La didáctica de los principios rectores del acto analítico. Séptimo principio*. Francisco Hernández Díaz (Valencia)

Los elementos del Séptimo principio pueden presentarse de la siguiente forma.

a-. El psicoanálisis no puede determinar su objetivo y su fin en términos de la adaptación de la singularidad del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones estandarizadas de la realidad.

b-. El descubrimiento del psicoanálisis es, en primer lugar, el de la
impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción sexual. Esta impotencia es designada con el término castración.

c-. Más allá de esto, el psicoanálisis con Lacan, formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los sexos.

Si no hay satisfacción plena y si no existe una norma, le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma.

La solución de cada uno puede ser más o menos típica, puede estar más o menos sostenida en la tradición y en las reglas comunes. Sin embargo, puede también remitir a la ruptura o a una cierta clandestinidad.

Todo esto no quita que, en el fondo, la relación entre los sexos no tiene una solución que pueda ser “para todos” . En ese sentido, está marcada por el sello de lo incurable, y siempre se mostrará defectuosa. En el ser hablante, el sexo remite al “no-todo”.

Para mi comodidad, voy a empezar cambiando el orden de los enunciados sin alterar, espero, su posible lógica interna. De modo que empezaré por el punto b), seguido del c), y finalmente el a).

b) La castración como impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción sexual.

La importancia clínica del concepto teórico de castración queda patente en la frase que J.-A. Miller recoge de Lacan: “lo que el neurótico no quiere, lo que rechaza hasta el final del análisis, es sacrificar su castración”. (1)

Breve recordatorio sobre la castración de Freud a Lacan:
Con el análisis del pequeño Hans (2), Freud establece en un primer momento la castración en términos de autoerotismo, y la censura y amenaza de la madre sobre el niño, diciéndole que “te la cortaran si te la tocas”, cobrando posteriormente importancia la teoría de la culpabilidad y el desarrollo y primacía de la fase fálica en el seno del Complejo de Edipo, en donde destacamos el Superyo como la interiorización de la prohibición por parte del padre, y el corte como fantasma de amenaza de castración.

En la perspectiva de Lacan, con la función que cobra el significante en la organización fálica, la castración seria la incapacidad del sujeto para asegurarse en el Otro (en tanto lugar de los significantes) la garantía de goce reservado al padre, con su presencia simbólica al lado de la madre. Tenemos, pues, la castración simbólica de un objeto imaginario: el falo absoluto del padre todo poderoso (Seminario IV de Lacan sobre “La relation d’objet”, 1956-7).

En el Seminario de La angustia, Lacan, dice Miller, “hace saltar el obstáculo conceptual de la angustia de castración al resituarla al nivel del órgano masculino, de su funcionamiento en la cópula en el momento del orgasmo (…).

Por eso es importante subrayar que Lacan hace de la detusmescencia del órgano, de su carencia, el desvanecimiento de la función fálica en el acto sexual, ‘el principio de la angustia de castración’ (…), es decir, (el principio es) el fundamento, la raíz, la causa de lo que se elabora en psicoanálisis con las coordenadas edípicas. Si se toma en serio este principio, es decir, que el principio está al nivel del órgano y su funcionamiento, la dramaturgia edifica desaparece. El principio de la angustia de castración no se sitúa al nivel de ningún agente de la castración, de ningún Otro que profiere amenazas, no se inscribe en el Edipo.” (3)

c) La imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los sexos

Es en el Seminario Aún (1972-3) donde Lacan plantea la “imposibilidad” de la relación sexual, es decir, la imposibilidad de una escritura lógica de la sexualidad del sujeto hablante. Es en ese sentido que se plantea la frase de que “no hay relación sexual”, de que el sexo remite al “no-todo” en el ser hablante.

En este contexto, al hablar de la relación entre los sexos nos referimos concretamente a la relación de goce entre los sexos. Para ello tomaré como material de trabajo básicamente los capítulos VI y VII del Seminario XX de Lacan “Aún”, “Dios y el goce de la mujer” y “Una carta de Almor”.(4) Pues sí, aún estamos con los textos de Lacan, con el discurso de Lacan, como dice J.-A. Miller.

