Reseña de la mesa redonda hacia las XIV Jornadas “Crisis, educación y psicoanálisis” | M.ª Begoña Yáñez Sanmartín
En relación a las Jornadas de la ELP de Barcelona “Crisis, ¿qué dicen los psicoanalistas? y en el marco de las actividades realizadas por la Biblioteca de Orientación Lacaniana en A Coruña el día 26 de noviembre, en la FNAC se celebró una mesa redonda de la Sede de la ELP de A Coruña para conversar y debatir sobre el discurso Psicoanalítico y el discurso educativo en relación a la crisis.
En la mesa redonda participaron Eugenia Insua, Psicóloga Clínica y psicoanalista que moderó la mesa, Olga Díaz, Maestra, Directora del “CEIP Milladoiro” de Malpica y Dolores García De La Torre, Psicóloga, Profesora y Psicoanalista.
Las intervenciones de todas ellas, aún dándonos puntos de vista particulares y diferentes fueron coincidentes en muchos aspectos sobre la crisis en la educación.
Así M.ª Eugenia Insua nos introdujo en las redes sociales como instrumento de acercamiento al debate actual sobre la crisis, no sólo en el discurso analítico sino en otros como el político, el artístico, el filosófico etc. Destacando que no siendo el concepto de crisis propio del psicoanálisis ni de la educación, nos permite conversar sobre los aspectos de la misma que afectan a la subjetividad contemporánea y a las relaciones entre las personas. Toma la crisis como una brújula que nos orienta para construir, proponiendo partir de ésta como oportunidad para servirnos de su potencial transformador, lo que sería para ella “aprovechar la oportunidad de producir lo nuevo”. Nombra a los psicoanalistas “amigos de la crisis” ya que conviven con ella, la crisis en un sujeto puede precipitarlo al análisis. La considera en el ser humano como estructural y establece la conexión entre el psicoanálisis y la educación entorno al vínculo educativo.
Resalta como la oferta educativa incluye siempre la posición del educador y ello requiere el consentimiento del educando.
Cuestiona el modelo de autoridad actual del educador en relación al saber, en tanto en cuanto, éste antes sostenía el saber y ahora el saber está al alcance de todos.
Frente a la crisis propone la realización de un trabajo más personal, en relación con los otros, con el entorno, crear lazos para huir del individualismo, que es la propuesta actual.
Olga Díaz que se define como “maestra rural”, sitúa la crisis del lado de los poderes tanto legislativo como ejecutivo lo que tiene consecuencias y salpica a toda la ciudadanía. Plantea los recortes demoledores para el sistema educativo, estrangulando y asfixiando los recursos. Afirma, sin embargo, que esta cuestión abrió la posibilidad a los maestros de colarse por pequeñas grietas, produciendo sus efectos. Menciona entre otros la oportunidad de producir una mayor cohesión de la Comunidad Educativa: familia, alumnos, maestros y administración. Otro efecto tiene que ver con poner la mirada en lo próximo, para poner en valor los recursos de los que se disponía. Supuso, así mismo, una reflexión sobre el saber “quien eramos”, “el reconocerte en tus posibilidades”. Señala, también, como la reducción del mercado laboral llevó a las familias a una mayor participación en el sistema, como la mayor permanencia de años en el sistema educativo proporciona a los alumnos otras oportunidades y como se evidencia una mayor demanda de la Formación Profesional. Plantea la puesta en marcha de la última Ley de Educación como una situación de “esquizofrenia”, con una parte pedagógica positiva que tiene que ver con la innovación educativa, que la administración no valoró adecuadamente y que dejó una hiancia a través de la cual los maestros pudieron y pueden poner en valor las “Bibliotecas Escolares”, como una nueva manera de educar y relacionarse.
Dolores G. De La Torre por su parte no duda en decir que crisis y educación han ido siempre de la mano, reseñando que el niño, el adolescente y el joven necesita de Otro que le acompañe, que no dimita de su responsabilidad y además que cree un vínculo que permita un trabajo dirigido al saber, se trataría de generar lo que los psicoanalistas llamamos transferencia, y es lo que le toca hacer al educador, sabiendo que como decía Freud la educación es una de las profesiones imposibles ya que el resultado nunca es completamente satisfactorio. El educador debe saber que no todo es educable y no todos lo son, siempre habrá sujetos que no consientan, para los cuales no es posible y aún así el profesor debe confiar y apostar por el sujeto ya que nunca sabe en qué momento éste va a consentir trabajar para elevarse a la categoría de alumno.
Menciona a autores como Bauman, Hebe Tizio o Hannah Arendt cuya lectura facilitan pensar lo nuevo e intentar inventar otras maneras de hacer y decir.
Para Bauman el saber se objetaliza, es un bien de consumo más al que tenemos derecho, y con el que no tenemos ninguna obligación. El alumno lo quiere y cree que el Otro, el profesor lo tiene y debe dárselo, sin hacer nada a cambio. Afirma que estar analizado ayuda en la tarea educativa.
G. DE La Torre ve al sujeto de la educación borrado en el proceso educativo por el furor de la evaluación con instrumentos como el currículo, los protocolos de calidad etc. que borran al sujeto, reduciéndolo al estatuto de usuario o cliente. El alumno se convierte en consumidor al que hay que satisfacer con el aprobado, lo que convierte al profesor, cuando no aprueba a sus alumnos, en sospechoso de incompetencia.
Resalta la importancia de dar lugar a la escucha del sujeto en el ámbito educativo y señala el valor de la transferencia como herramienta que va a permitir el vínculo entre el alumno y el educador y por lo tanto el trabajo educativo. La transferencia funcionará para el alumno como signo de un deseo y esto le llevará a trabajar. El educador tiene que poner en juego su propio deseo como aquello que le causa.
Pone la autoridad en relación con la transferencia, ya que la autoridad implica ser reconocido por el otro, afirmando que el núcleo mismo de la autoridad no está en el poder, sino en el deseo puesto en juego.
Hace un recorrido por la situación actual del educador y lo nombra como “desorientado” a causa de la depreciación del saber y de la enunciación, pero mantiene firmemente que la función del educador es hacer vivir el legado de las generaciones, el patrimonio simbólico, para que el sujeto encuentre ahí su lugar.
Toma la posición del educador desde la ética de la responsabilidad y en relación con su deseo de transmisión, dando un tiempo a cada sujeto sin borrarlo con ofertas y respuestas estándar. Propone que el educador debe poder tolerar un cierto no saber, no sobre la materia que enseña, de la que si debe saber, sino sobre el sujeto al que se dirige, siendo esta dimensión del no saber lo que define el vínculo educativo. De no ser así el vínculo educativo será una supuesta relación imaginaria generadora de tensiones.
Resalta como en la actualidad la educación ya no es algo sólido e inamovible y finaliza afirmando que “continua siendo posible tratar con los niños y niñas, adolescentes y jóvenes una transmisión entre el forzamiento ciego del maestro autoritario y la renuncia cobarde del nostálgico”.