LOS CHIPS Y EL SUJETO. Estanislao Mena (Sevilla)


UN LUGAR PARA LA PALABRA

Primero fue un artículo aparecido el diario El MUNDO el domingo 23 de Septiembre, “Las obsesiones se curan con electrodos”. Describe cómo una mujer diagnosticada de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) ha podido ser tratada mediante la “instalación de dos electrodos en la parte frontal del cerebro (uno en cada lóbulo) y conectarlos a una batería de litio del tamaño de una tarjeta de crédito que se coloca debajo de la clavícula derecha”.
Con esto, a lo que se le denomina “la única esperanza”, se pretende “frenar” la sintomatología que “nace en una zona del cerebro situada en la base de los lóbulos frontales”.
En segundo lugar, el pasado miércoles 26 de Septiembre, apareció en EL PAÍS -URL: http://pdf.elpais.com/archivo/pdf/20070926elpepi_47@50.pdf una entrevista a un ingeniero de telecomunicaciones, dedicado al diseño microelectrónico y las comunicaciones inalámbricas, relatando las dificultades con las que se encuentran debido a la miniaturización a la que parece está llegando a su límite, desarrollando no solo la aplicación a la industria, sino cómo en el diseño de estos microchips tratan de “emular lo que ocurre en el cerebro humano”.
La última pregunta de la entrevista es por su aplicación en medicina. Estos “dispositivos biomédicos se están haciendo implantables” y aunque sÓlo hablan de controlar de esta forma algunos parámetros alterados, presión arterial, glucemia, etc., ya anticipa la controversia que plantean, dado que estos “dispositivos” que contendrían toda la información necesaria para atender a un paciente en estado de inconsciencia, se pueden leer fácilmente “con un simple receptor de radio".
Lo terrible de esto, sería su aplicación en cerebros, al fin y al cabo, como el artículo dice, para su diseño emulan a lo que ocurre en nuestro cerebro. Es de destacar que el cerebro es tratado como un objeto, donde sólo parecen existir conexiones que hoy dan un modelo a la ciencia.
En tercer lugar, cronológico por supuesto, el domingo 30 de septiembre en el diario El MUNDO y bajo el título “La operación que cura la anorexia”, desarrolla cómo “una eminencia de la neurología mexicana” realiza una intervención que “consiste básicamente en la introducción en el cerebro a través de perforaciones del tamaño de un cabello, una serie de impulsos calóricos (radiofrecuencias) en puntos encefálicas seleccionados, provocando una especie de lesiones (quemaduras) que eliminan el origen de los trastornos psiquiátricos”.
No es poco, eliminan el origen de los trastornos psiquiátricos, el primero gracias a unos electrodos, Éste gracias a un microchip ¿Debemos entender esto como una lobotomia muy especializada, propia del siglo XXI? ¿Dónde quedó el sujeto que decidió en su día? Está claro que para la ciencia no existe el sujeto ni los avatares por los que transitó o por los que transitará.
Qué pronto olvidamos aquellas magníficas películas en las que se denunciaba que la abolición del sujeto devuelve siempre lo peor, me refiero a La naranja mecánica y Alguien voló sobre el nido del cuco, nadie mejor que la ciencia para hacer desaparecer al sujeto y que este regrese por lo peor.
Jacques-Alain Miller, nos recuerda que "El principio de la ciencia es el saber por el saber, cueste lo que cueste; saber solamente saber, y sin querer saber nada de sus consecuencias", (p. 223, Introducción a la clínica lacaniana, RBA-ELP, Barcelona, 2006)
Estas son las consecuencias de un mundo sin palabras, un mundo donde el sujeto no puede hablar, no es escuchado, no puede vehiculizar su deseo, y donde éste regresa presentando lo peor. Lo vemos en nuestra sociedad, donde el aumento de leyes para evitar accidentes de tráfico, para evitar la violencia doméstica, para evitar... tiene como consecuencia un aumento de aquello para lo que se hizo la ley.
Construir un espacio para el sujeto, al que se le quiere intervenir su cerebro, pueda hablar; construir lo más personal e íntimo de sí mismo, resolvería este y otros mucho problemas para los que la solución encontrada es la de manipular en su cerebro.
Sirvan estas reflexiones de homenaje a esos pacientes del hospital psiquiátrico, a los que empecé a escuchar hace ya treinta años, y que profetizaban lo que estaba por venir cuando enunciaban lo que habita en sus delirios en los que “un microchip le había sido instalado en su cerebro y a través de él, recibían órdenes”.

Estanislao Mena (Sevilla)