Rentabilizar o morir. Pepa Freiría (Barcelona)

¿Cómo haremos para rentabilizar la institución?
Es la pregunta que parece atrapar a quien consiente en tomar a su cargo la lógica actual del “Progreso de la civilización”. De tal modo que, dentro de las instituciones, cualquier acción puede llegar a ser tomada por la idea de hacer más rentable la cosa, hacerla producir más y más… beneficios comparados con el total de recursos empleados para obtenerlos.

En el universo de la Protección a la infancia y en el ámbito de los servicios creados para acoger niños desamparados, se habla de rentabilidad social del mismo modo que en los planeamientos de infraestructuras. Bajo esa idea se buscan familias de acogida para los niños tutelados que están en centros o en residencias educativas. El coste para el Estado por niño y día en un centro es muy superior al que supone estando con una familia.

Si innovar o morir ha sido un lema orientador en el cosmos empresarial, su deriva hacia algo mucho más prosaico, parece haber explosionado contaminando a diestro y siniestro. Rentabilizar ¿aspira acaso a ser la respuesta universal al cierto enigma que aún sostenía la palabra innovación?

El problema de considerar a toda institución, sea del tipo que sea, social, jurídica, cultural, religiosa, sanitaria, pública o privada… según criterios de rentabilidad, no es un problema moral.

Llegar a la idea global de que una institución es un lugar en el que todos sus miembros deben creer que si no son rentables, morirán, es un problema de varité, de amenidad, de vida, al fin.

El delirio numérico-acumulativo de la rentabilidad, requiere de instancias evaluadoras que aprenden rápido a manejar las cifras como una amenaza, una falsa espada de Damocles porque la cuestión no es rentabilizar o morir. La cuestión se parece más a lo que se preguntó en mi consulta un niño de 5 años sin ningún control de esfínteres, que intentaba buscar una manera de sostenerse, bordeando el agujero de lo real: Si seguimos sumando trocitos de plastilina, se caerán por el borde de la mesa al infinito y más allá, y si no ¿qué?

Es ese qué, ese recorte posible de una contingencia singular, lo más valioso a mantener a flote en cada institución, en cada vida humana y es de lo que se ocupa el psicoanálisis allá por donde vaya.