"No son necesarios grandes medios para sostener equipos de psicoanalistas trabajando para aportar su ayuda y hacer algo más digna la vida de algunos sujetos". Por Manuel Fernández Blanco (A Coruña)

NOTA DE REDACCIÓN: Publicamos la alocución del entonces Presidente de la ELP en el acto de inauguración del CPCT-Bilbao. Iremos alternando los POST dedicados a los CPCT de Málaga y de Bilbao, recientemente inaugurados, con los dedicados a las V Jornadas de la ELP celebradas en Málaga.

Presentación Pública e Inauguración del CPCT Bilbao, Viernes 3 de noviembre de 2006

Quiero dar como Presidente de la ELP y Presidente del Patronato de la Fundación para la Clínica de Orientación Lacaniana la bienvenida al CPCT de Bilbao. Es el cuarto, lo que permite hablar de red de los CPCT en España.

Este desarrollo ha sido posible gracias a la actitud y el trabajo generoso de psicoanalistas, y también a los apoyos recibidos de amigos del Campo Freudiano e Instituciones, tanto del campo privado como del público. En este sentido conviene destacar la firma del Convenio de colaboración suscrito entre la Fundación y la Secretaría de Estado de Servicios Sociales, Familias y Discapacidad, que suponen un apoyo económico y un aval importante a esta iniciativa de creación de centros psicoanalíticos gratuitos de psicoanálisis aplicado.

¿Por qué esta iniciativa de Centros de atención gratuitos de Consultas y Tratamiento?

Se celebra este año el 150 aniversario del nacimiento de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Quiero recordar sus palabras, cuando ya en 1918 decía: “Supongamos ahora que una organización cualquiera nos permitiese aumentar de tal modo nuestro número que seamos ya bastantes para tratar grandes masas de enfermos. Se nos planteará entonces la labor de adaptar nuestra técnica a las nuevas condiciones. Así mismo, en la aplicación popular de nuestros métodos habremos de mezclar quizá el oro puro del psicoanálisis al cobre. Pero cuales quiera que sea la composición de esta psicoterapia para el pueblo, sus elementos más importantes y eficaces continuarán siendo, desde luego, los tomados del psicoanálisis propiamente dicho, riguroso y libre de toda tendencia.”

No es la primera iniciativa de centros psicoanalíticos gratuitos, tienen su recorrido en la historia del movimiento psicoanalítico. Está el Centro de Berlín, la Clínica Tavistock en Londres, y muchas otras instituciones, tanto en Europa como en América, que han llevado adelante iniciativas de este tipo. Nosotros queremos sumarnos en este momento a esta orientación, ya definida por Freud a comienzos del siglo pasado.

Con la creación de estos Centros defendemos en acto la utilidad pública del psicoanálisis, el derecho al psicoanálisis. Defender la utilidad pública del psicoanálisis podría parecer un contrasentido, porque todo el mundo sabe que el psicoanálisis es una práctica privada. Es una práctica privada, en primer lugar, porque el encuentro con un psicoanalista requiere la privacidad, y en segundo lugar, porque incide sobre lo más íntimo de un sujeto.

¿Cómo conjugar entonces la dimensión privada y la dimensión pública del psicoanálisis?

Lo privado y público se articulan siempre en el lazo social. Sabemos, todos los que trabajamos en el campo de la clínica -no sólo del psicoanálisis.

Soy trabajador del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Juan Canalejo de La Coruña, es decir soy trabajador de la Salud Mental. Soy, a su vez, el Director de la Clínica del Campo Freudiano de La Coruña, pionera de algún modo de este tipo de Centros en España -aún dentro de una lógica-, ya que se inauguró ya casi hace 10 años. Y trabajo como psicoanalista en mi consulta privada. En cualquiera de estos registros se puede comprobar, en el registro de la clínica, que lo privado y lo público siempre se articulan en el lazo social porque no hay lazo social que no sea sintomático. No hay lazo social por fuera del síntoma. No hay forma de vincularse que no sea sintomática, es decir, que pudiera estar libre del goce más íntimo, más particular de cada uno.

Y justo porque el síntoma está presente en todo vínculo humano, el malestar en la civilización es imposible de eliminar. Comprobamos, por ejemplo, que a pesar del avance en la conciencia feminista, y después de haber aprobado una ley contra la violencia de género, aumentan los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o antiguas parejas, que con frecuencia se suicidan inmediatamente después de su acto homicida. Igualmente nos sorprende el hecho de que muchas mujeres maltratadas insistan en volver con sus maltratadotes, o la generalización de los casos de acoso escolar, o que se dispare el número de abortos en la época de la información sexual y el libre acceso a los métodos anticonceptivos.

El número de abortos se ha duplicado en los últimos diez años, y el número de abortos de repetición se han multiplicado por 2,3 en los últimos años. El número de mujeres que abortan tres o cuatro veces se ha disparado, lo cual quiere decir que el aborto, la relación con la maternidad, que pasa por el cuerpo, tiene un carácter sintomático para muchas mujeres, que paradójicamente son las de mayor nivel cultural y social. Son datos de una investigación del CSIC. Muchas de estas mujeres recurren después a la adopción internacional.

