Lacan Cotidiano. Nro 08. Philippe Sollers, Jacques-Alain Miller.

“Septiembre será lacaniano también en Belmopan” – Patachón Valdés

Especial Sollers:

El Olvido-leer (L´Oublire)
“No me hubiera perdido un seminario por nada del mundo”
“Lacan personaje eminentemente novelesco”
“La lengua de los Seminarios es Miller”
Martes 3 de agosto de 2011 23h17 (GMT+1)

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Philippe Sollers
El cuerpo sale de la voz
Entrevista realizada por Adrian Price y Guillaume Roy

Lacan Cotidiano agradece a Philippe Sollers de haber acogido favorablemente el pedido que Jacques-Alain Miller le hizo llegar ayer a la mañana por mail, con el acuerdo de Anaëlle Lebovitz-Quenehen, directora de Le diable probablement.

Deseábamos dar como primicia a nuestros lectores el texto de la importante entrevista acordada por el gran escritor a dos jóvenes colaboradores de la revista, Adrian Price, británico y Guillaume Roy de Bordeaux.

La presencia de Sollers en las páginas de Lacan Cotidiano es significativa, en el momento en que la infantería no mediática se rebela contra los excesos y acciones vergonzosas del régimen de la Regina, de los marquesitos que la rodean, los valets que la sirven. Lacan Cotidiano

Adrian Price: En Lacan même, encontramos entrevistas que usted dio en 2001, en ocasión de los veinte años de la muerte de Jacques Lacan.¿ Después de diez años, ha cambiado su relación con Lacan?

Philippe Sollers: ¿Qué decimos cuando decimos que Lacan está muerto? Algo bien verificable. Pero eso, ¿dice algo de su obra? Porque, finalmente, la muerte confirma o invalida la obra. El efecto producido por Lacan era imperiosamente chamánico, había que asistir a sus Seminarios para verlo. Cuando Lacan estaba realmente en vena -lo que no aparece siempre en el texto establecido- estaba de un humor penetrante, con una nota de anarquismo ferviente, como el Padre Ubu. La versión de Jacques-Alain Miller es básica. Hablando con propiedad, la lengua lacaniana de los Seminarios, es -¿a Dios gracias!- de Miller. Afortunadamente no se limitó al desciframiento de centenares de grabaciones que estaban allí, cargadas con lo que recogieron de su palabra, y que hace mucho tiempo comparé con todas esas muletas que vemos en Lourdes.

Guillaume Roy: ¿cómo capta usted la escritura de Lacan?

Philippe Sollers: Esto plantea el problema de las relaciones que había entre la palabra de Lacan y su escritura. He insistido siempre mucho sobre esta cuestión, y pienso que es esencial para comprender hasta qué punto nos alejamos de este efecto teatral que producía Lacan. Es por ello que hacen falta testigos. A veces solicito a personas que lo han conocido de cerca, y encuentro una reticencia a ser natural con la palabra de Lacan. Usted citó Lacan même, que yo me explique sobre este pequeño libro. Yo iba a buscar a Lacan, íbamos a comer juntos a La Calèche, y la conversación era apasionante, porque era alguien que nunca hablaba para no decir nada. Lacan entra en contacto conmigo a partir de un libro: Drama. El constata –probablemente a partir de un cierto número de entrevistas que había dado a la prensa– que me intereso, en primer lugar y cada vez, más en el lenguaje. Lo que me impactó de inmediato es que me pregunta cuál había sido mi tesis. Yo no hice tesis. No estoy en la universidad, entonces él me propone ir a hablar a su Seminario –a lo que me reúso en seguida, por otra parte. Eso no me interesa. No me siento en ese momento dispuesto a hablar en el Seminario de Lacan que yo no frecuentaba aún –pero que voy a frecuentar a partir de allí.

A.P.: ¿Qué interés encontraba usted allí, en ese momento?

Ph.S.: Me intereso en la literatura. Mi proyecto –y aquel de la revista que yo animaba, Tel Quel– fue inmediatamente interrogar a los pensadores de nuestra época, convencido como estábamos que la literatura piensa más allá de lo que ellos piensan. Vamos cortesmente a preguntarle a Foucault, Derrida, Barthes -quienes eran los que veían mas favorablemente esta empresa–, “¿Qué piensa de la literatura? ¿Y qué piensa que ella puede pensar?”

GR: ¿Usted fue a interrogar a Lacan sobre este punto?

