y no solo: también prescinde de las clases, las antigüedades, los méritos.

Ya en 1956 Lacan criticaba con ironía las categorías que se desprendían de la Sociedad Psicoanalítica, interpretando ahí la infatuación, el silencio y el odio21. En ese texto sitúa la función estructural del Uno En Más, mera “mediación de la Palabra”22. Y defiende que no es azaroso que en ‘Psicología de las masas’ Freud tome como ejemplos la Iglesia y el ejército, diez años después de fundar su IPA. De haber conocido en 1912 que los efectos de grupo vienen por identificación (entre los que conforman la masa, y con su líder) habría interrogado en la IPA la función del jefe23.

Subrayar de nuevo en 1980 la asimilación de la IPA a una Iglesia (ya lo sugiere como algo “no imposible” en 196424) no parece banal: es quizás la Institución que se fundamenta de forma más manifiesta en la creencia en el Nombre del Padre como proliferación del sentido, aspecto que nos interesará a continuación.

¿Qué permite la conjunción de un cártel? El Más-Uno. Pudiendo ser cualquiera, “debe ser alguien”: ¿cómo entenderlo? No considero que signifique que el Más-Uno deba creerse alguien, o que los cuatro crean que “es alguien” en el sentido de un valor supuesto. Si algo no valorizaba Lacan en su última enseñanza es el ser. Ser alguien es más bien una característica que no es tal, puesto que cada quien es alguien, por tener nombre propio. En efecto el Más-Uno puede tomarse con la fórmula de 1956: mera mediación de la palabra. Los cuatro que se eligen entre sí también lo eligen: no hay duda de eso. El asunto es: ¿en qué marco eligen? Creo esta cuestión fundamental para pensar cómo hacer de un cártel algo distinto a un grupo.

Una orientación de Jacques-Alain Miller, de 1990, resulta a este respecto tan contundente como evocadora: “Lacan propuso su fórmula en el ‘Acto de Fundación’ de la escuela para vulgarizar el más-uno. El cartel es una micro-sociedad. Formar -o invitar a que se formen- cárteles es afirmar que, desde que existe la función del más-uno, no nos corresponde negarla en nombre de nuestra buena voluntad, nuestros desiderata. Luego trivialicémosla, hagamos montones de microsociedades, cada una con su más-uno, el cual partir de entonces no será tanto una persona sino un lugar de estructura. Se puede, pues, prescindir del Nombre del Padre con la condición de valerse de él: he aquí lo que muestra el cartel.”25.

Vulgarizar. Trivializar. Creo que esta indicación es conforme a lo que plantea Lacan en 1980: los efectos de grupo pueden reducirse ateniéndose a un funcionamiento, a una estructura, pues facilita la erosión del fenómeno identificatorio. En el cártel el más-uno no es por tanto un notable, ni una presencia de carácter, ni necesariamente un sujeto supuesto saber: es un lugar formal, mero punto de capitón del cártel. Desde luego, eso no resuelve la pregunta sobre ‘qué eligen’ los cartelizantes en el más-uno para conjuntarse. Pero sí que permite que las condiciones, los motivos, las consecuencias de esa elección pierdan su peso. La permutación es un dispositivo semejante: un cártel es así anti-esencialista, procedimiento finito para que cada quién se ponga al trabajo con otros, siempre distintos. Si el cártel no tiene otra finalidad que disolverse y permitir el siguiente, la elección de los miembros entre sí, como del más-uno, se hace mucho más liviana, casi anecdótica. Cartelizarse no es un acontecimiento, ni un rito: puede ser sencillamente el día a día de la vida en la Escuela si consigue producir un gusto ajeno a la identificación, o al dominio del sentido.

Otro aspecto sugerente de esta cita de Miller es la asimilación formal entre Más-Uno y Nombre del Padre. Del Nombre del Padre se puede prescindir con la condición de servirse. Es decir, hacer uso de la función para pasar a otra cosa, sin quedar atenazado en el amor al padre. Tomar el más-uno como excepción transitoria, sin atributos, reemplazable, es lo que facilita su pluralización, y por ende el remolino que conviene al cártel para continuar el trabajo por la permutación. Aleja de la institución devenida Iglesia o ejército por la solidificación grupal en torno del amor a (y de) un padre o excepción ideal. Freud destaca de estas masas su articulación en torno de un conductor (Cristo, el general), “sustituto del padre”, que amaría a cada uno de los miembros de la masa por igual26. Lo que va de la mano con la identificación con el semejante27, fundada también en un amor. Sí: en el grupo consolidado, si algo no faltan son pasiones. El impulso que conviene al cártel me parece, en cambio, el de una alegría desapasionada facilitada por un uso meramente formal de la excepción.

Hay en la exhortación de Miller aún otro término sorpresivo, que responde a esta promoción del Nombre del Padre como función, y no como fundamento del sentido social: el de micro-sociedad. Suena de modo algo distinto al de pequeño grupo, término que emplea Lacan para el cartel en 1964. Y es que el grupo carece de la heterogeneidad que la sociedad (la democrática al menos) lleva implícita. El grupo se inclina hacia el rasgo común que lo constituye, una baliza que hace su límite; la sociedad en cambio encuentra dificultad cuando persigue definirse, delimitarse. La apuesta de Miller, servirse del Nombre del Padre como función pasándose de la fijación de sentido que lleva aparejada, permitirá una bienvenida pluralización.

