JUVENTUD: SEXO RÁPIDO. Por Fernando Martín Aduriz (Palencia).


“EL PSICOANÁLISIS EN LA ÉPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN”, “AVATARES ACTUALES DE LA SEXUALIDAD”
¿Cómo incide la civilización sobre los vínculos amorosos y las prácticas sexuales? ¿Hay algo invariable en la sexualidad humana que escapa a la transformación de las costumbres que cada época vive? ¿Qué decir sobre la articulación entre las dimensiones del amor, el deseo y el goce, en la fase actual de la globalización? Éstas y otras preguntas serán abordadas en este ciclo de conferencias que han sido programadas para un público profano en materia de psicoanálisis. Estas 6 conferencias son coordinadas por Amanda Goya (Madrid) y tienen lugar en la sede del NUCEP en Madrid, C/ Gran Vía,60-2º I. Publicamos un resumen de la impartida por Fernando Martín Aduriz (Palencia) el pasado día 8.

Juventud: sexo rápido
En un blog de sexo de un periódico nacional se suscitó el debate acerca del sexo rápido. Uno de los comentarios decía: “El otro día me contó mi mujer que una compañera de trabajo con 22 años se lió en la disco con un chico, se fueron al coche, y a la media hora volvieron a la disco, ya me dirás si en media hora si es tiempo suficiente para hacer bien el amor..., y si quitas diez minutos entre quitar y poner la ropa se queda en 15 minutos, pero además le dijo que eso era lo normal en chicos y chicas de su edad.”
Tendríamos ahí de golpe, todos los ingredientes de la conferencia de hoy. Por un lado, una viñeta de la época, actual, de lo que son las prácticas habituales entre jóvenes, la práctica del sexo rápido. Por otro lado, la figura del desfase intergeneracional, y las eternas críticas de unos generaciones a otras. Y la pregunta por el tiempo, pregunta que atraviesa las investigaciones en general de las prácticas sociales. También aparecen las tres dimensiones que planteaba Amanda Goya al convocar estas conferencias: el deseo, -el lío en la disco-, la búsqueda del goce en el escenario íntimo, y por último la apelación al amor, apelación a “faire l, amour” por parte del internauta.