Ph.S.: Inmediatamente, porque él se sentía interpelado por esta pregunta. El Seminario que Lacan consagra a Joyce es un Seminario tardío que corresponde al momento en que Lacan y su juego con el lenguaje, cae en la obra masiva que es Finnegans Wake. Pero es recaída. Usted ve que Jacques-Alain Miller mismo retorna a Valéry cuando evoca mi caso en su “Postfacio” a Lacan mème. En otro texto hace un paralelo entre Montherland y yo, es aún más liviano. Se podría atacar en todos los frentes: no solo están Sade y Joyce, podría estar Céline, hoy mismo, ¡y cuánto!

AP:¿ Que es lo que usted guarda del Seminario?

Ph.S.: Lo mas importante es el cuerpo de Lacan hablando. Hubiera sido formidable tener un documento en video del Seminario para hacer sentir que es el cuerpo el que surge de la voz, y no lo contrario. La gran importancia de su localización física arroja una luz sobre el modo en que él podía escuchar, o intervenir durante las sesiones.

GR: ¿Con qué frecuencia iba usted al Seminario?

Ph.S. Todos los martes. No habría faltado a un seminario por nada del mundo. Afuera, los filósofos leían su texto, y reinaba una suerte de resignación, de muerte política. Afuera, era el discurso magistral pre-escrito. Lo que era específico de Lacan, su aporte más fundamental, era su manera de pensar hablando.

A.P: ¿Cómo escuchaba? ¿Usted tomaba notas?

Ph.S.: Nunca. Las personas copiaban todo. ¡Qué error! Yo escuchaba atentamente, lo que es totalmente diferente.

A.P.: Usted allí era un oyente, pero también un espectador.

Ph.S.: Yo observaba. Yo observaba el hecho que eso no escuchaba.

G.R.: ¿Le ocurre releer a Lacan?

Ph.S.: Releo los Escritos de tanto en tanto. Retomo el “Discurso de Roma” que es muy bello, especialmente al final, con el escudo, y cuando Lacan apela al sánscrito, con todas las consecuencias que este texto ha tenido. ¡Es maravilloso! En lo que concierne a los Seminarios –vuelvo a ellos– es una pena que ustedes no puedan verlo. Se hubiera podido filmar también su despedida de la Escuela Normal superior. Le hablo de técnica de grabación, pero la cuestión de fondo es política. Porque si Lacan fue expulsado de la Escuela Normal superior, es porque había allí gente con poder (Althusser y Derrida, así como el director de la ENS) que veían con muy malos ojos esta agitación en torno de Lacan.

G.R. ¿Qué hubiera cambiado eso en el plano político?

Ph.S.: No lo sé. Lo que sé, por el contrario, es que todo el mundo muere a comienzo de los años 80: Barthes, Lacan, y un poco más tarde Foucault. Recuerdo una noche que recibía la elección de Mitterrand con una perfecta benevolencia. Me encontré con compañeros que eran de izquierda, y les dije esa noche que vendían a Lacan por un plato de lentejas. Políticamente no era de derecha, pero no hubieran estado con esta historia de “¡Ganamos!”. Los que estaban allí vendía a Lacan, en el sentido en que Lacan no creía en lo social en tanto que tal. Lacan no era un hombre de agrupación. Necesitó una Escuela sin la cual era el aislamiento, la marginalización completa. Pero finalmente, si escuchamos a Lacan, no hay razón para tener la menor ilusión social. De allí su humor negro a veces.

A.P: ¿Según usted, a qué se debía eso?

Ph.S: No se puede presentificar cosas tan incómodas como la diferencia de los sexos o la castración creyendo que eso puede ser superado en no sé que conjunto. Había que estar allí cuando, súbitamente, aterrizaba el público absolutamente abigarrado de los Seminario, y el estremecimiento que provocaban las proposiciones de Lacan: “La mujer no existe” –haga la experiencia cotidiana, lance esto… ¡O la la! Y pongámoslo en plural, de allí mi libro, Mujeres. “ La mujer es no todo”; él dice que no existe, de ello se sigue que tampoco es toda. O también: “No hay relación sexual”, frase llevada y traída hasta la extenuación por todo el mundo sin comprender que se trata de una relación en el sentido matemático del término. O incluso: “Dios es inconsciente”, lo que constituye un salto en relación con “Dios está muerto”. Son aforismos capitales de Lacan. Él los arrojaba así, provocando cada vez una pequeña emoción particular en el público.