Así, la incitación a crear “montones de micro-sociedades” no es meramente la expresión de un deseo, sino la consecuencia posible de aceptar que, si bien el más-uno es estructural, su uso deseable pasa por desligarlo de toda infatuación. Miller precisaba en 1986 que el cometido del más-uno es provocar a la elaboración desde una posición de “menos-uno”: “no se añade al cártel más que descompletándolo, debe contarse ahí y no hacer más función que la de la falta”28. Esto tendrá por consecuencia “desplazar al cártel de la lógica del todo y de la excepción en la que nació (el nombre del más uno lo indica bastante) a la del no-todo”29.

Puede sostenerse que hay afinidad entre esta orientación y la de la cita de 1990 referenciada. En la misma clase Miller recuerda: “Felizmente, hay dos necesidades de estructura: la que reproduce la ley de la sexuación masculina, y la que reproduce la fórmula de la sexuación femenina. Hace mucho tiempo sostengo que lo que procede de Lacan en el oren institucional debe ser acorde con esta segunda forma, donde no es posible decir todos, donde no hay todos, ni tampoco al menos uno. Es algo que vengo sosteniendo desde hace 10 años. Se trata de probarlo”30.

Ahora bien, el psicoanálisis impide desconocer algo que empuja hacia la ley de lo macho (la lógica del todo y la excepción): la dimensión de plus-de-goce que el rasgo común y la falta traen consigo. Es homólogo a lo que Miller denomina “el atractivo”, y escribe a31. Desde este factor se puede retomar la pregunta que quedó tan solo esbozada antes: ¿qué eligen los miembros del cartel cuando se juntan? ¿Y qué eligen del más-uno? Sea lo que sea, no está forzosamente en el fundamento de lo que hace al cártel, pues lo esencializa. Tendrá quizás más alcance apuntar a la dimensión provocativa que el atractivo del saber psicoanalítico mantiene. Particularmente hoy, darle al cártel un marco de no-todo como el descrito puede resonar, más allá del sentido, con la subjetividad de la época.

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¿Pero acaso hay no-todo, o funcionamiento, sin marco discursivo? El caso es que para Miller es el discurso de la histeria el que conviene a la elaboración provocada del cártel32. Puede esbozarse su estructura:

(1) en el lugar de la verdad, se trata del atractivo del saber psicoanalítico: conviene fundar la apuesta en cierto sesgo de este saber que conmueva hoy los cuerpos (lo que provoca es lo que afecta).

(2) Poner el sujeto vacío como agente es lo que, como hemos visto, conviene al más uno: no encarnar el plus de saber, ni el plus de renombre de Freud y Lacan33, sino la falta estructural que suscita algo distinto de lo ya sabido.

(3) El otro que busca el cártel es ese parlêtre tomado no por el rasgo que haría grupo, sino por el rasgo sintomático, como S1: esto es, no designado por categoría alguna, sino por aquello que según su criterio lo singulariza.

(4) Y finalmente, si hay S2 en el lugar del producto… es preciso advertir que sólo como fallido podrá ser causa de permutación. El cartelizante querrá repetir si encontró una satisfacción más interesante que la pereza o el goce de quedarse en lo ya sabido.

El gusto del cártel, incluso si es online, no será sin cuerpo.

 

Notas:

  1. Equipo de responsables de cárteles de sedes y comunidades de la ELP. (2022). La llamada del Cártel: tiempo de renovación.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Lacan, Jacques. “Acto de fundación”. Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 247.
  5. Ibíd., p. 253.
  6. Lacan, Jacques. Decolaje o despegue de la Escuela.
  7. Ibíd.
  8. Ibíd.
  9. Se hace escuchar en francés la homofonía entre ‘d’école’, de escuela, y ‘décolle’, despega; pude remitir a asuntos de vuelo, pero también al enganche, pues ‘colle’ es pegamento en francés.
  10. Ibíd.
  11. Lacan, Jacques. El señor A.
  12. Ibíd.
  13. Ibíd.
  14. En la versión en francés en la web de la AMP la expresión es ‘mettre en selle’. ‘Selle’ es silla de montar. La expresión tiene un sentido literal, montar o ensillar el caballo; y el figurado: facilitar, ayudar a alguien a empezar algo. No he encontrado como traducción posible la que figura en la versión en español de la web de la AMP: ‘poner en el banquillo’. Creo que hay una equivocación con la expresión francesa ‘mettre sur la sellette’, que sí tiene connotaciones jurídicas: obligar a alguien a confesar algo, ponerle en cuestión, exponerle a crítica severa.
  15. El término en la versión francesa es ‘à terme’, de difícil traducción. La definición de esta expresión según el diccionario Larousse es la siguiente: “al final de un periodo del que no puede preverse la duración, pero con seguridad” (la traducción de la definición es propia).
  16. Lacan, Jacques. El señor A. Op. cit.
  17. Lacan, Jacques. Carta de disolución.
  18. Ibíd.
  19. Ibíd.
  20. Ibíd.
  21. Lacan. Jacques. “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. Escritos I. S. XXI, España, 2013, pp. 431-460.
  22. Ibíd., p. 451.
  23. Ibíd., p. 446.
  24. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 12.
  25. Miller, Jacques-Alain. El Banquete de los analistas. Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 142.
  26. Freud, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras completas vol. XVIII. Amorrortu. Buenos Aires, 1979, pp. 89-94.
  27. Ibíd.
  28. Miller, Jacques-Alain. Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada.
  29. Ibíd.
  30. Miller, Jacques-Alain. El Banquete de los analistas. op. cit., p. 147.
  31. Miller, Jacques-Alain. Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada. op. cit.
  32. Ibíd.
  33. Miller, Jacques-Alain. El Banquete de los analistas. op. cit., p. 146.