Hacia la XI CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF. Terminaciones de análisis. TRES PREGUNTAS a Marta Davidovich, Anna Aromí, Carmen cuñat, Estela Paskvan

Barcelona, 5 y 6 de Marzo de 2011

Tres preguntas a Marta Davidovich

1) Recientemente, hace ya más de un año, hubo un viraje con respecto a la política de la escuela que llevó al cierre de los CPCT´s. Se contrapuso en dicho viraje, una necesidad de retomar el interés por el pase. En su opinión, ¿a qué se debe esta contraposición, en qué sentido apunta el poner en primer lugar el testimonio de un psicoanálisis puro, llevado a término, y en segundo lugar a las experiencias del psicoanálisis aplicado?

La Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano se sostiene en la tarea de trasmisión del psicoanálisis. Promoverlo y desarrollarlo son sus fines. Para continuar con esta tarea que requiere cada vez más de analistas bien orientados y con el desafío de no retroceder para generar entusiasmo en los más jóvenes.

J.-A. Miller manifestó que la sorpresa por el papel exitoso de los CPCT les hizo pensar que funcionaban como una Escuela en si misma.

La preocupación por la formación de los nuevos analistas ha sido el motor del cierre de la experiencia de los CPCT en coyuntura con las dificultades de su financiación, ya que hemos confiado su sostén económico al Estado, siendo la Escuela quien finalmente tuvo que en parte responder económicamente.

El psicoanálisis puro, el pase, son parte de los pilares de la formación del analista. El psicoanálisis aplicado ofrece la posibilidad de poner a prueba el saber extraído del psicoanálisis puro.

El nuevo Consejo de la ELP desea seguir atento a los debates en torno a la experiencia de los CPCTs y a las nuevas ideas que se fragüen.

En “La tercera” Lacan nos advierte que si el psicoanálisis tiene éxito, se extinguirá hasta no ser más que un síntoma olvidado. Lo curioso es que el analista en los próximos años dependa de lo real y no lo contrario, ya que su advenimiento no depende del analista. Su misión es hacerle la contra. Lo real puede desbocarse, sobre todo desde que tiene el apoyo del discurso científico.
Un comentario de Jacques-Alain Miller me parece que expresa el riesgo del exito del CPCT.

"Sí, la Escuela tiene entusiasmos, cuando se le da la ocasión. Como grupo, no es ni el ejército, ni la Iglesia, sino La escuela de las mujeres, retomando el título de Molière. Así pues, ella no funciona nunca como un solo hombre. Es una colección de Menos-unos: ‘Todos excepto yo’. Es muy simpático. El problema está cuando pierde la cabeza. ¿Cómo hacerle reflexionar un poco? La creía casada con el psicoanálisis, y esposa fiel, y de eso nada. Mañana podría perfectamente volcarse en la psicoterapia incluso sin darse cuenta, bautizando como ‘psicoanálisis’ lo que no sería más que psicoterapia. ¿Cómo prevenirse contra esto? Puede decirse, y es el mensaje que nos envía ‘la civilización’: la psicoterapia es el porvenir del psicoanálisis. El primer piso del grafo es evidente, basta con hablar; el segundo es necesario hacerlo existir, desearlo. Aquí interviene el deseo del analista; aquí se inscribe “la ética” del psicoanálisis. Si el deseo cede, este segundo piso no es más que una ficción. Así pues, es frágil. Felizmente no hay únicamente el deseo del analista, está también el goce del analizante. Quizás es esto, en definitiva, lo que nos salva".

2) En Análisis terminable e interminable, Freud dice que un análisis concluye cuando paciente y analista dejan de encontrarse. En función a su experiencia, en una era en la que el culto a la individualidad apunta al desencuentro, ¿cuáles son los nuevos retos con los que los psicoanalistas pueden encontrarse para apuntar a un final de análisis menos signado por lo efímero de los vínculos "liquidos" en términos de Baumann?

