La soledad y la experiencia analítica: sus paradojas, sus partenaires | Anna Aromí
Respuestas de Anna Aromí para el boletín de las XXIV Jornadas Anuales de la EOL "Lo que dice y hace el psicoanálisis".
Las consultas a los analistas en el siglo XXI son por padecer la soledad? ¿Cómo son las soledades actuales?
Hay soledades y soledades. Podríamos decir que cada análisis comienza por una soledad. Mientras el sujeto se encuentra suficientemente acompañado por su síntoma (o por su fantasma), no hay necesidad de buscarse un partenaire suplementario. Lo interesante empieza cuando aparece alguna cojera. Podríamos decir que es una orientación clínica: buscar siempre la pata que falta, porque el analista sabe que, al menos durante un tiempo, deberá encarnar esa pata.
Pero también podríamos afirmar lo contrario: si hay demanda de análisis es porque en la vida de alguien aparece una pareja insospechada. Alguien estaba tan tranquilo, cociéndose en el caldo de sus malestares cotidianos, cuando algo irrumpe de repente. No hay análisis que no tenga como motor de empuje la presencia inquietante de un exceso.
En mi caso, motivos para analizarme no faltaban y desde la infancia. Quizá si hubiera nacido en Buenos Aires en lugar de en Barcelona, mis padres hubieran acudido al psicoanálisis: desde muy niña supe encarnar lo insoportable. Ese insoportable que me acosaba en las pesadillas, en las angustias infantiles… Pero me tocó esperar que la muerte de mi hermana me dejara irremediablemente coja para que se produjera el encuentro fortuito con un analista… Me dejé guiar por ese hilo hasta encontrarme con ese extraño deseo, que es el deseo del analista, que me llevaría al pase.
Qué puede responder un psicoanálisis a ese malestar?
"Solos y solas": el tema de las próximas Jornadas de la EOL produce un efecto interesante puesto al lado de "Faire couple" (hacer pareja), tema elegido para las de la ECF.
¿Significaría esto que en Francia interesan las parejas y en Argentina las soledades? Se podría jugar con esta idea, podríamos decir cosas divertidas, pero creo que al final del juego encontraríamos que ambas, parejas y soledades, forman una cinta de moebius que recorta un real. El real de la no proporción entre los sexos, por supuesto, todo depende de eso, pero no sólo. Un análisis llevado hasta el final confronta al analizante con el real del lenguaje mismo, lo lleva a medir cómo cada uno está solo en el acto de hablar.
Es una paradoja, porque el tratamiento para la soledad que oferta el psicoanálisis es la transferencia: venga, analícese, y descubrirá que no está tan solo como cree con sus elucubraciones, con sus malestares, con sus angustias. El analista se ofrece como partenaire-síntoma para cada soledad, las de ellos y las de ellas.
Pero si el análisis avanza, cosa que ocurre, es a base de descubrir en el analista más el sinthome que el partenaire.
La formación de los analistas de la Escuela Una debe su fuerza y su robustez a este hecho, luminoso en su simplicidad, que consiste en verificar al final que sí, que uno está solo, pero solo de una soledad muy distinta de la del principio del análisis.
Es una de las cosas que enseña un final de análisis, que soledad no significa que no haya nada que hacer. Al contrario, el final abre un horizonte a la invención, en lo subjetivo y en lo colectivo, que ninguna otra experiencia puede entregar. De ahí la responsabilidad de cada analista al ofrecerse como síntoma de su época.
Si algo nos está prohibido, en tanto que analistas de la orientación lacaniana, es el abandono en el pecado de la tristeza.
¡Buen trabajo entonces para los colegas de la EOL en las Jornadas y enhorabuena por su excelente vídeo de presentación!
Fuente: Boletín de las XXIV Jornadas Anuales de la EOL "Lo que dice y hace el psicoanálisis", 28 y 29 de noviembre de 2015, Buenos Aires, Argentina.
Psicoanalista en Barcelona y miembro AMP/ELP, AE (2013-2016).