Hay que decir que cuando hablamos de un declive de la función paterna, también hay que pensar en un cierto declive de la función materna, o al menos de la escisión clara entre maternidad y cuerpo, que hace síntoma para muchas mujeres; porque si no el aborto, el aborto de repetición no se produciría.

Son todos síntomas de la civilización, de la civilización del bienestar, son sólo algunos ejemplos de aquello que hace síntoma en su doble vertiente de enigma y malestar en la civilización. Y quiero decir que los psicoanalistas estamos bien situados para pensar y dar respuesta a lo enigmático, a lo que hace hace pregunta y es causa del malestar social. Podemos explicar por qué ocurren estos fenómenos. Por eso nuestra clínica e investigación pueden ser de auténtica utilidad pública.

En esta dimensión de utilidad pública, en nuestros Centros hacemos posible el encuentro con un psicoanalista para todos aquellos que puedan beneficiarse de esta posibilidad, sin que la dificultad económica o situación de precariedad social, o simbólica -porque no sòlo es la precariedad económica la que a veces está en juego-, lo impida.

Esta iniciativa, esta defensa en acto del psicoanálisis como un derecho ciudadano, es una alternativa para el sufrimiento más íntimo de cada uno. Nosotros consideramos que el encuentro con un psicoanalista es algo demasiado valioso como para que sólo sea posible para algunos. Es por esto que desarrollamos estas iniciativas.

El psicoanálisis no da una respuesta estándar frente al sufrimiento psíquico, ni se orienta en su práctica por ningún ideal de adaptación preestablecido. Esto es lo que permite al paciente hacer la experiencia del inconsciente para encontrar la lógica de sus decisiones y de su posición en la vida. Esto es lo más eficaz para salir de la repetición, porque cuando no se enfoca la causa todo vuelve a comenzar, y los que trabajamos en Salud Mental, en Servicios Sociales, sabemos muy bien cómo los mismos sujetos retornan una y otra vez a los mismos servicios; porque cuando no se toma en cuenta la causa todo se repite.

Por eso el psicoanalista lacaniano es un psicoanalista disponible. Está tan disponible que hace algo muy raro en la sociedad contemporánea: acepta trabajar gratis. Acepta proyectarse más allá de su consulta privada, para por su acto sostener en la ciudad el derecho al psicoanálisis. Acepta trabajar gratis para todos aquellos que puedan necesitarle, y -como se ha subrayado- ponemos en marcha dispositivos que no porque estén destinados a sectores de lo que se podía considerar más desfavorecidos son por ello menos dignos. Por eso intentamos que sean lugares de buena acogida y en la lengua del paciente. En este sentido, como subrayaba Elvira Guilañá, estamos en condiciones, en Barcelona, en Madrid, en Málaga, y en Bilbao también, de atender en muchos idiomas, lo que es, realmente, un recurso muy a valorar, pues en pocos servicios públicos es posible esta oferta.

Sabemos que vivimos un momento en el que el estatuto mismo del ciudadano se ha convertido en el de usuario y consumidor. El psicoanálisis puede contribuir a una renovación del estatuto del ciudadano contemporáneo. La orientación por el síntoma, por lo más particular de cada uno, es la posibilidad de que el sujeto contemporáneo acceda al estatuto del ciudadano tomando distancia del estatuto de súbdito; súbdito, en ocasiones también de las prácticas que nosotros mismos hacemos, excesivamente estandarizadas.

Esta es nuestra concepción de la utilidad. No es una utilidad concebida en términos de rentabilidad capitalista, adaptación y funcionamiento, es la utilidad que se deduce del plus de vida que el tratamiento del sujeto, vía síntoma, posibilita.

Los CPCT son entonces una invención poética, si por tal se entiende la creación que antes mentábamos. Los CPCT hacen existir los efectos de la palabra ofertando la escucha. Basta que un sujeto, el más desorientado, el más angustiado, el que llega con la mayor urgencia porque algo le resulta necesario decir, el que está al borde de un acto de consecuencias lamentables; basta que cualquiera de estos sujetos entre en un centro para que la palabra y la escucha hayan ganado una batalla.
La utilidad social de la escucha, utilizando la expresión de Jacques-Alain Miller, es más necesaria y actual que nunca en nuestra sociedad, donde cada vez más la respuesta técnica al sufrimiento psíquico se hace de un modo, como decía, mediante respuestas estandarizadas, que a veces llevan a no poder enfocar la causa, la particularidad, la dimensión individual del síntoma, y de algún modo condenan a la cronificación.

Tenemos que añadir a todo esto el cuadro de la nueva clínica infanto-juvenil, dominada por el déficit de la palabra, que condena a la hiperactividad y al acceso cada vez más masivo y precoz al consumo de drogas y alcohol. En nuestros CPCT hay unidades específicas para el tratamiento de niños y adolescentes.
De algún modo el malestar tiene cada vez más lugares de tratamiento y menos lugares de escucha y de acogida, y por eso lo real se muestra cada vez más al desnudo. Se muestra al desnudo, por ejemplo en las llamadas patologías del acto, cuya incidencia es cada vez mayor.

