Presentación del libro SUICIDIO, MEDICAMENTOS Y ORDEN PÚBLICO. Compiladoras Clara Bardón y Montserrat Puig. Ed. Gredos, Madrid, 2010. Paloma Larena (Zaragoza)

En preparación del Encuentro PIPOL 5, “¿La salud mental existe?” -que se celebrará en Bruselas los días 2 y 3 de julio de 2011, auspiciado por la Eurofederación de Psicoanálisis (EFP)-, la Biblioteca de Orientación Lacaniana de la Comunidad de Aragón realizó la presentación del libro “Suicidio, Medicamentos y Orden Público”, el pasado viernes 15 de abril en la Librería Cálamo de Zaragoza.

El acto congregó a un numeroso público, en su mayoría profesionales de la salud mental tanto del ámbito público como privado, muchos de los cuales adquirieron el libro al finalizar la presentación.

Teresa Colomer, responsable de la Biblioteca en la actual Junta Directiva de la Comunidad de Aragón de la ELP realizó la introducción al acto y de los ponentes: José Mª Alvarez y Paloma Larena quienes alabaron la oportunidad de la publicación y destacaron la claridad con que la obra perfila la orientación psicoanalítica en materia de salud mental.

En su intervención, Álvarez llamó la atención sobre los méritos expositivos y argumentales de los más de veinte textos compilados, enfatizando que ya no se trata, como hace unas décadas, de meras consideraciones de algunos psicoanalistas sobre un asunto que les caía a trasmano, sino de una verdadera corriente psicoanalítica de opinión con propuestas concretas, maduras y fundamentadas en décadas de trabajo en servicios públicos de salud mental.

Las tres partes que componen el libro (Psicoanálisis y orden público, Psicoanálisis y fármacos y Clínica del suicidio) muestran de forma palmaria las diferencias, por una parte, entre la clínica psicoanalítica y la salud mental, y, por otra, acierta a proponer algunas alternativas a los problemas lastrados por la salud mental desde su puesta en marcha –sobre todo su servilismo al orden público y a la ideología del bienestar generalizado–, problemas que se han acrecentado con su desarrollo, en especial los que se refieren a la esa difuminación de la subjetividad y la pérdida de matices de la clínica y la psicopatología; aspecto al que se refiere el texto de D. Laurent cuando advierte del abandono del sujeto en favor de lo observable (p. 86).

Resulta muy grato comprobar el atinado discernimiento de las posiciones adoptadas por el psicoanálisis a este respecto. José María Álvarez elogió en especial las páginas dedicadas a los psicofármacos, en concreto al buen uso de los medicamentos. Sobre este articular, las coordinadoras escriben en el Prólogo: “Así, no se trata de cuestionar los fármacos y su imprescindible uso en numerosos pacientes, lo que ha posibilitado el tratamiento por la palabra de muchos de ellos. La dicotomía psicoanálisis o fármacos hace ya tiempo que ha caducado y sería una irresponsabilidad por nuestra parte mantenerla. Se trata, sin embargo, de podernos preguntar acerca del “buen uso de la medicación” y de rechazar que las investigaciones farmacológicas engloben o sean el único parámetro de las validaciones clínicas y terapéuticas” (p. 9).

Las muchas menciones al uso de psicofármacos contenidas en el libro coinciden con esta referencia clara e inequívoca: tanto la de M. Auré al subrayar que los psicofármacos pueden contribuir a que un sujeto sea tratado analíticamente (p. 133), como la de Pepe Eiras, que circunscribe los buenos efectos en el paciente al favorecer que pueda hablar y relacionarse mínimamente (p. 147), o la de nuestro añorado colega y amigo Hilario Cid, quien escribe: “(...) porque lo que más nos interesa, como psicoanalistas, de los medicamentos es cómo actúan dentro del discurso analítico” (p. 142).

A continuación intervino Paloma Larena, que se encargó de resumir la 2ª parte del libro denominada “Clínica del suicidio” dedicando unas breves lineas a cada capítulo. En todos ellos hay un hilo conductor que va a la contra de la tendencia dominante de hacer del suicidio una epidemia más y como tal, prevenible. El acto suicida, en palabras de George Minois, es una de la especificaciones de nuestra humanidad, y por lo tanto, de la dignidad humana. O como señala J.-A. Miller, citando el concepto de J. Lacan de “pasaje al acto”, todo acto verdadero, que no sea sólo movimiento o agitación, es transgresión, marca un antes y un después para el sujeto, que no es el mismo después del acto. Por ello un acto es un “suicidio del sujeto”.

Dos películas actuales han sabido mostrar, con recursos fílmicos diferentes, la dignidad de la elección del sujeto: Las vírgenes suicidas de Sofía Coppola, en la que la directora no cede al consuelo de exponer motivos o explicaciones para el acto suicida de las cuatro hermanas, y Sunset Limited (basada en la obra teatral de Cormac McCarthy), que en formato de diálogo entre dos personajes, culmina con la decisión sin vuelta atrás de la elección suicida del Sr. White (Tommy Lee Jones) a pesar del enorme esfuerzo razonante que ha realizado durante horas el Sr. Black (Samuel L. Jackson) para que cambie de idea.

Los seis psicoanalistas, que en esta última parte del libro aportan fragmentos clínicos y epistémicos, son un buen ejemplo, no de la promesa de éxito terapéutico, sino del compromiso con la palabra que puede vehiculizar un deseo.