Precariedad
Uno de los usos posibles de la expresión sexo rápido es el de la precariedad. Es la opinión de otro comentarista de un blog: “Rápido, precario e incómodo; descripción exacta de mi vida sexual. Tengo 30 años recién cumplidos y sigo viviendo con mis padres, hermanos y abuela”. Pero a nosotros no nos interesa tomar la expresión por este ángulo. Si fuéramos spinozistas, y pensáramos que fuera posible alcanzar la beatitud tras perseverar en el ser, o si estuviéramos al lado de los sexólogos y de los partidarios de la educación sexual, denunciaríamos, como leemos en los blogs de sexo, que sin las debidas condiciones o sin el conocimiento de destrezas o hábitos aprendidos en alguna clase de habilidades sociales, de esas que tanto gustan a los partidarios de la psicología en el poder, en definitiva, que sin el acertado despliegue de técnicas no hay posibilidad de satisfacción sexual. Pero, si se sigue la enseñanza de Lacan, se sabe que no hay posibilidad de armonía entre los sexos o, si se quiere, no hay relación sexual posible en el inconsciente, no hay proporción sexual posible entre conjuntos disjuntos y heterogéneos; lo cual no quiere decir que el sujeto lo sepa, y que la no existencia de algo, precisamente nos empuja a insistir para comprobar lo que no existe. Dicho de otro modo, la falta es estructural en el ser humano, ¡es por eso que la queja siempre acecha en lo tocante a la sexualidad! La falta constituye al deseo. Y la fórmula lacaniana de perseverar en el ser es no ceder frente al deseo.
Lo precario puede ser el estímulo preciso. Conocemos el caso de quienes tras mantener un vivo deseo en circunstancias de precariedad, con el uso del coche, de las prisas, de los pisos prestados, de los ambientes cuasi furtivos, contemplaron atónitos la pérdida del deseo, justo en el momento en que llega a su vida el confort burgués. Lo que demuestra que sin el estatuto del fantasma y su catálogo singular, sin el estatuto del partenaire-síntoma estamos sin brújula para leer correctamente esos fenómenos.
El momento líquido.
Sexo rápido es una expresión que podemos tomar mejor desde la lectura de nuestra civilización como época en la que el tiempo ha dejado de ser previsible. La época del tiempo líquido o fragmentado. La época del tiempo de la incertidumbre. Si en los setenta, Toffler predecía que en el futuro la rapidez de las relaciones, el cambio constante y acelerado de costumbres, de relaciones, de ciudad, de trabajo, iba a generar lo que él llamaba el schock del futuro, hoy Zigmunt Barman, en su ensayo Vida líquida, por ejemplo, define al estado de las sociedades modernas contemporáneas como el de un momento de precariedad e incertidumbre constante, un momento en el que las sociedades ya no tienen una forma sólida, sino líquida, cambiante, irreconocible.
Sexo rápido y palabras
Tampoco es la época de Sthendal. Cuando en Del amor plantea el asunto de los amores fulminantes, en francés los coup de foudre, se observa muy bien que se trata de la vertiente amorosa y no del goce. (...) Y sobre todo, por la apelación a las palabras, a que faltaron las palabras.
Hay un texto de Éric Laurent, que da unas orientaciones muy precisas. Pone de relieve lo que es dispar en el amor y lo que es idéntico en relación a las palabras. Dice: «Del lado hombre, eso goza en silencio. El fantasma opera en silencio…Del lado mujer, es necesario sin embargo que el ser amado hable: “háblame”. No puede consentir a la sexualidad sino después de una larga preparación que consiste esencialmente en ser envuelta con palabras, para después consentir. Hay toda una disimetría que forma parte de la comicidad de las dificultades del amor, el famoso “háblame”, “no me hablas lo suficiente”, etc… Pero el problema es que de hecho, el sujeto femenino apunta también a un goce silencioso…Y la pregunta que Freud planteaba: “¿Qué quieren ellas?” tiene una respuesta: ellas también quieren gozar en silencio» .
La sabiduría popular y la literatura han sabido también captar en relación a las palabras la bifurcación amor/goce. Se dice que al marido despechado, -a la mujer herida-, lo que le preocupa no son las practicas sexuales de su mujer con su amante, -de su marido con su amante- sino “que hablen después de”.
Las palabras, son pues, el termómetro que diferencian las prácticas sexuales ligadas al amor de las prácticas de sexo rápido ligadas al goce silencioso.
Además, el sexo rápido se produce por fuera del campo del amor, en tanto su tiempo es el del instante sin un antes y un después. Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso, mencionará el fenómeno del rapto o del flechazo, pero le marcará la textura de unas fases de tiempo. Existe, dice, un señuelo del tiempo amoroso, la novela de amor, episodio dotado de un comienzo, el flechazo, y de un fin, que sitúa en el suicidio, el viaje, el desapego, la retirada, el abandono, el convento. E insiste en la idea de que ese rapto es «a destiempo» , pues se vive en el presente pero se conjuga en el pasado. No hay en el sexo rápido sino un colapso de los tiempos, una contracción que anula la posibilidad de verificar ninguna posición subjetiva e histórica.

La época del ‘todo rápido’.
(...)Todo es rápido, todo se ejecuta con la rapidez que lleva al inmediato olvido del otro/partenaire. Sin postergación e inmediato.
Podemos hablar de otra época, ya pasada, la época de una serie de figuras bien conocidas: el piropo, los tiempos de espera, la figura del intermediario o carabina, las señales de reclamo como el pañuelo, el noviazgo como preludio, como tiempo de acomodación, la solicitud formal, los pactos sociales de compromiso, el franqueamiento de la vergüenza, las cartas de amor. Todo aquello eran una serie de instituciones sociales que ponían en juego al deseo y le ponían a prueba sin la anulación del tiempo de espera.

Sexo rápido y máscara.
Podemos efectuar otro acercamiento al fenómeno de sexo rápido a través de su relación con las máscaras. Se sabe que la máscara tiene por finalidad concentrar la mirada, cuyo ejemplo paradigmático supo ver Vázquez Montalbán, -en la entrevista que hace al sub-comandante Marcos en El señor de los espejos (la máscara como estratagema para ser mirados).
Se sabe el uso que las mujeres hacen de lo que se bautizó con el nombre de mascarada femenina. Y se sabe la importante función del velo, como último reducto antes de descubrir que detrás de la máscara, del velo, no hay nada. Pero ese juego de máscaras, de velos, cumple la función de mantener la vía abierta del deseo, de activarle, de sugerir su despliegue. Y ello permite el lazo social, el juego de los semblantes, el galanteo, las miradas de aproximación.

