Notas sobre "El cártel como arma política de la Escuela"

Durante la última noche de enero, se llevó a cabo el primer encuentro de Conversaciones sobre el Cártel*, con exposiciones a cargo de Miquel Bassols, Vicente Palomera y Rubén Touriño, bajo la coordinación de Howard Rouse. Tres posturas bien definidas, en las que cada una se ha propuesto caracterizar el lugar y la operativa del cártel: Miquel Bassols, partiendo de una observación de la experiencia del psicoanálisis, plantea que por acción de su propia inercia, toda institución tiende a reprimir el deseo instituyente que la funda. Esto se traduce en ese efecto centrífugo de soledad que se verifica en la experiencia de la Escuela, dificultando el sostén de los vínculos institucionales.

Observa que Lacan, ya desde su texto Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, detecta en esta inercia institucional que opera una lógica propia y ubica sus lugares estructurales: por un lado Las Suficiencias, grado único de la jerarquía psicoanalítica y Los Zapatitos distintos de las Suficiencias: son los bien analizados, pero que no hacen preguntas, tanto los primero como los segundos no interrogan nada; son dos columnas de silencio que sostienen la institución psicoanalítica. Además, están Los Bien-necesarios que sí toman el uso de la palabra y Las Beatitudes, portavoces de Las Suficiencias. El cártel será ese invento que Lacan pondrá a funcionar unos años más adelante, para contrariar esta inercia de grupo que en las instituciones formalizan estos vínculos de diferentes maneras. Incluso propondrá un matema, n+1, siendo n un número natural cualquiera, pero donde lo importante del cártel, está en la función del +1. Se implica así una ruptura en la serie de Las Suficiencias y Los Zapatitos; un recorte de la singularidad de la producción de cada uno de los miembros, o sea, eso que está fuera de serie. Esto abre una aporía russelleana: ¿Existe una serie de +1? o ¿existe un +1 de los +1?. En todo caso, se trataría una serie muy singular… pensar en la serie de los AE, apunta a algo de eso. Este sería el ideal de una Escuela: sin una ley o conjunto previos que definan la función entre los +1, promover una serie de +1 que rompen la inercia de la serie en cada momento. Se trata de pensar una Escuela donde cada miembro opera de +1 para cada uno de los otros. Esta es la propuesta lógica del cártel como arma política de la Escuela: cómo hacer para que cada miembro se encuentre en esa función de +1 para el resto, poniendo a funcionar una suerte de reciprocidad institucional necesaria, capaz de romper con la inercia del uno-solo-de-suficiencia. Es un desafío, ya que conlleva una gran dificultad. La función de permutación en el cártel es fundamental para esta operatoria: disolverse y permutar, en donde el +1 ejerce esa función de infinitud latente, que debe mantenerse asintótico para que el cártel no devenga en grupo, asegurando la horizontalidad y evitando que se enquisten jerarquías e identificaciones al Sujeto-supuesto-Saber que provocarían un cierre sobre sí misma. También aquí vemos lo necesario de la temporalidad en el cártel y su finitud necesaria. Finalmente, unas puntuaciones: el cártel es una suerte de célula elemental de una estructura que permite el despliegue de la experiencia de la Escuela-Sujeto en todos sus registros y que, a modo de un fractal, puede ir reproduciéndose y cristalizando dicha experiencia. Esto no es un alegato a una cartelización generalizada, cosa que sucedió con anterioridad. Por otro lado, esta célula elemental implica un número reducido de sus integrantes: 4+1. Pueden ser más o menos, pero es cierto que, a partir de cierto número, la experiencia se convierte en un problema de complejidad, ya que no es cuantificable. Sucede algo similar al sofisma lógico de los prisioneros: con tres prisioneros, esto lo podemos pensar, pero al multiplicar sus elementos, se torna imposible. Hay entonces en el número reducido del cártel una posibilidad de hacer de su mecánica de reciprocidad crítica, algo operativo.

Una vez más: el +1 no debe encarnar el lugar de S.s.S, sino causarlo. El motor del cártel es la transferencia de trabajo. Esto supone al S.s.S. puesto en marcha, causando una transferencia recíproca, más no simétrica, en la que cada uno ponga a funcionar su suposición de saber. Así será para Lacan el modo del tratamiento de lo real del grupo por medio de la lógica del +1 y su infinitud latente singularizante. Por último: es importante leer el sintagma el cártel como arma política de la Escuela, más allá de la experiencia de la Escuela. Hay que pensar esta dimensión, porque es también una célula elemental de una acción política que no se reduzca a la figura del líder de una masa, de estructura vertical y jerárquica. El +1 horizontaliza el grupo para poner en valor la dimensión del grado más allá la jerarquía, ya que el grado es singular de cada uno.

