LA OBESIDAD, UN PROBLEMA PSÍQUICO. Por Graciela Sobral (Madrid).


El Hortelano. Cuadro Invertido, 1590 (Giuseppe Arcimboldo).

Esta nota es una respuesta al artículo titulado “Un aditivo que potencia el sabor...y el hambre”, publicado en El PAÍS,(13.12.05) (1)

Según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos de la alimentación son una de las epidemias que caracterizarán el siglo XXI.
Primero se habló de anorexia y bulimia, actualmente la atención se dirige en mayor medida a la obesidad. En relación a este problema se considera el desequilibrio calórico, el sedentarismo, las investigaciones bioquímicas con animales y personas, pero se echa de menos alguna reflexión sobre la época y la forma cómo ésta determina la subjetividad y los síntomas actuales: la obesidad es un síntoma de la época y el obeso es el sujeto paradigmático de la sociedad de consumo insaciable.

La época

En las sociedades de consumo, globalizadas, surgen una serie de nuevos síntomas psíquicos o de síntomas que sin ser nuevos toman una forma epidémica.
Una de las características más destacadas de estas sociedades es la producción de objetos tecnológicos a gran escala (gadgets), baratos, con fecha de caducidad, destinados a ser continuamente reemplazados por otros nuevos. Esto tiene consecuencias, una de ellas es la tendencia a buscar una satisfacción inmediata como la que procuran estos objetos.
El objeto tecnológico parece estar simplemente al servicio de las personas, sin embargo determina la subjetividad de la época. Se vuelve imprescindible y organiza, de manera imperceptible, la forma de relación con los otros, la temporalidad y la manera de disfrutar actuales. Se introduce cada vez más en la vida y la intimidad de las personas, y toma, subrepticiamente, el lugar del partenaire. Su proliferación promueve un tipo de relación que da lugar a un goce solitario y autista.
Actualmente, el interés se desplaza de la relación con los otros a la relación con el objeto, que deviene un compañero fiel, accesible y poco problemático, particularmente porque evita pasar por las vicisitudes y dificultades que suponen las relaciones con las personas.

Los trastornos de la alimentación

¿Por qué la época, así caracterizada, da lugar a los llamados trastornos de la alimentación?
El ser humano no es un sujeto de la necesidad. Para el niño es más importante el amor que le procura la relación con el Otro Primordial, la madre, que la satisfacción de la necesidad. Al niño le interesa la madre y accede a sus demandas (de alimentación, de higiene, etc.) por amor. El alimento es un intermediario entre el Otro (la madre) y el niño y es el objeto en torno al cual se pone en juego la pulsión oral. Sólo desde esta perspectiva se puede entender tanto el valor subjetivo que tiene la relación con la comida como los grandes desarreglos que se producen en torno a la alimentación. Anorexia, bulimia y obesidad muestran que para el ser humano la relación con el alimento puede estar absolutamente perturbada. Actualmente se dan una serie de características (ideales que devienen imperativos, Otro estragante, declive de la función del padre, empuje al goce en lugar del deseo) que propician esta perversión en la relación con el alimento.

La obesidad

Plantear una equivalencia entre el Otro Contemporáneo y el Otro Primordial nos permite esclarecer las causas de la epidemia de obesidad.
En los síntomas vinculados a lo oral se pone de manifiesto un gran desarreglo tanto a nivel de la relación con el Otro como a nivel pulsional. Si la anoréxica “come nada”, el obeso tiene una boca que no termina de llenarse nunca. En ambos casos el sujeto hace un uso muy particular del alimento, transformándolo en un objeto de goce.
El obeso es un sujeto que queda capturado en las redes de la demanda del Otro, en la dialéctica del consumo. No puede rechazar lo que el Otro le ofrece (al contrario que la anoréxica), lo cual implica decir no a su propio lugar como sujeto del deseo.
Se coloca en una posición infantil de aceptación de la demanda estragante del Otro, y no sólo abdica del deseo sino que se siente eternamente extranjero en su propio cuerpo.
En los síntomas de lo oral encontramos que la falta simbólica, estructural, propia del sujeto del deseo, es degradada a vacío y localizada en el estómago. En la obesidad, se trata de un sujeto que no puede hacer ninguna experiencia de la falta, ni en el sentido más simbólico (separarse del Otro, desear) ni en relación al vacío del estómago (el del obeso está siempre lleno). En este sentido muestra su “modernidad”: es un sujeto pegado a su objeto de goce, que tiene que consumir al infinito según un imperativo que no permite ninguna regulación fundada en el placer, porque siempre está atravesando su frontera.

Para concluir

Si se quiere solucionar el problema de la obesidad con cirugías, dietas o estudios científicos de tipo bioquímico y no se tiene en cuenta su dimensión psíquica no se podrá avanzar mucho. Es importante poder pensar por qué, dentro de un contexto social que empuja al consumo excesivo, unos sujetos eligen la comida, otros las drogas y otros rechazan todo consumo. La relación del sujeto con la comida y con su cuerpo dependen de su relación con el Otro, con la falta, el deseo y el goce. No se puede abordar seriamente el tratamiento de un problema vinculado a la alimentación y al cuerpo desconociendo lo que concierne a la subjetividad. Sólo en la medida en que el sujeto obeso pueda hacerse responsable de su posición podrá comenzar a cuestionar algo de esa plenitud que lo ahoga.

Graciela Sobral (Madrid).
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(1).- NOTA de la Redacción. El sub-título rezaba así: "Una investigación indica que el glutamato que se añade a muchos alimentos despierta voracidad". Y estaba firmado por MAYKA SÁNCHEZ- Madrid-EL PAÍS. 13-12-2005. Puede leerse el artículo completo en: Un aditivo que potencia el sabor...y el hambre