Los psicoanalistas lacanianos estamos bien situados para responder a los retos de la civilización hipermoderna. Sabemos que los protocolos a veces no responden a las contingencias, sabemos que un fracaso escolar no es, con frecuencia, un resultado de un déficit intelectual sino una forma de rechazo al Otro, como sabemos que un accidente laboral puede ser debido a la pulsión de muerte de un sujeto. Estas verdades, para nada humildes, para nada sencillas, constituyen unas de las armas con las que el psicoanálisis puede salir a la escena pública, aportando su clínica y su interpretación de lo que hace síntoma en la civilización.

Se ha dicho, por parte de Julio González, que la civilización actual es fundamentalmente la civilización de la globalización, pero curiosamente -es algo destacado por la mayor parte de los sociólogos actuales-, la globalización produce efectos de individualismo extremo, lo global trae el individualismo más feroz. Pareciera una paradoja.

Lo que está afectado en la época de la globalización es la forma de vivir juntos. Por eso cada vez hay más sujetos dispersos, desamparados, y -como señaló Julio-, esto induce en el sujeto de la globalización la necesidad de inventarse su propia unidad.

Tiene su parte buena, pero aboca a la angustia generalizada a un gran número de personas, porque inventarse la propia vida no es tan fácil. Inventarse la propia vida sin el recurso a los valores universales, a la tradición, es algo que puede plantear una dificultad, especialmente a los sujetos que necesitan darse un sentido para vivir, a los sujetos menos metonímicos, a los más metafóricos, a los que necesitan abrochar un sentido que de existencia a su vida.

Lo global es el resultado de la crisis de lo universal. Lo global no es lo universal. Lo universal eran los grandes relatos, eran los grandes sistemas de pensamiento, eran las grandes ideologías, eso eran lo universal.
Lo global es la crisis de lo universal, lo imaginario de lo universal; Y promueve la lógica del no-todo, así como las soluciones fragmentarias, provisionales y locales. Y esto es lo que aboca, esta crisis del sentido, a la angustia a muchos sujetos.

De algún modo esta crisis de lo universal es una crisis de lo masculino; Produce un cierta femenización en el vínculo social; es decir, las lógicas discursivas ya no se asientan tanto en los grandes nombres del padre.

De todos modos, y sea como sea, estos son los sujetos y esta es la clínica con la que tenemos que trabajar. Nuestro planteamiento no es nostálgico, no hay màs tiempo que el que nos toca vivir, y Lacan decía que mejor que renuncie aquel que no pueda reunir a su horizonte la subjetividad de su época.

Esta es nuestra época, y en cualquier caso, las nuevas formas de presentación del síntoma son las nuevas formas de lazo social. Lo que permite afirmar que cualquier modificación del síntoma es una intervención social. Nosotros hacemos intervención social. Y tal vez una intervención social muy eficaz.

Decía, ante la Secretaría de Estado de Servicios Sociales, Familias y discapacidad, Doña Amparo Valcárcel, en la clausura de nuestras últimas Jornadas nacionales sobre la utilidad pública del psicoanálisis que celebramos en Barcelona, que es mucho lo que un psicoanálisis, un psicoanalista, puede hacer por una vida humana, y eso sin apenas generar gastos. Porque en un mundo tan tecnificado como el nuestro, la palabra del sujeto y la escucha del psicoanalista resultan tan antiguas como eficientes. Porque no hay fármaco que resuelva el desamor, la tristeza, la desorientación de los sujetos actuales, la violencia de género, así como la orfandad de los sujetos con padres. Por eso decimos que es hora de que se sepa que no son necesarios grandes medios para sostener equipos de psicoanalistas trabajando para aportar su ayuda y hacer algo más digna la vida de algunos sujetos. Este es nuestro empeño.

Y por eso, termino manifestando, como Presidente de la ELP y en nombre del Consejo de la Escuela, mi alegría porque el CPCT de Bilbao sea ya una realidad. Mi alegría porque la generosidad de todos los miembros de la Sede de Bilbao hayan permitido que el CPCT esté ya en funcionamiento.

Quiero agradecer especialmente a Mónica Marín, su Directora, el trabajo realizado y el por venir. Al equipo directivo, Felicidad Hernández, Jose Ignacio Ibáñez, Félix Rueda, y al de todos los miembros del equipo asistencial.

Estoy seguro de que la experiencia será beneficiosa para todos -por supuesto para los pacientes. Pero también para todos los psicoanalistas que participan en ella. Tendréis la oportunidad de pulsar en tiempo real las transformaciones de la clínica contemporánea, y ser la vanguardia de la clínica que viene, de la clínica de mañana, de la clínica que va a transformar la clínica.

En nombre de la ELP, gracias y nuestros mejores deseos.

MANUEL FERNANDEZ BLANCO (A Coruña)