En 1913 en su texto La iniciación del tratamiento, Sigmund Freud nos señala “Si intentamos aprender en los libros el noble juego del ajedrez, no tardaremos en advertir que sólo las aperturas y los finales pueden ser objeto de una exposición sistemática exhaustiva, a la que se sustrae, en cambio, totalmente la infinita variedad de las jugadas siguientes a la apertura. Sólo el estudio de partidas celebradas entre maestros del ajedrez puede cegar esta laguna. Pues bien: las reglas que podemos señalar para la práctica del tratamiento psicoanalítico están sujetas a idéntica limitación”. Para abordar un tema como el final de un análisis, resulta indispensable retomar a Freud, tanto en sus planteamientos en torno a lo que es un final, como también en lo que respecta a la apertura del mismo, pues el uno contiene al otro, tal y como su metáfora del ajedrez nos lo indica; y en tanto es Freud quien precisamente ha conducido el surgimiento de nuevas teorizaciones que, aunque al parecer se alejan de él, en realidad, si leemos al detalle, podemos darnos cuenta que son asuntos que se pesquisan claramente. No olvidemos que Lacan es un crítico lector de Freud.

Allí donde Freud encuentra un tope, Lacan ve una posibilidad. Interrogarnos sobre qué sujeto resulta al término de su análisis, implica sostener la tesis lacaniana: “hay un fin de análisis”.

Ahora bien, ¿Por qué un sujeto elegiría embarcarse en un psicoanálisis? ¿Qué justificaría su inversión de tiempo y dinero? Bombardeados por el discurso capitalista que nos pide eficiencia y resultados, por múltiples ofertas psicoterapéuticas que responden a los ideales de felicidad y bienestar a corto plazo y con un reducido costo de esfuerzo, detenernos a pensar qué le aporta nuestro trabajo a aquellos que lo demandan, no es de poca importancia.

Lacan a través de su invención, el pase, logra que podamos acercarnos a las preguntas que conmueven a toda la comunidad analítica qué produce un análisis y qué es un analista, dos momentos que son cronológica y lógicamente diferentes en el tiempo. Es diferente el momento en que el sujeto finaliza su análisis de aquel en el que decide tomar a su cargo la tarea de dar cuenta del mismo a otros que ya no es su analista. Dar su testimonio sobre el tiempo del acto analítico.

Es verdad que hay distintas modalidades de finalizar un análisis. La Conversación del Instituto nos permitirá hacer esta reflexión. Como lo anuncia su propuesta: conversaremos sobre las diversas maneras con las que analizante o analista pueden dar cuenta de que la finalización de la cura no se debe al conformismo informado del sujeto sobre la ficción que ha organizado su vida, ni tampoco a su impotencia asumida al respecto, sino que es producto de la satisfacción de haber llevado al límite la elaboración simbólica de los avatares de su historia. ¿Hasta dónde? Hasta alcanzar el consentimiento esclarecido a lo imposible de modificar. Esto es, su manera singular de arreglárselas con el goce en tanto viviente atravesado por el lenguaje.

3) El tema escogido para esta Conversación Clínica "Terminaciones de análisis" tal vez podría dar pie para conversar sobre el vaticinio tantas veces anunciado del final del psicoanálisis, de la muerte del psicoanálisis, que a veces toma versiones feroces. Esto es un pedido de reflexión sobre cómo podemos pensar esta repetición, ya no interpretando las resistencias de lo social contra el psicoanálisis, sino en relación con los analistas, con la comunidad analítica, y su implicación en ello.

No es infrecuente escuchar, tanto de sectores que provienen del mundo “psi” como de otros en los que se presupondría un cierto nivel o determinados alcances culturales, la opinión de que la obra de Sigmund Freud y por extensión el psicoanálisis se encuentra, en muchos sentidos, obsoleta o pasada de moda. Desde que nació el psicoanálisis nos anuncian su muerte y sin embargo el psicoanálisis está más vivo que nunca.

Vale la pena recordar que el psicoanálisis ha sido capaz de renovarse no sólo en sus criterios clínicos sino también en la formación de los analistas e incluso la transmisión; se ha insertado sólidamente en el tejido social e imbricarse en la cultura. En éste último sentido, el cine, la pintura, la música, o la literatura, dan testimonio de los alcances profundos de su legado.

J.-A. Miller nos advierte que en el siglo XXI, el psicoanálisis es un problema de la sociedad, un problema de la civilización, la elección es forzosa: el pase sin el foro sería la Escuela convertida en secta, el pase hecho semblante. Lo que no quiere decir: tomar partido. Quiere decir: hacer demostración en acto de nuestra posición como psicoanalistas, no sólo en "la cura" sino en "la ciudad".