Creo que el efecto analítico, si es bien real, debe producir algo que incomoda. Y Lacan, también, ¡qué vida… audaz! Lacan era un personaje eminentemente novelesco. Tenía un espesor de comportamiento, un manojo de llaves con diferentes cerraduras, una manera particular de hacer con la existencia, por ejemplo tomar un taxi para hacer cien metros. Mil cosas sorprendentes que prueban que estaba habitado por su cogitación. El día, la noche. Lacan era interesante porque se topaba con la necesidad de llevar la palabra a la palabra en tanto que palabra. ¿Qué le había intrigado a Lacan en Drama? Es esto: yo llevaba la escritura a la escritura en tanto que escritura. Le envié igualmente Leyes, uno de mis libros, que es una efervescencia de lenguaje particularmente intensa. Era en el momento en que yo trabajaba mucho sobre Joyce. Acusó recibo con sorpresa. Lacan era alguien muy cultivado. Extremadamente cultivado: “el estilo, es el hombre”.

A.P.: Sin embargo, siguiéndolo, con el Lacan que hoy conoce nuestra generación, y ello, gracias solo a sus huellas escritas, una parte del hombre y de su estilo se nos escapa.

Ph.S.: El estilo. Quedémonos con este término. Lacan era alguien con un gran estilo. Un gran burgués de estilo aristocrático, obligado a vivir en medio de la clase media. ¿Era por ello reaccionario? No, al contrario. Pero ahora ustedes tienen que vérselas con lo que Nietzsche llamaba la plebe de arriba y la plebe de abajo. La distancia se ha horadado considerablemente.

A.P.: ¿Echa de menos a Lacan hoy?

Ph.S.: No, para nada. Sería interesante tener una clase del Seminario de Lacan hoy, versaría sobre cuestiones de actualidad: la crisis financiera, Sarkozy, Sade, Japón, Ben Laden, Stauss-Kahn… Inventaría cada vez algo sobre la situación. No es Lacan a quien echo de menos, son los cuerpos que tendrían ese mismo tipo de insolencia, de libertad, es decir, la grandeza de Lacan en lo que respecta a su funcionamiento físico. Hay una suerte de separación entre la palabra y el escrito en Lacan. El hecho que haya habido allí un problema atrae la atención. Él era un gran improvisador de la palabra, pero un poco apretado en la escritura.

G.R.: Podemos considerar también que se trataba de un problema elegido. La elección de dar volver difícil su lectura, con la idea que esto demande un esfuerzo particular al lector para entrar en su obra. Esto me hace pensar en ese consejo que da a aquellos que trabajan con los pacientes psicóticos: “¡Cuídense de comprender!”

Ph.S. Usted habla como Joseph de Maistre, que adoro, quien dice: “Aquellos que no comprenden nada comprenden mejor que aquellos que comprenden mal”.¡Es alta metafísica! Eso que usted dice constituiría una prueba en una época donde las personas sabrían leer. Pero “eso” no lee más. O “eso” no se acuerda ya forzosamente cuando eso lee. He inventado una palabra para ello, el verbo oublire (olvido-leer). Estoy obligado a decir a menudo: “usted me olvidoleyó”. Es un resultado de investigaciones cotidianas que le doy, y creo que la apuesta está hoy allí.

G.R.: ¡Pero las librerías están llenas!

Ph.S.: Hablo de la experiencia concreta que consiste en saber lo que ha sido leído, verdaderamente. Como lo dice Boileau: “Lo que se concibe bien se enuncia claramente, y las palabras para decirlo llegan fácilmente.” Usted ha leído como Boileau concluye “Televisión” con un pasaje oscuro sobre la castración anotado así : “…un ganso siempre como el sexo”. ¡Ah, Lacan! Y ¡sí! No alcanza con leer, hay que entender lo que se lee. Algo ocurre que va a afectar al psicoanálisis mismo. Es una dificultad nueva, o que se muestra como tal: el olvido-leer. La pregunta que se plantea para los analistas y para la sobrevida eventual del psicoanálisis –a menos que se vuelva una iglesia, una agencia humanitaria- es: ¿Quién ha leído mucho o no? Es una cuestión eminentemente política. La época de Lacan fue absolutamente apasionante desde el punto de vista de las apuestas existenciales, apuestas de pensamiento, apuestas políticas. De un discurso que no sería del semblante, escrito en el pizarrón por Lacan. Es un título muy hermoso. Es lo que trato de hacer (Philippe Sollers muestra uno de sus últimos libros, cuyo título es discurso perfecto). En la sociedad del espectáculo, es rarísimo. Aconsejo leer sobre esto, el Parmenides de Heidegger que acaba de ser traducido al francés.