Cuando en noviembre del 2006, Patrick Monribot comentó estos dos capítulos aquí en la ELP de Valencia, ya advirtió desde el principio de su conferencia que las formulas de la sexuación “son tan famosas como mal conocidas”. No me pareció que intentaba hacer un simple juego de palabras, sino que era más bien una seria advertencia de las nefastas consecuencias que tiene para la teoría y la practica del psicoanálisis de orientación lacaniana barajarse con lo que yo llamaría “formulas clichés a la moda para uso y abuso en los círculos y cenáculos de iniciados”

Vamos a intentar plasmar porqué podemos decir que “no hay”. Que “La mujer no existe”; que “no hay relación sexual”, incluso, como dice J. A. Miller,“ no hay relación de pareja” (5), o como ya se ha apuntado más arriba, porqué esta relación no puede escribirse. De modo que, ante la imposibilidad de conseguir una escritura que de cuenta de esta relación, Lacan elabora unas formulas de separación entre hombre y mujer que, con su ayuda y las notas de P. Monribot, vamos a comentar. Para ello, vamos a examinar cada uno de los elementos del cuadro que Lacan propone en la página 73 del Seminario Aún con el que da cuenta de la estructura de “no hay relación sexual”.

(Para el seguimiento del desarrollo de lo que sigue, ver el cuadro de las formulas de sexuación, p.73 en francés, p. 96 en español).

En primer lugar, el cuadro se divide en dos partes, los Hombres (H) y las Mujeres (M). En realidad, podemos denominarlos Masculino-Femenino como forma de nombrar los seres hablantes, o “seres en la posición de habitar el lenguaje”.

A su vez, tenemos una relación en la que se establece que “para todo x, fi de x”

lo que indica que “es por la función fálica que el hombre como un todo toma su inscripción”. (Lacan, p.74). Pero resulta que “tenemos un x al que no fi de x”, vale decir, que en el conjunto hay una excepción que escapa a la norma. Es lo que, dice Lacan, llamamos la función del padre (p.74) (Aquí tenemos la clara referencia al Freud de “Tótem y Tabú”).

Donde aparece el Sujeto barrado, tenemos a Phi Mayúscula que, opera como falo simbólico. Gran Phi, dice Lacan, designa el falo como el significante que no tiene significado, aquel que, en el hombre, se soporta con el goce fálico. (p.75 en francés)

En el lado representado por la parte de la humanidad de las mujeres, o que asumen la posición de la mujer, tenemos que “no para todo fi de x, se aplica fi de x”

y, encima, aparece la lectura que nos dice que “no existe un x al que no se le aplique fi de x”

Veamos las relaciones de estos matemas que ha elaborado Lacan para dar cabal explicación de cómo entender el que “no hay relación sexual”.

El S barrado ($) tiene como pareja el objeto a, (p.75): Podemos decir que es el sujeto barrado $ que, desde su posición de goce falico, desde su fantasma, apunta a la “pareja en torno al objeto a”.

El phi mayúscula, Φ, en tanto goce falico, (el pene materializa el falo simbólico), es la base de toda significación.

En cuanto a

La barrada, podemos entender que no hay un significante que la represente, que “La” mujer es un agujero en el orden simbólico, no tiene un significante para nombrarse, para decir lo femenino, con lo cual la pone en una posición en la que surge un goce real, sin palabras para construir un saber, por lo tanto, es un goce que no es nombrable.(6)

Veamos lo que nos dice el próximo matema.

En la parte no subjetivable del ser femenino, la mujer ha consentido ser objeto (a) para su pareja hombre La mujer barrada, apunta a la pareja sexual, apunta al hombre: Ella puede fetichizar el órgano en tanto que el pene materializa el falo simbólico.

Ahora bien, teniendo en cuenta que no todo es fálico, la mujer fracasa en ese intento de búsqueda de significación, ya que con lo que se encuentra es con el “Uno fálico”, y por ahí, por el Uno falico, lo que encuentra es la mortificación propia del orden significante.