En la actualidad es menester volver a hacer existir el psicoanálisis en lo social, con toda su fuerza, con toda la virulencia de que es capaz. No se trata, como puede verse, de una lucha de carácter gremial, se trata de que no desaparezca lo más fuerte que existe en los sujetos humanos, se trata de situar, el fundamento mismo de la subjetividad: el deseo inconsciente. Se trata, también, de oponer una forma consistente de resistencia a la multiplicación del cinismo contemporáneo, al avance de las formas masificantes que intentan borrar la diferencia, como intentos de silenciar la singularidad.

Preguntas realizadas por: Erick Gonzalez

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Tres preguntas a Anna Aromí

1) ¿Qué aporta la teoría de los nudos en relación al fin de análisis en la psicosis? La invención de una nueva suplencia ¿sería un fin de análisis?

Tal como está formulada la pregunta me resulta un poco difícil de responder, así que voy a reordenar un poco los términos para intentar aportar algún elemento. Entiendo que, en general, con el término “fin de análisis” nos referimos a la franja de la experiencia analítica en la que se enfila la conclusión de la cura como tal. Es decir, hablamos de fin cuando el analizante consiente llegar a un momento resolutivo respecto al goce. Es un momento difícil, que puede ser largo, y que se sostiene, tanto para el analista como para el analizante, con el pase en el horizonte (se haga o no efectivo después).

Me parece entonces que tomar como eje de la Conversación del Instituto “las terminaciones” nos sitúa en un registro más abierto, más ágil también, y que puede resultar de gran actualidad. Nos sitúa en un registro pragmático que interesa a los analistas pero que también puede interesar a los no analistas, incluso a los no iniciados. Todo el mundo puede entender que un análisis se comienza y se termina, y algunos pueden querer saber cómo ocurre esto último.

Ahora bien, como dicen Marta Serra y Jorge Alemán en el texto de presentación, ¿qué pasa con los que no terminan?, y los que terminan, ¿cómo lo hacen? ¿Valen igual todas las terminaciones?, ¿tienen los mismos efectos? Seguramente no, y ahí la clínica de las psicosis puede en efecto orientarnos, incluso como contraejemplo. Cuando aceptamos un caso de psicosis sabemos que puede ser por largo, muy largo tiempo. Si la cosa va bien, una vez estabilizados, muchos de estos casos continúan visitando (o escribiendo) de vez en cuando al analista para constatar que la piedra que sostiene el edificio de su mundo sigue ahí. Muchas veces con esto basta. Podríamos decir entonces, que para la psicosis se trata de una especie de “terminaciones sin final”, y que es mejor que ese final no se presente, porque lo haría en forma de un fin del mundo catástrofico para el sujeto.

Entonces, estas “terminaciones sin final”, ¿podrían considerarse una suplencia? Es difícil decirlo, me parece que aún estamos poco familiarizados con el uso de estos términos para pensar la clínica. Pero yo diría que, en el fondo, la clínica de las suplencias es sobre todo una pragmática. Si entendemos que todo ser hablante (parlêtre) nace sin libro de instrucciones para vivir con el cuerpo que le ha tocado y hacer algo para perpetuar la especie, siempre se necesitará algún elemento supletorio que venga a ese lugar de lo que no hay. En este sentido una suplencia es la grapa necesaria para que la realidad sea vivible para cada uno. Una especie de apaño original e intransferible.

Lo verdaderamente interesante entonces es conocer qué apaños inventan los sujetos con la ayuda que obtienen pasando por un psicoanálisis.

2) ¿Qué nuevo estatuto adquiere la demanda o cómo entender la nueva demanda que aparece una vez que el sujeto ha podido concluir que no hay un Otro que le vaya a completar?

Hablar es pedir. Hablar es pedir ser escuchado, así se instituye el lugar del Otro. El psicoanálisis es una experiencia extrema de esto porque va a llevarlo al límite. Todo analizante pide, incluído en el ser aliviado, ser escuchado. Esta estructura es anterior a toda interpretación, mejor dicho, es la interpretación básica que sostiene el trabajo analítico: hable, lo escucho (no importa lo que diga, será maravilloso, añadía Lacan). Así se comienza un análisis: la demanda instituyendo el sujeto supuesto al saber del inconsciente.