A.P.: ¿Qué es lo que dice que ha llamado su atención?

Ph.S.: Es una obra maestra a propósito de la verdad, alethéïa, de la cual Heidegger dice de una manera muy impactante -lo que no ha sido muy retomado, por otra parte- que es una diosa. No es la diosa de la Verdad, sino la diosa-Verdad misma. Parmenides, llevado por caballos, llega a lo de la diosa Verdad. No es Actéon viendo a Artemisa. él es quien se separa de los senderos trillados, llevados por su deseo, y que llega a la diosa Verdad misma, que lo recibe de manera muy benevolente: “muy amable por haber venido a verme” Por lo tanto, no se trata de un episodio trágico: “yo, la Verdad, hablo” ¿Qué es lo que impide la verdad? Es el hecho de que no se la piense como debiera. Lo que hace Heidegger. El primero, y el único. Me divirtió preguntarme lo que los filósofos hubieran hecho o no con Heidegger, incluso Lacan, por qué él se le acercó. Y hay que decir que ni unos ni otros han hecho gran cosa. Puede demostrarse en el pizarrón. Los seminarios y conferencias de Heidegger sobre Nietzsche no fueron leídos. Atención, no estoy tratando de lavarme las manos de la pregunta: “¿Qué es la verdad?”.
G.R.: El psicoanálisis, regularmente atacado hoy, se ha vuelto una apuesta política ¿Por qué lo defiende ud.?

Ph.S.: Relea a Clausewitz. La verdadera guerra siempre es defensiva. Lacan era muy estratega, y conducía una guerra defensiva para no ser marginado ni eliminado. Tenía a todo el mundo a sus espaldas: los filósofos, los propietarios de la Escuela normal, la Internacional. Yo estaba allí cuando fue expulsado de la Escuela Normal Superior. Lacan estaba solo. Yo estaba allí, yo llevaba las valijas. Lacan trataba de alertar a la prensa sobre esta expulsión. Sólo una persona nos recibió, ella había estado en su diván: Françoise Giroud. Lacan hizo su número de seducción, y obtuvo un artículo. Le hablo de esto, pues esto parece nada, pero es mucho.

A.P.: ¿Ud. cree haber sido tenido en cuenta por él en esta guerra?

Ph.S.: No he dejado de tomar partido. Por mi propia iniciativa hice lo que había que hacer. Lacan nunca me dio una tarea particular para cumplir, pues él no era así. Él dejaba hacer. Una iniciativa, y bien: “¡Bravo!”. Estaba incomodo como Gulliver en Lilliputh. Había que cortar algunos piolines. Para concluir, yo diría que siempre hay que partir de la incomodidad que alguien provoca. Creo que uno se equivoca cada vez que interpreta un personaje molesto como si fuera alguien bienvenido y que sólo había que tomar acto de aquello que él hizo sin preocuparse, pues no es verdad.

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Lacan Cotidiano
Publicado por Navarín editor
Presidente: Eve Miller Rose eve.navarin@gmail.com
Editora: Anne Poumellec annedg@wanadoo.fr

Juego de pistas con Philippe Sollers
por Jacques-Alain Miller

A las 18:40 esta tarde, abro un mail que me llega “de parte de Philippe Sollers”. La secretaria de L´infini, Anne Vijoux, me escribe: “Philippe Sollers me pide transmitirle este mensaje: le sugiere la lectura de las páginas 141 a 146 de su Discurso perfecto.” Le respondo enseguida: “Agradézcale a PS por esta referencia, y dígale que mi ejemplar del Discurso perfecto está en París, pero voy a buscar uno en la isla.”

Lilia y yo llamamos en seguida a las pocas librerías de la isla: ninguna tiene el libro del escritor ¡Una vergüenza! Lilia me dice de llamar a Anne a París, amiga de Tschann. Tschann tampoco tiene nada. ¿Es un complot? Finalmente, la Hune dice sí. ¡Uf! ¿Cómo hacer? Lilia dice: que Anne envíe por fax las páginas al Hotel du Chat. Sí, pero tiene que ser antes de las 21:00hs., pues luego el fax está cerrado.

Lilia, su marido JM, y yo estamos en la mesa de la Cabane de la Patache, donde interrogamos al dueño sobre las carcachas (pataches) y las juergas (patachon), para reconstituir la vida de la bisabuela de nuestro amigo Valdés, cuando, a las 20:30hs., SMS de Anne: “Salió”. El Hotel confirma que llegó.

