EL SECRETO DE LA ALEGRÍA. Por Anna Aromí (Barcelona)

¿Quedan aun razones, en el mundo, para la alegría?* ¿De dónde nace el optimismo? ¿Cómo es posible que una película, que no brilla por la belleza de sus imágenes, que no cuenta grandes gestas sino la pequeña historia de un sujeto decidido a existir a pesar de haber perdido su nombre y su memoria, propulse al espectador hacia una sensación de alegría vital, de ligereza y optimismo? Es un misterio que quizá, en parte, se deje desentrañar. Lacan decía que el secreto de la alegría está en el encuentro con los otros con los que se pueden compartir las causas de esa alegría, cuando ella se produce, y Miller hace valer que esta posibilidad del encuentro es lo que impide que la vida se hunda en el aburrimiento. Lo que sigue es el comentario, así orientado, del film del director Aki Kaurismaki, Un hombre sin pasado.
Avancemos nuestra hipótesis: como Freud decía en su texto ¿Porqué la guerra?, el primer deber del ser humano es vivir, y toda ilusión que lo dificulte pierde su valor. Nosotros sostendremos aquí que la historia del film del director finlandés es una de esas ilusiones capaces de alejar la tristeza y la cobardía porque en ella se sostiene el deseo de vivir -y de vivir con otros- atravesando riesgos y aprendizajes.
El film teje, paso a paso, la re-construcción de una vida. Y con ello hace percibir que la organización de pasado, presente y futuro se hace bajo la forma de un nudo, y no de una línea recta. El relato muestra la manera como alguien puede reunir los mínimos necesarios para vivir. La calma del sujeto, llamativa en su discreción, se apoya sobre este punto: para vivir uno puede pasar de muchas cosas, cosas realmente importantes hay muy pocas.
Dejaremos que las peripecias del protagonista guíen nuestra exposición (1).

1 El trauma inaugura

Un suceso traumático es el punto de partida. Lo que le seguirá será un recorrido metafórico por los márgenes de la vida, de la sociedad, de algunos individuos.
El film está lleno de alusiones a las fronteras, a los bordes. Desde el propio protagonista, presentado en el filo entre la vida y la muerte; a la localización de la película rodada en Finlandia, en los márgenes de Europa, en la periferia de la ciudad; hasta la presentación de una galería de personajes viviendo en los márgenes de la sociedad.
El trauma que inaugura la historia es producto de una gran paliza que recibe el protagonista. Los asaltantes lo abandonan en el suelo tapado con su máscara de soldador.
En el hospital, el médico que lo atiende, guiado por la tecnología, le da por muerto antes de salir para ocuparse de un parto. La ciencia lo ha abandonado. Solo el sujeto sigue apostando por su vida. En un acto de energía extrema y repentina se pone en pie, recupera la respiración (se endereza la nariz en un gesto surrealista en homenaje quizá a viejas películas como El hombre invisible), y se hace cargo de sí mismo (2).

2 El presente o el río del deseo

A continuación nuestro hombre aparece en el suelo, su cuerpo atravesado en la orilla de lo que parece un río, cerca de un camino transitado por habitantes de un asentamiento cercano. Con una practicidad exenta de toda violencia, tras verificar su estado lamentable, un hombre se prueba sus botas y se las lleva puestas dejándole las zapatillas que llevaba. Es un lugar de excluidos, que viven en contenedores. Allí una familia lo acoge, le da el lugar, el tiempo para que se recupere.
Resaltemos el detalle de los container: de llevar mercancías de un lado a otro del globo, cuando son retirados de circulación sirven aún para almacenar otro tipo de "mercancías": los segregados del circuito de la globalización. Reciclaje que se verificará mutuo y fructífero.
El deseo de las personas que han recogido al protagonista lo mantiene vivo, lo sostiene. Quizá por eso él se mantiene en un tiempo de silencio, hasta romperlo con una única palabra: "gracias". "¿Porqué no decías nada?", le pregunta su cuidadora, "no tenía nada para decir", responde él. Sin memoria de si mismo, sin identificaciones donde sostenerse, al sujeto le es necesario un paso por el Otro para apropiarse de alguna palabra. Volverse, al mismo tiempo, deudor y propietario de una palabra.
El marido de la cuidadora, padre de familia por más desheredada que ésta sea, le trasmite las reglas del juego social. Lo invita a cenar.