Ahora bien, una cura conlleva la destitución de este Otro. Y cuando este Otro cae, ¿cae con él toda demanda?, ¿el sujeto no se interesará más por ser escuchado? No es seguro. Si acaso, el analizante ha descubierto que detrás de esa demanda, sosteniéndola, está la pulsión, el goce. El gran Otro sostenido por el pequeño a. Entonces sí es cuando el sostén neurótico de la demanda puede caer, la aspiración a ser completado y a completar al Otro.

Es así como entiendo que Lacan dice, en un momento muy especial de su vida, que habla sin esperanza, sobre todo sin esperanza de ser escuchado. Que las palabras sean recogidas es una pura contingencia. Una contingencia de amor.

3) Retomando la primera teoría sobre final de análisis de Lacan, entendida como resultado de "deshacer las identificaciones imaginarias y encontrarse con la subjetividad de la época" (en "Función y campo de la palabra...") ¿con qué subjetividad podríamos decir que se encuentran los analizantes actuales al llegar a su fin de análisis?

En efecto, la idea de las identificaciones que se deshacen y del encuentro con una nueva subjetividad implica un paradigma basado en la idea del atravesamiento. El análisis avanzaría hasta un punto que, una vez sobrepasado, ¡oh sorpresa!, los velos caerían y el sujeto se encontraría con una verdad nueva, con un real reluciente. La ironía aquí me sirve para tomar distancia de este fin de análisis que algún día creí que llegaría a alcanzar…

Respecto a la subjetividad de la época no sé bien qué responder. Ni siquiera estoy segura de que “sujeto” y “época” hagan buenas migas, en un punto me parecen antinómicos, pero lo digo sin tener presente todo el desarrollo de Lacan en los Escritos, que habría que revisar.

Con todo, la expresión “los analizantes actuales” me hizo venir la sensación de que yo misma (que también estoy en análisis) no me encuentro sin embargo incluida entre ellos. No es un gusto por la exclusión, es que me hizo recordar a una amiga querida que, en la sala de espera del analista, me decía: “¿Pero qué hacemos aquí, tan mayores, aún? ¡Hay que acabar, hay que dejar sitio a los jóvenes!”.

Bueno, me parece que es algo a tener en cuenta también cuando hablamos de terminar los análisis. No intentar agotar todo, que quede algo para los que vendrán.

Preguntas realizadas por: Begoña Conde

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Tres preguntas a Carmen Cuñat

1) Interrupciones... En tanto la experiencia analítica no se reduce a una técnica, no podemos saber de antemano el curso de la misma. Esto no impide que hablemos de dirección de la cura. Siguiendo la lectura que propone JAM en El partenaire síntoma (1), el final del análisis se inscribe en la lógica de lo posible. ¿Qué pasa cuando una cura se termina bajo la modalidad de la interrupción? ¿Podemos pensar que las interrupciones obedecen a la lógica de lo necesario? ¿Cómo se orienta con ello el analista?

En el texto citado, J.-A. Miller sitúa las modalidades lógicas de lo imposible y lo necesario del lado de la "articulación significante", en oposición a "la investidura libidinal" donde coloca a lo contingente y lo posible. Añade que el pase es del orden de lo posible.

Pero ¿qué es una interrupción? Creo que sería interesante diferenciar la interrupción de los encuentros con un analista y la interrupción de un análisis propiamente dicho. En el primer caso, puede ocurrir que se interrumpan esos encuentros sin que haya habido entrada en análisis. En el segundo caso, habría que juzgar primero si ha habido análisis y después ver qué es lo que precipitó la interrupción. Desde el punto de vista analítico lo que precipita o preside una interrupción es la caída del sujeto supuesto saber, la desinvestidura del analista. Cuando eso ocurre, el analista ya no está para ese analizante en el orden de lo necesario. Esto puede ser interpretado como que se ha terminado el análisis. Que es posible proseguir sin el analista. Un encuentro con lo real como imposible puede precipitar de nuevo a un sujeto al análisis. Ahí se instaura de nuevo el orden de lo necesario, el síntoma como lo que no cesa de escribirse. Lo contingente del encuentro hará posible o no un análisis y su terminación. Pero eso no se puede saber por anticipado.