De modo que, dado este fracaso, la mujer se torna en busca de un goce que escapa al comercio fálico con el hombre. En otras palabras, hace de la mujer “no todo de él”, pero tampoco “toda de ella misma”.

Así nos encontramos ante un “goce Otro”. ¿Qué podemos decir de este “goce Otro”. Lacan señala aquí a los místicos como estando más cerca de esa experiencia femenina, en la que se trata de una experiencia sentida, pero sin significación, sin palabras.

Desde el lugar que designa el goce de la mujer que no existe, el Otro, no existe desde el momento en que se trata de nombrar el ser femenino. Como consecuencia, cada vez que el significante en el Otro fracasa, tenemos un goce real.

Como es un goce que no está limitado a un órgano, seria un goce ilimitado, pero un goce sin palabras para producir un saber, puesto que si una mujer (o un hombre en posición femenina) intenta decir algo, cae de nuevo en la vertiente significante. (ver, p.95, f) Así pues nos encontramos en una dialéctica bascular entre lo imposible, reenviando a la mujer hacia lo Uno desde donde ya habla con metáforas más o menos fálicas, y la impotencia que experimenta lo Uno para decir lo femenino.

Una conclusión: Este desdoblamiento muestra el goce no-todo. J.-A. Miller señala cómo en el lado femenino, “no hay posibilidad de formar el todo”, porque al no existir “esa excepción que engendra el uno como límite del todo (…) estamos ante un infinito intotalizable (…). No tenemos un todo que haga uno. Por tanto, si eso corresponde a la posición femenina, ‘Ellas no son todas’ o bien, ‘Ninguna es toda’(…) La posición femenina, se define como la de un sujeto a quien su goce sobrepasa siempre, lo que no es el caso de los hombres. Es lo que Lacan traduce diciendo que ella nunca es toda para ella misma como tampoco es toda para un hombre”(7)

No obstante, Lacan señala (Aún, p.68, f.) que en todos los casos, este goce femenino es suplementario, es decir, se trata de un más, golpeado de inconsistencia, de las mujeres excepción, y la suma de ésta serie de excepciones inconsistentes no hacen vinculo, no hacen el todo, nunca totaliza: estamos ante las soledades del goce. Suplementario, pero no complementario, ya que no hay relación sexual.

Si en la posición histérica se trata de evitar la confrontación con el Otro sexo femenino (aunque como ser sexuado femenino, está ligada a la mujer…), en la posición femenina, es la mujer que (como la histérica) también pasa por el hombre, pero no para “hacer el hombre”, sino para hacer otro uso, es decir, como relevo para acceder “al más allá del Falo: para acceder al goce femenino, ya que afronta el goce femenino del Otro sexo.

Aún con todo lo expuesto hasta aquí, quizá convenga mantener presente la pregunta freudiana, ¿Qué quiere la mujer?

a) La no adaptación de la singuralidad del sujeto a la norma

Empezaré con una cita que me parece oportuna para este punto:

“Cada vez que me dirijo a quienes habitan la orilla del mar, de cualquier mar, me viene a la memoria, inevitablemente, don Antonio Machado. Él, que fue un hombre de tierra adentro, describió sin embargo como nadie los caminos marinos que recorren las palabras. Cuando ustedes oyen -aunque se lea, el poema siempre es leído- “caminante no hay camino, sino estelas en la mar…” ¿no les vienen ganas de alargar la mano, atrapar esa senda fugaz, ese surco? El poeta advierte tanto como convida a esos gestos que hacemos frente a cada “no hay” con los que se nos cruza la vida…”(8)

Pero lo que sí hay es una escuela, otra escuela, podríamos decir. En efecto: “La Escuela es exactamente la fuerza capaz de volver a poner al analista en una posición analizante con respecto al sujeto supuesto saber, de volver a ponerlo en relación con la ignorancia. Luego, a diferencia de una sociedad analítica construida sobre la infatuación de un ya sé, esta escuela cuyo contorno dibuja Lacan, se caracteriza por una insatisfacción, es más bien una escuela que quiere saber, lo que conduce sin duda a plantearla en una posición histérica. Y pienso que así opera” (9)

