Psicofármacos*. Laura Canedo (Barcelona)

Leo con asombro una gran verdad en una carta de esta sección: "Actualmente muchas enfermedades psiquiátricas en la infancia se pueden beneficiar de los psicofármacos” (12/ II/ 2008). Cuando un padre consulta con los profesionales "psi..." en relación con algo que le preocupa de su hijo, lo que espera es poder beneficiar a este último, y no a las enfermedades psiquiátricas. Pero esto es lo que está sucediendo.

Tal como denunció Juan Pundik ante el Parlamento Europeo, los estudios científicos de los psicofármacos, -también de los que se dan a los niños-, están siendo realizados y financiados por los propios laboratorios que los producen y comercializan. La industria farmacéutica es además la que costea en muchos casos parte de la formación de los médicos.

La efervescencia con la que han aumentado en los últimos tiempos las "enfermedades psiquiátricas", no se ha producido sin unos equipos de profesionales que crean protocolos diagnósticos (poco rigurosos, hay que decirlo), encasillan los casos y prescriben los fármacos.

Los niños, como los adultos, están cada día más hartos de encontrarse con profesionales que en lugar de ayudar a resolver problemas de conducta o afecto, le proporcionan moléculas que los adormecen.

En el debate sobre cómo hacer con el malestar, no se trata en ningún caso de estar ni en contra ni a favor de los psicofármacos, imprescindibles en algunos casos, sino de sus usos y abusos. No se trata de estar jamás en contra de la psiquiatría, pero sí del ejercicio de aquella medicina que acata las indicaciones de los laboratorios o de los estudios financiados por éstos, sin cuestionarlos.

Detrás de todo TDA/H, TOC, no es seguro que se encuentre una "enfermedad psiquiátrica", como se quiere dar a entender en ocasiones; de lo que no tenemos duda es de que hay allí alguien que sufre y algo difícil de soportar, ya sea para el propio niño, para los padres, para los maestros... Y cuando se sufre, lo que se busca es el alivio al malestar.
Cada día más personas denuncian que al consultar se encuentran con profesionales que toman sus dificultades como conductas que modificar o sus sufrimientos como afectos que anestesiar. Y cada día son más los sujetos, niños y adultos, que se niegan a tragarse la píldora, y eso es un efecto del exceso de medicación promovido por la política de los laboratorios y por una parte de la medicina.

Frente a los imperativos de eficacia inmediata, se trata de dejar de tragar y de volver a la clínica rigurosa del caso por caso.

*Carta publicada en La Vanguardia, el 15 de febrero de 2008.

Véase también: artículo de Anna Bielsa, Presidenta de la junta de la Societat Catalana de Psiquiatría Infantil.

Entrevista a Juan Pundik en La Vanguardia digital