Sexo rápido y precocidad sexual
El inicio cada vez más temprano de prácticas sexuales iniciales que informan las encuestas, nos da pie a investigar la relación sexo rápido y precocidad de las relaciones sexuales.
Las relaciones sexuales cada vez más cercanas al tiempo de la infancia nos hacen pensar en la figura del niño también usado como objeto de consumo. Una precocidad que es solidaria de la práctica de sexo rápido. La sociedad de contrastes nos alumbra la figura del obsesivo treinteañero postergando el acto, en contraposición a la de quinceañeros auténticos expertos.
Un libro es paradigma de esta figura del menor experto en el sexo rápido, un libro de éxito en Italia en el que la autora, una adolescente de 16 años narra sus rápidas aventuras de iniciación al sexo a la vez que mantiene una vida de estudiante y de hija adolescente normal. Es el escrito por Melissa P. titulado Los cien golpes. Las lecciones que da hacen que haya sido comparado con otros. Confrontado a otro best-seller, el escrito en Francia por Catherine Millet, La vida sexual de Catherine M. hizo que un crítico señalara en una frase lapidaria lo que uno tenía que aprender de otro: “Catherine Millet puede volver a ponerse la ropa”.
Es decir, que estas experiencias de sexo rápido pueden escucharse de boca de nuestros adolescentes con la mayor naturalidad del mundo, sin atisbo de pavoneo, como si se tratara de actos burocráticos.
Hay que mencionar el aumento exponencial de los embarazos no deseados en adolescentes.

Sexo rápido y el deseo de ser desconocidos
Esta práctica del sexo rápido conlleva esta particularidad de ser desconocidos. Una práctica que al anular el tiempo del mutuo conocimiento, del descubrimiento paulatino del otro, lleva a la ignorancia generalizada. (...) no querer saber nada de sus vidas, de olvidarse rápido de sus nombres, (...) un gran desconocido para todas, (...)el desconocido de la siguiente.

La ignorancia generalizada y el lazo social
A nadie se le escapa que lo que se resiente es el lazo social. Desconocer el extraño que hay en mí, parodiando el título de la película de reciente estreno, ignorar-se, nos mete de lleno en la ecuación sexo rápido/matrimonio blanco, prácticas de dos épocas muy distintas. Una práctica de sexo, acorde con la época, que trastoca el valor del amor. No es el sexo practicado bajo la primacía del Otro, de las identificaciones, de las transmisiones generacionales, con sus limitaciones, claro está. Es el sexo practicado bajo el epígrafe de la ignorancia generalizada, de no querer saber nada del Otro.
La práctica de sexo rápido apenas permite tiempo ni para lo que Ortega y Gasset en sus Estudios sobre el amor denominaba el fijarse en el otro . No es del orden de amor porque al ignorar al otro también evita los inconvenientes del enamoramiento, como por ejemplo los celos, que cuando aparecen son el índice de un gran amor.

La lección para el psicoanalista
La pregunta de Amanda Goya sobre las consecuencias de estas prácticas a nivel del deseo, el amor y el goce, puede responderse en esta conferencia mediante la fórmula siguiente: el sexo rápido, de moda entre nuestra juventud, va directo al goce anulando casi al mínimo los tiempos para desear y por ende cegando toda posibilidad de encuentro amoroso. No es un encuentro sexual que se aloje en el campo del amor. No es una práctica que alumbrará a la gran literatura, a lo Eloisa y Abelardo, no es una práctica que beba de Sthendal y su Del amor. Puesto que para ello precisaría del tiempo lineal de Zweig y no del tiempo fragmentado de la modernidad líquida de Bauman.
Respecto al tiempo de estas prácticas, quizá aún permanezcamos en un periodo de transición antes de pasar a otro momento del devenir histórico, y sólo vislumbremos los restos, el saldo que estas prácticas van a dejarnos: inquietud ante lo débil de los lazos amorosos, desasosiego ante los vaivenes del deseo y la cercanía mortal de la pulsión.
Para los psicoanalistas acostumbrados al uno por uno, se trata de vincular estas prácticas en orden a lo más auténticamente fantasmático de cada sujeto, para hacer ver cómo, al margen de la costumbre social y del momento de época que se vive, los modos de goce singulares de cada quien pueden encontrar en esas modas su vehículo de confirmación, su medio natural o el campo donde oponerse abiertamente.
Y para seguir el aserto lacaniano de no perder el horizonte de la subjetividad de cada época, un análisis, ocasionalmente puede servir al joven de la época del sexo rápido, para comenzar a indagar en una nueva manera de amar, en un amor renovado que se aleje de la búsqueda única y desenfrenada del goce y acepte los tiempos del deseo. Lacan nos lo mostró así: “Sólo el amor permite al goce condescender al deseo” .

Fernando Martín Aduriz (Palencia).