Por otra parte, Eric Laurent nos dice: En esa apuesta de proseguir nuestro diálogo entre el psicoanálisis como práctica y la civilización que es nuestro socio (partenaire), vemos como “el estado actual de la civilización se describe como individualismo de masas, o hedonismo conformismo de masas. Algunos se lamentan de las consecuencias que esto acarrea para el lazo social y su fragilidad (fragilización) (…) cómo combinar lo que seria la particularidad de goce con lo universal pensado como solución para el lazo social, (…) esto es algo para desarrollar” (10).

Enmarcadas y planteadas así las cosas, he elaborado una pregunta que me ha servido orientación y al mismo tiempo de conclusión provisional sobre los tres puntos ( a), b), y c) ) de este trabajo, del que aquí sólo aparece un resumen de lo expuesto y el debate que generó en nuestra sede la LEP.

Si tenemos en cuenta los cuatro discursos que ha elaborado Lacan (Amo, Universitario, Histérico, y Analista.) y “la red más pura de nuestra condición de ser: lo simbólico, lo imaginario y lo real.”(11), ¿Qué vinculo se puede establecer desde el “no todo”?

* Espacio de la E.L.P de Valencia, noviembre 2008

Notas:

(1) J-. A. Miller “Introducción a la Clínica Lacaniana. Conferencias en España”
Colección ELP-RBA Libros, S.A. Barcelona junio 2006, p.83.

(2) S. Freud “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”(1909)
Obr. Completas, Tomo X, Amorrortu editortes. B.Aires 1996,págs. 2-118.

(3) J-. A. Miller “La angustia. Introducción al Seminario X de Jacques Lacan”
Ed, Gredos Madrid 2007, p.54.

4) Jacques Lacan Livre XX “Encore”(1972-1973) Éd. du Senil, Paris,1975( 133 págs.)C. VI “Dieu et la jouissance de la La femme”(págs. 61-71). C. VII “Une lettr d’âmour” (págs. 73-82). (En la traducción española, ambos, págs. 79-108)

(5) J-.A. Miller y otros. “La pareja y el amor. Conversaciones Clínicas con J. A. Miller en Barcelona”. Ed. Paidós Campo Freudiano 15. 1ª ed. B. Aires 2003. p.20

(6) “En el seminario Aún, Lacan explora este goce del cuerpo y demuestra que es, en el fondo, “Uno”, incluso si declina en plural. Decir que es “Uno” significa primero que no hay dos y que no permite reunir “dos” a partir de “ellos”, es decir del hombre y la mujer, no se hace una relación sexual a “dos”. Ello se une a la idea freudiana de que no hay sino una sola libido. Decir que el goce es uno quiere decir que no es Otro, que se pasa del Otro.(…). Está pues en corto-circuito con el Otro”. (Notas de la conferencia de Patric Monribot, en la Sede de la ELP de Valencia, 24 noviembre 2006).

(7) J-. A. Miller “Introducción a la Clínica Lacaliana. Conferencias en España.”.Op. Cit. p.330.

(8) Anna Aroma, Presentación al libro de J. A. Miller y otros “La pareja y el amor. Conversaciones Clínicas con J. A. Miller en Barcelona”. Ed. Paidós Campo Freudiano 15. 1ª ed. Buenos Aires 2003.p.9

(9) J-. A. Miller “La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica”. Ed. Paidós. Buenos Aires,1ª edición 2003,p.19.

(10) E. Laurent :“Apuestas del Congreso de 2008 de la AMP sobre ‘los objetos a en la experiencia analítica’” (págs.. l y 9 respectivamente)

(11) Jacques Lacan “Hommage rendu à Lewis Carrol ”. Ornicar? Revue du Champ freudien, nº 50, 2002, p.10. (Traducción propia).