A continuación, Vicente Palomera tomó dos textos tempranos de Lacan, aquellos referidos al tiempo lógico y sobre la psiquiatría inglesa, y los articulará a uno de W. Bion sobre sus experiencias con grupos. Centra su comentario en un artículo del periodo de postguerra, llamado Tensiones intragrupo en la terapia, que refiere la experiencia de Bion en el Hospital Militar de Northfield, Inglaterra.

A diferencia del texto de Lacan, en donde presenta una situación de tres presidiarios y un director, en la experiencia de Bion se trata de cuatrocientas personas con dificultades para ir al frente de batalla y el propio Bion y su colega Rickman, oficiando de Jefes en este centro de reeducación. Aquí también se pone en funcionamiento una lógica que habilite una salida. En esta situación, los sujetos considerados por sus superiores como rezagados, al agruparlos siguiendo una organización horizontal que se determinaba según tareas y sus afinidades (carpintería, cartografía, etcétera), mostraban una mejora notable en su eficiencia. Al igual que en el texto de Lacan sobre el tiempo lógico, en la experiencia de Bion-Rickman hay vacilaciones: primera, decidir una tarea afín (similar al rasgo que asume la propuesta de cada cartelizante); la segunda, resolver las dificultades propias de un trabajo grupal, aquí, Bion, en una función similar a la del +1, devolvía el problema, cuando surgía, al propio grupo, no dando una solución desde un lugar de líder, sino instando al grupo a proponer una solución que permita continuar la tarea que lo orienta hacia la salida. Precisamente, se trata de encontrar la fuerza viva de la intervención frente a los callejones sin salida, o sea, eso que en términos de Lacan podemos ubicar como lo vivo de la intervención en los impasses de lo Real, no por la vía del saber del líder, sino desde su no-saber, poner en juego ese vacío de saber orientado por el deseo. Esta modalidad de trabajo presenta características propias del cártel, su lógica temporal y las vacilaciones implícitas, así como también la función del provocador de trabajo en esta experiencia, el mismo Bion, pero que no se diferencia mucho de la operatoria del +1.

Por último, Rubén Touriño, inicia su comentario recordando el forum que Lacan convoca a principios de los años ochenta, dentro del marco de la disolución de la EFP, en donde se recuerda la inercia de producción en la que habían caído los cárteles y su consecuente efecto de cierre como instrumento de entrada a la Escuela. Periodo de mutismo que duró diez años (1965-1975), en donde Lacan mismo cuestiona una auténtica puesta en marcha de la EFP, en la que no se había dado ni permutación ni trabajo de crítica interna-externa de los cárteles. Recuerda en ese contexto institucional la efervescencia persecutoria que concluyó en una crisis institucional y su consecuente Acta de Disolución en dónde la maquinaria del cártel quedó desarmada frente a los efectos de grupo. Una referencia de Eric Laurent de esa época da la clave de la situación: hay un real del grupo que es imposible de disolver, y la decisión de Lacan fue la de disolver la asociación, mas no el grupo. Por eso el cártel es uno de los procedimientos para reducir tales efectos imaginarios del grupo, sin perder de vista su real, junto con los procedimientos de lo transitorio (como remedio a la casta) y el azar (como remedio a la prestancia y al duelo). En la misma línea, comenta el texto de Rabanel Una lección de política lacaniana, donde propone que la política del psicoanálisis apunta a tratar con el real del grupo por dos medios: el cártel y el pase. Finalmente, realiza un interesantísimo comentario sobre una pregunta que Freud se planteaba en una carta dirigida a Jung, en donde se cuestiona si el naciente grupo internacional de psicoanalistas debería adherirse a una organización ya establecida, para dotar al movimiento psicoanalítico de los medios políticos necesarios para su avance. Se trataba de la Fraternidad Internacional por la Ética y la Cultura, que se centraba en la lucha científica contra el alcoholismo que concebían como causa de las enfermedades sociales, morales y mentales. La pregunta de Freud iba en la dirección de poder pensar la posibilidad de una organización que no deviniera en comunidad religiosa. Curiosamente Lacan hará la crítica a la IPA sobre su organización religiosa. Evidentemente, Freud no había descubierto el cártel.

* Conversaciones sobre el cártel "El cártel como arma política de la Escuela", 31 enero, 2023, Barcelona.