Las clínicas gratuitas de Freud: psicoanalisis y justicia social 1918-38. Por Claudine Foos (Madrid).

Las clínicas gratuitas de Freud: psicoanalisis y justicia social 1918-38
Elizabeth Ann Danto

Artículo publicado en London Review of Books el 6 de octubre de 2005. Recensión de Christopher Turner del libro Freud's Free Clinics: Psychoanalisis and Social Justice 1918-38, autora Elizabeth Ann Danto editado por Columbia, 348 páginas. Traducción : Carlos Schwartz.
Elizabeth Ann Danto

Primera parte.

En 1918, Sigmund Freud dio una conferencia en el Quinto Congreso Internacional de Psicoanálisis en Budapest. Fue dos meses antes del armisticio, pero miró hacia el futuro más que alojarse en los obvios descontentos de la civilización: “La conciencia de la sociedad despertará”, dijo a su audiencia, “y le recordará que el más pobre de los hombres debería tener tanto derecho a la asistencia para su mente como tiene en la actualidad respecto de la ayuda salvífica de la cirugía”. Para tal fin, Freud, más en el estilo de un reformador de la salud pública que un psicoanalista, urgió a sus seguidores que crearan “instituciones, o clínicas para pacientes externos (...) en las que el tratamiento deberá ser gratuito”.

Ansioso de contribuir a un mundo mejor en la posguerra, Freud tenía la expectativa de que algún día estas clínicas caritativas fuesen financiadas por el estado -"las neurosis", insistía, “amenazan a la salud pública no menos que la tuberculosis”. Max Eitingon, el psicoanalista que fundó la primera de estas clínicas, escribió más tarde que Freud había hablado “en parte como profecía y en parte como reto”.


No pensamos acerca de Freud en los términos de un militante trabajador social, sino más bien como alguien más probablemente ocupado en excavar en las mentes de personas ricas ociosas y retorcidas. El psicoanalista Karl Abraham se quejaba precisamente de este tipo de clientela en una carta a Freud escrita antes del comienzo de la primera guerra mundial: “Mi experiencia es que hasta el momento hay un solo tipo de pacientes que buscan tratamiento -hombres solteros con dinero heredado”. Pero en las clínicas gratuitas de Freud, Elizabeth Danto muestra que gracias al discurso de Freud en Budapest y a la entusiasta respuesta al mismo, “entre 1918 y 1938 el psicoanálisis no sólo no era impracticable para los trabajadores, ni rígidamente estructurado, ni un lujo por duración”. Durante los años de entre guerras, una docena de clínicas fueron abiertas en siete países y diez ciudades, desde Londres hasta Zagreb.

La meticulosa investigación de Danto, año por año, sobre la extensión de estas clínicas psicoanalíticas, se centra en el lado socialmente comprometido, idealista, pionero casi hasta la exclusión de su legendario pesimismo cultural. Alguna vez admitió que había pensado en convertirse en político, afirmando que su amigo de colegio Heinrich Braun, un prominente socialista en sus años posteriores, “despertó en mi un sinnúmero de tendencias revolucionarias”. Los Habsburgos, escribió a su colega Sandor Ferenczi, “lo único que dejaron tras de si fue un montón de basura”. En la Viena roja de posguerra, Freud volcó su peso en favor de los socialdemócratas, usando cualquier influencia que estuviera a su alcance para ayudar a políticos como Julius, el anatomista de la Universidad que, como jefe de la Oficina Pública de Bienestar Social, aplicó su experiencia quirúrgica al cuerpo político de Austria. Mientras los conservadores Cristiano Socialistas protestaban por el “sadismo fiscal”, Viena bajo el SDP se convirtió en un modelo de bienestar social, con un envidiable programa de viviendas públicas y servicios de salud pública.

Freud, a su turno, inspiró el “revolucionismo” ("revolucionismo" era un término suyo) de una segunda generación de psicoanalistas, que fueron los profesionales a cargo de las clínicas gratuitas. Estos incluían a Helen Deustch, Wilhelm Reich, Otto Fenichel, Edith Jacobson y Karen Horney. Compartían simpatías marxistas y se reunían en el seminario radical “Seminario Infantil”, denominado así no porque se ocupara del psicoanálisis con niños sino porque a Fenichel le gustaba pensar acerca de los psicoanalistas como “niños malos”.

(Continuará)

Claudine Foos (Madrid).