De inmediato, JM nos conduce a Saint Clement del Baleines, bajo del auto, tomo el fax, subo al bordo, y nuevamente me lleva a Portes. Aquí estoy sentado en mi escritorio, que voy a dejar mañana por el de Michele Manceaux en Ars. ¿De qué se trata? De un texto, pequeño en su formato, grande por lo demás, sobre Baltasar Gracián. Lo he leído, lo conozco, lo he leído menos que otro texto sobre los Jesuitas que está en Lógica del infinito, creo.
¿Qué quiere significarme Sollers con esta artimaña?

Primera hipótesis que me viene a la mente. Sollers debió leer en el LC que Bassols encontraba algo de gracianesco en mi Vida de lacan, y desea evitarme caer en el pecado de orgullo. Me manifiesta que él conoce Gracián, que no esperó a Bassols ni a mí para preocuparse por él, que gracianesco es él mismo, y más que eso, pues él es Joyce, Celine, Lautréamopnt, Nietzsche, y en sus momentos de menor tensión, Voltaire, Buffon, Philip Roth, Homero, Hemingway, etc., que nadie conoce mejor la Biblia, nadie escruta de mas cerca los vedas, la sabiduría china no tiene mejor turiferario, los gnósticos tienen un hermano en él, etc. Es su vena: “Sé mucho más que cualquiera, he leído todos los libros, y además, la carne es alegre.” Sollers 1, Mallarmé 0.”

Si Lacan es un personaje de novela, lo que es en definitiva bastante banal -¿quién no lo es? Le pregunto –Sollers es el Shakespeare de Borges: es todos los hombres, las mujeres también por otra parte, y , especialmente, todos los escritores. Tuvo excelencia en el estilo “bordelés-despabilado” (Una curiosa soledad), fue más Robbe-Grillet que Robbe, jamás fue grillado, tuvo su periodo Lacan: soy más astuto que cualquiera porque doy sobre cualquier cuestión la vuelta de tuerca suplementaria que nadie sueña dar, luego la vuelta de tuerca de la vuelta de tuerca, y termino por apretar tanto el garrote que los ojos del paciente se exorbitan, y terminan por saltar, y caen al piso, como los de Edipo.

Segunda hipótesis: oculto en el texto, hay un mensaje que me está dirigido a mí, Jacques-Alain, en particular. ¿Por qué no? Si fuera el caso, ¿qué sería? Esta cita, por ejemplo (Sollers cita maravillosamente, siempre, es su lado Zelig, como Lacan: dispone de un sujeto de la enunciación extremadamente plástico, tan bien que cada uno que cita se vuelve Sollers´Text)

Podría ser esto, citado p. 143-144: “El estilo es lacónico, y tan divinamente oracular que, como las escrituras más sagradas, incluso en su puntuación, encierra misterios”. Es Nietzsche sobre Gracián, podría ser Soler sobre Lacan, el Lacan de los Escritos y Otros escritos, si el Prof. Sollers no hubiera decidido que el Dr. Lacan escribía mal. Mal ¿en relación con quién? ¿Con qué? Al costado epistolar del siglo XVIII, quizá que él, Sollers, posee también. ¡Qué cosa voy a tomar! Puesto que se indigna ya que yo pueda evocar a Valéry y Montherlant en relación con él –en tanto que su primera revista se llamaba Tel Quel, y que Montherlant está lleno de historia de alcoba con pequeñas españolas, (La pequeña infante de Castilla). Incluso si son pequeños Españoles disfrazados.

Lo tengo por dicho: Sollers es incomparable; por lo tanto compararlo siempre es una tontería. No se compara incluso consigo mismo, del cual difiere siempre incesantemente. Con él siempre nos quedamos sin nada, siempre el tren llega tarde. Como decía Derrida de Husserl: “El retraso es aquí el absoluto filosófico”.

Y bien, es también el absoluto para el lector y el amateur de Sollers. Una única solución: callarse. Admirar, pero callándose. Caerse de las nubes, sin hacerse el astuto, por que él es el mas astuto. Es el absoluto sollersiano.
Tercera hipótesis. Me hizo caminar, y he corrido, y he hecho correr conmigo a Lilia, y a JM y a Anne. “No espere nada de un rostro triste”. Es Gracián, es Sollers, es Lacan Cotidiano. 0h45, la noche del 29 al 30 de agosto.

Traducción Silvia Baudini