2) ¡Sin tiket de salida! En el Seminario 11, Lacan define la operación que pondría en marcha al analizante: la instauración del sujeto supuesto saber inicia el recorrido con el paso del inconsciente sujeto al inconsciente como saber. Sabemos que luego del tiempo que hace falta, resta como núcleo duro eso que no cambia; aparece así un límite al trabajo de desciframiento.

En Los usos del Lapso, JAM precisa(2): “La inferencia, la conclusión es siempre un asunto de deseo... hay que saltar un hiato antes de inferir, el hiato de ese S(A/) y su abismo... Lacan recuerda que esto se inscribe en el lugar de S(A/), que hay allí un abismo que solicita una decisión”.

¿Cómo se articularía la dimensión del inconsciente saber, el trabajo de producción de saber en el análisis con ese lugar de S(A/), en el que se inscribiría la conclusión de la experiencia?

No hay tiket de salida, eso se ve muy bien en los testimonios de los AE. Ha habido todo un trabajo de elaboración y de reducción que les lleva a plantearse la salida. Pero en último término la salida depende de una decisión ética, del coraje de pegar el salto, de enfrentar "el hiato del S(A tachado) y su abismo". Es el "Il faut y aller" del que nos hablaba Anne Lysy recientemente. La salida no es el resultado de una deducción lógica. De la misma manera, Lacan señala que "el sentido cientificista" de Freud no le permitió reconocer que su inferencia del inconsciente era fruto de una decisión ética. El coraje de Freud está antes que la inferencia. Está el saber que se obtiene en un análisis por la vía de la repetición, pero en el momento de concluir ese saber se torna vano. El que no termina es quizás porque aun le da mucho valor a ese saber. Si el inconsciente al final deviene real es porque es pura brecha. Pero el que termina no se va de vacío; es porque ha conseguido tener una idea de su modo de gozar singular y ha consentido a ello. Al escuchar a los AE, parece que es esto lo que promueve el coraje.

3) Incidencias del final de análisis del analista en la dirección de las curas.
En el curso “Cosas de Finura”, clase VII, 14 enero 2009, JAM aborda “lo que ocurre” en la experiencia analítica distinguiendo el análisis que comienza, el análisis que dura y el análisis que termina. Estas tres modalidades del análisis exigen que el analista no tenga ni la misma posición ni el mismo modo de hacer, dirá, y más adelante, alude al acto analítico como “un no retroceder ante la estructura de ficción de un psicoanálisis”. ¿Podemos pensar que este “no retroceder” encuentra su sostén en las consecuencias de haber llevado su propio análisis hasta el final, haber hecho la experiencia del inconsciente real? ¿Sostener la orientación a lo real en una cura implica que el analista se haya confrontado él mismo al hiato entre verdad y real? ¿Cómo influye en el analista, en cómo dirige las curas, su propia terminación del análisis?

Sin duda, cómo el analista ha terminado el análisis influye en cómo dirige sus curas. Y si este ha hecho la experiencia del final cabe pensar que sabrá acompañar al analizante aún cuando el sujeto supuesto saber esté en entredicho. Pero la terminación de uno no garantiza la terminación del otro. El paso a dar para salir queda a cargo del analizante.
Notas:
1. J.-A. Miller El partenaire sintoma, pag 367 y ss.
2. J.-A. Miller, Los usos del lapso, pag. 110-111.

Preguntas realizadas por: Leonora Troianovski

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Tres preguntas a Estela Paskvan

1) ¿Qué tipo de operación permitiría hacer del saber particular obtenido por un analizante al final de un análisis un saber útil a una comunidad? Si este saber es de lo real ¿podríamos pensar que el real en juego en el análisis de un sujeto y el real en juego en la comunidad analítica son del mismo orden? ¿Que individual y colectivo, cuando se trata de la verdad freudiana, no son dos conceptos distintos u opuestos sino que remiten a uno mismo? ¿Se podría pensar el pase como la operación de conjunción de ambos y lo real como el lugar (topos) donde ésta se produce?

