“MASS-KLO, MATISKLO. Lo que tus palabras me dicen”. Por Pablo Villate (Bilbao)

Primo Levi explicó de Hurbinek que “probablemente había nacido en Auschwitz”, “parecía tener unos tres años, nadie sabía nada de él, no sabía hablar y no tenía nombre”. Explicó que “aquél curioso nombre” se lo habían dado entre los del campo, seguramente interpretando alguno de sus sonidos inarticulados.
Para Primo Levi “… la necesidad de la palabra apremiaba desde su mirada con una urgencia explosiva: era una mirada salvaje y humana a la vez” y que ninguno se atrevía a afrontar, “ninguno excepto Henek”.
Tomo estas palabras de Primo Levi de entre las citas que de él hace Fernando Bárcena en su libro La esfinge muda. El aprendizaje del dolor después de Auschwitz.
Podemos decir que Bárcena refiere el encuentro que se produce entre Henek y Hurbinek y -nos- convoca a su alrededor, junto a H. Arendt y E. Levinas, junto con P.Celan -Argumentum e Silencio- y otros, para proponerlo como ejemplo con el que los encuentros educativos de hoy en día puedan llegar serlo.
Henek era un adolescente húngaro de quince años que, como P. Levi describió, “se pasaba junto a la cuna de Hurbinek la mitad del día […] tranquilo y testarudo, se sentaba junto a la pequeña esfinge, inmune al triste poder que emanaba […] y le hablaba… con voz lenta y paciente. Una semana más tarde, Henek anunció con seriedad, pero sin sombra de presunción, que Hurbinek "había dicho una palabra". ¿Qué palabra? No lo sabía… no era húngara: algo parecido a mass-klo, matisklo… era verdad, desde el rincón de Hurbinek nos llegaba… una palabra articulada con toda seguridad o variaciones experimentales en torno a un tema, a una raíz, tal vez un nombre”.
Podemos sostener que el legado de los supervivientes del exterminio contiene una potencia esclarecedora y paradójica: deja sin respuesta suficiente a la vez que con una necesidad radical de alcanzarla y queda la apertura del lugar desde el que cada uno afronta esa necesidad. El lugar de la enunciación misma, desde donde Hurbinek insiste… y desde donde Henek también.
Para Fernando Bárcena hemos de tomar Auschwitz como el acontecimiento con el que la historia se desgarra, el tiempo se detiene y queda la obligación de hacer una cultura. Sostiene que nuestra modernidad se construye sobre las ruinas de los totalitarismos: Impusieron el silencio atenazando las gargantas y la modernidad se presenta como advenimiento del ruido sin concebir otro silencio que el del cese de la tecnología. La consideración técnica de los diferentes tipos de dolor parece desconocer que, como F.Bárcena escribe, “la identidad del cuerpo doliente es, también, una identidad narrativa, porque el cuerpo recuerda tanto el placer como el sufrimiento y de continuo los reelabora”.
Fernando Bárcena acudirá el próximo 12 de enero a la Biblioteca del Campo Freudiano de Bilbao donde podremos hablar a partir de su libro, dentro del ciclo “Deportados. Testimonio y Transmisión”. Será presentado por Mónica Marín (Bilbao).
Seguro que los libros ya presentados dentro del ciclo encuentran diversas resonancias ese día: La frase de I. Kertész que abría, recorre el ciclo y toca de lleno a la construcción mercantil y burocrática de Europa: “… desde Auschwitz no ha ocurrido nada que podamos vivir como una refutación de Auschwitz”. El esfuerzo de A. Appelfeld y J. Bajsblat, el primero reinventando su lazo con lalengua para salir de su mutismo, sobrevenido en los años siguientes a su huida del campo, el segundo con el sufrimiento a cada paso del recuerdo para construir el relato que no pudo dedicar a sus hijos y sí a sus nietos. Los casi veinte años de deportación en Kolymá, gulag, desde donde V.Shalámov advierte que los campos de concentración son una escuela negativa “seguíamos la corriente -escribe en uno de sus “Relatos…”-… ya no había nada que nos turbase, nos resultaba fácil vivir cautivos de una voluntad ajena. La serenidad del alma merced al abotargamiento”.
Las palabras de Hurbinek nos están diciendo una posibilidad si no de refutar sí de contravenir Auschwitz.

Pablo Villate (Bilbao).