(Presentación 2) El buen uso de la medicación en la infancia*. Victoria Vicente (Barcelona)

Voy a destacar dos aspectos que tomo de la parte dedicada a la medicación y especialmente a lo que atañe a la medicación en la infancia.

Para Abel, el pequeño niño psicótico de 6 años que comento en el libro, con fenómenos alucinatorios, a quien las voces que escucha le ordenan imperativamente llevar a cabo malas acciones, acciones que le son impuestas y que no son reconocidas como propias, la medicación le ayuda a decidir lo que quiere hacer, esta son sus palabras, y es la manera que tiene de decir que la pastilla que toma unifica, hace un lazo entre el sujeto, el cuerpo y sus pensamientos.

Marc, un niño medicado para su hiperactividad, insiste en que sus notas son un logro solo suyo; lo he conseguido yo, he sido yo, dirá, instalando de esta manera la rivalidad y la competición con esa pastilla que toma cada día.

Otros niños nos hacen ver claramente que la pastilla es, en última instancia, un objeto que se da, que se pide, que entra tal cual en el circuito de la demanda y de la significación. La pastilla se instala así como la muestra del poder del Otro o de su amor y el niño la acepta o la rechaza.

En muchos casos lo que escuchamos en los tratamientos es que abre para el niño una interrogación sobre lo que el otro, parental o escolar, quiere de ellos.
En definitiva, el niño medicado piensa no sólo en el para qué tomar las pastillas sino también en el para quién.

Con esto ¿qué quiero decir? Quiero subrayarles una enseñanza que se desprende de la lectura de este libro que es la siguiente: hay que estar atentos a los efectos subjetivos de los medicamentos.

El fármaco, como substancia, efectivamente tiene efectos sobre el cuerpo pero también sobre el sujeto, sobre su manera de entender la misma enfermedad y afrontar su malestar.

Pero hay otros hilos en este libro para recorrer. Voy a recoger uno sólo para comentar en unas pinceladas. Se trata de la deriva que se produce cuando se pasa de la medicación de los síntomas en la infancia a la medicalización generalizada. Este pasaje, o este deslizamiento, tiene consecuencias en la transformación de la clínica. ¿En qué sentido? Especialmente en lo que atañe a los ámbitos del tratamiento y del diagnóstico.

Seguro que ustedes están al tanto de las controversias aparecidas en los últimos tiempos sobre el uso de los medicamentos en los niños en el campo de la salud mental. Sigamos este debate también en la lectura de este libro. Si lo recorremos desde la vertiente de los tratamientos, lo que se destaca es que cuando los fenómenos clínicos se estructuran en torno al fármaco, todos los problemas se piensan como más o como menos, y la clínica que resulta es la de ser un registro cuantificable.

Un reciente artículo aparecido en una de las revistas americanas de Psiquiatría, refería que una inmensa mayoría de familias americanas con niños con trastornos mentales, con dos o tres diagnósticos en su haber, preferían que sus hijos fueran diagnosticados de psicosis, es decir, se quedaban con este diagnóstico antes que con otros, porque siendo tratados como psicóticos tenían más soportes y más ayudas que pasaban por dispositivos de palabra y no sólo por la medicación.

Desde otra panorámica, si planteamos una mirada sobre los diagnósticos en el campo de la salud mental infantil, lo que se observa es cómo el diagnóstico se aleja de la interpretación de los síntomas y se diluye en un segundo plano. Vean en este sentido el crecimiento de los últimos años del uso de los antipsicóticos en niños y adolescentes para tratar, no sólo patología psicótica, sino también trastornos del comportamiento o el trastorno negativista desafiante.

Por lo tanto, para acabar con una conclusión, no se trata de negar el recurso del fármaco sino más bien de lograr un buen uso de él teniendo en cuenta que es justamente este uso que en la economía subjetiva y libidinal va a ser diferente para cada niño.

* Intervención de la autora en el acto de presentación del “Suicidio, medicamentos y orden público” (Gredos-ELP, 2010) en el Colegio Oficial de Psicólogos de Catalunya, lunes 24 de enero de 2011.