3 Una mujer, y el presente se hace futuro

En la primera salida nocturna que comparten ambos hombres el lugar elegido es el comedor del Ejército de Salvación. Se podría decir que este Ejercito de Salvación va constituirse en un segundo Otro para el sujeto, un Otro social. Con él va a encontrar una salvación efectiva, pero no antes de introducir él mismo, mediante la música, ciertos efectos de "salvación" para sus miembros. Porque, en efecto, se trata del "dime qué ofertas y te diré de qué careces": los primeros necesitados de salvación son los propios profesionales que se dedican y se sostienen con ella.
Con el telón de fondo de la banda tocando música se produce el primer cruce de miradas con Irma, miembro de ese Ejército que sirve la comida. Al día siguiente nuestro hombre, M., va a empezar los pasos necesarios para obtener su propia vivienda.
El vigilante de la colonia, a la cintura un espeso manojo de llaves, le proporciona un contenedor. Él se compromete a pagarle el alquiler, la desmemoria no impide el empeño de la palabra. Asistimos a transacciones comerciales al viejo estilo capitalista, tan obsoleto como los objetos que entran en esas transacciones, el "nuevo" capitalismo, virtual, aparecerá más tarde con la ubicuidad asesina del capital bancario. M. limpia su nuevo espacio, lo acomoda con objetos que ha sacado del abandono, entre los que ha encontrado una gramola. Pese a la incomprensión de los otros, M. sitúa este aparato en un lugar central. Él no es consciente de la importancia de la música, pero es su contacto con el pasado y preside su porvenir. Frente al contenedor proyecta su futuro en un pequeño huerto, donde planta patatas.
En la oficina de empleo, ante la imposibilidad de ser inscrito porque no tiene un nombre, él argumenta en vano “puedo ser útil”. Su inserción en el entramado social se obstaculiza precisamente por una institución creada para la inserción por medio del trabajo, ilustración de lo que Lacan señaló sobre la segregación y los profesionales que cargan sobre sus espaldas la miseria del mundo. M. obtiene ropa y trabajo en el Ejército de Salvación. Dócil a su deseo por la música, anima a los componentes de la banda a ampliar el repertorio y en la Directora, el deseo de volver a cantar. Las cosas toman otro aire, el color del deseo aparece. Todo se dignifica.
El amor con Irma, aunque pobre en palabras, enriquece sin embargo la visión del mundo y sus posibilidades.

4 La soldadura, destellos del pasado

Por pura casualidad, el encuentro con las chispas que saltan en unos astilleros le devuelven el recuerdo de que sabe soldar. Le hacen una prueba pese a no tener papeles, ni nombre, pero ahora el problema es que tampoco tiene número. En este caso el obstáculo es que no tiene cuenta abierta en un banco. Es insalvable: sin eso no se le puede pagar el salario.
Cuando está intentando abrir una cuenta bancaria se produce un atraco. Es el encuentro con un personaje que tiene pasado pero no futuro, un empresario-atracador que viene a robar una cantidad exacta de dinero, el dinero de su empresa que está bloqueado por ese banco al que la globalización ha cambiado la sede y ha dejado a los empleados en la calle. Ese hombre, un empresario “de los de antes”, se pone en contacto con M. después del robo y le pide ayuda para pagar la deuda contraída involuntariamente con sus trabajadores. Tras darle el dinero y las instrucciones para su reparto, el “atracador” se suicida. Esta escena certifica la muerte de los viejos empresarios, figura de “una persona con palabra”, que no tienen cabida en el mundo globalizado.
Frente a la pérdida de identidad, de referencias, cabe todavía la elección del sujeto: sin nada donde agarrarse aún hay que elegir entre dejar de luchar, como el empresario suicida, o seguir adelante como M. En este punto, M. es un héroe.
La policía le comunica a M. que ha conseguido averiguar datos sobre su pasado. Una fotografía puesta en circulación ha dado resultado. Una mujer les ha facilitado información. A partir de ese momento tiene nombre, edad, profesión, familia. Es la parte benefactora de la ley.
A su pesar, para ir al encuentro de ese pasado, debe abandonar a Irma. Ella vuelve a su pasado, al Ejercito de Salvación en todos los sentidos, y él va a reencontrarse con el suyo.
El viaje de regreso a su lugar de origen es el único momento del film donde los colores de la escena son vivos, hay árboles, vegetación, y el taxi que lo lleva es un modelo actual de coche. M. llega a "su" pueblo y se encuentra con "su" esposa. Ella le reconstruye su vida: están divorciados, peleaban con frecuencia, él jugaba mucho, tenía pasión por la música. Por culpa del juego perdió su preciada colección de discos… Así surge el objeto perdido que había presidido, sin saberlo el sujeto, todas sus elecciones.

5 Volver al futuro

M. vuelve a la ciudad para retomar su nuevo presente. Surgen situaciones conocidas, como el encuentro con unos asaltantes, pero esta vez ya no son afrontadas por un hombre sin pasado. Irma lo espera, no es la Irma del principio, su traje amarillo chillón lo atestigua. Todo ha cambiado, ahora es un hombre de recursos que cuenta con el apoyo de un tejido social que él mismo ha ido construyendo.
Con el regreso a la colonia se constata que si el hombre tiene un futuro es por habérselo labrado como presente, y no sin los otros.

Anna Aromí (Barcelona)
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* Redacción de este POST a partir de la participación en el Seminario Latino de París coordinado por Clemencia Varela en mayo de 2003.

Notas

(1) Para nuestra exposición tomamos apoyo en el excelente resumen de Fina Giménez, Lola Pastó y Lola Rodríguez sobre la Tertulia de cine de Barcelona en la que se comentó el film.
(2) En esta escena, Anne-Sophie Janus ha acentuado el detalle de la máscara, esta vez de vendas, con las que el protagonista saldrá del hospital como muerto-viviente (Ver Revista Élucidation, núm. 6/7).