En estas preguntas se pone en juego, en primer lugar, una posible “operación de conjunción” entre “saber particular y saber de una comunidad”. ¿Esa operación sería posible -pregunta- por el dispositivo del pase? Diría que sí, que esa operación se constata en muchas ocasiones en el acto de transmisión, las enseñanzas del pase. Y hasta tal punto que es difícil diferenciarlos. En mi opinión -es decir, por lo que particularmente me interesa- la cuestión pasa por si se logra producir algo de un saber nuevo, alguna pequeña cosa que hayamos aprendido. Y debo decir que a veces lo encuentro, y a veces, no. En cambio, esa dificultad es menor cuando se trata de la emergencia de la verdad -que es el otro orden por el que se pregunta-. Indudablemente eso es así porque la verdad es siempre sorprendente, inconforme, no está dispuesta a ratificar nada de lo establecido. Por eso más que en “lo real” del topos, yo situaría al pase en el tiempo de la contingencia.

2) ¿cómo pensar el pase desde la lógica de la dirección de la cura? En la táctica de la interpretación (disciplina de analista), en la estrategia de la transferencia (transferencia hacia la Escuela), en la política del ser, considerando a la Escuela-Sujeto y al analista que ha hecho el pase como AE. ¿Qué tipo de acto interpretativo ha de realizar el AE para apuntar a ese no querer saber que como a cualquier sujeto anima también a la Escuela? ¿Podría pensarse la solicitud de pasar por esa experiencia del pase como un acto de ese orden? ¿Y la función del cartel del pase la de detectar si esa demanda responde a un deseo de ese orden, de ocupar el lugar del objeto a , de preservar, con su acto, el agujero del saber para que éste siga estando supuesto y la elaboración continúe?

El procedimiento del pase es ante todo un modo de selección. Y si bien Lacan inventó para ese procedimiento un dispositivo cuya estructura no es ajena a la del inconsciente, no creo que pueda asimilarse a la lógica de la dirección de una cura. Y sobre todo porque en ese dispositivo nadie está como analista. En ese sentido también me es difícil asimilar la pareja “analista-analizante” con la que forman el AE y la Escuela-sujeto.

Sin embargo, estas preguntas son un verdadero acicate para, a su vez, interrogarnos a ras de la experiencia. ¿Qué acto del AE para interpretar la Escuela-Sujeto en su no querer saber? Touché! La verdad es que no encuentro muchos ejemplos. ¿O quizás es que esperamos la gran interpretación que conmueve, aquella que produce un corte entre un antes y un después? ¿La reclamamos? ¿No la sabemos escuchar? Creo que cuando escuchamos a los AE más que esperar una interpretación buscamos compartir con ellos la satisfacción que se comprueba en el buen decir. Pienso en las últimas Jornadas en Madrid, fue muy palpable la satisfacción de toda la audiencia. Entonces -y siguiendo el orden de las preguntas- deberíamos admitir que sentirse muy satisfechos no iría en el sentido de preservar algún agujero. Luego, ¿debería el cartel del pase apostar por detectar un deseo de no satisfacer demasiado? ¿Sólo un poquito? Si seguimos por esta vía, advertimos que entramos en un terreno difícil: ¿qué se debería detectar o buscar en los testimonios de los pasantes para juzgarlos? Efectivamente, no es fácil responder. Si bien los que juzgan, uno por uno, no están exentos de algún juicio previo al respecto, me parece que estaremos de acuerdo en que es conveniente no tener “criterios de selección”.

3) ¿Qué sería de una Escuela de psicoanálisis sin analistas de escuela (AE)?

Hay momentos circunstanciales en los cuales puede no haber nominaciones de AE aunque el procedimiento del pase esté instaurado. En esos casos, la Escuela se siente interpretada, diría que precisamente por la ausencia de los AE. ¡Qué paradoja! O sea, ellos pueden estar ausentes pero no son inexistentes mientras el pase esté efectivamente en funcionamiento o en el horizonte.

Otra cosa sería pensar una Escuela sin pase. No es difícil imaginarlo puesto que Lacan precisamente funda la Escuela a contrapelo de lo que existía: una Asociación. La diferencia entre una y otra está en gran parte asegurada por la introducción de esta garantía: el título de AE. Pero no lo es por el título mismo, sino por el procedimiento del pase que, en definitiva, es subversivo respecto de cualquier institución donde las garantías responden a las reglas y los estándares establecidos. “El analista sólo se autoriza de sí mismo” -incluidos los AE- convierte al pase en necesario, él asegura una orientación para los análisis e introduce la posibilidad de una verificación.

Preguntas realizadas por: Ynma Nieto